La más extravertida de las Loca… como tu madre, el recordado grupo emblema del under porteño que puso voces de mujeres en la Rock&Pop de los 90, vive en Miami desde 2002, donde escribe y produce sus propias producciones audiovisuales
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“‘Vos me tenés que contratar porque yo me llamo... Dianaaa.... Baaaxter´, eso le dije a Pepe Cibrián en el casting de Calígula, en 1983. Él le pidió al grupito de pibes que esperábamos después de horas y horas, que explicáramos por qué deberíamos quedar en la obra. Yo estaba muerta de cansancio. Así que caminé el enorme escenario y le grité mi nombre. Y entré”, recuerda.
Desde entonces, a Diana Baxter muchas veces le preguntaron si realmente se llamaba Diana Baxter. Un cortinado espeso de pelo rubio, ojos claros, voz ronca de locutora sensual, histriónica full life y ese nombre de personaje de Marvel la ubicaban más cerca de la ficción que de la realidad de una ciudad al sur del estrellato.
“Antes muerta que sencilla”, cumplió –y cumple- el vaticinio que su gracia prometía, la de una vida no convencional o, mejor, la de muchas vidas en una sola. Si bien desde 2002 reside en Miami donde eligió el detrás de escena, las dos décadas anteriores al cambio de milenio la tuvieron como protagonista del “underground” porteño junto al grupo Loca… como tu madre, que revolucionó las noches de la radio y algo más, junto con Silvia Armoza, Ingrid Recchia y Mónica Weimberg.
Hija de ingleses e irlandeses, protestantes y católicos, apenas nacida en Buenos Aires, la familia se trasladó a New Jersey por trabajo del padre pero a los cinco años regresó al barrio de Belgrano. “A partir de ahí, la locura. Cambié de millones de colegios”, dice Diana que usará la palabra “locura” unas cuantas veces, del otro lado del Zoom, en la cocina de su casa en Surfside, un barrio chico ubicado entre Miami Beach y Bal Harbour donde hoy vive sola.
Hace tres años se separó de su marido, después de 26 años, Ricardo Padula, “el amor de mi vida”, según relata, y quien fuera productor y director en la otrora empresa de contenidos Cuatro Cabezas y el padre de sus dos hijos, Eloy (historiador, vive en Miami) y Jana (trabaja en la agencia de talentos William Morris en New York).
“Siempre supe que quería hacer, siempre. Empecé en Publicidad, trabajé con Luis Puenzo, entre otros, desde pequeña. Empecé en la publicidad de galletitas Rex que ya ni me acuerdo, la de caramelitos Punch, la de Pepsi, yo quería y pedía que me llevaran y me elegían, la nena linda quedaba”, cuenta. No es fácil seguirle el hilo a esta historia porque la trama tiene demasiados vericuetos.
Hasta que llega 1991, año en el que debutan las Loca…como tu madre en FM Alfa, hay mucho recorrido, incansable, vital, un modo de ser joven y creativa hace unas cuatro décadas, cuando entre los escombros de la dictadura, se abría una etapa fundante en el arte y la comunicación.
“Cuando termino la secundaria, mi hermano que era loco, muy hippie, me dijo ‘vos tenés que cortarla con esta onda de concheta tonta’. Y me manda a vivir a El Bolsón, a cocinar en una cocina económica, a comer arroz integral”, continúa.
Un comienzo
-¿Y tus padres?
-¡Me escapé! Le dejé a mi mamá –que se había separado de mi papá- un papel con un “me voy” y cuando volví, después de varios meses, recontrahippie, me mandó a Europa y ahí vivo un año y medio, ahí trabajo, estudio, vendo autos y otras locuras. Hasta que regreso a Buenos Aires donde me pongo muy en serio a estudiar teatro, danza, con grandes profesores, todo el día.
-¿Querías ser actriz, bailarina, performer, qué buscabas?
