Dante Gebel, el “motivador” que niega ser pastor, tiene su propio estadio en California y un show televisivo que produce Pergolini
Tiene 56 años y nació en San Martín, pero es una estrella en la comunidad hispana de los Estados Unidos, donde cada semana llena con 10.000 asistentes su River Arena con un mensaje que busca “acercarse a Dios sin pasar por la religión”
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MIAMI.- Yorba Linda es una ciudad pequeña de poco más de 60.000 habitantes en el condado californiano de Orange. Está ubicada a 40 kilómetros de Los Ángeles y supo ser famosa por ser la localidad en la que nació el presidente Richard Nixon. A 4300 kilómetros de Yorba Linda, en el oeste del estado de la Florida, se encuentra Weston. Una localidad que inicialmente fue un complejo de golf y que se destaca por su calidad de vida. Tiene más o menos la misma cantidad de habitantes, pero se caracteriza por tener una multiplicidad de barrios cerrados, lagunas y pantanos. Allí viven cientos de argentinos. Las dos ciudades, ubicadas en puntos opuestos de los Estados Unidos pero muy parecidas entre sí, son los elegidos por un argentino, de 56 años, que nació en pleno conurbano bonaerense. El 6 de julio de 1968, Nelly Stokle dio a luz al benjamín de la familia. Con su marido Federico, lo bautizaron Dante Gebel.
Hoy reparte su vida entre las dos ciudades norteamericanas, pero nació en Billinghurst, partido de San Martín. Allí pasó su infancia y adolescencia, en una casa ruidosa en la que le tocó el papel del menor de cuatro hermanos. La línea 175, que une Loma Hermosa con Belgrano, fue el medio de transporte que le permitió llegar a todas partes. Con ascendencia alemana por parte de su padre Federico e inglesa por parte de su madre Nelly, cursó la escuela primaria en el barrio de suboficiales de San Martín. Como Oscar Martínez en la galardonada película, Gebel recibió en 2017 la distinción de ciudadano ilustre en manos del entonces intendente Gabriel Katopodis.
Su adolescencia transcurrió en el colegio alemán Werner Von Siemens, donde cursó la especialidad de técnico electrónico, pero nunca la terminó. Aunque no completó la secundaria, hay título que puede ostentar: doctor honoris causa. Se lo entregó la Escuela Superior de Teología de California en junio.
Con el regreso a la democracia en la Argentina, en 1983, aparecen los primeros signos de la identidad que Gebel, aún hoy, usa para definirse: artista. Allí dirigió su primera revista amateur, Noti-Tec: el director del colegio le aconsejó que se dedicara al arte.
Antes de empezar en radios zonales, tuvo el oficio de carpintero. Ante su decisión de no terminar la escuela secundaria, sus padres fueron categóricos: “o estudiás o trabajás”. Ese ultimátum lo llevó a una fábrica de muebles en la que trabajaba don Federico. Sin embargo, la experiencia duró poco. Tuvo un accidente grave al meter su mano en una cepilladora de madera, que derivó en el injerto de dos dedos de su mano derecha.
Aunque la experiencia en la carpintería pudo ser traumática, Dante la recuerda en una charla telefónica con LA NACIÓN desde California como un punto de inflexión necesario en su vida. “Yo creo que nadie muere ateo bajo fuego. Cuando tenés a un familiar en el hospital o si en el avión hay una turbulencia muy fuerte lo primero que decís es ‘¡Dios mío!’. Y particularmente los argentinos no somos ateos, sino que desconfiamos de las instituciones”, explica Gebel, que se define como “motivador” y aclara una y otra vez que no es “pastor”. Sin embargo, no reniega cuando lo asocian con lo religioso. “Uno puede encontrarse con Dios sin pasar por la religión. Yo no tengo curros ni segundas intenciones. Mis valores son la honestidad, la palabra y el respeto a los padres”, asegura con tranquilidad.
Desde su primera convocatoria cuando conducía la madrugada de un radio local de Munro y logró juntar a 2000 oyentes, Gebel viene atrayendo audiencias multitudinarias. En 1996 reunió a 55.000 personas en el estadio de Vélez en lo que llamó el “Superclásico de la Juventud”. El primero tuvo la participación de Palito Ortega, el segundo fue en el estadio Monumental y el tercero lo organizó en el Obelisco y logró la asistencia de 100.000 personas. Eso lo llevó, a través de una recomendación del “Puma” Rodríguez, a tener un espacio en ATC todos los sábados. Su crecimiento lo llevó a dar conferencias en América Latina, Europa y hasta en Australia.
