Los muros que protegieron a la monarquía británica durante casi mil años despliegan todo el ceremonial para la nueva novia real. Se casa una nieta de la Reina, una princesa de sangre. Después del "huracán Meghan", Eugenia de York toma el relevo sabiendo que habrá comparaciones. Windsor también afronta este reto. En la casa de Su Majestad han convivido la novia del siglo, de la década, del año… Su madre, Sarah Ferguson, llegó a la familia real bajo la sombra de Diana … y, ahora, treinta y dos años después, es a Eugenia, que se casa con Jack Brooksbank, a la que se mide con la vara de Meghan , quien, a su vez, avanza bajo el referente de Kate , la duquesa de Cambridge que se ha vuelto a coronar como la reina de la elegancia.
Siguiendo el orden de precedencia, llegan los invitados a la fortaleza medieval habitada más antigua del mundo. Aristócratas, empresarios, actores, modelos, cantantes… Las damas visten traje corto complementado con tocado, pamela y discretas joyas –a excepción de la modelo Cara Delevingne, que desafía las normas de etiqueta con un frac–, y los caballeros llevan "obligatorio jacquette".
Acceden, por la puerta Galilea, los condes de Wessex con su hijo, James Mountbatten-Windsor, vizconde Severn; Zara Phillips y Mike Tindall, Peter Phillips y Autumn Kelly, la princesa Ana de Inglaterra y su marido, Tim Lawrence, y Lady Sarah Chatto con sus hijos –los nuevos solteros de oro de la monarquía británica–; los duques de Sussex y de Cambridge, que fueron recibidos con auténtico júbilo, y, finalmente los padres del novio, George y Nicola.
En la puerta Oeste están la duquesa de York, y su hija Beatriz. Y, poco después aparece Jack, acompañado por su hermano menor, el financiero Thomas Brooksbank, su best-man.
NO HAY TÍTULO PARA JACK
La boda confirma lo que ya se venía anunciando. Eugenia añade a su título de Su Alteza Real princesa de York el de señora de Brooksbank, pero no hay ducado ni condado para su marido. Jack será el marido de una princesa después de su boda, pero no recibirá ningún título, a diferencia de Meghan Markle, que salió de la capilla como Alteza Real y duquesa de Sussex. Es regla entre los Windsor desde las patentes del rey Jorge V: casarse con una princesa no te convierte en príncipe.
Siete minutos antes del inicio de la ceremonia, el príncipe de Gales dice presente en solitario –la duquesa de Cornwall tenía un compromiso de agenda en Escocia–, y, finalmente, aparece la reina de Inglaterra. Los trompeteros de la Household Cavalry anuncian su llegada. La acompaña el duque de Edimburgo, quien, con 97 años, "enterró el hacha de guerra", al menos por un día, con la que fue su nuera, Sarah Ferguson. Desde 1996, fecha del divorcio de los duques de York, la estuvo evitando, nunca le perdonó los escándalos que protagonizó en los 90. Hasta hoy, que intercambian sonrisas durante la ceremonia.
LA NOVIA, SIN VELO Y CON UNA TIARA INESPERADA
Minutos después, la princesa desciende del fabuloso Rolls-Royce Phantom VI (1977) que su abuela puso a su disposición. Al son del repique de las campanas de la torre, del siglo XV, y de la fanfarria "Adventus del coronel Darren Wolfendale". Radiante, sin velo, rompiendo tradiciones, con un diseño de la firma Peter Pilotto. Al descubierto, su espalda: Eugenia quería que se viera la cicatriz de la operación de escoliosis a la que se sometió a los 12 años. Así, su paso por el altar sería una oportunidad única para redefinir el concepto de belleza.
Coronando el vestido, la hija menor del príncipe Andrés (que hoy se luce como padrino y hasta se ocupa de acomodarle el vestido) debuta con su primera tiara, cuya elección sorprende: no es la que usó su mamá el día de su boda. Es una de la Reina, la diadema platino de Greville, con pavé de diamantes, talla rosa, y una esmeralda central de casi 94 quilates, que hace juego con los pendientes que le regaló su marido.
