Daryna Butryk: su infancia en Ucrania, los difíciles primeros años en nuestro país, las dudas sobre su vocación y el desafío de “ser” Cecilia Roth
La actriz, que se luce en la serie El amor después del amor, estrenó recientemente una obra teatral en el off porteño y dialogó con LA NACIÓN acerca de su historia de vida
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Daryna Butryk es la actriz que interpretó a Cecilia Roth en El amor después de amor, la serie sobre la vida de Fito Páez que se volvió furor en Netflix. Nació en Ucrania, llegó a nuestro país con apenas 6 años, acompañada de su mamá, y acá echaron raíces aunque ese no era, del todo, el plan original. Mientras estudiaba traductorado público en la Universidad de Buenos Aires, descubrió que vivir de su hobby, la actuación, era un camino posible y se lanzó.
En una charla con LA NACIÓN, Butryk habla de su infancia, de sus primeros años en Buenos Aires y cuenta cómo vive la guerra entre Rusia y Ucrania, donde vive gran parte de su familia.
-¿Volviste a Ucrania alguna vez?
-Volví varias veces porque tengo mucha familia, todos a excepción de mi mamá, que es con quien vine a la Argentina. Allá está mi padre, que ya tiene otra familia, algunos de mis abuelos, mis tíos. Pasaron trece años antes de que pudiera regresar por primera vez, y fue muy hermoso porque volví a pasear por los lugares en los que había estado, me conecté con mis parientes y todo me trajo muchos recuerdos. La última vez fui hace cinco años y pensaba viajar en el 2020, pero sucedió la pandemia.
-¿Cómo vivís la guerra desde acá, cuando tenés mucha gente querida allá?
-Fue muy shockeante en un principio y sigue siendo muy movilizante también, porque la guerra no terminó. Fue duro porque mi madre estaba allá en ese momento, ayudando a mi abuela que estaba internada. Fue una movida muy difícil y también muy arriesgado su regreso a la Argentina. Intentó traer a mi abuela, pero ella prefirió quedarse en su patria y es entendible. No dejo de vivir lo que sucede con mucho dolor y preocupación, porque cada cosa que leo y veo es desgarradora y uno no sabe bien de qué manera ayudar y estar presente. Hay mucho espionaje y no puedo hablar libremente por mis parientes, y me entero de lo que sucede por las noticias, aunque, claro, pregunto si están bien y estamos en comunicación constante. Es muy duro lo que pasa y la situación es cada vez es más deshumanizante. Es la guerra de turno, estamos a casi un año del inicio, se habló mucho al principio, pero sigue y ya casi nadie dice nada.
-¿Qué recuerdos tenés de tu infancia?
-Hermosos. Una de mis abuelas trabajaba en una fábrica de chocolates y la otra en un parque de diversiones. Fue una infancia privilegiada, me divertía mucho y acompañaba a mis abuelas a sus trabajos; todos sabían que era su nieta.
-¿Por qué decidieron emigrar?
-Mis padres se separaron cuando yo era muy chiquita, Ucrania se había separado hacía pocos años de la Unión Soviética y la situación económica era muy compleja. Entonces, mi madre decidió emigrar. Por un lado, Ucrania se abrió al resto del mundo y esos primeros años no fueron favorables para el país, y además la separación de una potencia tuvo sus consecuencias, sobre todo en la limitación al acceso a los servicios básicos. Hubo también una tremenda inflación, mi mamá trabajaba de día y de noche y era insostenible; la gente empezó a emigrar y mi mamá también tomó esa decisión.
-¿Eligieron venir a la Argentina o llegaron de casualidad?
-Había una posibilidad de ir a los Estados Unidos o a Canadá porque había muy buenos planes para los inmigrantes. Llegamos a la Argentina en el 2001 y había una crisis económica. Ese año también se cayeron las torres gemelas en Nueva York y entonces aquello dejó de ser una posibilidad porque hubo restricciones. Por otro lado, no estábamos holgadas de dinero y pasamos muchos años acomodándonos para tener una vida más o menos armada. Yo empecé a ir al colegio, y mi mamá muchas veces trabajaba de lunes a lunes, primero de cafetera ambulante, caminando toda la ciudad. Y en una de esas caminatas le pidió a un amigo que le escribiera un papelito diciendo que era modista y estaba buscando trabajo, en español. Y con ese papelito visitó lugares en donde arreglaban ropa y encontró un trabajo en avenida Santa Fe. Mi mamá es modista de alta costura, ganó premios en Ucrania, y trabaja desde los 15 años porque mi abuela también es modista.
-¿Te fue difícil adaptarte?
-Iba a la escuela y al principio no entendía el idioma, pero a los meses ya podía hablar. Casi me hacen repetir de grado porque estuve solo medio año y sin saber hablar el idioma, pero al mes se dieron cuenta de que no era necesario hacerme repetir y ya había aprendido el idioma.
-¿Y cuándo fue la primera vez que deseaste ser actriz?
