Tras casi diez años de éxito con Cosa de minas, la comediante regresa al teatro Maipo con Tengo cosas para hacer, su nuevo unipersonal
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De niña, Dalia vivía en Almagro y todos los veranos viajaba en el Renault 12 de su familia a Mar del Plata. El auto no tenía aire acondicionado pero como el calor era intenso llevaban junto a ellos un ventilador “triste”, como lo define, mientras el estéreo a casete reproducía chistes del Negro Álvarez. De adolescente, Dalia se sentía “conflictuada”, oscura, “medio depre”. Se sentía perdida, desencajada. Sus padres universitarios la obligaron a anotarse en alguna carrera y ella con impunidad total se inscribió en Diseño Gráfico, sin motivo alguno más que la coincidencia que llevaba la carrera con las iniciales de su propio nombre. La lógica de las iniciales -por supuesto- no llegó a buen puerto y la Dalia veinteañera pasó por Psicología y Locución antes de dejar todo y dedicarse por completo al humor. A sus treintipico llenaba salas de todo el país con su standup. Hoy, a sus 44 años, Dalia Gutmann pisa fuerte como comediante y tras el antes y el después que significó Cosa de minas para su carrera, reestrena en el teatro Maipo Tengo cosas para hacer. En diálogo con LA NACION adelanta detalles del show y de la vida arriba y abajo del escenario.
-¿Qué podés adelantar sobre tu nuevo espectáculo Tengo cosas para hacer?
-El primer espectáculo de Cosa de minas vivió un proceso muy particular porque empezó en una sala muy chica y después fue creciendo hasta que terminé haciendo funciones en el Ópera, en 2019. Después de 9 años lo despedí para siempre y lo sentí como un hoyo. Era un show que tenía muy probado y era muy efectivo. Con el shock de dejarlo atrás pude armar este nuevo show que lo vivo como un work in progress. Como es un unipersonal tengo la licencia de no sentirme obligada a cumplir la letra con exactitud. A medida que voy haciendo funciones voy mejorando y cambiando cosas. Si escribís un libro, una vez que lo publicaste, ya está, se terminó la obra. En cambio, el teatro te da la posibilidad de ir ajustando. Estoy re contenta porque el show anterior era muy de treintañera, en cambio este lo siento más de una mina en sus cuarentis. El espectáculo va creciendo con los espectadores. En las butacas se ven madres, hijas y abuelas que vienen juntas, es un show multitarget, lo reciben bien en un country o en un barrio. Por eso cuando empecé con este nuevo espectáculo lo primero que me pregunté es: “¿De qué tengo ganas de hablar?”. El primer Cosa de minas fue en 2011 y yo tenía otra edad, en el medio pasaron un montón de cosas en el mundo y en mi vida. Tenía muchas ganas de terminar ese show y empezar uno completamente nuevo. Además, esta propuesta es más teatral, con dirección, con iluminación, con vestuario, más integral.
-¿Lo que viven las mujeres ahora es distinto a lo que les pasaba cuando empezó el primer Cosa de minas en 2011?
-Básicamente creo que cambió el rol de la mujer en la sociedad. Creo que ahora todo es mucho menos establecido y menos estático. Cuando empecé a hacer standup, en 2004, todo era muy: “las mujeres esto, los hombres aquello” Y hoy esos roles, por suerte, se movieron mucho. Cambió el lugar donde estamos paradas las minas y desde dónde hablamos. Después, cada una es diferente pero sí creo que esos roles tan estáticos que había antes ahora cambiaron.
-¿Cómo juega ahí el humor? Históricamente fue un espacio reservado para los hombres y cada vez hay más mujeres abriéndose camino.¿Cómo ves ese proceso?
