Desde muy pequeña, la actriz debió enfrentar situaciones que afectaron su bienestar, la sumieron en un estado depresivo y luego la volcaron a las adicciones; una mirada a su pasado familiar y al impacto que éste tuvo en su vida lejos de los reflectores de Hollywood
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Su vida personal siempre estuvo bajo la lupa, desde su polémico divorcio de Ashton Kutcher y las controversiales revelaciones posteriores hasta un presente que la encuentra acompañando a su querido exmarido, Bruce Willis, quien tiene un cuadro de demencia frontotemporal. Por fuera de sus publicitados romances, Demi Moore tiene un pasado en el que debió batallar con sucesos que la marcaron de por vida.
Antes de su debut en Hollywood con la película de 1981, Choices, el paso previo a una década de éxitos como El primer año del resto de nuestras vidas y ¿Te acuerdas de anoche?, la actriz tuvo una adolescencia atribulada que comenzó con una revelación que alteró su cotidianidad y resignificó la dinámica familiar. Cuando tenía 15 años, Demi descubrió que Dan Guynes, el hombre que la había criado, no era su padre biológico. El nombre de su progenitor era Charlie Harmon, un vendedor que se encontraba perdido en su adicción a la cocaína y que había sido arrestado en varias oportunidades.
La noticia impactó en la joven Moore. Ella consideró que se trataba de una traición por parte de su madre, Virginia. Ella recién decidió contarle su secreto cuando se separó de Guynes, quien la cuidó a sol y sombra cuando, a los 5 años, ella estuvo internada tres meses en un hospital de California, en donde le diagnosticaron nefrosis, una enfermedad en el riñón. Sin embargo, el hombre tampoco era un ejemplo para Demi: solía endeudarse con frecuencia y tener muchas relaciones extramatrimoniales que impactaban directamente en la salud de la pequeña.
“Casualidad o no, fue justo después de los líos amorosos de mi padre cuando me volvieron a internar (…). En aquellos tiempos no entendía que mi padre estuviese engañando a mi madre (…), pero una parte de mí todavía se preguntaba si mis recaídas eran, en realidad, un reflejo de lo que estaba ocurriendo [en la casa]”, recordó sobre el clima familiar y lo que vendría luego: el divorcio.
Reconstruirse desde cero y aceptar el perdón de su madre
La partida de su padrastro del hogar familiar fue un golpe duro, pero no tanto como lo que le comunicaron años más tarde: que Guynes se había quitado la vida. “Mi padre falleció en octubre y yo cumplí los 18 en noviembre. Me casé con Freddy (Moore, su primer marido) en febrero del año siguiente. Fue una época confusa. Nuestra boda no fue más que el reflejo de ese momento tan disperso, incoherente y oscuro de mi vida”, detalló.
En tanto, su padre biológico, a quien nunca conoció, falleció de cáncer de hígado y la actriz no quiso establecer contacto con los hijos de ese hombre quien, además, tampoco intentó ponerse en contacto con ella. “Con el tiempo aprendí a perdonar a mi madre”, se confesó la actriz en una entrevista con el diario inglés The Guardian. “En un momento estaba tan dolida que, si no salía de ese estado, sabía que eso iba a tener un costo para mi salud mental”, explicó la actriz y agregó: “Tuve muchas inseguridades a causa de eso, siempre tenía dudas respecto a varias cosas, pero supongo que mis padres hicieron lo que pudieron, o al menos lo que ellos creían que era lo correcto”.
De hecho, Virginia, quien falleció de un tumor cerebral en 1998, fue una mujer luchadora de vida itinerante que siempre estaba buscando la forma de darles la mejor vida posible a Demi y a su hermano, Morgan, pero también una persona errática que solía difamar en los medios a su hija cuando se estrenó Ghost: la sombra del amor, y el nombre de Demi estaba en boca de todo Hollywood. Para Moore, la reconciliación previa a la muerte de su madre, el poder perdonarla y soltar los engaños y negligencias del pasado fue un proceso sanador en el que pudieron comunicarse como nunca habían logrado hacerlo cuando vivían bajo el mismo techo. Entre los episodios que debió dejar atrás para poder reconstruirse y formar su propia familia sin mochilas, se hallaba uno muy angustiante: el abuso sexual que sufrió en su adolescencia y el rol que cumplió su madre en este momento.
Un abuso traumático y “el quiebre de la niñez”
Su madre, quien luchaba contra el alcoholismo, no lograba escindir a Demi del mundo adulto y la trataba en muchas ocasiones como a una amiga más que como una hija. En ese contexto, la llevaba consigo en su salidas nocturnas y le hacía presenciar sus conversaciones con hombres que luego pasarían noches en su casa. Una de esas noches fue fatídica: Virginia hizo ingresar al hogar a uno de de sus amigos, el dueño de un bar que abusó sexualmente de Demi, como contó con valentía la actriz en el programa Good Morning America.
