Hace dos años moría el creador de Crónica, un personaje que marcó con su impronta popular los medios que dirigió y que resguardó su vida privada lejos de la opinión pública; su camino para hacer un periodismo cercano a la gente
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Para todos era “García”. Los más íntimos le decían “el gallego”. Y, en el medio, su nombre completo fue marca y estilo: Héctor Ricardo García. Se cumplen dos años de la partida de un hombre apasionado por el periodismo y que interpretó la comunicación popular sin rebusques. Al pan, pan. No se andaba con vueltas a la hora de dar una información. Tenía olfato y conocía como nadie qué le importaba a su público.
Abrió teatros, creó canales de televisión y fue el gran ideólogo del diario Crónica, el periódico que empataba el interés entre una noticia política, un crimen, el último romance de la farándula y una goleada dominguera. Todo en igual escalafón. “Murió”, tituló en letras de molde ante el fallecimiento de Juan Domingo Perón. No hacía falta aclarar nada más. García sabía cómo conmover a sus lectores.
Y así como en papel calaba hondo en el gusto popular, en Crónica TV su estilo no fue menos efectivo: si sonaba The Stars and Stripes Forever y aparecía la placa roja era anticipo de que algo importante había sucedido. Claro que eso significativo podía ser el anuncio inminente de un nuevo plan económico del Gobierno de turno o el acuerdo trunco de una pareja de amantes. “Realizaron un pacto de amor suicida: ella se envenenó, él se arrepintió y vive”. García dixit en estado puro. Aquella banda de sonido importada también acompañó su gestión como propietario de radio Colonia, la famosa emisora uruguaya que decía aquello que, en tiempos dictatoriales, no se podía expresar en la Argentina. En la voz del locutor Ariel Delgado, la noticia sin filtros llegaba del otro lado del Río de la Plata.
Para contrarrestar cierto tono sensacionalista y la conexión cruda con la actualidad, García se refugiaba en peculiares aficiones: su colección de muñecos y objetos vinculados a Mickey Mouse definían ese perfil algo infantil que convivía en él.
Apasionado
Héctor Ricardo García había nacido el 18 de noviembre de 1932 y, fiel representante del signo zodiacal de Escorpio, era celoso, competitivo y muy sensible. A pesar del apodo de “Gallego”, su cuna fue bien porteña y se ufanaba de eso. Se crio en los alrededores de plaza Lavalle, donde se encontraba el colegio Roca del que se rateaba para ir a jugar al fútbol con Mauricio Borensztein, ese amigo que trascendería como Tato Bores y al que García le daría trabajo cuando fue dueño de TeleDos.
La plaza Lavalle y la escuela estaban -están- ubicadas a metros del teatro Colón, pero el se escabullía para el otro lado, rumbeaba hacia Corrientes, donde estaba la vida bohemia de los bares y las marquesinas con vedettes pulposas. Vendió diarios y conoció de chico la aventura de la calle. Será por eso que cuando le daba una indicación a un cronista, sabía qué estaba diciendo. “Es así, pibe”. Siempre remataba con ese “pibe” que no era ninguneo, sino cariño. En la adolescencia se encendió en él la llama por la información, la curiosidad del periodista, el querer estar dónde los hechos sucedían.
Precoz, tenía solo 18 años cuando creó Sucedió, un magazine que pasó sin pena ni gloria, pero que le sirvió para entender el oficio. Lo suyo no era estar a las órdenes de nadie, sino generar las propias aventuras periodísticas y ponerse a la cabeza. Luego llegaría Así es Boca y, en 1955, lanzó la revista Así, su primer proyecto con trascendencia en tiempos posteriores a la Revolución Libertadora que derrocó al peronismo. Las fotos coloreadas de Así llamaban la atención y la convirtieron en una empresa exitosa. Faltaban ocho años para que naciera el medio que lo haría famoso y al que le ofrendaría su vida.