Gebel tiene registros que parecen más de una banda de rock que de un conferencista: tres River Plate, dos Vélez, un Estadio Único de La Plata, una Bombonera, y también el Luna Park, Teatro Astros y el Movistar Arena. Para 2025 tiene lista una gira por las 23 provincias argentinas. Sin hablar una palabra de inglés, hizo una gira por 20 ciudades de los Estados Unidos.
Desde hace quince años, Dante Gebel tiene su propio estadio cubierto en Anaheim, California, que ocupa una manzana. Y cada domingo, se presenta en su River Arena ante 4800 personas. Hace dos servicios: uno a las 9 y otro a las 12.30. Es decir, cada semana asisten casi 10.000 personas para escucharlo en el River Church. Gente que trabaja con el conductor asegura que en estos años de servicios no faltó ni un solo domingo. Ha tomado aviones desde España, México o Panamá luego de sus conferencias para asistir a su cita. El 80 por ciento de su público es hispano y cuentan con un sistema de traducción instantánea para aquellos que no hablan español. La mitad de los asistentes son católicos, pero hay también protestantes, judíos y evangélicos.
La experiencia se parece más a un Teletón o al clásico Ritmo de la noche que a una misa. LA NACIÓN habló con muchas personas que estuvieron presentes en estos encuentros y describen al Arena como un lugar “espectacular”, que “huele bien” y con una “energía transformadora”.
Cada domingo, Gebel empieza su servicio con un número musical de primer nivel: coristas, trompetistas, tecladistas, guitarristas y hasta un cantante abren el espectáculo en el escenario. “Yo he vencido al enemigo, por la sangre de Jesucristo yo soy libre” o “La Gloria de Jehová está aquí” entonan la decena de artistas en escena y el público enloquece. Elevan las manos y cantan sonrientes. Muchos están tomados de las manos y con los ojos cerrados. Otros se emocionan hasta las lágrimas.
En el canal de YouTube del conductor se puede ver un video en el que Roberto Pettinato toca con su saxo “Levanto mis manos” ante un River Arena repleto. Además de quienes asistieron, en la plataforma ya lo vieron 1.200.000 personas. Muchas celebridades pasaron o son habitués en el River Church. Entre ellos están el Puma Rodríguez, Cristian Castro y Ricardo Montaner. Montaner es muy amigo de Dante Gebel. Se conocieron hace muchísimos años en Viña del Mar, cuando Ricardo conducía el festival y se acompañan siempre que pueden en los eventos del otro. También lo visitaron famosos top de la Argentina. Hace algunas semanas estuvo Jorge Rial. “Todo cierto lo que dijiste, me tocó, me conmovió”, le dijo al terminar el conductor al conferencista. Otros que pasaron fueron Alejandro Dolina y Fátima Florez.
Entre los valores que Gebel asegura que transmite desde su lugar de motivador, uno de los principales es el de la familia. Por eso, su mujer Liliana y dos de sus cuatro hijos están en la mesa chica y lo acompañan en cada detalle de la realización de sus servicios. Cada domingo hay gente haciendo fila desde las cuatro de la mañana: al que no logra entrar, le dan un fast pass para que regrese otro día. Después del número musical hace su entrada Dante y habla, de corrido, casi una hora. Siempre es distinto. Hay pasajes bíblicos pero muchas anécdotas personales. Reflexiones profundas con humor, sin la solemnidad que solemos ver en pastores o curas.
En sus servicios no hay imposición de manos, no hay cruces ni simbologías religiosas. La gente tampoco debe pagar una entrada para ingresar al estadio. Quienes asisten sí pueden hacer sus donaciones en urnas que hay al salir. También en la web de River Arena ofrecen opciones para donar con PayPal, tarjetas de crédito y débito, cheques, telefónicamente o por mensaje de texto. Gebel sostiene que cobrar una entrada no tiene sentido porque la gente por sí sola le pone el precio. Las donaciones son exorbitantes: en cuatro años su fundación recaudó 43,7 millones de dólares. Durante los encuentros proyectan videos de las obras benéficas que realizan. Han construido casas, orfanatos y escuelas en Uganda, los Estados Unidos y Cuba. También destinan parte de lo recaudado a planes de emergencia o catástrofes naturales.
En la Argentina, ayudaron a Bahía Blanca cuando fue golpeada por un tornado. Al consultar por la Argentina, desde la fundación aseguran que además de donar para reconstruir el Club Olimpo de la tierra de Manu Ginóbili, también aportaron para producir repelentes en Chaco y enviaron grandes cantidades de alimentos a Margarita Barrientos y Pitu Salvatierra. También aclaran que al ser una non-profit, es decir una entidad sin fines de lucro, son auditados dos veces al año por las autoridades de los Estados Unidos.