-Fue un proceso largo. Mis padres fueron muy laburantes, y mi mamá quiso mandarme al mejor colegio y que aprendiera idiomas. Por eso, cuando tuve que elegir una carrera no se me cruzó por la cabeza que la actuación podía ser una posibilidad, porque creía que era un hobby. Entonces me anoté en el traductorado público de la Universidad de Buenos Aires. Pero sufría mucho, lloraba día por medio y recuerdo que un día fui al baño para dejar de escuchar un poco sobre Derecho, porque no me interesaba para nada, y en el camino vi una puertita que decía ‘orientación vocacional’. Fui con muchas expectativas y conocí a una profesional que me orientó muy bien. Ella había sido bailarina de joven y empatizaba mucho con lo que me pasaba.
-¿Te hicieron un test vocacional?
-Sí, y los resultados de ese test fueron psicología, artes visuales y actuación. Me reí y dije que de esas tres opciones había una carrera y dos hobbies, y ella me contó que no era así. En un principio tuve que asimilar que podía hacer lo que me gustaba, y en un determinado momento me lancé. Dejé la carrera a escondidas de mi mamá y me anoté en la UNA (Universidad Nacional de Arte) y en EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático); no entré en la primera camada a pesar de que me tenía fe, pero había cosas básicas que no había aprendido. Lejos de desencantarme, me preparé y al año siguiente entré a la UNA y fui haciéndome camino. Todo me fue llevando: gané una beca de artes visuales y todas mis propuestas de trabajo tenían que ver con algo más performático, y además me había anotado en talleres de teatro, y fui a ver una obra que se llamaba Querido Ibsen, soy Nora y me hizo estremecer ver a Belén Blanco. Ahí pensé que yo quería provocar eso mismo en la gente.
-¿Cuál fue tu primera oportunidad laboral?
-La primera oportunidad de extra en la película Focus: maestros de la estafa, que Will Smith y Margot Robbie vinieron a filmar a Buenos Aires. Si bien era extra, fue al lado de dos estrellas de Hollywood y fue muy emocionante. A raíz de eso conocí a personas que me recomendaron anotarme en agencias, hice publicidades, bolos y poco a poco me hice camino. Estuve en la primera parte de Argentina, tierra de amor y venganza, en la comedia de Amazon Porno y helado, y en la película Lo inevitable, y pronto se estrena Julio, felices por siempre, que filmamos en Uruguay.
-Tu gran oportunidad llegó con El amor después del amor, donde interpretaste a Cecilia Roth. ¿Cómo fue la experiencia?
-Maravillosa. Preparé el personaje con mi coach trabajando sobre la voz y la gestualidad de Cecilia, y un día Fito Páez me llamó para hablar de una escena que iba a filmar al día siguiente y quería darme un poco de contexto. Entonces, me animé a preguntarle si me hacía el entre con Cecilia, para poder conocerla si ella estaba de acuerdo. Me pasó el contacto, le mandé un mensaje y nos encontramos. Me abrió las puertas de su casa y su corazón, fue muy generosa.
-¿Y después te dio una devolución sobre tu trabajo?
-Me dio una devolución muy hermosa hablando muy bien de mi actuación, dijo que le había sacado la risa y los gestos, que se había visto identificada. Es un privilegio que haya dicho eso porque tenía miedo de que no se sintiera identificada y me quedé tranquila con mi trabajo cuando me mandé ese mensaje.
-Ahora estás protagonizando La Fundación en teatro, ¿de qué se trata?
-Es un hermoso texto de Susana Torres Molina que dirige Federico Nanyo. Cuando lo leí me pareció fuertísimo y me conmoví mucho, porque es una obra que toca un tema que conocen bien los argentinos, y es la dictadura. Y por otro lado, habla de la maternidad y el poder concebir. Esta pareja de jóvenes que buscan adoptar a través de la Fundación y se encuentran con una serie de obstáculos. Estamos en el Teatro La Mueca (Cabrera 4255, CABA), todos los lunes a las 21.
-¿Te toca de cerca este tema?
-Voy siempre a las marchas del 24 de marzo y es algo que me conmueve de este país. Y en lo personal, la maternidad es un tema que siempre me da vueltas y tengo bien en claro que quiero ser madre, aunque tengo dudas. Estoy en pareja desde hace unos años y no lo oculto, pero no es del medio.
-¿Tenés otros proyectos?
-Terminamos de filmar Frágil, una serie que se estrena en septiembre en Flow, con Luciano Cáceres, Malena Sánchez, Andrés Gil, Carla Quevedo, Rafael Spregelburd. Es una miniserie en dos líneas temporales, muy interesante y enigmática. Y estoy ensayando una obra de danza, por primera vez. Se llama Micelio, y seguramente hagamos una primera muestra en septiembre. Y durante todo el mes de junio estoy en Microteatro haciendo Cuatro tés para tres, una comedia muy divertida que puede verse de miércoles a sábados.
-¿Y qué dice tu mamá sobre tu elección de ser actriz?
-Al principio se asustó cuando le dije que quería ser actriz porque para ella era importan que pudiera sostenerme económicamente. Y cuando empecé a trabajar y ganar mi dinero, incluso renuncié a un trabajo más formal, entendió que se podía. Además, yo soy cabeza dura y no iba a cambiar de opinión (risas). Me apoya mucho, me lleva flores a los estrenos y me encanta que tenga estos gestos de aprobación.
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