La reconocida periodista cultural conversó con LA NACIÓN sobre la nueva etapa del ciclo literario que lleva casi cuatro décadas en el aire y recordó momentos salientes del formato; del pavor de Silvina Ocampo a la presencia de Mario Vargas Llosa y su vínculo con Jorge Luis Borges
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“A mí me salvaron, porque se trata de un programa que, a los canales comerciales, no les interesa”. La que habla es Cristina Mucci, la periodista especializada en literatura que, desde hace 37 años, conduce Los 7 locos, un clásico dedicado al mundo de los libros y la cultura.
Cuando Mucci, que ganó varios premios Martín Fierro y el diplóma al mérito Konex, dice “me salvaron” se refiere a los responsables del Canal de la Ciudad, con Eduardo Cura a la cabeza, quienes le ofrecieron ocupar con su ciclo la franja de los sábados y domingos a las 12.30, luego de una abrupta salida del aire de la TV Pública que dejó sin chances al programa de continuar ocupando un sitio en su grilla, como venía sucediendo de hacía más de dos décadas ininterrumpidas. “El Canal de la Ciudad también es un medio público y busca incluir esos contenidos que hacen a la función de una señal de este tipo”, señala.
Pensando en estas cuestiones es imposible obviar ejemplos internacionales como Apostrophes y Bouillon de Culture, los ciclos de Bernard Pivot, periodista francés fallecido en mayo de este año, quien fuera el gran divulgador de la literatura en su país. Los programas de Pivot salían a través de señales públicas. “Ese es el rol de los canales del Estado”, argumenta Mucci.
Destrato
-Las autoridades de la TV Pública, ¿se comunicaron con usted para anunciarle la discontinuidad de Los 7 locos?
-Terminé de grabar a fin de año (2023). Jamás se comunicó nadie conmigo, jamás me llamó nadie, fue un destrato. Durante los veranos, generalmente, repetíamos programas porque la gente se tomaba sus vacaciones. Así sucedió durante este año. En ese lapso, incluso, hubo un momento en el que el canal no tenía directivos formales, pero luego me fui enterando por los medios sobre los nombramientos de autoridades.
-¿Usted intuía qué podía llegar a suceder?
-Supuse que todo se acomodaría y me llamarían, porque, en general, solíamos comenzar entre marzo y abril, siempre antes de la realización de la Feria del Libro.
-¿Estaba ansiosa por ese llamado?
-En realidad, cada vez que hubo un cambio de gobierno, el arranque de la temporada se demoraba un poco; nos pasó cuando asumió (Mauricio) Macri y luego cuando llegó Alberto (Fernández), son cosas normales.
-Justamente, se trataba de un verano con cambios de autoridades.
-Exacto, pero pasó marzo, comenzó abril y nadie se comunicaba conmigo, pero seguían repitiendo el programa. Luego, se inauguró la Feria del Libro y sin ninguna novedad, algo pasaba.
-¿Usted se comunicó con las autoridades del canal?
-No, no correspondía, no llamé nunca. Si no me llamaban, podía sobreentender que me estaban desvinculando. Si hubieran querido que el programa siguiese, me habrían llamado. Así fueron las cosas, nunca hubo una conversación. Muy doloroso. En este último período, porque ya había estado antes, fueron más de veinte años ininterrumpidos, así que fue feo.
La grilla actual de la Televisión Pública está sostenida con noticieros, espacios dedicados al deporte, emisión de documentales y repeticiones de programas como Cocineros argentinos -también desarticulado de la grilla y a punto de comenzar a emitirse por América con la conducción de Maju Lozano- y Los 7 locos.
Si la reestructuración del canal de bandera manejado por el Estado está justificada por la reasignación de recursos y la implementación de un proceso de austeridad financiera, lo cierto es que el programa de Cristina Mucci era uno de los que implicaba un menor presupuesto ya que estaba estructurado en base a las entrevistas que la periodista realizaba a los escritores y hacedores de la cultura invitados.
En términos televisivos, un costo realmente bajo, pero de un gran valor simbólico, ya que respondía a los objetivos con los que debería manejarse toda emisora sostenida por los fondos públicos. En poco tiempo, el canal modificará su nombre, posiblemente eliminando la palabra “Pública” e incorporando la marca “Argentina”, en cierta forma retomando aquella denominación que llevó al antiguo Canal 7 a llamarse Argentina Televisora Color (ATC), la designación con la que funcionó desde 1978 y hasta la totalidad de la década del noventa.
