Presentó a figuras de la talla de Liza Minnelli, Isabel Pantoja y Luis Miguel y fue el histórico animador de Festilindo, un ciclo por el que aún hoy la gente lo para en la calle; un profesional cuya vida es una bitácora de anécdotas
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Su voz es tan poderosa que uno podría imaginar que no necesita de ese artilugio llamado micrófono para hacerse oír a la distancia. Es de esa generación de locutores y periodistas de dicción perfecta que le hacen honor al buen decir.
En la búsqueda de nuevas aventuras, y si con una estupenda carrera en los medios de comunicación no le bastara, ahora se desafía en su debut como actor en teatro de la mano del prolífico autor y director Manuel González Gil. Miguel Core abre la puerta de su casa, un refugio inmenso en Palermo, que hasta incluye sala de ensayo y un estudio de grabación. Saluda y el interlocutor ya siente que está ante una voz que acompaña desde hace décadas desde la radio y la televisión. No hay dudas, es él, el hombre que condujo éxitos televisivos que superaban los cuarenta puntos de rating y que entrevistó y presentó a casi todos, desde Liza Minnelli y Roberto Gómez Bolaños a Isabel Pantoja y el mismísimo Luis Miguel.
Show fantástico, Sábado de todos, Sábados musicales, A todo color... Mencionar los programas ómnibus que condujo Miguel Core se convertiría en un minucioso trabajo de antropología. Jamás se detuvo. Pasó por todos los canales donde fue una figura funcional y que podía ir de dar la noticia más cruda a las entrevistas a personajes de farándula o animar espacios de entretenimientos. También colaboró con Don Francisco, esa leyenda a cargo de Sábado gigante, con trascendencia en todo el continente.
“No me gusta criticar a mis colegas, pero debo reconocer que a la televisión actual la veo anárquica, muy diferente a ese medio donde me formé, que tampoco era un jardín de rosas”, argumenta de entrada el periodista, quien hasta se dio el lujo de trabajar codo a codo con Mirtha Legrand en un show televisivo de la provincia de Misiones, que fue un suceso de audiencia en aquella provincia.
Sobre tablas
“Interpreto a Jorge Conti, el conductor del programa Las dos campanas, que se emitió por Canal 11″, explica Core en torno al rol que le toca cumplir en Rucci-Tosco, el debate, la obra que recrea el acalorado intercambio de ideas de los dirigentes sindicales José Ignacio Rucci (a cargo de Fabián Vena) y Agustín Tosco (personificado por Gabriel Rovito), que fue emitido -en vivo- el martes 13 de febrero de 1973.
Además de Conti, la conducción también estuvo a cargo de Gerardo Sofovich, quien en la pieza es personificado por Sebastian Dartayete. Los actores Enrique Dumont y José Bella son los responsables de relatar el episodio desde la personificación de dos camarógrafos. “En aquel debate confluyeron dos referentes del sindicalismo argentino desde dos vertientes diferentes”, aclara Core, gran conocedor de la historia política de nuestro país.
Cuando se gestó Las dos campanas, Héctor Ricardo García, dueño del canal, soñaba con enfrentar a dos figuras antagónicas para debatir. Una suerte de herramienta “anti grieta”, cuando tal concepto no estaba instalado en la sociedad argentina.
–En su momento, ¿fuiste televidente de ese programa?
–Sí, recuerdo claramente aquella noche.
–Te toca interpretar a Jorge Conti, pero también el ciclo contó con la presencia de Gerardo Sofovich.
–En ese programa, Gerardo, que era guionista, director y productor, debutó como conductor.
–¿Se conservan imágenes del encuentro de Rucci y Tosco?
–No, sugestivamente esos tapes fueron borrados. Después de la salida al aire de aquel programa, el ciclo duró una semana más al aire y fue levantado, no eran tiempos para esos atrevimientos.
–¿Recordás algún otro “enfrentamiento” televisado?
–En el ciclo hubo una emisión memorable con Ringo Bonavena y Goyo Peralta y otra con César Luis Menotti y Carlos Bilardo.
Si bien sorprende la presencia de Miguel Core sobre un escenario, lo cierto es que, décadas atrás, se probó en el rol de actor en el recordado ciclo Teatro como en el teatro, de Nino Fortuna Olazábal. “Eran papelitos muy chiquitos”.
