En una charla íntima y distendida, el heredero de la dinastía Agnelli y su novia repasan sus primeros cuatro años de amor

Es poco frecuente que Cristiano Rattazzi Agnelli (66) -presidente de Fiat Argentina, un entrepreneur de estirpe, heredero de una dinastía "fierrera" internacional- abra las puertas de su casa y de su intimidad. Y menos que menos, para hablar de su vida privada, la que no incumbe a los motores ni a los negocios. Sucede que el bisnieto de Giovanni Agnelli, el fundador de la Fabbrica Italiana Automobili Torino, en Turín, Italia, no es de aquellas personas que, por su educación, se sienten "a sus anchas" al brindar detalles del día a día. Y menos de su corazón.
Pero quizá la proximidad con los 70 años, que cumplirá en poco más de tres años, o la relación de amor con Gabriela Castellani (46), la santafesina que lo sedujo hace cuatro años y con quien vive un presente cargado de buenos momentos y de complicidad, sean los factores que posiblemente lo hayan sensibilizado.
La cita –de la que no está seguro porque lo suyo es la economía, la industria, y, en alguna medida, la política– es un domingo por la tarde, después de un almuerzo en lo de Marcela Tinayre, con un grupo de empresarios jóvenes, a los que "googlea" tan pronto como "Gaby" se sienta para hacerse peinar y maquillar para la producción de fotos.
UNA PUNTA DE MEMORIAS
–Cristiano, ¿qué recuerda de la primera vez que vino a Punta del Este?
–Tenía 6 o 7 años la primera vez que llegamos con mis padres [Susanna "Suni" Agnelli y Urbano Rattazzi] y mis hermanos [Ilaria, Samaritana, Delfina, Lupo y Priscilla]. Nos quedamos en un hotel de la parada 1 de La Mansa y recuerdo que nos divertimos un montón esas vacaciones. Como en aquel entonces no se usaba protector solar, nos quemábamos mucho y, cuando volvíamos de la playa, jugábamos a sacarnos la piel. Una vuelta, al día siguiente de pelarnos, me agarró el sol y me quemó tan fuerte que tuve que estar veinte días todo tapado: ¡eso lo recuerdo perfectamente bien! Después tengo memorias vagas, de cuando nos quedábamos cerca del Cantegril, y de un verano que hubo una invasión de mosquitos.
–Gabriela, ¿cuál es tu recuerdo más intenso de acá?
–Mi primera salida de noche, con mis dos hermanas mayores y una prima que invitamos ese verano, que a ellas sí las dejaban ir a bailar. Una noche les propuse ir a tomar un helado a Gorlero con la promesa de que me volvía y ellas después se iban a la matiné. Terminé en la puerta de la boîte, por supuesto, con la esperanza de que nadie se diera cuenta de que no me daba la edad para entrar, porque tenía 12. Obviamente, el señor de la entrada me rebotó, así que tuve que quedarme esperándolas en la puerta hasta que, después de bailar un par de canciones adentro, me acompañaron de vuelta a casa.
–Hoy, ¿qué es lo que más te gusta de Punta del Este?
–Todo. [Sonríe]. La Punta, porque pasé todos los veranos de mi vida allá, y La Barra, con ese aire de pueblo que conserva al día de hoy. Me encanta eso de La Mansa y La Brava, y mi grupo de mis amigas de Rosario, y también los amigos de Cristiano. Me divierte la vida que hacemos juntos acá.
Cristiano: Uruguay me brinda tranquilidad, aunque no desconecte mucho de mi trabajo, y también su estabilidad económica.

–¿Cómo es su rutina cuando están de vacaciones?
–Como nos vamos a dormir demasiado tarde y me despierto temprano, tipo seis y media de la mañana, tengo sueño todo el día. [Sonríe]. Algunos días viene un personal trainer y otros días, el masajista. Trato de jugar al tenis [con sus amigos íntimos, Miguel Bengolea y María Laura di Ciancia], tomo sol con "Gaby" en la terraza, un lugar de la casa que nos gusta mucho a los dos, y me encanta ir a la Tienda Inglesa y al Devoto.
–¿Es de los hombres que disfrutan de ir de compras al supermercado?
–Sí, pero cuando hay bienes… Porque el problema es que en Argentina no hay prácticamente oferta de nada. Acá, sí: hay artículos de todo tipo y, si bien es caro, hay cosas disponibles en los supermercados.
Gabriela: Vamos casi todos los días a hacer compras porque a él le gusta el programa. Si no tenemos nada en la lista, nos vamos de expedición igual y hacemos el mismo recorrido: comestibles en la Tienda Inglesa, bazar en el Devoto, verdulería en Don Donato y terminamos en Lo de Miguel, que tiene el mejor jamón crudo.
LOS DEPORTES
–En su rutina, Cristiano, omitió el kite-surf, una de sus pasiones, como manejar autos y pilotear helicópteros, ¿por qué?
–La verdad es que este verano no tuve mucho tiempo. Estuve yendo mucho a Buenos Aires en la semana porque tenemos problemas por resolver. Vivimos en un país en el que se discute si la inflación es del 23,9 o del 35%, cuando, en realidad, no debería superar el 4%. Seguimos discutiendo si los índices son correctos, cuando tendría que haber índices claros y ya, y seguimos teniendo varios dólares diferentes, como en Venezuela, que es un país al que, lamentablemente, nos parecemos mucho. Es complicado. Pero yo tengo la esperanza de que Argentina vaya abriéndose al mundo nuevamente y logre ser competitiva y eficiente.
Gabriela: Cuando está alejado de sus "juguetes de fierro", yo sufro mucho menos. Pero jamás digo nada porque son sus pasiones y sus decisiones. Me pasó de estar en carreras en las que chocó, por ejemplo, y es muy duro no saber si está bien, si le pasó algo…
–Vos sos muy deportista…
–Yo siempre digo: "Si me dejan leer una hora y hacer una hora y media de gimnasia por día, soy la mujer más dócil del mundo". Ahora, cuando no encuentro esos lugares mínimos para hacer las cosas que me dan paz, puedo llegar a ponerme de mal humor.
AMOR Y VIDA SOCIAL
–Además, llevan una vida social muy activa.
Gabriela: Claro, por eso es tan importante para mí tener esos espacios, porque la gimnasia, aunque no lo creas, me descansa. Igual, tengo un problema con la pasividad: no la sé manejar. Cristiano también es muy de hacer cosas, de estar ocupado, así que nos entendemos bien en ese sentido.
Cristiano: Las salidas se intensifican en Punta del Esta, esta es una "zona salidora". Ahora nos vamos unos días al Sur, a visitar a un amigo, así que espero descansar allí. [Sonríe].
–A Gabriela se la ve feliz a su lado…
–Yo siempre busco ser agradable y divertido para los demás. De hecho, suelo estar de buen humor y es muy difícil que me enoje. No me haga hablar de amor, no estoy acostumbrado…