“Los 7 locos es austero, así que no pasaba por un tema presupuestario. Tampoco lo tomé como algo personal, ya que me di cuenta que lo hicieron con todos los programas, no quedó ninguno. Da la sensación que decidieron pasar programas viejos, no sé cuál será el futuro ni qué pensarán hacer. Me parece muy doloroso, pero no por mí, sino por el país. Todos los países con democracias avanzadas tienen televisiones públicas; obviamente había mucho que replantear en la TV Pública, pero eso no significa cerrarla”, entiende Mucci.
-¿Cobra honorarios por la repetición del ciclo?
-No.
-Tanto con Los 7 locos como con Cocineros argentinos sucede una gran paradoja, fueron discontinuados en carácter de estreno, pero continúan al aire. Evidentemente, son productos necesarios para la pantalla.
-Pareciera eso, porque siguen saliendo.
Apuesta en la ciudad
Más allá que se trata de una señal pensada en torno a contenidos vinculados al ejido porteño, lo cierto es que, a través de la web y otras aplicaciones, los contenidos del Canal de la Ciudad son expandidos sin limitaciones, una gran noticia para los televidentes de Los 7 locos -nombre inspirado en una novela de Roberto Arlt- que no viven en Buenos Aires.
-¿Cómo llegó la propuesta del Canal de la Ciudad?
-Hace unos años, yo había hecho un programa que se llamó Buenos Aires, ciudad literaria, que contó con el apoyo de Mecenazgo; una idea muy linda basada en un libro de Álvaro Abós.
La periodista y conductora se refiere a Al pie de la letra, un maravilloso relato que va vinculando los barrios de la ciudad con sus escritores más representativos. “Allí comenzó el vínculo con el canal. Cuando sucede la desvinculación de la TV Pública, Eduardo Cura me preguntó si quería hacer algo en la pantalla del canal de Buenos Aires y, por supuesto, le dije que me gustaría continuar con Los 7 locos. Este programa tiene algo que lo salva, porque ha pasado por todas las crisis argentinas, no sé qué estrella lo protege, pero siempre encuentra su lugar”.
¿Cómo nace Los 7 locos?
-Yo trabajaba en el matutino La Razón, bajo la dirección de Jacobo Timerman, y, como sucedió con tantos medios, en un momento cerró. Durante esos años, que fueron los primeros de la Democracia, pasaba de todo en el ámbito de la cultura, así que había mucho material para la columna de libros que yo escribía y que, por pedido de Timerman, era diaria. Mientras trabajaba en el diario pensaba que era una gran falencia que no hubiese un programa de televisión que reflejase todo eso.
-Una buena inquietud para poner en marcha su programa.
-Cuando me quedé sin trabajo, pensé en qué me gustaría hacer. Así nació la idea del ciclo.
Corría 1987 y Cristina Mucci no tenía ninguna experiencia frente a cámaras. Ni siquiera como productora de televisión. No conocía a nadie del medio, no sabía bien qué hacer. “Lo fui a ver a Félix Luna, quien era ministro de cultura de la Ciudad y tenía en el aire el programa Todo es historia. Como tenía muy buena relación con él le plantee mi idea y fue él quien me contactó con Carlos Gaustein, director de Canal 13, quien, inmediatamente, me citó para el día siguiente”.
La idea de Mucci fue rápidamente aceptada por el directivo. “Me dijo ´este programa hay que hacerlo´. Me asusté mucho, no sabía ni para dónde había que mirar, dónde estaban las cámaras. Era una gran responsabilidad, porque no había un programa así y se había generado mucha expectativa en el ambiente literario”.
Para no debutar en el medio en soledad, Mucci convocó a Tomás Eloy Martínez, quien la acompañó un tiempo. “Recién había llegado del exilio, aceptó rápidamente. Al año nos sacaron de Canal 13 y él se terminó radicando en Estados Unidos. En ese momento, me llamó el escritor Rodolfo Rabanal, que era Secretario de Cultura de la Nación y me ofreció llevar Los 7 locos a Canal 7, que dependía de esa área. Quedé fascinada, porque yo ya pensaba que no volvería a hacer el programa”.
El formato se estrenó en Canal 7 en 1988 y el periodista Carlos Ulanovsky fue quien acompañó a Mucci en esa oportunidad. Cuando en 1990 se afianzó Carlos Menem en el poder, el formato fue levantado. Ulanovsky se desvinculó del proyecto y Mucci debutó en una incipiente y primaria televisión por cable. El sistema de televisión paga vivía una época de crecimiento y, en consecuencia, Los 7 locos se fue afianzando cada vez más en la nueva modalidad de consumo de las audiencias. “Cuando el gobierno de Fernando de la Rúa llevaba dos años de gestión, el programa volvió a Canal 7, donde siguió hasta diciembre del año pasado”.
-Durante tantos años en el canal público, con los respectivos cambios de gobierno que hubo en ese extenso lapso, ¿siempre trabajó con libertad?