Gebel no esquiva la pregunta referida a la facturación de su fundación. “Son dos cosas distintas, la recaudación del River Arena va 100% para solidaridad, no se usa un solo dólar para otra cosa”, asegura y amplia: “En lo personal no tengo salario. Yo vivo de YouTube, que me paga muy bien, de las conferencias que doy por el mundo, de mis libros y de los contratos en radio y en TV. Vivo de mi profesión”. Todas las obras que construyeron llevan el nombre River Arena. El escritor quiere que su proyecto trascienda, por eso explica que no está construyendo un imperio personal: “Yo mañana me muero y todas las cosas que hicimos con la fundación siguen estando para la gente”.
En época de reels de quince segundos y scrolleo constante, Gebel consigue convocar multitudes tanto en sus redes como presencialmente. “Hay una gran falta de contenido, de mensajes profundos, de valores de familia. El mundo está acéfalo. Mi mensaje habla de Dios pero sin pasar por la religión”, dice y ejemplifica: “Ha estado Dolina con nosotros, que se profesa ateo. El problema nadie lo tiene con Dios sino con la religión organizada. Sienten que pueden encontrarse con Dios, tocarles el corazón. Cuando no hay segundas intenciones la gente baja la guardia”, concluye.
Cuando se le pregunta por la búsqueda de milagros de muchos creyentes, es contundente: “Nunca me pongo en ese lugar. Soy muy cuidadoso. Yo soy un cartero que trae una carta, un mensajero. Ni siquiera soy el chef que prepara el menú, soy el camarero que te lo lleva a la mesa. Es peligroso ponerse en un lugar mesiánico. Lo hago desde la humanidad más absoluta, soy un simple conferencista”.
Su amistad con Mario Pergolini
Gebel sí logró un milagro: que Pergolini volviera a la TV. El fundador de Vorterix está a cargo de la producción de La divina noche de Dante, que estuvo en Canal 9 y ahora en El Trece, y le da voz a la apertura del programa. Desde su estudio en Colegiales, con guitarras eléctricas de fondo y dispositivos tecnológicos en los que es cada vez más experto, nos atiende para hablar de Dante.
–¿Cómo lo conociste?
–En una nota, yo lo invito a Vorterix, prepandemia. Él iba a venir acá a hacer uno de sus shows, lo hacía en toda Latinoamérica. Le mostré lo que hacíamos, el streaming, hace 12 años, cuando había tres personas en el mundo streameando. Pegamos muy buena onda, yo también ahí me asombré del impacto que tenía. Después de esa nota yo iba por la calle y pibes jóvenes que antes me decían: “Che, ¿qué tal el Indio? ¿Qué tal Cerati?”, me empezaron a decir, “¿vos sos amigo de Dante?”. Y me sorprendió porque él vivía hacía muchísimos años afuera. Y ahí le dije: “Hay un montón de tecnología hoy en día que te ayudaría a impactar más en lo que están haciendo”. Él ahí tenía el River Arena bien montado, el hijo es un gran director, un gran productor y empezamos a trabajar un poco en nuevas comunicaciones y justo viene la pandemia.
–¿El ahí ya tenía su canal de YouTube?
–Tenía muchas cosas subidas en YouTube pero empezó a transmitir en vivo su prédica de los domingos y después con el tiempo empezamos a trabajar, a meternos un poco más. A él le gustan las cosas estéticas bien hechas. Con la pandemia le propuse no un programa sino una reflexión diaria de 15 minutos para Vorterix, shots bien grabados en su River Arena. Lo hicimos y súper impactó. Y ahí nos dimos cuenta que somos muy parecidos para trabajar.
–¿Y el tema de la fe?
–Yo le fui sincero porque le dije: “Yo no creo, no soy una persona creyente”. Y él me respondió que no le importaba, que solo buscaba que fuera buena gente. Tampoco soy buena gente. Ninguna de esas cualidades que vos estás buscando en un ser humano, yo las tengo (se ríe).
A partir de ahí se asociaron para utilizar mejor la tecnología que el conferencista tenía en su River Arena: dos estudios de televisión con 14 cámaras, luces y equipo de sonido a la altura de cualquier canal de los Estados Unidos.
–¿Empezaron a trabajar juntos con sus shows multitudinarios en la producción y en el streaming?