En esa época, el locutor formaba parte de Pantalla gigante, otro espacio que algunas generaciones aún mantienen vivo en su memoria y cuyo staff estaba conformado por un dream team integrado por Jorge Jacobson, Emilio Ariño, Juan Alberto Mateyko y Lidia Durán. En 1983, también se probó en un rol diferente cuando formó parte de Argentina, vamos a cantar una historia, junto a Susan Ferrer, su esposa, y César Pierry. “Me hicieron bailar, pero soy pata dura”.
Nuevos lenguajes
“Es un tiempo de cambios muy grandes”, reconoce Miguel Core en torno a la realidad de la radio y la televisión. “Sin ser juez de nada, debo decir que me inquietan los contenidos”.
–¿Por qué?
–Veo mucha falta de respeto, agresión, pero la agresión también está expuesta en los organismos de gobierno, quienes nos tienen que dar calma son los que nos gritan, y los medios reflejan eso.
-¿Qué opinión te merecen los canales de streaming y la posibilidad que las radios tradicionales cuenten con cámaras en sus estudios?
–Hubo un adelantado en todo eso...
–¿Imagen de radio?
–Exacto. El adelantado no fue Pedro de Mendoza, sino Juan Alberto Badía. Siempre les digo a los jóvenes que el desenfado es maravilloso y que es interesantísimo tener todo al alcance de la mano a través de la tecnología, pero también les remarco que hubo generaciones anteriores que fueron abriendo puertas, marcando un rumbo, haciendo camino. Hay que tener respeto por la historia.
–¿Considerás que algunas propuestas de streaming se manejan con un exceso de informalidad?
–A veces, me choca un poco el lenguaje que utilizan.
–En no pocos casos, se observa que los conductores se sientan a la mesa sin nada previsto, asemejándose a un encuentro de amigos en un bar.
–Sucede con frecuencia, aunque no en todos los casos.
–¿Qué streamers te gustan? ¿Pedro Rosemblat, Migue Granados, Nico Occhiato?
–Pedro me gusta mucho, porque, además de ser disruptivo, tiene un pensamiento detrás, está formado. Hay un montón de gente que es así, hay muchos nombres valiosos.
–De los conductores televisivos de este tiempo, ¿quiénes te interesan?
–Iván de Pineda me gusta mucho, se nota que cuenta con formación y conocimiento sobre lo que habla y sin estridencias; Guido Kaczka me parece excelente profesional y tiene una gran idea del negocio en este tiempo tan complejo; Santiago del Moro es un buen conductor que maneja mucho de la sobriedad de la gente de mi generación.
–Pensando en sobriedades, nunca estuviste vinculado a un escándalo.
–Jamás me interesó eso. Cuando me separé de una pareja que también era del medio, me llamó Héctor Ricardo García para entrevistarme y darme la tapa de Crónica, pero le dije que no. Me respondió que “era un tonto, que no me sabía manejar”, pero jamás me interesó publicitarme de esa forma.
–García se quedó sin la nota...
–La escribió igual, aunque yo no le había concedido el reportaje.
–¿Puso palabras en tu boca sin que vos lo hubieras dicho?
–Sí, así era él.
–¿Te enojaste?
–No, me reí, éramos amigos.
De la mano de Romay
Miguel Core llegó a la televisión cuando contaba con 14 años, hace exactamente cinco décadas. “Estuve al lado de gente muy importante y vi de todo”.
–¿Cómo se produce tu ingreso a la televisión?
–Aún no había terminado la secundaria cuando ingresé como cadete a Canal 9. Trabajé en la oficina de prensa y llegué hasta formar parte del primer Nuevediario, en cuya redacción había nombres como el de José Gobello.
–¿Cuándo fue la primera vez que enfrentaste una cámara?
-Una mañana de 1969, se había producido un hecho policial en Quilmes y no había un cronista disponible para enviar a cubrirlo, entonces el director de Nuevediario, Alberto Rudni, me mandó a hacer la nota.
–¿Qué edad tenías?
–18 años.
Dado que había trabajado en el área de compaginación, grabó aquella cobertura prácticamente con una edición ad hoc que permitió que inmediatamente fuera puesta al aire. “Se asombraron tanto que me declararon la ‘rueda de auxilio’ de Nuevediario; cuando un cronista faltaba, me enviaban a mí”. Eran tiempos donde el dueño del canal era Alejandro Romay.
