La participante más joven el reality charló con LA NACION de su salud y de por qué se enamoró de la cocina; además también habló sobre el mensaje que el famoso cocinero nunca le respondió
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Son casi las 11 de la mañana de un jueves cualquiera de septiembre y en una esquina de Villa Devoto la gente se agolpa para por fin poder probar un dulce de Damián Betular, el reconocido pastelero que se convirtió en una celebrity local gracias a los realities de cocina y que decidió apostar a la venta directa de sus productos con su propia Patisserie. Detrás del Rolling Stones de los macarons vernáculos, un equipo de jóvenes trabajadores lleva adelante la producción de las delicias que, gracias a su prolija y cuidada estética, parecen formar parte incluso del decorado del flamante local: todo combina con todo. Y al frente de ese grupo, como jefa de pasteleros, Julia Debicki, la risueña, divertida y muy sensible participante de la primera edición de Bake Off que no se quedó con el premio mayor pero que gracias a su tenacidad logró convertirse en la mano derecha de su jurado favorito.
Luego de una mañana intensa de producción, Debicki hace un alto y, sentada en la escalera de la Patisserie que conecta la cocina con el local, comparte con LA NACION su historia, desde su acercamiento al mundo de la pastelería a través de YouTube y la enfermedad que transitó cuando todavía iba al colegio hasta su paso por uno de los programas más vistos de Telefe de los últimos años y la promesa de Betular que la llevó hasta donde está hoy.
El sueño de una niña youtuber
Cuando se hizo famosa con el estreno del reality de pastelería más exitoso del mundo, Debicki tenía el pelo color rosa y el desparpajo de una millennial de 19 años. Junto con Gastón Salas, el ganador del ciclo, llamaron la atención por su simpatía y juventud pero también por el compromiso al momento de encarar cada preparación, cada desafío. Ella le aportó frescura al ciclo, pero también una de las historias de vida más fuertes.
Su puerta de entrada a la pastelería fue YouTube y el motivo, un cáncer de la sangre que la tuvo en reposo gran parte de su adolescencia. “A los 15 años me diagnosticaron leucemia y no podía ir a la escuela”, repasa sin vueltas y sin solemnidad. “Me pasó que a los 15, 16 y 17 años no pude hacer la secundaria porque tenía las defensas bajas, con todo lo que eso conlleva. Rendía las materias, mis profesoras me daban trabajos prácticos y tenía acompañamiento escolar pero estaba mucho tiempo en mi casa sola. Cuando me sentía bien, me aburría y cuando me sentía mal, estaba en el hospital”, agrega.
Para matar al aburrimiento y como buena “niña youtuber”, empezó a ver videos de cocina y se fascinó con un grupo de pasteleras que hacían cupcakes en España. Tanto quedó prendida a esos tutoriales que luego de comprarse libros y probar diferentes preparaciones de rellenos, para su cumpleaños de 16 sus papás le regalaron la vedette de todo cocinero: la batidora de pie Kitchenaid. ¿Qué siguió? El emprendimiento propio: “Me puse a vender pastelería porque quería hacer algo en el tiempo muerto que tenía. Y lo primero que vendí fue una torta de frutillas!”, repasa con sorpresa y explica que hace poco encontró el mensaje del pedido con el precio: 45 pesos.
“Mi primer recuerdo relacionado a la cocina fue ese porque fue cuando descubrí que esto me gustaba y que era lo que quería hacer. En ese momento hice el clic y decidí que, después de la tormenta de la enfermedad, me iba a dedicar a eso. A mí me trasplantaron de médula dos veces: a los 16 el primero, y a los 17, con mi papá. Después de un año de controles pude volver a tener una vida normal”. Con el interés definido y muy consumidora de programas de cocina, su interés se posó en la televisión.
Bake Off, la oportunidad
El primer reality al que quiso entrar Julia fue MasterChef Junior, pero no daba con la edad: tenía 15 y era hasta los 13. Tampoco tenía la edad para MasterChef cuando quiso dar el salto a la edición de adultos. Así, Bake Off apareció en el momento justo. Incentivada por una amiga, se anotó un par de días antes de irse de vacaciones a Villa Gesell. A los pocos días, un productor de Turner -la productora del show- la llamó para confirmarle su lugar entre los 12 participantes.