Firme junto al pueblo
Aquel slogan definía el estilo de Crónica, el diario que creó en 1963 y que llegó a tener tres ediciones diarias. Además de participar en la fuerte competencia de los matutinos, era un exitoso medio de dos tiradas vespertinas, la “quinta” y la “sexta”. Un poco después, fundó Editorial Sarmiento, que ocuparía el emblemático edificio de Garay y Azopardo. Desde allí, también salieron las revistas Flash, Ahora y Democracia.
Crónica tuvo estilo propio. Amarillista decían sus detractores, “cercano a la gente”, se ufanaba García, quien, a los 31, ya había dejado de ser solo un escriba de la información para convertirse en un empresario periodístico. El lunes 29 de julio de 1963 salió la primera edición de Crónica, solamente en una tirada matutina y con un costo de siete pesos. “Guido con la CGT” era el titular más importante. Aquellos primeros cinco mil ejemplares en poco tiempo superaron el millón.
Crónica les daba importancia a las noticias policiales, la actividad delictiva y las catástrofes. La muerte de personalidades famosas eran cubiertas en detalle. “Nada de eufemismos ni retorcimientos idiomáticos. La voz popular ha de recogerse para el mejor entendimiento de la información. El idioma argentino será nuestra manera de decir las cosas. A la verdad hay que gritarla en su mayor sencillez”, redactó García en aquella primera edición. Así fue, siempre fiel a su esencia.
“Monzón y Susana se fueron juntos”, fue el título principal de una edición que batió récords de venta, confirmando el romance entre el boxeador y la entonces vedette Susana Giménez. Cuando en la portada se estampó el “Racing, campeón del mundo”, no hubo otra noticia que acompañase la tapa. Y, con letras gigantes, tituló como “Argentinazo”, la recuperación de las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982.
“Serían 7 las víctimas de la diabólica envenenadora”, eclipsó al resto de las noticias. Aquella investigación en torno a Yiya Murano hizo disparar las ventas. Así era Crónica, con el ADN de García impregnando cada página. El periodista no tenía pudor ni prejuicio en publicar la fotografía de un cadáver si consideraba que aportaba una noticia y generaba venta de ejemplares. Con el tiempo, también se encargó de escribir la sección La Pavada, el jugoso espacio con chismes de la farándula.
Teleonce, TeleDos y Crónica TV
En 1970 compró el viejo Canal 11 de la calle Pavón 2444 y lo convirtió en una emisora líder, toda una rareza para un medio que siempre era opacado por el Canal 13 creado por el cubano Goar Mestre. En 1973 fueron intervenidas las emisoras y García perdió el control del canal.
Cuando en 1983 se reinstauró la democracia en el país, empezó a soñar con volver a manejar una canal de televisión. Recién en 1987, y luego de un acuerdo con sus propietarios, se hizo cargo de la programación de la señal del Canal 2 de La Plata y lo convirtió en TeleDos, el Canal de las Noticias.
Aquella señal empezó a escalar en audiencia gracias a una programación bien popular que incluía programas como Astros y Estrellas, con Lucho Avilés; Gánele al Dos, con Ethel Rojo y Ricardo Pérez Bastida; Si lo sabe cante, con Roberto Galán y sus secretarias; El pueblo quiere saber con Lucho Avilés o Pinky y Oscar Otranto, y los noticieros liderados por Pinky, entre otros programas.
La aventura concluyó pronto: en 1988 inició una batalla judicial con sus socios y decidió marcharse del canal, aunque no del edificio de Riobamba 280, que le pertenecía y que sería la sede de un hito de la pantalla chica.
Con los estudios ya montados en el predio cercano al Congreso Nacional, García montó Crónica TV, el canal de noticias que fue el primero en transmitir 24 horas en vivo. Tiempo después le dio vida a CM, el Canal de la Música.
Las placas rojas de la señal informativa fueron un símbolo inequívoco del estilo García, quien solía pasar las tardes en el control del estudio principal, ejerciendo la dirección de cámaras y redactando aquellas leyendas que impactaban con algo de sensacionalismo y humor (¿quién no recuerda a Carozo y Narizota dando las noticias?). En esas pantallas rojas se anunció en primicia las muertes de René Favaloro y Alfredo Yabrán.
