Esteban Virguez es médico oftalmólogo y, aunque siempre se mantuvo al margen de los medios, mantuvo una extensa charla con LA NACION donde expuso su mirada sobre la serie que cuenta la vida de la recordada vedette y detalles sobre el estrecho vínculo que la unió a ella
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“Ví el primer capítulo de la serie y me gustó. Si bien no cuenta exactamente la realidad, refleja muy bien el entorno familiar. Se puede ver, en una escena con Mina (Serrano) y Katja Aleman, el disgusto que le provocó a mi mamá porque, en un primer momento, cuando Cris tenía 16 o 17 años, no la aceptó”.
Testimonio de primera mano. Acaso la voz más autorizada. Esteban Virguez es un reconocido médico oftalmólogo. Lo suyo no es la arena mediática. Sin embargo, decidió conversar con LA NACIÓN sobre el perfil más íntimo de su hermana, a propósito de Cris Miró (Ella), la serie que acaba de estrenarse en TNT y Flow y que está basada en el libro Hembra. Cris Miró, vivir y morir en un país de machos, un exhaustivo material escrito por el periodista Carlos Sanzol.
La adaptación audiovisual cuenta con guion de Martín Vatenberg y Lucas Bianchini y dirección del propio Vatenberg en colaboración con Javier Van de Couter. A 25 años de su fallecimiento, desanda la vida de la mujer trans que se convirtió en un mito dada su irrupción en el mundo del espectáculo, en el marco de una sociedad en donde algunas libertades aún no estaban permitidas. “Colaboré lo más posible para que la serie sea lo más parecido a la vida de Cris Miró”, sostiene el hermano de la artista, quien fue un sostén fundamental en su vida.
Cris Miró (Ella) cuenta con la presentación en nuestro país de la española Mina Serrano, quien personifica a la icónica vedette, acompañada por Katja Alemann, César Bordón, Agustín “Soy Rada” Aristarán, Vico D´Alessandro, Marcos Montes, Toto Rovito, Manu Fanego, Martín “Campi” Campilongo, Carolina Kopelioff, Alejandro Tantanian y Adabel Guerrero, entre otros intérpretes.
Cris Miró no sólo fue un ícono en el mundo de la noche gay, sino que fue la responsable de pisar fuerte y abrir camino dentro de la industria del entretenimiento. Fue la primera vedette trans del teatro Maipo -la llamada “catedral de la revista porteña”- y soportó interpelaciones mediáticas groseras e irrespetuosas de parte de comunicadores que se creían con derecho a todo.
Esteban Virguez fue un oído que acompañó a su hermana siempre. En él, Cris Miró encontró la palabra justa, el aliento a caminar segura sin traicionarse a sí misma: “Éramos casi de la misma edad y teníamos una excelente relación, así que fui la primera persona a la que le contó que era gay. Recuerdo que fuimos a la terraza del edificio donde vivíamos y me hizo la confesión”. Aquella vivienda familiar estaba ubicada en el barrio de Coghlan, donde los Virguez vivieron mucho tiempo.
-¿Qué le respondiste ante su confesión?
-Yo lo sospechaba porque era afeminado desde que nació, no es que había habido algo en la psiquis de ella que se había modificado. Desde que nació, todo el mundo la confundía con una nena. Tenía algo de las personas que nacen diferentes a los heterosexuales.
-Es decir que siempre hubo una aceptación de tu parte.
-Sí, cuando me lo contó, tragué saliva, no me puse a llorar ni nada de eso, y pensé que iniciaríamos una vida nueva. Mi intención fue ayudarla. Recuerdo que lo primero que le dije fue “vamos a contarle a mamá”.
-¿Aceptó rápidamente tu propuesta?
-Ella era muy valiente en sus decisiones desde muy jovencita, desde que era una niña, por eso estoy en contra -como muchas veces se ha dicho- de la idea que fue discriminada o sufrió muchas agresiones.
-¿No fue así?
-Yo, que conviví con ella, puedo decirte que tenía una gran dialéctica para expresarse, un porte importante, ya que era bastante alta, y mucha seguridad, así que, a quien buscaba discriminarla, enseguida lo frenaba en seco. Nunca dio pie a nadie para que se burlara. Seguramente le habrán gritado cosas, pero, cara a cara, nunca nadie la pudo doblegar por la intelectualidad que tenía, por su inteligencia. Siempre salió bien parada, incluso cuando fue famosa, como en aquel programa con Mirtha Legrand, quien le hizo preguntas muy difíciles de responder, pero que ella respondió perfectamente y con una sonrisa.