-Todo. Comunicación también me gustaba. En medio de esa actividad, conocí a una banda de locos que me proponen hacer una obra de Herman Hesse, Veladas de teatro mágico solo para locos, dirigida por Carlos Lorca, en el Teatro Planeta (estaba en Suipacha y Paraguay) y después el Cataplasma show, un varieté cuando nadie hacía eso todavía, estaban Katja Alemann, Fabiana Cantilo y mucha gente que después fue conocida. No existía la palabra “under” aún y como yo venía de Europa y había visto a los punks en directo, me puse a cantar y bailar arriba de las mesas, hacíamos distintos números y personajes, con músicos invitados, tocaban Andrés Calamaro y Daniel Melingo. Nos llevaban presos a todos, venían con colectivos. La que primero salía era Katja, después Alexandra Omo, la hija del embajador francés, y después yo.
-¿Vivías con tu madre todavía? ¿Cómo se lo tomaba?
-Mi mamá trabajaba todo el día, tenía a cargo cuestiones de protocolo en el Senado, no sabía muy bien lo que yo hacía, sabía que estudiaba pero no mucho más y en mi casa entraba todo tipo de locos. Quiero decirte que en mi casa siempre hubo muchos libros, una gran biblioteca a la que podía acceder y lo que estaba bajo llave también lo leíamos con mi hermano. Siempre estudié mucho, incluso estando embarazada, cuando estudié Dirección con Rubén Szuchmacher.
Además de Calígula, Diana fue parte de la mítica La lección de Anatomía, en el Theatron (Santa Fe y Pueyrredón), y a fines de los noventa, cuando ya había pasado el momento álgido de las Loca, actuó junto con Ana Padilla, Alejandra Majluf y Silvana Sosto, en una obra de Susana Torres Molina, No sé tú, dirigida por Mónica Galán. En el medio, otras actividades como, por ejemplo, hacer exteriores en el programa Me gusta ser mujer, por ATC, con idea y conducción de Nacha Guevara.
-En ese momento seguías con las Loca... como tu madre, ¿verdad?
-Sí, siempre hice muchas cosas a la vez, me apasionan muchas cosas, he llegado a tener cinco trabajos. Abrí puertas siempre, escribía proyectos, llevaba propuestas, me metía en cosas que me interesaban. Todo lo que hice fue con pasión pero tenía muchas. Nacha me mandó a buscar, insistió. Cuando fui a ver de qué se trataba, directamente me hizo pasar al aire y me presentó, tremenda. La verdad no puedo quejarme, yo la veía poco, solo una vez por semana en las reuniones de producción, siempre me trató bien aunque era muy perfeccionista y pendiente de que sus colaboradores cumplieran lo que pedía. Gracias a ella me compré mi casa, me decía “andá y pedí aumento, decí que yo te mando”.
Mujeres en la radio
Hubo una época, cuando Madonna era reina y en el baño se leía a Maitena, en que las mujeres eran feministas pero no lo declaraban. Quizás ni siquiera lo sabían o esa marca les sonaba a antivarones, a poco femenina, a fanatizada, a un arcaísmo “bulleable” según la vara de los ex bananas de CQC. Por aquellos tiempos, año más o menos, Diana Baxter no se identificaba con Utilísima, aquel programa exitosísimo para mujeres que conducía Patricia Miccio.
“Te enseñaban a hacer bolsas con el sachet de leche. Todo bien, pero no era para mí, trabajaba todo el día, no tenía tiempo, las compras del supermercado las hacía por fax”, dice Diana que se alzó contra este vacío de representación. Tenía algo distinto para decir en los medios. Y buscó socias en el intento: la actriz Silvia Armoza para hacer personajes (que trabajó con “nuestras hermanitas” las Gambas al ajillo), Mónica Weinberg, compañera de las clases de Inglés y con amigos comunes, e Ingrid Reckman, para producción y logísticas varias. Si en los archivos aparece un quinto nombre, el de Eugenia Galán, Diana dice que no, que nunca fue de la partida. La única “quinta Loca” fue Karina Ryvak que murió muy pronto, cuando el grupo recién despegaba. Hasta hoy siguen comunicadas: ‘’Somos como hermanas’'.
En 1991, las Loca... como tu madre -esa respuesta desde las tripas ante la crítica machista- largaron una vez por semana en FM Alfa y en julio pasaron a la trasnoche profunda de la Rock & Pop, de lunes a viernes, con el spinettiano título Un tajo en la noche, “un programa dedicado a ellas y provocado por ellos”, íntegramente conducido y producido por mujeres.