En 2005 se desprendió del diario y seis años después del canal, ambos medios adquiridos por el Grupo Olmos. En sus últimos años de vida, García cumplió un arresto domiciliario por evasión impositiva y extrañando aquellas tardes en Riobamba 280, sede a la que llegaba a las 14 en punto.
Las tablas, su otro amor
García tenía pasión por el mundo del espectáculo y sus figuras. Amante de las mujeres, le generaba atracción el teatro de revistas, aunque no era de concurrir a las salas. Tampoco la lectura era una de sus aficiones.
En 1972 compró el cine Astor de la avenida Corrientes 746 y lo convirtió en el teatro Astros, donde solían montarse revistas dirigidas por Gerardo Sofovich. Tres años después, en Riobamba 280 levantó el complejo Estrellas conformado por varias salas. Un atentado contra la actriz y cantante Nacha Guevara, atribuido a la Triple A, destruyó el edificio. Guevara encabeza un espectáculo allí, al igual que Antonio Gasalla y Cipe Lincovsky, quienes ocupan el escenario de las otras salas. Luego, en ese edificio, García montó los estudios de Teledos y Crónica TV.
Si bien él se desprendió de la señal, la mole de la calle Riobamba seguía siendo de su propiedad. Se dice que allí hay montado un estudio con tecnología de punta, varias cámaras y un control que envidiarían los canales de aire. El periodista murió deseando llevar adelante una nueva aventura periodística en televisión y contratar a un plantel de colaboradores para llamarlos a cada uno por su nombre, como sucedía en el diario o en su canal. Empleados que, en más de una oportunidad, recibieron la ayuda del jefe para pagar un crédito o comprar una vivienda.
Vida privada
Héctor Ricardo García fue un acérrimo defensor de su vida personal. Casi nada se supo de él, salvo su relación con la vedette, actriz y conductora Ethel Rojo. Estuvieron varios años juntos y no tuvieron hijos. En cambio, con otra mujer, García fue padre de su única hija, quien le dio dos nietos. El vínculo entre padre e hija no era el mejor.
En tiempos de Crónica TV, García comenzó a salir con una de las locutoras que presentaba noticias en su canal: Anabela Ascar. La ex azafata se ganó la confianza del empresario al punto tal que terminaron en una convivencia de varios años en la mansión de García sobre la calle Echeverría, en el Bajo Belgrano.
Ascar fue escalando posiciones en el canal hasta tener su propio programa, donde invitaba a personajes de segunda línea con morbo y dudoso gusto. Por estas horas, la herencia de García se dirime entre ella y la hija de García. La sucesión de bienes tiene tono escandaloso. Se dice que la locutora mora en la mansión y que estaría a punto de ser desalojada. Desde la vereda, solo se puede observar una propiedad en cierto estado de abandono.
En algún momento, también se lo vinculó con Lidia Elsa Satragno, pero tanto él como Pinky evitaron dar detalles sobre una posible relación. Fue íntimo amigo de Gladys Mancini, la recordada secretaria de Roberto Galán, y los sábados solía salir a cenar con Mirtha Legrand, Daniel Tinayre, Carlos Rottemberg, Linda Péretz, Mercedes Carreras, Emilio Disi y su mujer Elvira y, desde ya, su entonces pareja Anabela Ascar.
García marcó una época y una manera de hacer periodismo. Padeció la censura de gobiernos militares y de los que llegaron a través de las urnas. No se llevaba bien ni con la dictadura ni con el peronismo de Isabel Martínez de Perón y López Rega. Todos se sentían agredidos con su estilo frontal.
En Cien veces me quisieron matar y en La culpa la tuve yo, su magnífico libro autobiográfico, cuenta algunos entretelones de su vínculo con el poder y su relación con los militares, el ERP, López Rega y la AFIP, según reza la bajada de la portada del volumen, todo un legado de un hombre que no pasó inadvertido nunca y que fue fiel a sus ideas, su estilo popular y su manera de informar directa e impactante. “La placa más triste” y “Murió Héctor García” fueron los titulares con los que lo despidió su canal, aquel 29 de junio de 2019.
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