Puertas adentro
-Indudablemente, ha sido una mujer determinada. Volvamos al vínculo familiar. ¿Qué sucedió en aquella charla que le propusiste tener con tu madre?
-Cuando mi mamá se enteró, si bien calculo que también lo sospechaba, no quería saber nada, ella quería que fuese un varón. Se puso mal, se entristeció, le gritó. No le dio un infarto, pero se agarró el pecho y tuvimos que llamar al médico. Mi mamá me decía “explicale que es varón y que tiene que salir”. Incluso, me echaba la culpa a mí, me recriminaba que salía con chicas, iba a bailar, y no la llevaba a mi hermana. A mi papá le decía, “ustedes se ponen a ver fútbol y boxeo y no la invitan”. Mi mamá buscaba excusas para que fuese un varón, cuando ya en su cabeza no lo era.
En esa no aceptación, la madre le pidió a su hijo Esteban que acompañara a Cris una consulta con un profesional de la psicología “para que le explicase que era un varón”, recuerda Virguez.
-¿Fueron?
-Sí, fuimos a una psicóloga que atendía en el barrio de Belgrano. Estuvieron conversando una hora. Cuando terminó la consulta, salió la psicóloga y me dijo: “Creo que la tienen que ayudar, apoyar, es una situación difícil”. Cuando le consulté si le había explicado que era varón, tal como había pedido mi madre, me respondió que no pasaba por ahí, que ya no había vuelta atrás.
-Está claro que Cris tenía una apertura mental y una inteligencia muy desarrollada, pero vos también esgrimías iguales condiciones al entender y acompañarla, siendo muy joven y en un contexto que no es el actual.
-Compartíamos mucho, teníamos gustos similares. Nos divertía ir a correr y entrenar juntos. Yo hacía fierros para los brazos y la espalda y ella desarrollaba los glúteos y las piernas.
-¿Te costó llamarla Cris y reconocerla en femenino en el trato?
-Una vez me criticaron mucho cuando, en un programa de televisión, yo alternaba entre el “él” y el “ella”. Decían en las redes “ni siquiera sabe si es hombre o mujer”. Pero te voy a aclarar algo, para borrar esa discusión que no conduce a nada, yo nunca cambié, le dije Gerardo hasta el último día, porque ese fue el nombre desde que nació. Que yo le dijera Gerardo no le molestaba para nada, aunque, cuando estábamos junto a gente del ambiente, le decía Cris.
Virguez tenía 17 años y su hermana, solo 16.
Procesos
La transición hacia lo femenino fue camino que se dio de manera paulatina, natural: “No hay un cambio repentino, la conversión se venía dando desde mucho antes. A los doce o trece años, se encerraba en el baño y se pintaba la boca y los ojos; y siempre le gustó llevar el pelo más largo. Cuando éramos chicos, un juego habitual era que nos disfrazara de mujer tanto a todos mis primos como a mí. Desde muy chica le gustó todo lo femenino. Vestirse con ropa de mujer no era una obsesión, sino un gusto, una forma de ser”.
-¿Qué actitud manifestaba tu papá hacia tu hermana?
-En el primer capítulo de la serie se rescata eso, donde se puede ver cómo él la abraza. Mi padre era militar retirado, más serio, un tipo de pocas palabras. Cuando mi mamá se puso tan mal, él no dijo nada; pero recuerdo conversaciones entre ellos donde él le decía: “¿Qué querés que hagamos, querés que la mate? ¿Te vas a poner contenta si la mato? Hay que aceptarlo”. Mi viejo aceptó la situación. Fue muy loco, porque siendo militar, machista, en él primó el amor. Ahí radica la diferencia con otras personas trans, o travestis -como se decía en aquel momento-, a los que sus familias rechazaban. Nosotros siempre le dimos amor. Yo siempre la entendí. Cris tenía una inteligencia impresionante.
-Evidentemente había un gran diálogo entre ustedes.
-A veces, yo le quería hablar de algún tema y ella terminaba dándome consejos a mí. Se juntaron varias cosas, belleza, estética y la cabeza, por eso logró lo que logró.
-Además, estudiaba odontología.
-Era universitaria, leía, y logró ser lo que quiso ser.