-Absolutamente, siempre. Nunca nadie se metió conmigo. No di espacio a que eso sucediera. Me echaron de los canales, pero, estando en el aire, jamás me han dicho a quién invitar o no hacerlo. Algo que yo he visto es la autocensura y eso es algo que no hay que permitirse. Siempre hice el programa que consideraba que había que hacer, vinieron todos. Busqué calidad y cada invitado trajo sus ideas, que no tenían por qué ser las mías. Eso lo mantuve siempre y creo que fortaleció al espacio, jamás influyeron los gobiernos.
Método
-¿Cuántas horas por día lee?
-Tengo que leer mucho para hacer el programa.
-Ya lo creo, por eso la pregunta.
-Es un espacio que da mucho trabajo, pero leer es parte de mi vida. Por otra parte, tengo rigor, jamás voy a sentar a nadie que yo no haya leído. Eso no existe.
Cristina Mucci es porteña, nació en Palermo, barrio donde vivió su infancia y primera juventud. Desde hace varias décadas, habita un edificio de Barrio Norte donde también viven algunos colegas periodistas y escritores. “Me recibí de abogada, pero no sirvo para eso. En los últimos años de la carrera ya sabía que no iba a ejercer, no me gustaba, pero me interesaba estudiar Derecho porque me servía para la vida, no reniego para nada”, admite.
-El periodismo era la verdadera vocación.
-Así es, aunque, por mi edad, en la época en la que me recibí comenzó la dictadura, así que fueron años complicados para trabajar en periodismo, recién pude hacerlo cuando ese período del país estaba concluyendo y, como señalé antes, fue de la mano de (Jacobo) Timerman en La Razón. Él fue quien me impulsó a escribir la columna de libros diaria, porque a mí me parecía una barbaridad esa regularidad. Era una época donde pasaba de todo, iba a todos lados a cubrir cultura y literatura. Además, la columna no estaba en el fondo del diario, iba en la primera página, con política. Es que Timerman tenía un olfato enorme.
-¿Siempre le gustó leer?
-Toda la vida, pero lo hacía porque me gustaba; aunque no estudié letras.
-¿De dónde viene esa vocación?
-Mis padres leían, pero no lo hacían con la rigurosidad profesional con la que yo lo hago. Es raro cómo uno se siente atraído por algo.
Tiene una hija politóloga, pero que también participa en algunas de las actividades de su madre ya que, paralelamente a aquella carrera, cursó la de periodismo: “Violeta nació un año después que yo comenzara a hacer el programa”.
Figurita difícil
-Por el programa pasó lo más granado de la literatura nacional y nombres consagrados de las letras del mundo. ¿A quién quiso entrevistar y no se dieron las circunstancias para lograrlo?
-En la década del sesenta, Gabriel García Márquez vino al país por única vez, cuando se editó Cien años de soledad, así que no lo he podido tener en el ciclo.
-De los argentinos, ¿alguien se negó?
-Cuando empecé, muchos escritores no querían participar porque los asustaba enfrentarse a las cámaras de televisión. ¿Te cuento una anécdota?
-Por supuesto.
-Yo tenía amigos en común con Silvina Ocampo a los que les había manifestado mi intención de invitarla al programa. Una mañana sonó el teléfono de mi casa y era ella.
-¿Con qué finalidad la llamó?
-Para explicarme que esos amigos le habían contado que la quería invitar y que me quería contar por qué no aceptaría participar del programa.
-¿Cuál fue el argumento?
-Me explicó que sentarse frente a las cámaras le daría un vahído que no podría soportar.
-Un llamado que fue una gran deferencia de su parte.
-Que gente tan amable, ¿no es cierto? Por suerte, la mayoría aceptaba venir.
-¿A quién le gustaría tener? ¿Cuál es el incunable?
-El francés Emmanuel Carrère, un autor maravilloso. De los vivos, es uno de los más grandes.
-Juguemos un poco, más allá de los vivos, ¿a quién podríamos resucitar y sentar en Los 7 locos?
-Indudablemente a Truman Capote, qué personaje.
-Sería una charla A sangre fría.
-Que lindo.
-Hubo momentos inolvidables en Los 7 locos, algunos de bastante virulencia.
-Cuando uno lleva pensadores, puede suceder de todo, son cabezas muy abiertas, cada cual con sus ideas. Hemos tenido unos cuantos episodios.
-¿Por ejemplo?
-El más famoso fue el escándalo que se armó entre Beatriz Sarlo y David Viñas. A mí me dio mucha rabia, porque, al programa ya había venido medio mundo, gente como (Mario) Vargas Llosa, José Saramago o Ray Bradbury, y nunca había tenido la repercusión de esa discusión entre Sarlo y Viñas. El escándalo nunca fue la esencia del programa, por eso me molestó mucho que se hablara tanto sobre eso. Me llamaron de todos los medios por una pelea fuerte donde Beatriz (Sarlo), incluso, se levantó y se fue.