DAMA DE HONOR Y CORTEJO DE LUJO
En la entrada a la capilla la espera su hermana Beatriz, su dama de honor. No era fácil "competir" con la más famosa de la historia, Pippa Middleton . Evitando, quizá, comparaciones, no escoltó a su hermana menor, aunque sí estuvo muy cerca. "La he admirado toda mi vida ¡y es mi mejor amiga! No puedo pensar en otra persona a quien quisiera tener a mi lado. Es un honor", dijo Eugenia horas antes de la boda.
El reloj marca las 10:59 y una nueva fanfarria anuncia que es la hora. La princesa de York va al encuentro de su "príncipe" con una sonrisa. La sigue el cortejo liderado por los hijos mayores de los duques de Cambridge, los príncipes George y Charlotte . Haciendo equipo con ellos, Savannah e Isla Phillips y Mia Tindall (nietas mayores de la princesa Ana); Maud Windsor, hija de Lord Frederick Windsor, y ahijada de la princesa Eugenia; Theodora Williams, hija de Robbie Williams y Ayda Field, y Louis de Givenchy, hijo de Zoe y Olivier de Givenchy.
En el templo –exclusivo de la familia real y sede espiritual de la Orden de la Jarretera, la más antigua de la Caballería británica (1348)–, sus ochocientos invitados acompañan, de pie y sin perder detalle, sus primeros pasos. Hay más estrellas que en la boda de Harry y Meghan. Por segunda vez en la historia, la realeza británica se une a la aristocracia de Hollywood.
JACK SE PONE ANTEOJOS PARA NO PERDER DETALLE
"Estás perfecta" y "Oh, rompes mi corazón", son las palabras que el novio le dedica a la novia. Recién ahí, se saca los anteojos con los que siguió la llegada de su amor al altar. Oficia la ceremonia el decano de Windsor, David Conner, y cuenta con la ayuda del arzobispo de York, John Sentamu, quien dirige las oraciones, entre las que se incluye una personal dedicada a los novios.
Durante el servicio suenan dos himnos escritos por James Vivian, director de música de la capilla de San Jorge, y las piezas del repertorio elegido por los novios junto con James Williams, director gerente de RPO, cuyo patronazgo lidera el duque de York. Actúan, también, el tenor italiano Andrea Bocelli, con dos temas, acompañado por la Royal Philharmonic Orchestra; los trompetistas de la banda de la Caballería Doméstica –interpretan una fanfarria que fue escrita para la ceremonia– y la del Segundo Batallón del Regimiento Real, que interpretó piezas escocesas.
Siguiendo los pasos de Diana, Kate y Meghan, al momento de los votos tampoco promete "obedecer" al marido.
Llega la bendición de los anillos que, tal y como dicta la tradición, fueron hechos con una pizca de oro galés, cortesía de la Reina. Luego del intercambio, el decano los declara marido y mujer.
UN MOMENTO DE EMOCIÓN
El tenor italiano Andrea Bocelli entona el "Ave María", de Sebastian Bach. Es un momento de emoción. Charles, barón de Brooksbank y primo del novio, abre la primera lectura con la Carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses (3:12-16): "Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección…".
Minutos después, Beatriz de York lee un párrafo de El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald: "Me miró con comprensión, mucho más que con comprensión. Era una de esas raras sonrisas capaces de tranquilizarnos para toda la eternidad, que sólo encontramos cuatro o cinco veces en la vida. Aquella sonrisa se ofrecía –o parecía ofrecerse– al mundo entero y eterno, para luego concentrarse en ti, exclusivamente en ti, con una irresistible predisposición a tu favor. Te entendía hasta donde querías ser entendido, creía en ti como tú quisieras creer en ti mismo y te garantizaba que la impresión que tenía de ti era la que, en tus mejores momentos, esperabas producir".
Después, los recién casados, acompañados del príncipe Andrés y Sarah Ferguson, firman el acta notarial en una sala lateral, frente a las autoridades de la Iglesia anglicana.