–¿Cómo era el “Zar”?
–Era especial e irrepetible, diferente a todos; contradictorio y muy justo con lo que trabajaban con él. ¿Te puedo contar una anécdota personal?
–A eso vine.
–Yo había cumplido los 17 años cuando, inesperadamente, murió mi papá y mi familia terminó quedando a mi cargo, con una mamá enferma y dos hermanos menores. Recuerdo que el día de su muerte fui a la oficina de personal a pedir un adelanto de mi sueldo que me fue denegado. Caminando por un pasillo del canal me crucé con uno de los secretarios de Romay, quien me preguntó cómo estaba, a lo cual le respondí que muy mal ya que, al dolor que estaba atravesando, se sumaba que no me habían dado el adelanto para poder pagar el funeral de mi viejo. Inmediatamente, este hombre me llevó a hablar con don Alejandro (Romay), quien se enojó mucho por lo sucedido y se comunicó con el jefe de Personal para solucionar el tema.
–¿Te otorgaron el adelanto?
–Romay ordenó que me adelantaran cuatro sueldos, pero también me consultó cuántos hermanos tenía y me dijo: “La semana que viene venime a ver, así ellos también ingresan a trabajar en el canal”. Mi hermana no quiso, pero mi hermano entró como cadete y se convirtió en un gran camarógrafo, fue una de las cámaras del Mundial ‘78.
–¿Cómo era Héctor Ricardo García?
–Muy parecido a Alejandro Romay, tenía mucha calle porque se había iniciado como reportero gráfico. Una tarde, pasé por la puerta de su oficina y, cuando me vio, me hizo entrar. “Miguel, ¿qué le parece este muñeco? Dígame la verdad”, me interpeló mostrándome un muñequito que realmente era feo. “Mucho no me gusta”, le respondí. Inmediatamente le dijo al hombre que lo había fabricado: “¿Se da cuenta? Esto es una porquería”. Me fui con mucha culpa, le había arruinado el negocio a una persona que quería hacer el merchandising de Croniquita.
Fenómeno para las infancias
–Fuiste el conductor de Festilindo, un programa que marcó a toda una generación de niños y que cuenta con fans hasta el día de hoy.
–De ese programa surgieron Pablo Ruiz, artistas del teatro musical como Débora Turza e Ivanna Rossi. Luciano Pereyra compitió y salió segundo, en una final que se hizo en el estadio de Ferro ante cincuenta mil personas.
–¿Cómo recordás el programa?
–Todavía me alimenta el alma encontrarme con aquellos chicos que lo veían o que habían participado. Lo que me mueve un poco el piso es que, a veces, se trata de señoras canosas que me dicen: “Canté en Festilindo”; eso me hace tomar conciencia del tiempo que pasó.
Dulce hogar
Miguel Core lleva más de cuarenta años de matrimonio con Susan Ferrer, la cantante que es una indiscutida estrella del teatro musical argentino. Juntos tuvieron a Anahí, quien continúa el legado artístico de su madre, pero Miguel también es padre de Mariano, fruto de un matrimonio anterior.
Discreto, el periodista prefiere no ahondar en sus tiempos de soltería, cuando novió con algunas mujeres destacadas del ambiente artístico. Susan anda cerca y no es cuestión de generar celos innecesarios sobre vínculos perimidos allá lejos y hace tiempo. “La relación con Susan comenzó en 1980, pero nosotros nos conocíamos de mucho antes”.
–¿Cómo nació el noviazgo?
–Ambos trabajábamos en Canal 9. Así como, de lunes a viernes, era parte de Nuevediario, los fines de semana era asistente de producción de Sábados de la bondad, conducido por Héctor Coire, programa donde Susan cantaba con su hermano, ya que juntos conformaban el dúo Susan and Bill. En esa época, yo era más amigo de su hermana, incluso la visitaba en su casa.
–Entonces...
–En 1980 iba manejando y la veo a Susan caminando, me detengo y la saludo.
Sin embargo, nada sucedió en ese encuentro casual. Azares del destino, tiempo después, el dueño de Castello Vecchio, una emblemática casa de shows de La Boca, le pidió que le grabara la voz de las publicidades del lugar. Cuando Core llegó, se encontró con quien luego sería su esposa ensayando, ya que esa noche debutaba allí.