Luego de asegurar que no se anotó por la plata -con la que, fantaseó después, hubiera comprado un camioncito para armar un food truck de cosas dulces- Debicki no duda en definir el motivo de su paso por la TV: “Yo lo quería hacer por la experiencia. Y también porque quería trabajar con Damián y estar con Pamela (Villar) y con Christophe (Krywonis). Era el combo”.
-¿Betular siempre fue tu preferido?
-Sí. Pamela y Christophe son lo más, pero por Damián yo tenía una admiración particular, era todo.
-¿Qué fue lo mejor y lo peor que viviste en Bake Off?
-Lo mejor fueron los compañeros y el clima que se armó. Fue una experiencia muy linda. Siempre me preguntan si volvería a entrar al programa y yo digo que sí. Fue un mes de grabación re intenso, pero lo disfrutamos mucho. Además yo me quedé con Gastón, que hoy en día es uno de mis mejores amigos. Si no hubiera sido por el programa no lo hubiera conocido porque él vive en Comodoro Rivadavia. Y lo peor quizá fue el cansancio. Grabamos durante un mes todos los días desde las 8 de la mañana a las 11 de la noche. No estaba acostumbrada, pero lo menciono por decir algo. No se me ocurre otra cosa.
-¿Sentís, como señalaron algunos participantes de otros realities, que con la edición construyeron un personaje a partir de tu persona?
-A mí lo que me pasó es que venía de pasar por todo lo de la enfermedad entonces estaba muy sensible. Me tocaban y lloraba. No era una chica fuerte a la que le decían algo y respondía bien. Si me decían las cosas mal me estresaba, me desestabilizaba y me salía llorar. Mi presión salía por ahí, pero era yo, yo estaba sensible. Lo que se veía era lo que era: había pasado un año del primer trasplante. Es más. Yo estoy con el pelo corto en el programa porque me estaba creciendo.
-¿Qué fue lo más lindo que te pasó a partir de Bake Off con el público?
-Me llegaron muchos mensajes de nenas que estaban pasando por lo mismo que había pasado yo, y me agradecían la visibilidad. Agradecían que lo haya contado. Me pasaba que me llamaban mis médicos y me decían “Juli, ¿podés venir al hospital a saludar a una nena?”. Y yo iba y les daba una mano con eso. Lo más lindo fue poder visibilizar que se puede salir de una así de grosa.
“Cuando cumplas 20, llamame”
Con Bake Off, Julia se ganó el corazón del público y la fama que brinda la televisión, pero quería más. “Cuando terminó el programa me puse a estudiar gastronomía y a la par me metí como ayudante de cocina en la escuela donde estudiaba, The BUE Trainers. Es una de las primeras escuelas de gastronomía del país y para mí fue todo: fue mi escuela y fue también la que me dio mi primer trabajo”, cuenta sobre sus primeros pasos, y revela de inmediato que en esa oportunidad, como cuando entró al reality, ya tenía el objetivo bien definido. “Cuando me eliminaron le dije a Damián que quería trabajar con él. ´Cuando cumplas 20, llamame y entrás al hotel´, me respondió. Yo realmente soñaba con estar en ese equipo porque para mí su pastelería es lo que me representa, es muy, muy hermosa, muy detallista y los sabores son espectaculares”.
Después de un par de años de estudio, llegaron los 20. El 22 de octubre a la medianoche entre los mensajes de Instagram de Damián Betular apareció el de Julia Debicki. “Hola. Cumplí 20 años. Quiero trabajar con vos”, escribió, tan escueta como firme. Damián no respondió. “Pero no perdí las esperanzas -revela–, y seguí convencida de que iba a trabajar en ese hotel. Por suerte, en la escuela de cocina quien se encargaba de las pasantías lo conocía a Damián, así que me contactó y al mes ya estaba en el Duhau”.
“Cumplí el sueño del pibe que era trabajar al lado de Damián”, celebra entre risas, Debicki, su primer gran logro laboral, y repasa, con una anécdota, su carácter perseverante. Quizá, además de su obvio talento, lo que le abrió las puertas de su presente. “Siempre le cuento a Damián, y nos reímos de eso, que yo tenía una jefa en el hotel a la que siempre le decía ´quiero ser la mano derecha de Damián´. Siempre apunté a eso”.
