Cris Morena: “He tenido varias noches negras, pero detrás de las nubes, el sol siempre está”
La exitosa productora estuvo en el programa Hablemos de otra cosa, de LN+, y repasó los inicios de su carrera y los problemas que tuvo en su adolescencia; además reflexionó sobre las críticas que recibió por su trabajo y lo que espera de su escuela Otro mundo
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Difícil definir Otro mundo. ¿Es una escuela de arte? ¿Es un teatro? ¿Es un canal de la TV? ¿Son estudios de grabación? Es todo eso y mucho más. Bienvenidos al Planeta Cris Morena. Su última invención, pergeñada durante años, y puesta a andar después de la pandemia, es también una suerte de parque mágico, con inscripciones inspiradoras en las paredes y grandes almohadones en el piso, para quien quiera se duerma una siestita reparadora al paso. “Otro mundo no tiene una definición clara -advierte su gran artífice-; para nosotros es un espacio de creatividad donde hay un gran aprendizaje de vida y también como artista. Los chicos eligen su propia aventura, su propio camino y aprenden a autogestionarse, a hacer un presupuesto, además de cubrir las ramas de las artes escénicas, musicales y audiovisuales.”
-¿Cuántos alumnos hay acá?
-No tenemos alumnos, tenemos artistas -responde tajante.
Aunque no estaba previsto –su agenda está estallada–, la autora de éxitos televisivos y teatrales monumentales como Chiquitas, Rebelde Way y Aliados concede más tiempo a la grabación de Hablemos de otra cosa, el programa que conduzco en LN+ y que se vio anoche, para recorrer ese híbrido creativo que funciona en lo que en el pasado fue una fábrica de pan y ahora es una fábrica de talentos.
-¿Estás un poco a contracorriente de la educación formal?
-A ver, no sé porqué se llama así la “educación formal”. Hay un aprendizaje que lo tenés hasta el último segundo de tu vida. Educación es una palabra tan antigua y vieja. El verdadero aprendizaje para salir a la vida y empezar a conocer tus dones, debilidades y fortalezas es otra cosa y lo estoy viendo en este grupo de artistas que tenemos acá en Otro Mundo.
-Definí la palabra artista.
-Nosotros llamamos artista a todo aquel que entra a Otro Mundo. Desde el primer minuto tenés que sentir que vas a encontrar tu artista en el sentido creativo. Es aquel que define ser dueño de su propia vida, ya sea un periodista, un médico, un abogado, un contador o un artista en un escenario, produciendo, dirigiendo o tocando un instrumento.
Hay un enorme árbol en el hall central, muy teatral, muy de cuento. “El árbol está en todas mis series -explica Cris-; no solamente significa la madre, así como el agua significa el padre, el que lleva el barco hacia lo social. En Otro mundo creemos en el ciclo de la naturaleza. La semilla, que es el chico, lo potenciamos y hacemos florecer. Finalmente vamos hacia la cosecha, que es con el otro que me está mirando”.
-¿Y las clases cómo son?
-No tenemos clases. Se llaman encuentros donde pasan cosas. No es una clase en el que un señor sabe todo y el alumno no sabe nada. Hay varios guías y maestros; tenemos tutores y coordinadores de cada área. Los dividimos en edades en tres grupos: de 8 años a 11, los más chicos; de 11 a 14, son los preteens, y de 15 a 17, los mayores. Y después ya entran en caminos, que son los que vulgarmente se llama “carrera”. Nosotros nos preguntamos ¿carrera hacia dónde? Camino te permite cambiarlo, modificarlo, ir con alguien, ir solo, caerte, levantarte, que haya un muro, que haya piedras, pasto. Hay muchas cosas en el camino que te favorecen. Nos interesa mucho la autogestión. En total son unos 800 chicos.
-¿Cuáles son los tips para saber rápido si un chico tiene talento?
-Evidentemente tengo un ojo para darme cuenta quién tiene pasión adentro hasta por la manera de caminar. Muy rápidamente me doy cuenta cuando a una persona le brillan los ojos, tiene deseos, pasión.
-¿Tenés fama de hiperexigente?
