Denise Dumas: del amor de su vida, a sus hijos y cómo superó el dolor que le causó la muerte de su hermana
La conductora de elnueve habló con LA NACION sobre su nuevo desafío laboral, su gran historia con Campi y qué fue lo que la ayudó en el momento más difícil que atravesó con su familia
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Denise Dumas no puede evitar emocionarse hasta el llanto o la risa y jamás lo disimula. Al contrario, ella dice que lo disfruta. En El sueño de tu casa propia, que cada tarde conduce en elnueve, también se muestra tal cual es: espontánea, graciosa, sensible y, a veces, políticamente incorrecta. En diálogo con LA NACION, Dumas contó por qué dejó de actuar para ser conductora, aseguró que los caballos la ayudaron a sanar el profundo dolor que le causó la muerte de su hermana, y habló de la familia ensamblada que formó con Campi (Martin Campilongo) hace ya 17 años, padre de sus dos hijas menores, Ema de 15 y Francesca, de 10 (sus dos hijos mayores, Isabella de 20 y Santino de 19, son fruto de su relación con el músico German Barceló).
-No parás de trabajar, ¿tenés el sí fácil o te interesan todos los proyectos en los que te involucrás?
-Pocas veces paré y fue porque Martín estaba con mucho trabajo y teníamos que turnarnos en casa. Me encanta trabajar y además hay proyectos que me divierten mucho, y a la hora de elegir priorizo eso y no si me conviene por tal o cual razón. Me conviene lo que más me divierte. Trato de disfrutar, tengo la suerte de hacer algo que me gusta, cuatro hijos sanos, amo a Martín... ¿Qué más puedo pedir? Me molesta un poco la gente que se queja y, en realidad, no tiene motivos.
-¿Qué te motivó a aceptar El sueño de tu casa propia?
-En principio volver a Canal 9 porque vivo a una cuadra y a veces cruzo la plaza con el matecito en la mano, o vienen los chicos con la bici y el perro. Volver al 9 fue una alegría. Es verdad que MasterChef fue una súper experiencia y duró mucho más de lo que esperaba: estuve casi seis meses cocinando y me fui en la semifinal. Y en el medio conduje Flor de equipo, que era por unas semanas y terminaron siendo meses. Después pensé que iba a pasar un tiempo antes de que saliera otro trabajo, pero al día siguiente me llamaron para hacer El sueño de tu casa propia. Casi no pude pensarlo porque había que arrancar ya. En el 9 fui re feliz siempre, lo tengo muy cerca y es trabajo para hoy porque después nunca sabés cuándo te vuelven a ofrecer algo. Y dije que sí, gracias a Dios, porque es un proyecto muy lindo. El otro día entregamos la primera casa y fue hermoso ver la cara de emoción de esa pareja. Lo que me pasa con este programa ya no tiene que ver con el trabajo sino con la satisfacción, con las emociones, porque tener una casa le cambia la vida a una persona para siempre.
-Todos tenemos el sueño de la casa propia, representa la seguridad.
-Es cada vez más difícil tener una casa y si no la tenés, se complica pagar un alquiler. Un techo es una tranquilidad, una sensación de refugio. Todos crecimos con ese deseo de la casa propia, también yo y no es lo mismo que jugar por plata porque la casa te queda y en cambio la plata se va en pagar deudas, en sacarte de un apuro o la gastás sin saber en qué, y te quedás con las manos vacías. Es un programa que me emociona, hay gente muy trabajadora, las familias son muy hermosas, los que ganan y los que pierden. Y no puedo evitar llorar cuando la familia que gana decide donarle los $50.000 a la otra familia para que tengan algo. Es un programa que muestra lo más lindo de nosotros. Estoy muy contenta.
-Llorás en todos los programas en los que trabajás, ¿alguna vez pudiste manejar esas emociones o es tu sello?