–Sí. Es una locura lo que convoca. Radio City de Nueva York, Microsoft de Los Ángeles, Auditorio Nacional de México. Lugares enormes que llena Luis Miguel, agotaba en cinco minutos. Ahí él solito.
–¿Qué te pasa a vos, que no creés en Dios, cuando lo escuchas?
–Tiene un encanto especial, un histrionismo muy interesante. Ayuda un montón y es transparente. Es muy agradable y maneja muy bien la comunicación. En su show PresiDante el tipo no nombra a Dios en ningún momento, no baja línea. Le ha sacado la culpa a la religión, te dice que estar bien te lo merecés; que pidas, que Dios te da, que te puede devolver a consecuencia. Entonces, a mí lo que pasa es que escucho a un tipo que me agrada, que lo que dice es coherente, está con mis valores. (Piensa, hace una pausa) A lo mejor si empieza a decir: “orá y pedí”, ahí es donde a lo mejor a mí no me funciona. Pero es buena gente y ayuda a hacer buenas cosas y yo le pongo tecnología. En el Arena estamos haciendo también conciertos, Vorterix va a empezar a salir también desde ahí el año próximo.
–Y te hizo volver a la tele...
–Cuando me lo dijo le respondí: “No estoy más en ese negocio”. A él le gustaba mucho Cuatro Cabezas, le gustan las cosas bien producidas. Fue una buena experiencia la de Canal 9, entregábamos paquete armado. Estamos pendientes de los detalles, desde la gráfica hasta cómo clipear, como llegar de otra forma. Ahora estamos poniendo inteligencia artificial para que salga en otros idiomas el programa.
A Dante le gustó esa primera experiencia. Cuenta que cuando entrevistó a Adrián Suar, él le dijo: “Quiero tener tu programa en mi pantalla”. Esa idea quedó resonando en su cabeza. En una de sus visitas a Buenos Aires, el programador de eltrece lo invitó a desayunar a su casa. Y le propuso hacer 13 programas.
–Y te fue a contar la propuesta de El Chueco…
–¿Para qué hacer tele? Le dije: “Dante, en YouTube te miran millones de personas, transmitís en vivo para 200.000 personas, que a las 24 horas son 2 millones de personas”. Pero insistió en que todavía hay un grupo de gente que necesita la TV, que le gusta. Y él quiere estar presente en la Argentina. Sabe todo lo que pasa acá. Y bueno, hicimos este programa: doce programas y un especial. Nos lleva mucho tiempo y producción: es de traer a los invitados, todas buenas figuras, tenerlos cuatro días, es televisión norteamericana con sindicatos y tiempos norteamericanos. El acuerdo lo cerró él: yo solo acaté.
–¿Estás muy encima de todo?
–La verdad que no tanto, salvo cuando lo desarrollamos, cuando pensamos cosas para hacer. Estuve en las primeras grabaciones y después allá hay un equipo hipercompetitivo. Lo dirige Brian, que es su hijo y es un gran director, un pibe joven que estudió allá, con muy buen gusto. Cuatro Cabezas dejó una escuela en varias partes. Cada uno o dos meses viajo porque estamos asociados en varios proyectos.
–El programa tiene un nivel de producción que no existe en la televisión argentina hoy…
–Olvidate. Ni podrían pagar la banda, la mitad de los que tocan han tocado con Michael Bublé, con Luis Miguel. Hay ensayos, vestuario, el lugar siempre está impecable, catorce cámaras. Y la verdad se llega a un acuerdo con el canal pero nadie nos va a pagar lo que sale hacer esto. Dante quiere que llegue a la Argentina un buen show ¿Y tuvo buenos números, eh?
–Te siento súper entusiasmado…
–¡Parezco su difusor! Es que es un tipo para ser escuchado, tiene cosas para decir, le pone mucho trabajo lo que dice, no dice cualquier pavada. Y en relación con lo que hace los domingos…si no creés, te vas con dudas. Es muy emotivo verlo, los primeros 40 minutos gente parada cantando, después sale él y es como ver a un rockstar. Y a los 20 minutos ves que hay gente llorando. Fue muy grosso encontrarlo porque uno ya no hace amigos a mi edad. Y la verdad es que he encontrado un amigo.
–¿Habrá otra temporada?
–No, por ahora el acuerdo era este. Estamos en charlas con Netflix y Prime Video para un proyecto importante. Y él se quiere volver a la Argentina. Yo le digo: “Quedate allá”. Pero dice que hay que devolver en la vida. Yo lo cargo y le digo que no devuelva nada.
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