Aquella pulseada de mentes brillantes se dio en 1997 y el desencadenante fue el comentario de David Viñas cuando aseveró que había que “discriminar entre intelectuales sumisos e intelectuales críticos”, y luego agregó “en esta reunión predominan funcionarios y exfuncionarios”. Ante estos dichos, la excelsa académica se levantó y pegó el portazo.
Mucci también recuerda cuando, en 2004, el programa fue levantado, pero, luego de una sonada despedida al aire, a la semana siguiente volvió a emitirse: “Fue al comienzo del gobierno de Néstor Kirchner. En ese momento, él había puesto a dirigir el canal a dos personas que estaban enfrentadas entre sí, todo era bastante caótico, cada uno tenía su mirada. Cuando comenzó la temporada, ellos comenzaron a repartirse los espacios”.
-¿Alguien “tomó” Los7 locos?
-Uno de ellos me llamó y me dijo que no seguiría. No lo podía creer. Se armo un revuelo muy grande, LA NACION me ayudó mucho, los escritores y el público se manifestaron. Así que, a la semana siguiente, volví a estar en pantalla, luego de haber dicho al aire “me dijeron que hoy es el último programa”. Ahora también se juntaron firmas, pero no pasó nada, el programa no volvió a la TV Pública, en aquel momento, la decisión pudo reverse.
-¿Cómo ve a la televisión actual?
-Mal, no hay una buena oferta, se terminaron los programas de debate. Antes existía la circulación de ideas. También se perdió la ficción.
Borges y los suyos
Cristina Mucci acaba de hacer público su último libro, Lugones, los intelectuales y el poder en la Argentina, reafirmando su otra faceta como autora que también incluye títulos como La señora Lynch, Divina Beatrice y La gran burguesa, materiales en torno a Marta Lynch, Beatriz Guido y Silvina Bullrich, que luego fueron compilados en Las olvidadas, un material realmente invalorable. “Es un momento muy complicado para editar. Las editoriales hacen tiradas bajas y los lanzamientos de un mes opacan a los del anterior”.
-¿Cómo fue su vínculo con Jorge Luis Borges?
-Muy escaso, porque, cuando comencé a trabajar, él ya era muy grande. Me acuerdo que, en una Feria del Libro, en el comienzo de la democracia, apareció Borges para firmar ejemplares. Lo sentaron ante una multitud para hacer ese trabajo. En un momento, María Kodama se alejó de él para hablar con alguien y yo lo observaba muy desamparado. Entonces, se me ocurrió pedirle una firma para reproducir en el diario. Cuando mantuve ese pequeño diálogo, lo encontré tan perturbado por todo lo que lo rodeaba, la gente, el barullo, que le pregunté si quería que llamase a María (Kodama). “Sí, por favor”, me respondió. Estaba tan desnudo, solo. María (Kodama) enseguida regresó para estar a su lado y a él, que ya casi no veía, le cambió la cara. Me conmovió tanto todo eso, era tan desvalido. Generaba que se acercaran multitudes, empujones. Fue conmovedor de ver.
-¿Cómo fue su relación con María Kodama?
-Ha venido muchas veces al programa. Alberto Girri era un amigo en común y, cuando aún hacía el ciclo con Carlos Ulanovsky, fue quien nos ofreció acercar a María (Kodama) para que la pudiéramos entrevistar. Hacía muy poco que había muerto Jorge Luis Borges y nos contó todo lo que sucedió en Ginebra cuando su marido falleció.
-Hoy el legado de Jorge Luis Borges es todo un tema.
-Es increíble que los herederos sean los sobrinos que no sabíamos que existían. Es la obra de (Jorge Luis) Borges, no hay que olvidar eso, pero hay que atenerse a lo que establece la ley. Hace no mucho tiempo murió Quino, alguien cercano para mí, y también su obra está en manos de los sobrinos. Son grandes personajes de la cultura con un legado enorme.
-Más allá de la ley y de los derechos por herencia, no siempre eso se condice con la sensibilidad y el entendimiento sobre el acervo heredado.
-Son dos cosas diferentes, una es a quien le corresponde una herencia por derecho y otra es el albacea, que es quien se encarga de la obra. A veces, coinciden las dos figuras y, en muchos casos, eso lleva a complicaciones. Veremos qué sucede con Jorge Luis Borges y con Quino.
Para agendar: Los 7 locos se emite sábados y domingos a las 12.30. Próximos invitados: Ana María Shua, Guillermo Saccomano, Jorge Fernández Díaz, María Rosa Lojo y Silvia Plager.
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