-¿Cómo fue el primer encuentro con Damián?
-No me acuerdo. Fue hace cuatro años y yo tenía que demostrar que quería estar ahí, no podía cholulear. Ya no era el jurado de Bake Off, era mi jefe y respondía a eso. Lo que sí recuerdo y siempre le digo a los chicos que vienen a entrevistas es que como vos lo ves en la tele es como persona. Tiene esa buena vibra y contagia eso. Y eso me sorprendió un montón porque pasa mucho que alguien en la tele es de una manera y después en la diaria de otra.
-¿Le pasaste factura por ese mensaje que nunca contestó?
-”Tenés un mensaje mío que todavía no contestaste, pero mirá dónde estoy”, le dije y se rió.
Si bien trabajar con Betular era su Norte, Julia decidió renunciar al Duhau en octubre de 2021. Después de cuatro años, sintió que había cumplido un ciclo y buscó otros caminos para seguir creciendo. Así llegó el puesto de jefa de la pastelería Atelier Fuerza. “Amo Atelier Fuerza y me parece que es espectacular todo lo que hacen, lo que ofrecen y el ambiente laboral también”. La experiencia, si bien fue increíble, duró poco. “En febrero me llega un llamado de Damián y me ofrece venir como jefa de pastelería para acá. Primero vine al local cuando estaba en obra. No había nada armado, pero lo vi y dije: ´Es el lugar y tengo que estar acá. Es lo que siempre quise y no puedo decir que no´”, recuerda. Así se convirtió en la mano derecha de Betular: armaron juntos el equipo de pastelería y estuvo allí, firme, durante todo el proceso.
“Para mi Damián es mi mentor y es el ejemplo también de como quiero ser yo como líder y como profesional. En el hotel pasaba que no podía estar mucho con él porque se ocupaba de muchas cosas ajenas a la pastelería, pero acá es él. Está todo el día acá, desde las 6 de la mañana hasta que cerramos a las 9, y siempre está ayudando en lo que se necesita. Para muchos de los chicos de la pastelería este es su primer trabajo y lo veían como inalcanzable. En las primeras entrevistas que tuvimos lo miraban como una superestrella, que lo es, pero ahora ven que labura a la par de ellos y los ayuda y está ahí”, destaca.
-¿Les hace memes?
-No hace memes, pero pone reggaeton y sí, baila y canta.
Disfrutar el momento
Desde que abrió las puertas, la Patisserie se convirtió en un suceso. Las largas filas para degustar un macaron, disfrutar de una cookie o probar su famosa torta toffee llegaron a ocupar hasta cinco cuadras. Para ella, la responsabilidad es doble. ”Tengo a cargo un equipo y la primera que tiene la responsabilidad de que el producto salga bien en la cadena después de Damián, soy yo. Pero por suerte armamos un equipo de gente muy predispuesta y muy apasionada”, revela. Luego cuenta que está muy bien de salud, que ya le dieron el alta definitiva -ya pasaron más de cinco años del trasplante- y que sus planes, con la pandemia, cambiaron totalmente.
“Antes me pasaba que proyectaba muy a futuro. Yo me iba a ir a vivir a España. Iba a hacer una pasantía, pero con la pandemia no pude. Desde ahí dije ́que la vida me sorprenda, no voy a proyectar mi carrera. Que se dé y lo que tenga que ser que será´”, confía. Sin embargo, de inmediato revela que le quedaron algunos pendientes por los cuales sí se va a poner en campaña en algún momento. “Siempre tengo objetivos y aspiro a tener mi pastelería, a viajar, a aprender afuera. Yo amo mucho a un pastelero que se llama Jordi Roca. Y así como dije que quería ser la mano derecha de Damián, ahora digo que quiero ser la mano derecha de Jordi Roca en unos años. Él tiene un restaurante en España con tres estrellas Michelin y sé que en algún momento lo voy a lograr. O al menos llegar a estar ahí y decirle ´quiero trabajar con vos´”.
-¿Le mandaste algún mensaje?
-Le mando por Instagram también, pero no me contesta. Sí, re intensa.
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