En el exterior de la capilla, 1.200 personas –invitadas a formar parte de la celebración en el recinto del castillo– los reciben con vítores y aplausos. Los novios saludan y les dedican su primer gesto de amor como matrimonio. "Besémonos", dice Eugenia. El castillo de Windsor no tiene un balcón, pero, al igual que Harry y Meghan, Eugenia y Jack también encuentran el lugar perfecto para el primer beso: la escalinata de la capilla.
Seguidos de su cortejo, desfilan ante los leales guardas granaderos de la compañía Nijmegen –uno de los regimientos más antiguos del Ejército británico–, de la que el duque de York es coronel, al tiempo que los gaiteros del Segundo Batallón del Regimiento Real de Escocia interpretan piezas escocesas, en la torre de la Jarretera, en un guiño a la historia familiar del novio.
UN CARRUAJE DE REINA
Los recién casados se suben al carruaje Scottish State Coach y desfilan por las calles de Windsor al son de las salvas de los cañones. Cuatro caballos Windsor gray, con largo pedigrí real –precedidos por otros dos que abren camino a la procesión–, tiran de la carroza. El carruaje, de 1830 y con la corona de Escocia en el techo, tuvo un papel protagonista por última vez en la boda de William y Kate, al ser el vehículo elegido por la Reina.
Tras el recorrido nupcial, los novios se reúnen con sus invitados en las salas ceremoniales, donde la Reina ejerce de anfitriona, en una celebración planeada y supervisada por su prima Lady Elizabeth Anson: la cámara Waterloo, construida tras la derrota militar de Napoleón Bonaparte, en 1815; la gran sala de banquetes, antiguo salón de baile, y el majestuoso salón de San Jorge, con sus 600 metros y la leyenda del rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda.
UN SECRETO GUARDADO BAJO SIETE LLAVES
El menú, supervisado por los novios, se mantuvo en secreto. Sólo se sabe que, aunque los pasteles de bodas reales británicos han sido, tradicionalmente, tartas de fruta de varios pisos, con ornamentadas esculturas victorianas de azúcar glasé blanca, esta vez se sumó color. Los novios añadieron un toque de modernidad con un pastel "red velvet" –elaborado por la pastelera Sophie Cabot– con frutos rojos, vainilla, el chocolate como protagonista, cobertura de azúcar y adornos de hiedra a juego con sus iniciales, incluidas en la base. Todo ello, regado con una rigurosa selección de vinos, champán Pol Roger, para brindar por la pareja, y los esperados discursos del padre de la novia, que contó anécdotas y abrazó a Jack delante de la Reina (algo muy llamativo para los británicos), y de su yerno, que se emocionó hasta las lágrimas cuando habló de Eugenia: "Iluminas mi vida y me haces sentir completo".
Ya son las cinco de la tarde y los invitados se retiran de las salas ceremoniales. También los novios, que cambian de escenario a bordo del Aston Martin DB10 fabricado, en Reino Unido, para la película Spectre, de James Bond.
ROYAL LODGE, ESCENARIO DE DOS FIESTAS
Tres horas y media después, los newlywed reaparecen, exultantes y de la mano. Las celebraciones se trasladan a Royal Lodge, donde los duques de York, anfitriones, ofrecen una recepción más exclusiva y de etiqueta. La residencia privada es el hogar del duque de York y sus hijas y, también, de alguna manera, de Sarah, quien dispone de un apartamento en el mismo edificio. Un edificio del siglo XIX –residencia de la Reina madre durante setenta años–, que pasó a manos del príncipe Andrés en 2004, después de una restauración valorada en ocho millones de euros. A sólo cinco kilómetros de Windsor –40 hectáreas de terrenos, 8 propiedades separadas para el personal, 30 habitaciones, pileta cubierta y una capilla– y en la más estricta intimidad, Eugenia y Jack disfrutan de su primera noche de casados entre familiares y amigos.
Una celebración a la que, rompiendo precedentes, los novios añadieron el sábado, un día más de fiesta, con parque de atracciones incluido. Un broche de oro perfecto para una historia de amor de ocho años.
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