-Hay toda una parte que no puedo manejar, pero con el correr de los años aprendí a dejar las emociones en el trabajo y no llevarlas a mi casa. Intento separar un poco, pero estando ahí me es difícil no empatizar. Y me pasa en la vida también. Mi marido siempre se ríe porque, por ejemplo, una vez nos fuimos de viaje y me senté al lado de una señora con la que empezamos a hablar inmediatamente y al rato estábamos abrazadas llorando a moco tendido porque me dijo que no veía a su hija desde hacía siete años. Me pasan esas cosas y me emociono. En Este es el show y Sábado show había un momento de homenajes y yo entraba en una catalepsia de llanto. José María (Listorti) no podía mostrar ningún sentimiento sino se nos hundía el barco. Me acuerdo que solo una vez lloró cuando fue Carlitos Bala, no lo pudo manejar y me dije: “Tengo que poder llevar adelante esto”. Y logré estar entera mientras todos en el piso lloraban. Si hago un esfuerzo grande, lo puedo manejar, pero disfruto más si me dejo llevar porque me gusta transitar mis emociones. También me mato de risa.
-Debutaste como actriz pero trabajaste poco en ficciones, ¿conducir fue una elección a conciencia?
-Empecé en Montaña rusa otra vuelta y ahí me vio Ricardo Piñeiro y me llamó para trabajar como modelo. Yo estudiaba teatro y quería actuar, pero tenía un montón de trabajo como modelo y dejé la actuación. Un día fui como invitada a Café fashion, que producía Luis Cella, y me preguntó si me animaba a conducir, le dije que sí y mi primer trabajo fue ahí, hace 21 años.
-¿No volviste a actuar?
-Hice varias temporadas de teatro, comedias y revistas. Me di todos los gustos (risas). Bailo muy mal y estuve en “Bailando por un sueño” y no tengo ni una curva en el cuerpo y fui vedette. Hasta fui cocinera sin saber cocinar realmente.
-Toda una aventurera...
-Conducir es lo único que siento que es lo mío. Había estudiado teatro durante mucho tiempo, las veces que hice ficción fue con respeto y tengo herramientas para hacer comedia, pero lo que más me gusta es conducir. Todo lo demás, se dio. Yo bailo horrible, pero Marcelo Tinelli me convocó para el “Bailando...” y me di cuenta que la gente se reía y fui por ahí porque me encanta hacer reír. En MasterChef me pasó lo mismo y me interesaba en lo personal aprender a cocinar. No me largo a nada si no sé por dónde ir. Lo de vedette fue una nebulosa... (risas). En ese momento Nito Artaza contrataba modelos y después había chicas divinas que hacían otra parte, y estaba Moria. Me divirtió mucho hacerlo y me abrió un montón de puertas. Es adrenalina.
-¿Aprendiste a bailar y a cocinar?
-A cocinar aprendí mucho y me cambió la manera de hacer todo en la cocina. De verdad, puedo cocinar algo rico en una hora y con pocas cosas, y tengo orden y disciplina. Y todo lo aprendí ahí porque no sabía nada más que lo básico, una carne con papas al horno, milanesas con puré, fideos con alguna salsa. Pero no aprendí a bailar, a pesar de que estuve diez meses en el programa. Cada vez bailaba peor porque ensayaba poco: estaba con mucho trabajo y no tenía tiempo.
-¿Es verdad que empezaste a estudiar teatro como una manera de sanar un profundo dolor familiar?