Con una audiencia formada por taxistas, trabajadores de hoteles alojamiento, internos, guardias, en fin, hombres y mujeres que trabajan cuando el resto dormía, la propuesta explotó con secciones como “Educación sexual para hombres”, “Te hacemos la cabeza” (relatos eróticos con coro de gemidoras), entrevistas inusuales, historias de mujeres y por supuesto, música.
A los seis meses, cambiaron de horario. “No podíamos más, vivíamos de noche. Por suerte nos dice Daniel Grinbank (dueño de la radio) que pasemos al horario de (Mario) Pergolini porque se iba a la mañana (¿Cuál es?), porque había discutido con Lalo (Mir), ahí se peleaban todos, bah, en todos los medios. El horario era de 20 a 23, nos quedamos mucho tiempo en ese horario top”.
-¿Fue Grinbank quién les abrió la puerta?
-Lalo Mir nos abrió la puerta. La historia es así: yo dirigía el grupo “Horror Nasogeniano en la noche”, a fines de los ochenta. Participamos en el Bela Lugosi Club, en el Centro Cultural San Martín. Las performances ocurrían entre el público con los actores como monstruos, generando situaciones de shock, en fin, locuras. Lalo me hace una nota y ahí comenzamos una relación, me muestra como hacía los separadores de la radio, cómo trabajaba y ahí se me despierta el indio. Hice un demo con actrices y producción de mucha gente pero no salió. Pasa algo de tiempo, tengo a mi hijo y estaba con esa depre de “tengo que hacer algo, no puedo pasármela dando la teta” y mi marido me dice “agarrá alguno de esos proyectos que tenés en el baúl, uno fácil”. Y así retomé lo de las Loca.
-Y ahí se desata todo...
-Sí, no lo esperábamos, pero sí. Salimos en muchos medios, con Susana, con Pinky, con Fernando Bravo, en revista Playboy salimos 4 veces siempre vestidas, escribimos algunos relatos también en Página 12, explotábamos. Y editamos el libro Lenguas vivas, el nombre de la escuela de mis hijos y lo presentamos en Prix D’Ami.
Antes de la edición del libro, pasaron una temporada por De la cabeza, el programa de sketches que cambió el humor en la televisión y que fue posible por Roberto Cenderelli, el gerente de programación de América de entre 1992 a 1995. Alfredo Casero, Fabio Alberti, Alakrán (Rodolfo Samsó), Mariana Briski, Viviana El Jaber, Diego Capusotto eran algunos de los que llevaron su experiencia under a la pantalla chica.
-¿Cómo eran esas reuniones de trabajo? Mujeres haciendo humor en medio de un grupo de varones
-El Gordo [Casero] era medio bicho raro... Con los demás bien, Mex Urtizberea era un divino. Pero nosotras siempre estuvimos encapsuladas. Nos poníamos miriñaques e íbamos al Cabildo el 25 de mayo o el 12 de octubre en Palermo, me disfrazaba de Colón y las chicas de indias, la gente no entendía nada.
-¿Por qué no estuvieron en Cha Cha Cha, el programa donde continuaron muchos de estos artistas?
-Ya no se podía, algunas con hijos, teníamos la radio, escribíamos artículos, el libro, algo había que recortar.
-¿Por qué se fueron de Rock & Pop? ¿Las echaron?
-No nos echaron pero fue raro. Ahí sí hubo un tema machista, Pergolini se quejó porque teníamos más rating que él. En esa radio a las minas las tenían para decir el tránsito, los temas musicales, el horario... después creció mucho la Negra Vernaci pero yo les decía a las chicas, no digamos malas palabras, no nos convirtamos en machos para llegar, había otras formas, buscar sinónimos para decir cosas fuertes.
-¿Por qué no ‘se usaba’ reconocerse feminista?
