Con la entrevista a Meghan y Harry, Oprah Winfrey le recordó a todos por qué es un mito viviente de la TV
La conductora cosechó elogios por su empatía, firmeza y rapidez de reflejos; tras años alejada de las noticias, refrendó anoche su estatus central en la industria del entretenimiento en su país
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Una expresión de asombro en los ojos, la boca abierta y los reflejos rápidos para continuar preguntando después de haber escuchado revelaciones sorprendentes. En su charla televisiva con Meghan Markle y el príncipe Harry, Oprah Winfrey encapsuló lo que significa ser una excelente entrevistadora, no solo con las preguntas que supo hacerle al matrimonio sino también con esas expresiones que demuestran una cualidad indispensable para realizar una buena entrevista: la empatía.
Es esa capacidad para ponerse en el lugar del otro, sin dejar de lado la necesidad de cuestionar o ahondar en lo que el entrevistado está diciendo, lo que la convirtió en una de las conductoras más famosas de los Estados Unidos. Gritar “¡¿qué?!” cuando Meghan se refirió a las conversaciones de la familia real británica sobre el color de piel que tendría su hijo Archie, replica la reacción lógica que la mayoría de los televidentes tuvieron en ese momento. Pero darle vueltas a las preguntas para intentar que Harry explicara los contenidos de esa conversación es lo que demarca su capacidad profesional como entrevistadora.
Esa combinación es la que hace de Oprah una figura tan fuerte. Ella es una celebridad del mismo calibre que sus entrevistados pero también es capaz de reaccionar como lo hace su público. Es una intermediaria ideal, con la empatía como valor máximo pero siempre acompañada por la firmeza y la curiosidad necesarias para preguntar lo que todos quieren saber.
Con la entrevista a Meghan y Harry, Oprah le recordó al público por qué alcanzó el estatus de mito viviente. En los Estados Unidos es una figura a la que se alaba casi con unanimidad pero, a juzgar por los comentarios de la prensa y en las redes sociales, muchos habían olvidado los motivos por los que la conductora se hizo tan famosa. Claro que el estatus de mito no sólo tiene que ver con su talento para entrevistar. Oprah encarna el sueño americano a la perfección: construyó ella misma su carrera y fortuna, enfrentando los obstáculos que ese mismo sistema le puso en el camino. Y fueron muchos.
Nació en una zona rural de Mississippi, en 1954, hija de una madre adolescente y soltera (su nombre proviene de un error en la escritura y pronunciación de Orpah, de origen bíblico). Según ella misma relató, desde los 9 años fue abusada sexualmente por familiares y amigos de la familia. A los 13 se escapó de su casa y un año después tuvo un bebe, que nació prematuro y murió pocos días después.
Luego de mudarse con su padre a Nashville, Oprah pudo terminar el secundario y obtuvo una beca para estudiar comunicación en la Universidad de Tennessee. Después de ganar un concurso de belleza consiguió un trabajo en la radio y luego en la TV local. Un ciclo de entrevistas, People Are Talking, le abrió la puerta de Chicago, donde se convirtió en un enorme éxito. Luego llegó la oportunidad de actuar en El color púrpura, de Steven Spielberg, film por el que fue nominada al Oscar.
The Oprah Winfrey Show debutó en 1986, el mismo año en el que comenzó su relación con Graham Stedman, quien aún hoy es su pareja. El talk show la consagró como una de las personalidades más reconocidas de los Estados Unidos y le permitió amasar una fortuna valuada en 2800 millones de dólares. Su imperio multimedia abarca películas y telefilms; un canal de cable, OWN, así como libros, revistas y numerosos contratos publicitarios.
El activismo de Oprah es parte integral de su imagen. Sus millonarias donaciones, su trabajo por la educación de las niñas en Sudáfrica y la ayuda a las víctimas del huracán Katrina cimentaron su autoridad moral. Durante la presidencia de Bill Clinton contribuyó a la aprobación de una ley de registro de abusadores de niños.
En el comienzo de los premios Globo de Oro de 2018, el conductor Seth Meyers hizo un chiste sobre la posibilidad de que Oprah Winfrey fuera candidata a la presidencia de los Estados Unidos, recordando que cuando condujo la cena de corresponsales de la Casa Blanca, en 2011, había bromeado con que Trump no estaba capacitado para ser presidente. “Hay quienes dicen que eso lo convenció de postularse. Así que, si eso es cierto, solo quiero decir: Oprah, ¡nunca serás presidenta! No tienes lo que se necesita”, bromeó Meyers. Más tarde, la conductora recibió el premio Cecil B. DeMille y ofreció un discurso digno de una candidata a la presidencia, centrado en el tema que dominó la ceremonia: los abusos sexuales y de poder cometidos contra las mujeres. Para el final de la velada, “Oprah 2020” era bastante más que un chiste.
La conductora, actriz y productora parecía en ese momento la contracara de Donald Trump. Una celebridad multimillonaria pero con otros valores, que podría enfrentarse al ahora ex presidente cuando éste buscara su reelección. Finalmente, Oprah no se presentó como candidata pero todavía podría hacerlo. Claro que ser mujer y afroamericana es una combinación difícil para alcanzar uno de los puestos políticos más poderosos del mundo. Pero su historia personal está marcada por la superación y la idea de que cada uno crea su propio destino, a pesar de todo.
Es probable que Oprah no tenga una candidatura entre sus planes. Lo que es seguro, después de la entrevista con Meghan y Harry, es que el público reclamará su regreso a las entrevistas, ese arte en el que se destaca como pocos, a fuerza de empatía y firmeza.
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