Para Esteban Virguez, la convicción de su hermana cobra mucho más valor dado el contexto en el que se vivía: “Rescato su valentía, porque en esa época había mucha discriminación en la sociedad. Incluso, los chicos que no se vestían como una mujer, pero eran gays, trataban de impostar la voz, porque también eran discriminados; pero ella siempre actuó en base a sus sentimientos, no dejó que la sociedad impidiera que fuese feliz haciendo lo que hacía”.
-¿Siempre mantuviste la misma posición hacia ella?
-Cambié mi cabeza, en los noventa me daba vergüenza decir que era el hermano de Cris Miró, pero luego colaboré con el libro de Carlos Sanzol y ahora con la serie.
Estrella
Cris Miró debutó como vedette en el teatro de la calle Esmeralda en 1995, cuando formó parte del espectáculo Viva la revista el Maipo, que marcó una reformulación del tradicional género y el relanzamiento de la histórica sala que acababa de ser adquirida por el empresario Lino Patalano. Aquel cuadro en el que salía desde una abertura en el techo y aparecía “volando” sobre la platea, fue una bella, poética e impactante carta de presentación de la nueva figura que rápidamente llamó la atención de todos.
“A ella la descubrió Juanito Belmonte, pero de esa parte de su vida conozco poco, porque ya es un ámbito no familiar”, sostiene Esteban Virguez. En la biografía escrita por Carlos Sanzol, se cuenta con lujo de detalles el atravesamiento de Belmonte, el bueno ojo de Patalano para sumarla a sus filas y aquella audición a la que Cris llegó en bicicleta, se montó con otras ropas en el camarín y audicionó buscando cumplir su sueño de artista de las grandes ligas.
Antes, se había producido su paso por boliches, donde podía bailar improvisadamente arriba de los parlantes, hasta realizar sus performances escénicas en diversos reductos visitados por la comunidad homosexual, que comenzaba a volcarse con mayores libertades dentro de la llamada “primavera alfonsinista”, en los albores de la democracia, aunque aún en un contexto con mucho prejuicio y discriminación imperante.
“Siempre le gustó el arte, antes de debutar en el Maipo hizo teatro en salas escondidas en subsuelos y solo con el nombre de Cris, donde ya era muy conocida”, recuerda el hermano. El “Miró” llegaría a instancias de su representante y en referencia a su belleza plástica y etérea, como una pintura del artista catalán que volcó gran parte de su obra al arte abstracto. “Teníamos tan buena relación que me invitaba para que la fuese a ver a esos espectáculos; para mí era un mundo desconocido, que estaba literalmente en el subsuelo”.
-¿Algún momento que recuerdes especialmente?
-A los veintipico de años, me había peleado con una novia y, durante un fin de semana, me invitó a ir a bailar. “Sacate esa cara que tenés y vení conmigo, el lugar te va a encantar”, me dijo. A mí me asustaba la idea, porque ella iba a lugares a los que yo no iba. Finalmente, me puse un jean y una camisa a cuadros, que a Cris no le gustaron. “Estás repacato, te voy a lookear”, me dijo y me vistió de nuevo, me puso gel en el pelo y quería que llevara lentes de contactos, pero mis ojos no los soportaron. Como aún era una época donde estaba prohibido que la gente se vistiera con ropa del género opuesto, su atuendo era ambiguo, ni hombre ni mujer, pelo atado y ropa suelta. En realidad, no era un hombre, pero tampoco una mujer.
-¿A qué sitio te llevó?
-A un boliche gay de Junín y Santa Fe, fue un gran impacto para mí. Cuando entró Cris, cambiaron la música y ella se puso a bailar. Yo no podía creer lo que estaba viendo, era la persona más famosa del boliche. Estaba orgullosa que yo viera eso, porque, lo que no había podido lograr en otros ámbitos, en su ambiente era la número uno.
Este año, la artista y performer cumpliría 59 años, pero su fallecimiento, a los 33, detuvo su imagen allí. En el imaginario colectivo, perdura como esa mujer imponente de 1.89 de altura, pelo renegrido, mirada penetrante y la piel lozana.
-Cuando comenzó a jugar en las grandes ligas del espectáculo, ¿cómo viviste su conversión a figura pública, donde todo un país hablaba sobre ella?
-Si primero no pude creer su valentía para decir que era gay y llevarme a los boliches, cuando la vi en un programa de televisión, por primera vez, fue impactante. Se hizo popular de un día para otro, todos las querían tener en sus ciclos, se había convertido en la persona más famosa de Argentina. Veía todo eso y no podía entender cómo se animaba a ir a comer con Mirtha Legrand o a estar con Susana Giménez o Marcelo Tinelli. Era ambiguo para mí, por un lado, me daba vergüenza decir que tenía un hermano gay o trans, pero también estaba orgulloso. En mi cabeza había un conflicto interno.