-No soy exigente. Busco la excelencia en lo que hago para mí misma y para los demás. Para mí el escenario es sagrado, como entrar en una iglesia que ha dado grandes genios y que tiene una energía muy poderosa. Entonces no se puede subir cualquiera al escenario si no se está preparado.
-Recibiste una educación católica rígida...
-Católica, apostólica, romana y estúpida. No me sirvió de nada. Para lo único que me sirvió fue para rebelarme. La rebeldía es nuestro mayor input acá.
-Volviendo a tu colegio, ¿eras “rebelde way”?
-Totalmente. Rebelde Way es un sincericidio grotesco y gracioso de lo que fue mi colegio. Para Mía [el personaje que en la tira del mismo nombre encarnaba Luisana Lopilato] inventamos la frase: “¡Qué difícil es ser yo!”. Era una tarada, un personaje de clase muy alta que después fue mutando al hacer el camino del héroe hasta lograr encontrarse.
- Pero esa escuela a la que fuiste también tuvo sus sorpresas...
-Claro, porque tuve la suerte que en un momento dado aparecieran las monjas tercermundistas que venían de España. En tercer año implosioné con ellas y yo elegí el criterio de esas monjas nuevas. Mi madre también implosionó porque estudió sociología de grande. Terminé pésimo en el colegio, no me dieron ni el diploma. Tuve 25 amonestaciones y no me reincorporaron.
-Y, además, conociste al padre Carlos Mugica.
-No lo conocí por las monjas sino porque pertenecía a un grupo de girls scouts del San Martín de Tours, que íbamos a la Villa 31. Y después me gustó muchísimo estudiar asistencia social. No me pude recibir porque cerraron la facultad cuando terminaba el último año y aparte mataron al padre Mugica. Fue una época muy dura.
-Habías entrado en una combinación de monjas rebeldes/padre Mugica/asistencia social/la villa/ años 70/violencia y eso daba un combo muy peligroso. ¿Por qué decís que a vos te salvó la superficialidad y la estupidez?
-Algo de eso tenía, por supuesto, para poder sobrevivir en el medio en el que me manejaba. A mí siempre me gustó mucho la libertad y fui independiente desde los quince años económicamente. Modelaba y me pagaban fortunas.
Después empecé a bailar en Voltops y ahí lo conocí a Gustavo [Yankelevich]. De la villa pasaba al mundo frívolo. La parte de modelaje no me gustaba mucho y por eso me dediqué después a la actuación.
-Una modelo como vos, Marie Anne Erize, no tuvo tu suerte y desapareció.
-Desaparecieron muchas personas. No sé cómo yo no desaparecí. Me parece que el universo dijo: “Mejor dejémosla para que haga Otro Mundo”. Pero podría haber desaparecido. Me acuerdo de haber salido de una clase de teatro o de la facultad y estaba la Triple A. De pronto aparece un Falcon verde y tipos con ametralladoras que apuntan. Mirá la inconsciencia mía que abrí los brazos y dije: “Acá estoy, dale, tiren”. Podrían haber tirado y no te estaría contando la historia. Deben haber dicho: “Esta chica, pobre, es una tarada; dejémosla que siga su camino”. Por eso entiendo mucho a la juventud porque viví la mía a pleno.
-Marcaste la educación sentimental de varias generaciones de adolescentes con una combinación de cuento de hada con telenovela.
-Yo escribo cuentos, pero primero escribo canciones. Es mi megapoder.
-En una época se decía en Sadaic que eras la que más canciones tenía registradas.
-Sigo siendo. Tengo 700 temas editados en discos. Soy una máquina de hacer canciones. Y hago cuentos porque entendí lo que era el mundo. Fuimos los primeros en exportar el formato de series con Chiquitas. No solamente exportamos, sino que trajimos a vivir acá a cincuenta familias brasileñas y cincuenta mexicanas durante cuatro o cinco años para grabar compartiendo decorados con ellos. Amor mío también se hizo en México. Yo hice mis cosas en muchos lugares del mundo, hasta en Rusia e India. El primer formato de Rebelde... se hizo en India, se llamó Remix. Pero nuestro Rebelde... sigue estando en tendencia en Netflix. Siempre compito conmigo misma. Es una cosa de locos.
-¿Vuelve Floricienta?