“Me violaron, pero también me traicionaron, porque, según sus palabras, fue mi madre quien me vendió por 500 dólares”, compartió Moore sobre el traumático suceso. En cuanto a la declaración del abusador, la actriz se mostró reticente a creer que su madre pudiera haberla vendido: “No creo que haya sido una transacción, en el fondo de mi corazón pienso que no hizo eso, pero tampoco evitó dejarme en sus manos, le dio libre acceso”, manifestó.
En Inside Out. Mi vida, el libro de memorias que editó en 2019, Moore también compartió cómo, con tan solo 12 años, tenía la responsabilidad de cuidar a su madre no solo en sus recaídas sino también en sus intentos de quitarse la vida. Si bien la unía un amor muy grande a su padrastro, reconoció que fue él quien le hizo ese pedido, ya que él debía trabajar durante el día para mantener la casa a flote, con las deudas todavía persiguiéndolo.
El costo, claro, fue enorme para Demi, quien detalló con brutalidad todo lo que tuvo que aprender para salvar la vida de su mamá. “Un recuerdo que tengo está ligado a cuando ingirió demasiadas pastillas y yo, tan pequeña, tuve que sacárselas de la boca a la fuerza”. Según Moore, ese fue el momento de quiebre: “Ahí supe que mi niñez se había terminado y ese fue el primero de muchos intentos de suicidio de mi mamá, pero el primero me marcó, me hizo crecer de golpe. Nada fue lo mismo después de eso”.
Las presiones de Hollywood y una “obsesión” riesgosa
Tras ser testigo de lo que sucedía con su madre y garantizarle nada menos que su supervivencia, luego debió lidiar con las consecuencias de ser abusada sexualmente, con la noticia de que Danny no era su padre biológico, con la eventual desintegración del matrimonio de él y Virginia y con el posterior suicidio de un hombre que estaba quebrado. La acumulación de episodios desesperantes para la joven terminó teniendo efectos peligrosos en su vida adulta sobre los que la actriz también decidió sincerarse, como cuando hizo referencia a su desorden alimenticio, que comenzó tras el nacimiento de su primera hija, Rumer Willis.
“Todo en lo que podía pensar era en mi cuerpo, me había obsesionado con el ejercicio, fue algo que duró años. Sentía la presión de lucir bien luego del embarazo, eso me consumió por dentro”, reveló y contó que el haber sido elegida para el film Cuestión de honor, junto a Jack Nicholson y Tom Cruise, fue contraproducente. “Esa película disparó esa obsesión, sentía que no podía fallar, que tenía que lucir de determinada manera”.
Un camino de vulnerabilidad hacia el renacimiento
Cuando promocionó sus memorias, Moore prometió que sus relatos saldrían desde la sinceridad absoluta. “Es la historia de una mujer, una mujer que se convierte en una actriz célebre que solo hace que su viaje de vulnerabilidad, fuerza y autoaceptación tenga más repercusión”, apuntaron desde la editorial. Entre esos relatos honestos se encuentran los vinculados a la adicción de la actriz a las drogas, que comenzó en los 80, cuando era una estrella incipiente.
“Al comienzo de mi carrera entré en una espiral de autodestrucción en la que no importaba el éxito que tuviera, simplemente sentía que no era lo suficientemente buena. Pensaba que no tenía ningún valor y esa senda autodestructiva me llevó muy rápido a un punto crítico, a una crisis real”, contó. Tras mantenerse sobria por más de dos décadas, cuando perdió un embarazo mientras estaba casada con Kutcher, tuvo una recaída y empezó a consumir alcohol y pastillas excesivamente, episodio que la alejó tres años de sus hijas, Rumer (quien fue madre en mayo), Tallulah y Scout.
“Era como si el sol se hubiera puesto y llegase un monstruo. Recuerdo que solo estaba la ansiedad que se apoderaba de mi cuerpo cuando podía sentir que sus ojos se cerraban un poco más, la forma en que hablaba”, recordó Scout. “Fue muy extraño y hubo momentos en los que se enojaba. No era la madre con la que habíamos crecido”, sumó la joven. “La adicción y la codependencia, mi adicción a Ashton, eso fue probablemente casi más devastador porque me alejó emocionalmente de mis hijas”, reconoció la actriz sobre ese instante en el que estaba “perdida” y en el que contempló quitarse la vida.
“Me despertaba por la mañana y pensaba: ‘No sé qué hacer. ¿Cómo salgo de este día?’. Tenía tanto dolor, tanto físico como emocional, que apenas podía funcionar. Ese sentimiento de no estar anclado por todas las necesidades de estas personas y mi papel como su madre era insoportable. No pasaban muchas cosas en mi carrera, no tenía más alternativa que estar conmigo misma, y lo odiaba”.
Actualmente, con esos fantasmas atrás, Moore canaliza todo la empatía que le generó superar tantos obstáculos y batallas en el cuidado de Bruce Willis, sus propias hijas y esa unida familia que se ensambló de manera armónica. A pesar del dolor que causa el estado de salud del actor, todos se muestran sonrientes ante cada paso superado y Moore, en ese camino, acompaña y, al mismo tiempo, sigue sanando de un pasado del que logró aprender y escribir con tono esperanzador: “La clave está en la resistencia”.
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