Con emoción y muy buen rating, La Voz Argentina demostró que todavía se puede confiar en el poder de la TV abierta
Más allá del nombre de su eventual ganador, el programa funciona gracias a un espíritu motivacional que este tiempo de pandemia logró reforzar todavía más
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¿Cuál es el objetivo de un programa como La Voz Argentina? Si lo medimos desde la única perspectiva del éxito de sus ganadores, los resultados no son demasiado halagüeños. Acaba de concluir la tercera temporada del ciclo y quienes triunfaron en las competencias previas (2012 y 2018) hoy pasan inadvertidos. Las crónicas periodísticas dicen que Gustavo Corvalán y Braulio Assanelli están muy lejos de haber alcanzado el sueño de una carrera profesional como cantantes.
No sería justo identificar al programa más visto de la TV abierta local con ese único propósito. Sobre todo después de lo que pasó en la velada final de la temporada 2021, transmitida en vivo este domingo y marcada tanto por un altísimo rating como por su elevado voltaje emocional, compartido por participantes, jurados y espectadores.
La consagración por amplio margen del cordobés Francisco Benítez, gracias al voto del público, explica de muchas maneras la razón de ser del programa y por qué este tipo de reality shows competitivos con sello artístico marca claras diferencias sobre todo el resto de la programación de los canales de aire. Hasta podría decirse que gracias a ellos la televisión abierta y generalista puede sobrevivir en un escenario mediático, social y cultural que hace tiempo que la identifica como una especie que camina hacia la extinción.
Hay más de una razón para creer que ese vaticinio está equivocado. La primera son los 17 minutos completos de tanda publicitaria que precedieron al anuncio del ganador, a lo que hay que sumar una considerable cantidad de menciones de marcas auspiciantes durante el programa. Marley dedicó tanto tiempo a los PNT como a los competidores. Todavía hay confianza en el interés que puede despertar la TV de aire, por más que se insista en el abuso de forzar la fidelidad del público empezando mucho más tarde del horario prometido y sometiendo al espectador a una espera interminable antes del desenlace.
La segunda es el poder de convocatoria que sin lugar a dudas el programa tiene más allá de la propia pantalla original que lo transmite. La Voz Argentina funciona muy bien en las redes sociales y los dispositivos musicales del streaming. Desde estos espacios mediáticos tan pródigos y fáciles de multiplicarse a través de Internet, la competencia se retroalimenta de manera constante y el público se siente así tan protagonista como los participantes. Tiene ganas de tomar partido, comprometerse y opinar. La cifra final de votantes citada por Marley (4.600.000 personas) es extraordinaria, aunque más de uno cuestionará en las próximas horas la verosimilitud de las cifras.
Un tercer factor aparece en la competencia misma, cuya concepción parece ser mucho más importante que el nombre de su eventual triunfador. La Voz Argentina es el tipo de idea televisiva que mejor responde a un término que en inglés se conoce como “inspirational” y alude a personas o circunstancias entendidas y reconocidas como ejemplos de superación, coraje, templanza y humildad.
Esa materia tan sensible no podría adquirir la dimensión que tiene en el programa si no estuviese equilibrada por algún elemento mucho más consciente. Programas como La Voz Argentina muestran la sofisticación a la que llegó el diseño de los reality shows competitivos después de varios años de ensayos y errores. Ahora, la maquinaria funciona de manera casi automática, con el aprovechamiento integral de las historias de vida de los competidores y una sabia distribución de dosis de azúcar a lo largo de la competencia. Sin una gran estructura de casting que ponga en juego ese dispositivo y sin melodrama durante la fase competitiva este tipo de propuestas no alcanzaría el éxito que tienen.
Finalmente, para que todo funcione también hay que mostrar talento. Y la combinación más sólida, eficaz y genuina de talento y emoción fue la que llevó al triunfo a Benítez, un muchacho de trato respetuoso, sensibilidad a flor de piel, humildad a toda prueba y abrumadora sencillez que también sobrellevó a lo largo de la competencia el condicionamiento de su tartamudez.
Que haya ganado alguien con las características de Benítez, habitante de una pequeña localidad cordobesa (Colonia Tirolesa), también consolida el sentido federal del ciclo. Esta es una de las fortalezas de La Voz Argentina y desde ella también puede explicarse el desenlace. El voto popular mayoritario hacia Benítez se apoya en la identificación masiva del público con una voz muy predispuesta a lucirse en el repertorio folklórico argentino y latinoamericano, y también en las aproximaciones de nuestros ritmos nativos a buena parte de la música internacional cantada en nuestro idioma.
En ese sentido es muy notable la inclinación mayoritaria del voto hacia Benítez y que haya quedado segunda Luz Gaggi, una chica de fuerte personalidad y con un camino que puede llevarla a construir un estilo propio. Pero el veredicto indica que el público prefiere escuchar en La Voz Argentina canciones cantadas en español más que en inglés, idioma del que se nutrió gran parte del repertorio de Gaggi. No en vano Ricardo Montaner la definió como la voz más “exportable” entre los cuatro finalistas, un dato que está en línea con el liderazgo de Gaggi en lugares como Spotify.
Todo ese espíritu motivacional que rodea a La Voz Argentina tal vez explique también por qué esta tercera temporada alcanzó mayor repercusión que las anteriores, a pesar de que no hay diferencias entre ellas en cuanto al despliegue de producción, las características visuales y las distintas etapas de la competencia. El envase es siempre el mismo, pero esta vez todo resultó más intenso y comentado. Con un solo y determinante matiz presente en esta oportunidad. El único gran detalle que distinguió a La Voz Argentina 2021 de las anteriores fue la pandemia. En este contexto es inevitable que hayan adquirido mayor fuerza las instancias más emotivas del ciclo. El afán de superación que identifica a la competencia se hizo más visible que nunca.
Que junto con el nombre del ganador se haya confirmado una cuarta temporada en 2022 ya era a esa altura inevitable. Además de un éxito de rating y un alarde de producción para estos tiempos flacos que vive nuestro país, La Voz Argentina ya se convirtió en una necesidad para Telefe. La repetida difusión del concierto que compartirán varios de los participantes de este año, previsto para el sábado 18 en el Movistar Arena, vislumbra movimientos pensados para hacer un aprovechamiento integral del programa.
Mientras tanto, muchos sueñan y esperan que la próxima temporada cuente con el mismo plantel de jurados. Entre Lali Espósito (cada vez más dueña de una presencia escénica extraordinaria), el espíritu sentimental de Soledad Pastorutti y la habilidad del clan Montaner para no pasar nunca inadvertido se logró una química que seguramente el canal querrá seguir aprovechando. En la búsqueda de este tipo de continuidades también aparece el verdadero objetivo de La Voz Argentina.
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