-Por ahora no vuelve. Estoy terminando la compaginación de Te quiero y me duele, que salió de una canción que le hice a Romina cuando tenía quince años en Jugate... Se hizo en México de donde sale para el mundo. Y estoy armando otra serie para el año que viene que no te puedo contar. Acá hacemos el entrenamiento, que es otra cosa que nadie hace. La gente me pregunta: “¿Por qué tus artistas son diferentes?” ¿Por qué otras personas usan a nuestros artistas? Hoy los artistas de 40/45 años son todos chicos que lanzamos nosotros. Tenemos un semillero de artistas que están usando plataformas importantísimas.
-Tu creatividad, ¿se forjó en la biblioteca de tu abuelo?
-En verano me obligaban a dormir la siesta y yo era una rebelde muy inquieta. Como mi abuelo dormía y había que hacer silencio me dejaban encerrada con llave en su biblioteca que era una gloria gigantesca. Había libros de todo tipo, desde las novelitas de Corin Tellado y de cowboys, que a mí me encantaban, Selecciones del Reader’s Digest, a libros de Marx, Hegel y de otros grandes filósofos. Yo me leía todo. Había un piano, que toqué desde los cinco hasta los quince y me recibí de profesora de piano, armonía y solfeo. Eran tres horas interminables. Ese era mi mundo. Fue mi verdadero mundo siempre. Leo como una bestia. Leo mucha poesía, que te rompe lo lineal, te rompe todo y te presenta una cantidad de simbología maravillosa.
-En tus tiras se combina lo luminoso y también lo sórdido y lo oscuro.
-Es que tiene que estar. Es como el cuento de Caperucita y el Lobo. Leí muchísimos cuentos de Andersen y de los hermanos Green. De hecho, este año, los chicos de 11 a 14 de Otro Mundo eligieron hacer ellos “cuentos al revés”, donde, por ejemplo, Caperucita es malísima y el lobo, divino.
-Tu infancia y adolescencia tuvieron alegrías, pero también padeceres y traumas infantiles.
-Como todo el mundo, he tenido varias noches negras que son momentos en la vida donde sentís que se acabó todo, padecés un sufrimiento tremendo y no sabés para qué lado salir, pero detrás de las nubes, el sol siempre está. No es un invento.
Cris Morena se sorprende porque ahora no recibe tantas críticas como en otros momentos. O ya no le importan o las toma con mayor filosofía. “Ahora me aman todos -se asombra-, no sé qué les pasó. Será que ya di la vuelta. Algunos no la dan nunca y no sabés la cantidad que vi doblar para el lado equivocado”.
Había una época que pasaba algo insólito con Cris Morena. La atacaban por igual sectores conservadores y “progres”, al mismo tiempo. “Con lo conservador -quiere dejar en claro- me llevo menos. No me gusta la palabra progre. Me gusta el buscador, el curioso, el que no se queda con lo que le dijeron que era, el que quiere ver que hay detrás del muro. En Casi ángeles estaba el mundo que dividía a los supuestamente conservadores de los salvajes. No voy a decir más porque me van a matar. Hay escandalizados que se tendrían que escandalizar de sus propias vidas. Entonces no me importa nada”.
Cris Morena no tiene pelos en la lengua y no se guarda nada: “Durante Rebelde way no tuve ningún aviso publicitario en las tandas por decisión de la Cámara Argentina de Anunciantes que manejaba un señor bastante perverso. En Rebelde... no pasaba nada. Ningún chico tuvo relaciones con otro en toda la serie”.
-¿Cómo te llevás con la cultura de la cancelación?
-Me tiene harta que te pongan muros. Que te cancelen es una estupidez. Tampoco me llevo mucho con las redes. No es lo mío, más allá de que tengo mi red profesional @byCris. Nunca me metí en YouTube; no sé lo que es. Tengo Twitter para mostrar algo que me encanta o para alguien que lo necesite. Tengo diez mil falsificadores, pero no me importa nada. Las redes me interesan a nivel difusión. Todo lo demás, no.
-En el teatro también dejaste una huella.
-El último teatro fue Aliados que fue impresionante y que tecnológicamente fue poderosísimo. Tengo 25 años de diferentes de teatro, con temporadas de 150/180 funciones que duraban tres meses. Nadie nunca más pudo hacerlo.