-Yo siempre estuve muy atenta a las artistas mujeres, no sé por qué pero se me dio natural y creo que tenemos grandes ejemplos en el humor. Tengo grandes referentes como Juana Molina, Maitena. Creo que siempre hubo mujeres muy graciosas. Cuando iba a la escuela siempre me generaba mucha admiración la mina que me hacía reír. Creo que siempre existieron mujeres conectadas con el humor, pero ahora estamos cada vez más envalentonadas de exponernos delante de todo el mundo. Se me ocurre que eso antes sucedía más en un ámbito de confianza, entre amigas y ahora todo se abrió. Con los hombres también pasa. Cuando yo era chica si jugabas al fútbol te catalogaban de varonera y ahora resulta de lo más normal del mundo que una nena quiera jugar al fútbol. Me parece que en el humor pasa algo similar: cada vez es más normal que las minas se expongan.
-Te reconocés como una persona graciosa, ¿qué es el humor para vos como artista y en tu vida en general?
-Muchas veces me pasó de estar en lugares donde todos estaban serios y sin buscarlo yo decía algo y todos se empezaban a reír. Me pasaba sin querer. Yo no quería hacerme la graciosa pero se reían igual, era una sorpresa para mí. “¿Por qué se ríen si yo estoy diciendo algo en serio?”. Me fui dando cuenta que tenía que ver con algo latente en mí. Como soy muy neurótica y obsesiva, el humor me ayuda en un montón de cosas, es un bálsamo que hace que todo sea más llevadero. El humor siempre te ayuda en la situaciones de mierda [sic].
-¿Qué tiene de especial el humor argentino?
-El humor argentino tiene una particularidad única que el resto del mundo no entiende. Creo que en el Mundial se evidenció todo el tiempo. Por ejemplo, pienso en la gente cantando “Abuela la la la” ¿Cómo explicás que de repente, de la nada, se empieza a cantar algo y todos se copan? Hay algo muy del meme y de la rapidez que es muy argentino.
-Vos reconocés que lo efectivo del humor o de tu humor es no tener miedo a ridiculizarte ni a exponerte. Esto también queda a la luz cuando hablás de tu vida en pareja con Sebastián Wainraich. ¿Cómo está todo con él ahora?
-A mí me encanta exponerme y un poco siento que alguien lo tiene que hacer. No estamos acostumbrados a que el otro sea muy honesto. Estamos hace muchos años juntos y para mí lo más fácil siempre va a ser decir: “Estamos re bien y nos amamos”. Pero yo en vez de responder eso digo: “Estoy buscando casa” y no es porque no lo quiera, sino que la gente lo toma demasiado literal.
-¿Cómo viven tus hijos con dos padres humoristas? ¿De chiste en chiste como dicta el imaginario o más “normal”?
-Siempre fui un poco negadora de toda la situación, pensaba que eran los padres que les tocaron y no me hacía muchas preguntas. Pero cuando estamos en un lugar y veo que mucha gente viene a hablarnos o a pedir fotos, le preguntó a mis hijos si les molesta. Después tenemos nuestros momentos, no es que somos una familia feliz y alegre todo el día, ni lo contrario. Mis hijos ya están acostumbrados a que sus papás laburan dentro del humor. Quizás los hijos de unos arquitectos están más acostumbrados a que sus papás hagan planos y vayan a ver edificios. Los nuestros están acostumbrados a que nuestro trabajo es ir al teatro y que la gente se ría o hacer un programa de radio y que la gente la pase bien.
-¿Hay algún otro proyecto en mente?
-Hay una obra que voy a protagonizar con Campa escrita y dirigida por Esther Goris. Se va a estrenar, si no me equivoco, el 24 de enero. Es una comedia dramática que no rompe con la cuarta pared, una obra de teatro más tradicional que es todo un desafío para mí. Muy distinto a lo que siempre hice con mis standup.
Tengo cosas para hacer se presenta a partir del 14 de enero todos los sábados de enero y febrero a las 21 en el teatro Maipo, Esmeralda 443. Las entradas se pueden adquirir por Plateanet
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