-Empecé a estudiar teatro porque me gustaba y mis padres me acompañaron un montón. Papá falleció al poco tiempo, pero me llegó a ver en Montaña rusa otra vuelta. Mi hermana Janine se murió cuando yo tenía 11 años y ella 16, en un accidente automovilístico. Y tengo a mi amado hermano Marcos que vive en San Pablo y a mi mamá, Renata o René, como le decimos todos. Cuando pasó lo de mi hermana a mis padres les cambió un poco la cabeza porque antes les preocupaba qué íbamos a estudiar y después lo importante era lo que nos hiciera felices. Me gustaba mucho el teatro y también los caballos. Me regalaron un caballo y empecé a hacer equitación. Lo que realmente me salvó de la tristeza fueron los caballos. Con el tiempo dejé la equitación y ahora mis tres hijas hacen ese deporte. Isabella ya tiene veinte años y trabaja con algo relacionado a la equitación y salta en segunda categoría. Cuando terminé la secundaria empecé a trabajar como moza y estudiaba teatro, dos veces por semana; después entre al Conservatorio de Arte Dramático. Y mi papá, Marcos, que era hermoso y me seguía en todo, me traía revistas sobre teatro y me acompañaba mucho, igual que mi mamá. Siempre me apoyaron con mucha esperanza, a pesar de sus miedos. Mi papá murió cuando yo me casé con German (Barceló, músico y padre de sus dos hijos mayores), de hecho, adelantamos un poco la boda para que pudiera estar.
-Debe haber sido un festejo muy triste...
-Sí, papá estaba muy enfermo y falleció a las dos semanas de mi casamiento. Invitamos a todos sus amigos y muchos lo vieron por última vez. Fue una despedida de mucha gente. Lo extraño cada día de mi vida, me falta en cada cosa que transito, a pesar de que pasaron un montón de años. Éramos muy compañeros, pero tengo una linda sensación cuando pienso en él porque no me quedó nada por decir y nos disfrutamos hasta el último minuto. Me hubiera gustado tenerlo más tiempo y verlo como abuelo, con mis hijos.
-Hace poco dijiste que tu hijo quiere probar suerte en otro país y que vos quisieras que se quede, ¿lo hablaron?
-Santino tiene 19 años y se quiere ir a Nueva Zelanda. También tiene la ciudadanía italiana y está bien que quiera probar, pero lo voy a extrañar mucho. Voy a hacer una maldad porque no quiero que se vaya, no sé... voy a atarlo a la cama. De todas maneras, lo apoyo, le comparto cosas que encuentro sobre Nueva Zelanda, por ejemplo, y le pongo onda. Pero ni pienso en cuando llegue ese momento. Con Martín decimos que va a ser una linda excusa para viajar a visitarlo. Me gusta el quilombo de los chicos en casa, las comidas para un montón, las risas, los ruidos. Mi casa también era así cuando era chica: los viernes venían mis primas y se quedaban todo el fin de semana, estaban los amigos de mi hermano. Crecí en una casa llena de ruido y me encanta, hasta Martín se acostumbró, que es hijo único.
-Un amor muy fuerte el que te une a Martín.
-Muy fuerte. Me conoció cuando Isa tenía 3 años y Santi 1. El primer verano que pasamos juntos en Carlos Paz no entendía nada y ya en febrero era un niñero a prueba de balas.
-¿Es verdad que te enamoró con una máscara de Roberto Giordano?
-Sí. Fue en ShowMatch, donde me habían invitado a jugar al básquet. Martín estaba haciendo los desfiles, imitando a Giordano, y vino a hablarme con esa excusa, porque yo trabajaba con Listorti en la revista de Nito. Empezamos a hablar de cosas re profundas y él estaba con la máscara y encima se abría la puerta del camarín y entraba el verdadero Giordano para decirle algo. Era todo muy bizarro. Me enamoré de Martín en esa primera charla, me pareció un amor de persona. Al día siguiente José María me dijo que un amigo le había pedido mi teléfono, le respondí que si era Martín, se lo diera. Salimos los cuatro con José y su mujer, y fue una cita porque Martín me vino a buscar y a la vuelta nos fuimos solos a tomar un café. Luego me llevó a casa y ya no nos separamos más. Fue un flechazo. Y desde el primer día miró con mucho amor a mis hijos, los adoró, y los chicos a él. Todo fluyó. Me mató de amor. Llevamos 17 años juntos, pero no siento que sean tantos porque todavía estamos como estrenando amor, aunque pasamos muchas cosas juntos. Al año de conocernos nos casamos y quedé embarazada. Hicimos todo rápido.
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