–Gabriela, ¿vos sos una buena compañera?
–Eso debería contestarlo él. Yo disfruto de estar a su lado, lo paso muy bien con Cristiano y no hago ningún tipo de esfuerzo para hacerlo. El que no se siente buen compañero es él, porque dice que trabaja todo el tiempo, pero no es tan así: es paciente y cariñoso. Yo tengo hijos de mi anterior matrimonio –Patricio (20), Catalina (17) y Justine (9)– y él ayuda a que todos estemos felices. Cristiano es un gran compañero de vida.
–Llevan cuatro años de relación, ¿qué te enamoró de Cristiano?
–En un primer momento, me llamó la atención que fuera tan diferente a mí. Cuando lo conocí, yo era más estructurada y categórica y me mantenía en el molde. Con él, me liberé, y descubrí una parte mía desconocida. Cristiano fue y es un gran maestro para mí.
–Y a usted, Cristiano, ¿qué lo cautivó de Gabriela?
–¡No me pongas en ese lugar, por favor! [Se ríe y piensa]… Toda su personalidad, porque Gaby es muy agradable.
LA FAMILIA
–Así como Cristiano aportó a tu crecimiento como persona, ¿qué sentís que le sumaste vos a él?
–Soy emotiva y demostrativa, y él, cero. Antes, cuando yo lo abrazaba y le daba un beso, por ejemplo, se ponía incómodo y me decía: "No corresponde", y ahora sabe que a mí no me importa si corresponde o no. O con los nietos [Suni (6) y Cassio (3), los hijos de Urbano (38), su segundo hijo, y Sonia (2), la hija de Manuela (34), su hija menor] me sale decirle: "Tomalos de la mano, que se nos van a perder" y me mata de amor verlo caminando por la calle con ellos. Es un abuelo amoroso.
–Cristiano, ¿es más fácil ser abuelo que padre?
–Y, uno no tiene la responsabilidad de educar a los nietos. Suni, Cassio y Sonia son adorables y, aunque la verdad es que no tengo mucho tiempo para jugar con ellos, me gusta que vengan a visitarme. De todas maneras, debo admitir que me divierten más los chicos cuando tienen más de 10 años.
–Sus hijos, Alexia, Urbano y Manuela [fruto de su matrimonio con Sonia del Carril], son muy bajo perfil.
–Siento orgullo y felicidad por lo serios que son mis hijos. Ninguno se desbordó, por suerte. Alexia (39), la mayor, es psiquiatra y se especializa en autismo. Es una experta en su campo y ahora está en San Francisco, trabajando en investigación. Urbano, el del medio, está dedicado a la trazabilidad animal, entre otros proyectos, y Manuela, que sacó la Medalla de Oro en la Universidad San Andrés, eligió dedicarse a la crianza de su hija.
A LA DISTANCIA
–Vos seguís radicada en Rosario, donde tus hijos estudian, pero Cristiano vive en Buenos Aires. ¿Cómo hacen para verse?
Gabriela: Llegamos al sistema perfecto. [Se ríe]. De lunes a jueves, estoy en Rosario, con mis hijos, y de jueves a domingo, me instalo en Buenos Aires con él.
Cristiano: Es una dinámica óptima, que nos permite tener nuestros espacios. Se fue dando así y la mantenemos porque funciona.
Gabriela: Tengo 46 años y nunca imaginé ser tan feliz a esta edad.
–Cristiano, ¿cuál es su balance, cerca de los 70 años?
–[Piensa]. Mirá, estaría satisfecho si treinta años atrás, cuando volví a Argentina, hubiera ayudado a que nuestro país fuera normal y serio. En eso, fallé, porque hoy no tenemos un país ordenado, ni integrado al mundo. Ahora, me queda seguir luchando, desde mi lugar como empresario, por la integración del país y por el ordenamiento de sector público.
Texto: María Güiraldes
Fotos: Matías Salgado
Maquillaje y peinado: Luli de la Vega, para De la Vega Make Up
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