Invitado por su amigo, Core presenció el show y luego participó de una cena en la que también estuvo la cantante. A las pocas horas, un medio inventó un romance entre ellos. Fue una noticia anticipatoria, porque, si bien aún no estaban vinculados sentimentalmente, no tardaron en ponerse de novios.
–Un visionario el periodista que público la información...
-En realidad, fue un chisme inventado por el dueño de Castello Vecchio para promocionar el show. Le salió bien, porque el espectáculo fue un éxito y a los pocos días, Susan y yo nos entrelazamos.
–Una pareja que fue “diseñada” por un tercero...
–Enseguida, Susan se quedó a vivir en mi casa, pero eso llevó a que lo tuviera que echar a Luis Cella, quien, años después, sería el productor de Susana Giménez.
–¿Qué hacía Luis Cella en tu casa?
–Éramos amigos de la adolescencia y, cuando se separó, le ofrecí un lugar. En ese momento, él trabajaba en la producción de Mónica presenta. Me dolió echarlo, pero vivíamos en un monoambiente con las camas separadas por una mampara.
–Susan y vos son figuras públicas, ¿cómo se sostiene una pareja donde ambas partes trabajan en el medio?
–La vida no es un jardín de rosas siempre, hemos atravesado tiempos complicados, pero, cuando tenés ganas de defender lo que tenés, lo defendés. Tenemos a Anahí, una hija maravillosa, nietos; mi hijo Mariano, de mi primer matrimonio, es más amigo de Susan que de mí.
–Además de los períodos democráticos, trabajaste en tiempos de gobiernos de facto y censuras, ¿qué sucedía dentro de los canales?
–En la época de la última dictadura militar, a Canal 9 lo manejaba un interventor que publicó una lista con los empleados que eran homosexuales y a los que terminó echando.
–¿Una lista?
–Una lista que pegó en las paredes del canal. Quienes no figuraban ahí se callaban la boca, porque no querían integrarla. En esa época se estigmatizaba a los comunistas, a los homosexuales, a los que se consideraba “diferentes”. Cuando ATC comenzó a ser un éxito, un interventor del canal se cruzó con una productora que tenía el pelo enrulado y le dijo: “Nena, tenés que peinarte para trabajar acá”.
–¿Por qué no hay recambio de divas y seguimos hablando de Mirtha Legrand y Susana Giménez?
–Porque el medio no genera los espacios propicios para que surjan nuevas figuras, no hay producción.
–¿Te gusta la nueva temporada de Susana?
–Sí, tiene un gran equipo detrás, Susana es Susana. Es inteligente, pícara, tiene todo lo que funciona en el medio, hasta lo que hace mal lo capitaliza.
–¿Y Mirtha Legrand?
–Es un milagro, es maravillosa.
–Trabajaste con ella en Misiones...
–Yo hacía, en Canal 12 de Posadas, un programa de larga duración que se llamaba Mano a mano con usted, cuyo productor tenía el sueño de contar con Mirtha como madrina, algo que se logró. Ella iba, cada año, al cierre de la temporada del programa, participaba de los sorteos de uno o dos autos y coconducía conmigo algunos fragmentos.
–¿Compartían momentos extra laborales?
–Siempre íbamos a cenar, pero antes, le gustaba tomar cerveza con una picada. Me hacía sentir muy bien, era una mujer muy agradable, interesante. Lo sigue siendo.
Así como Miguel Core se sorprende de su nuevo rol en el teatro, su presente también lo encuentra frente a los micrófonos radiales, medio en el que se permite ofrecer la música que más le gusta y entrevistar a figuras de lo más diversas, en un clima muy alejado a la vorágine televisiva. “Me encanta hacer radio, es una forma de comunicar que hace que la gente te lea hasta el alma”.
–Se fue desdibujando el rol del locutor, ¿te incomoda que actores y modelos oficien de conductores de televisión?
–No, para nada, solo me molesta cuando lo hacen mal.
–¿Te gustaría volver a la televisión?
–Me interesaría más seguir transitando el camino del actor, pero, antes, formarme para eso.
Rucci-Tosco, el debate, sábados y domingos a las 20, en el Teatro Augusto Timoteo Vandor, Hipólito Yrigoyen 4265. Buenos Aires querido, miércoles a las 22 por AM 770 Radio República
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