Cristina Del Valle: sus grandes amores, las tragedias que marcaron su vida, el sueño que no pudo cumplir y qué la ayudó a salir adelante
La actriz, en diálogo con LA NACIÓN, repasa su extensa trayectoria y rememora los años que estuvo al frente de Matrimonios... y algo más, el ciclo humorístico por el que la gente la sigue recordando en la calle
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Vive en un coqueto PH de Villa Urquiza con sus dos perritas, Ofelia y Rubí. Y a pesar de que hace seis años que no trabaja, Cristina Del Valle asegura que no se retiró y ni piensa en eso. “Nunca miro para atrás, ni para tomar impulso y por eso casi no tengo fotos de mis trabajos en mi casa; prefiero los cuadros”, asegura mientras cuenta que sus días son muy entretenidos. “Siempre encuentro algo para hacer, leo, voy al teatro, al cine. Y soy astróloga e investigo sobre el tema, aunque nunca trabajé de eso”.
En diálogo con LA NACION, la actriz recorre su historia, recuerda a su último marido, el actor Rubén Green, y también a Claudio Levrino, que falleció en 1980 frente a sus ojos. Dice que los peores momentos de su vida fueron cuando murió su hermana María Marta y cuando su hijo Federico tuvo un accidente con un petardo que explotó en su mano derecha y tuvo muchas operaciones de reconstrucción. Cristina es una mujer fuerte que en los años más tristes se apoyó en su familia.
“Todos creen que me mantienen mis hijos, pero yo vivo de lo que guardé. Nunca tiré la plata y lo que yo quería es tener el orgullo de no necesitar de nadie ni depender de nadie. Si los necesitara, mis hijos están, pero nunca quise ser un lastre para ellos; era mi sueño y pude cumplirlo”, asegura. “Son excelentes hijos y a los dos les va muy bien: Patricio es actor y productor, y Federico es gerente de contenidos de Paramount. Cuando se murió (Rubén) Green, hace 22 años, Patricio me ayudó a ordenar mi vida y se vino de Miami, porque estaba viviendo allá. Mis hijos me solucionan todo. Siempre me acompañan, al igual que mis nietos. Lo último que hice en teatro fue una gira nacional con Nosotras que nos queremos tanto. Y una novela, Golpe al corazón, en el 2018, con Sebastián Estevanez, que es una gran persona”, cuenta la actriz.
-¿Tenés ganas de volver a trabajar?
-Sí, claro. Hace seis años que no trabajo, y en el medio estuvo la pandemia. Trabajé como un burro toda mi vida. Tuve un parate cuando se murió mi mamá, en el 2002. Por ese entonces mi hermana ya estaba enferma, y tenía que mentirle a mi mamá para que no sufriera. Ya se había muerto mi papá, que fue el verdadero amor de mi vida, junto con mi hermana. Y Rubén se murió en el 2003, pocos meses después que le diagnosticaron cáncer. Y al poco tiempo se murió mi hermana. Fue un tsunami. Por un año no trabajé y volví para trabajar con mi cuñado, Alfredo Cahe, ocupando el lugar de mi hermana María Marta. Pero un día me convocaron para hacer Camarero con cama adentro y le dije a mi cuñado que quería volver a actuar. Ya era hora de volver.
-Vos también te enfermaste, ¿fue después de la tristeza que viviste?
-No, yo me enfermé mucho antes de todo eso. En el ‘94 tuve endometriosis, un cáncer grado 1 y encapsulado; me operaron y me hicieron rayos en ese momento.
-Hace 21 años que falleció Green, ¿volviste a enamorarte?
-¡No! Con Rubén bajé la persiana. No quiero saber nada. Tengo dos hijos grandes, nietos grandes. Me acuerdo que seis meses antes de morirse, todavía no estaba enfermo, me dijo que si a él le pasaba algo, seguramente yo me iba a casar otra vez porque era muy linda. Le dije que a él no le iba a pasar nada. Después se enfermó de un cáncer fulminante. Quiso mucho a mis chicos. Y hoy voy a contar algo que no mis hijos saben: yo perdí un bebé de Rubén, y era una nena. Fue un aborto espontáneo, desgraciadamente. Me hubiese gustado tener una hija mujer.
-¿Qué recuerdos tenés del día en que murió Claudio Levrino?
-Me acuerdo de todo lo que sucedió ese día. Claudio no se suicidó. Pasaron 44 años y hay gente que todavía no lo quiere creer. Él estaba haciendo teatro en Mar del Plata, en el Provincial, y cuando terminó la función nos fuimos a cenar con Gabriela Gilli y Rodolfo Bebán. Y un tema esa noche fue el arma que tenía Levrino y yo no quería saber nada, sobre todo porque mi papá me dijo que había visto a los chicos jugando con una bolsita que adentro tenía un arma. Me agarró un ataque.