“Se fue ganando el amor de la gente. Todos fueron cambiando su cabeza, incluido yo. Cuando el periodista Carlos Sanzol me llamó por el tema del libro, yo también había cambiado, estaba muy orgulloso, quería que la gente se enterara de lo que Cris había logrado”, asegura.
-La actitud de tu mamá hacia ella, ¿también fue cambiando?
-Sí, cuando se hizo famosa, la aceptó. Es más, tenía cierto “cholulismo”, hasta le hicieron notas en televisión y hablaba con orgullo sobre su hija. Los domingos, venía Enrique Pinti a comer los canelones que preparaba mi mamá, compartía nuestro ambiente familiar. Los fines de semana, yo hacía asado y Cris y mi mamá se encargaban de lo dulce, llevábamos una vida familiar normal.
El final
-Más allá del inevitable dolor, ¿cómo atravesaste sus últimos tiempos de vida?
-Fui el primero que supe sobre su enfermedad. Me comentó que era VIH positivo no sólo porque era su hermano, sino en mi condición de médico. Estaba tomando las drogas, me dijo que se iba a curar. No quería que se enterara nadie, en esa época se la llamaba “la peste rosa”.
-Una estigmatización muy cruel.
-Ella estaba en un gran momento de fama y contar esa noticia, en una época con tantos programas de chismes, hubiese sido un garrotazo. Hasta el último día, su deseo fue que no lo supiera nadie, ni siquiera mi mamá. Confié en que iba a salir todo bien, pero tuvo alguna enfermedad colateral provocada por la baja de las defensas. Le agarró un linfoma, que es un cáncer linfático, que terminó destruyéndola. Fue repentino, porque venía sobrellevándolo, pero fue cuestión de días cuando se puso muy mal. Estuvo internada pocos días y falleció. Y quiero decir algo…
-Te escucho.
-Mucha gente dice en televisión “yo estuve hasta el último día”, pero nadie estuvo ahí, estuve yo solo. Durante los últimos tres días, estuve metido en la habitación con ella. En la puerta había un cartel prohibiendo la entrada. También estuvieron Sandra, que era la mejor amiga heterosexual de Cris, y Jorgelina, su asistente, y no mucho más. Para el ambiente, para el afuera, había mucho morbo, se indagaba sobre qué había fallecido, para nosotros era muy triste. Mi papá ya había fallecido y mi mamá falleció a los pocos años con una depresión total.
-Cris, ¿era consciente que se acercaba el final?
-No hablábamos sobre eso, ella confiaba en los médicos.
-Vos sí tenías certezas sobre el cuadro.
-Tres días antes de su muerte, los médicos ya me habían dicho que todos los órganos estaban fallando, que el pronóstico era muy malo y que no había vuelta atrás. Al ser médico, me hablaban de igual a igual. De hecho, cuando ella ya estaba muy mal, mis colegas me pidieron la autorización para dormirla y que pudiera fallecer sin sufrir. Eso sucedió a las nueve de la noche y ella murió al otro día al mediodía.
-¿Qué fue lo último que hablaron entre ustedes?
-Antes que la durmieran, ya con mucha dificultad respiratoria, me dijo: “Hermanito ayúdame, hacé algo, me siento muy mal”. Cuando vi esa escena, autoricé a que la durmieran. Esto que te cuento es muy triste, por eso nunca lo conté con tanto detalle.
-Entiendo que mucho de lo que logró Cris en su vida y en su carrera fue porque estaba vos al lado como un enorme puntal.
-Participé en las cosas buenas que le pasó, no me arrepiento. Ahora estoy contento con la salida de la serie, creo que está hecha con mucho amor, le sacaron morbo a la historia, a diferencia de lo que sucedía en los programas periodísticos de aquella época, como, por ejemplo, los de Lucho Avilés.
-No estamos hablando de tanto tiempo atrás, la sociedad evolucionó rápidamente.
-Los trans no podían estar en la televisión y ella lo logró, pudo mostrar allí su libertad, se mostraba cómo era y lo podía explicar con las palabras correctas, de una manera inteligente. Ahí empezó a cambiar todo para mucha gente. Hizo lo que quiso y encontró un espacio de libertad, donde no le importaba lo que le decían, estaba adelantada en el tiempo, pasaba por encima, sobrevolaba la maldad de la época.
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