-Éramos postfeministas. Es cierto que nadie se llamaba feminista en ese momento. Para mí, feministas habían sido mi abuela y mi mamá, entonces sentía que nosotras éramos post. En la actualidad, y subrayo que estoy de acuerdo con todo lo que hacen que es repower, le siguen llamando feminismo pero podría haber tenido otro nombre. En el programa teníamos una sección “Porque zarpadas siempre hubo”, donde leíamos biografías de mujeres, de Juana de Arco, de Madonna, de Eva Perón, reivindicábamos a esas mujeres. Hicimos muchas campañas sobre el SIDA en momentos en que te decían “de SIDA no se habla”, no se conseguían auspiciantes pero los rockeros por suerte nos daban mucha cabida, enseñamos a poner preservativos.
-¿Por qué te fuiste a Miami?
-Después de Rock & Pop, estuvimos en radio Activa y en radio Nacional donde, hasta 2002 estaba con Silvia, haciendo Faro de Locas, al mediodía. Fue en esa época, la de la crisis 2001-2002, en que decidí irme. Mi hijo me preguntaba ‘¿cómo que el banco nos robó?’. Vendí la casa, me costó un año convencer a mi marido, sentía que no tenía un código para mis hijos, una escala de valores, ver que también en las escuelas pasaba, que nadie sabía nada, que se vayan todos... Bueno, yo me voy. Y fue difícil, había que armar todo de nuevo. Tenía sobrinos en Miami, los hijos de mi hermano Federico (Luna Baxter, actriz y cantante guatemalteca; Bhakti Baxter, artista plástico; Vijay Baxter, trabaja en Wall Street; y la más chica, Anastasia Baxter, estudiante). Y Miami es el centro neurálgico de todas las corporaciones de audiovisuales para Latinoamérica.
-¿Conseguiste trabajo, cómo te insertaste?
-Trabajé en MTV, en Sony, en Fox, en Turner... Teníamos algunos contactos y como había muchos argentinos que me conocían, me dieron una mano. También me pasó el “¿y vos quien sos?”. Me dediqué a escribir guiones, más para adentro, más relajada, no quería más maquillarme, sentí que tenía que parar un poco con la locura. No me hice cirugías ni tatuajes, no me gustan los médicos y le tengo terror a las agujas. Igual hice algunas cosas, algunas performances en la calle, en festivales y hasta en un lugar mítico de Miami, el Churchill’s Pub, donde tocaron muchos grupos como Los Ramones: ahí canté en un idioma inventado, pseudoruso, con el grupo Uom. Escribir, guionar sobre todo, también producción y dirección. Ahora estoy en proyectos propios, escribí cinco series que espero poder vender alguna, no tengo más ganas de trabajar para corporaciones porque son siniestras, son como un Gran Hermano, ‘veamos a quien fusilamos’, eso nunca me gustó mucho.
-¿Que opinás de la cancelación de artistas?
-No estoy de acuerdo con no ver la obra de alguien por cómo sea. No voy a dejar de ver una película de Woody Allen aunque sea un hijo de puta, una cosa es el artista y otra es su historia personal.
-¿Cómo te definirías?
-Como una creativa multimedia.
-¿Y como madre?
-Como mamá siempre fui muy sincera. Tengo una mirada paralela a la convencional, siempre les digo que miren a la vida como a una película, como si fueran espectadores, y vean que están viendo y en qué lugar están. Nunca los encasillé.
-¿Te gustaría volver a vivir en la Argentina?
-Siempre voy y vuelvo y hago cosas. La última vez que fui, antes de la pandemia, actué en la obra ¿Querés ser feliz o tener poder?, de Cecilia Propato. Siempre hago cosas. Propongo que, así como llegó la tercera ola feminista, podría venir una nueva ola de erotismo, no de pornografía, de erotismo que creo que es lo que nos falta.
-En la película de tu vida, ¿qué otro papel te hubiera gustado tener?
-No te lo digo de egocéntrica pero la verdad es que me llevo muy bien conmigo, me quiero, me gusto. La vida es muy larga, no sé qué hubiera o qué no hubiera hecho, no hay ningún lugar en el mundo ideal, no le tengo miedo a agarrar una mochila e irme por ahí, parando donde quiera. Me falta, también, viajar a un satélite, viajar al espacio. Mi vida es una película llena de energía y nunca me niego a una nueva aventura.
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