-¿Y qué pasó después?
-Bueno, después de la cena estábamos volviendo a Miramar, porque parábamos ahí, y le dije que quería que tirara el arma. Agarró la bolsita con el arma que estaba en la guantera, porque ese año había muchos robos en la costa, le sacó el cargador y lo tiró al suelo. Jugando se puso el arma en la cabeza y disparó, creyendo que estaba descargada, pero había una bala en la recámara. No hubo fogonazo ni nada de eso. No me di cuenta hasta que vi una gota de sangre en su pantalón.
-¿Qué hiciste en ese momento?
-Abrí la puerta del auto y empecé a correr, para pedir ayuda. Federico tiene un gran recuerdo de su papá, no de sus vivencias con él porque tenía 3 años cuando murió, pero sí de lo que le dice la gente. Era muy chiquito y yo le hice caso a lo que me decían los terapeutas, que respondiera a sus preguntas cuando las hiciera. Y preguntó a los 30 años. En ese momento hicimos terapia de familia, Pato, Fede y yo. Patricio fue un hermano maravilloso.
-¿Vos hiciste terapia? Debe haber sido muy duro presenciar la muerte de tu esposo...
-Sí, claro, hice terapia con un psiquiatra. Me salvó el trabajo. Me dediqué mucho a trabajar porque estaba sola y tenía dos hijos. Me ayudó mucho mi familia, mis padres y mi hermana. El accidente de Fede y la muerte de mi hermana fueron las dos cosas más duras de mi vida. Terribles. Mi hermana era dos años mayor que yo y siempre nos llevamos muy bien, junto con una prima que también falleció; nos criamos las tres juntas. Vivíamos en una casa antigua de la calle Virrey Ceballos y atrás estaban mis tíos y mi prima. Todos mis recuerdos son con ella, la primera vez que salimos, la primera vez que fuimos al cine a ver Las tres noches de Susana con dos actores que me encantaban, Doris Day y Debbie Reynolds.
-¿Ya entonces querías ser actriz?
-Sí, siempre quise ser actriz. Debuté en teatro en Mar del Plata, con los Bredeston. En realidad, trabajé como modelo primero, porque en el conservatorio no te permitían trabajar hasta terminar los cuatro años. Ya en 4° año del secundario me anoté en el conservatorio y no había pensado en hacer comedia. Estudié danzas y hasta pasé por el Colón, pero era muy pata dura. Soy profesora de piano, estudié guitarra. Mis padres me acompañaron hasta que me casé por primera vez, a los 19 años.
-Hiciste muchos programas exitosos, pero la gente te recuerda todavía por Matrimonios ...y algo más, ¿no?
-Salgo a la calle y me dicen “como me reí anoche”… Porque lo siguen pasando en cable. Hice muchos clásicos en teatro, decenas de novelas; hice la primera coproducción grande de nuestro país, Nino, con Enzo Viena, y cuando fuimos a Perú terminamos actuando en una cancha de toros porque el teatro quedaba chico. Hice la primera versión de Un mundo de veinte asientos; era la jovencita y Arturo Puig hacía de mi hermano mayor y los protagonistas eran Dora Baret y Sergio Renán. Cuando llamaron a Levrino para esa novela, quiso hacerla conmigo pero en la producción no le pareció que trabajemos juntos. Yo estuve un año prohibida durante la dictadura militar. [El productor y director televisivo] Nino Fortuna Olazábal y su mujer Carucha Lagorio me ayudaron a volver a trabajar y yo ayudé a Ana María Picchio. Y volviendo a Matrimonios... y algo más, tengo recuerdos hermosos de esa época.
-Fueron muchas temporadas, además....
-Hicimos el programa durante diez años. Hugo Arana era un gran actor, una persona muy querida. Muchos años hicimos gira de teatro por todo el país con Marzenka Novak, la mujer de Arana, y con Rubén. Le debo mucho a Hugo. Fui la primera actriz que se subió al escenario del Maipo porque hasta ese momento se hacían revistas; cuando me vi en la marquesina me dije “y ahora qué”.
-Comentaste que el momento más duro de tu vida fue cuando tu hijo Federico tuvo un accidente, ¿qué le pasó?
-A los 9 años le explotó un petardo en la mano derecha. Hasta que no sabés que está bien, es tremendo. Fue cuando tomó la comunión, en el Saint Patrick, un 1 de diciembre. Estábamos en mi casa, le regalaron plata y se fue a comprar petardos. Después teníamos la fiesta que no pudimos hacer, claro, y ni me devolvieron un peso. Quedó internado, tuvo muchas operaciones de reconstrucción y quedó bárbaro. Pero sufrí muchísimo. Años después Susana le quiso pagar un implante, pero él no quiso. Decía que así estaba bien.
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