-Y, entre medio de esos megaéxitos, sorprendiste con Despertar de primavera, que era otro tipo de propuesta.
-Toda la vida viajé a otros lugares para enriquecerme y encontrar ese tipo de teatro que estaba buscando, mucho más internacional y más potente. El llamado teatro musical en serio sale de la ópera, que es el teatro de la exactitud, todo tan impecable, con sus tres disciplinas: el canto, el baile y la actuación. Es maravilloso. Mi papá me llevaba mucho al Colón y con los años, me llené de teatro, de Londres a Nueva York.
-Hay muchos creadores que supervisan las primeras funciones y van cada tanto.
-Yo vivía ahí adentro. Tenía mi libretita. Estaba en la parte de atrás. Nunca dejé de ir a ninguna función, jamás. Y corregía de todo, no solo a los artistas, también movimientos que habían entrado a destiempo. El destiempo en el teatro musical hace que un aplauso no salga. Sé perfectamente cómo generar aplausos y cómo no generarlos o que la gente se asombre o que no le pase nada.
-¿Tuviste propuestas de Broadway o de otros lados?
-Tuve y tengo. Yo estoy acá. A mí me gusta gestar las cosas desde la nada, salvo Spring Awakening (Despertar de primavera) que era para mí una propuesta en un momento muy especial de mi vida y quería esa cosa de “rompamos todo”. Y, ¿te puedo decir algo? y lo digo con total fascinación: la versión que hicimos nosotros fue mejor que la de Broadway porque allá, de tan perfeccionistas, se ponen fríos y acá es muy difícil encontrar gente fría. Acá somos calientes, apasionados, mandados. Con nuestros chicos hay una diferencia abismal: la temperatura, el modo, es alucinante. El artista es un ser que trabaja con su cuerpo, sus sentimientos y sus emociones.
-Y ni te cuento los actores chicos...
-No me dan ningún trabajo. Los únicos que me dan trabajo son los actores grandes. Trato de no trabajar con actores grandes porque ya tienen tantos vicios, tanto ego adentro en general, que trato de tener poco elenco grande y bueno, que le guste trabajar con chicos y muchos chicos que no sepan hacer nada que yo entreno durante un año para hacer una serie después de ese año.
-Romina, tu hija que murió hace doce años, ¿qué lugar ocupa en tu vida?
-Es la inspiradora y musa de toda mi vida artística y personal. Cuando inventé Jugate..., se presentó al casting sin decirme nada. Y ahora, se vuelve a repetir con mi nieto Franco una cosa muy parecida, que debuta en Madrid, con Los puentes de Madison y tampoco dijo nada cuando fue al casting. Es fuerte todo. Mi abuelo, Jean-Marie Jan, era francés, con “j”, pero suena igual que “Yan”, el apellido artístico de mi nieto y de Romina. Yan, por Yankelevich, pero en el fondo es la misma pronunciación. Hay muchas cosas en mi vida que no son nada casuales, pero yo voy a la búsqueda de lo que no es común y ella es mi inspiración y de todo este espacio. “Somos lo que soñamos”, es una frase que nos mandó a todos el día anterior de su partida. Nació en un pujo y se fue en una respiración también.
-Siempre tuviste un look juvenil. Pasa el tiempo y lo mantenés.
-Me siento cómoda, no fuera de onda, me siento bien. Me pregunté cómo quería pasar estos veinte años útiles creativos de mi vida y mi respuesta fue: rodeada de niños y jóvenes, que me los tuve que generar, porque de algún lado tenían que aparecer.
-Encarnás un poco el síndrome de Peter Pan.
-Sí, solo que yo lo llevo a mejor lugar. No lo llevo a la isla oscura, sino a la isla luminosa.
-¿Conversás con tu niña interior?
-No converso, vivo con mi niña interior y no es un camelo.
-¿Y qué te dice?
-Está muy contenta con esta niña grande que soy hoy. Sería imposible perderla porque, como dice la canción, “si encontrás tu chiquitita no la dejes ir; es tu mejor partecita para comprender como hay que vivir porque en esa chiquitita que eras tú, está siempre el ángel que guarda la luz”.
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