En una producción exclusiva para ¡Hola! el mejor del mundo "cuelga los tacos de polo" en la cuna de los más cotizados petisos
En la soledad de su campo en Córdoba, adonde se retiran cada año cuando termina la temporada argentina de polo, Adolfo Cambiaso (40) y María Vázquez (41) viven sus últimos días en el país antes de encarar la primera escala anual de su tour internacional de polo. Se los nota muy relajados: ofrecen un asado puertas adentro a la espera de que pase el diluvio y se revelan como anfitriones atentos y padres supercariñosos. Una vez que la tormenta da un respiro, invitan a salir, siempre escoltados por Mia (12), "Poroto" (10) y Myla (5), que se suman con buena predisposición a las fotos. "Esto es mi fábrica, acá crio, domo, hacemos los caballos y tengo un centro de embriones", cuenta Adolfito. La risa de los chicos resuena por todos lados: mientras Mia decide qué caballos usarán, "Poroto" hace sus mejores acrobacias sobre un petiso y Myla propone ver los conejitos. María, atenta a las necesidades de todos, supervisa a cada uno y confiesa: "Acá es donde nos relajamos, Adolfito desconecta de verdad y se vuelve más creativo y cargamos pilas para los viajes que nos esperan".
Los sueños del tricampeón
Mate en mano, el hombre de Cañuelas es quien abre el juego de la charla. "Fue un año increíble. Más no puedo pedir. Quizás entienda la dimensión de lo que logramos con el tiempo porque ahora no caigo", dispara. Y sigue: "Ahora hay que asumir lo que pasó y seguir".
–Se especulaba con tu retiro…
–En un momento pensé en parar un año, pero a mí me gusta el deporte, tengo 40 años y me encanta el equipo competitivo que logramos, que está para seguir ganando. Mis compañeros, Juan Martín Nero, Pablo Mac Donough y David Stirling, también quisieron que siga. Ahora todo lo que venga será de yapa. También es cierto que sentí dolores tremendos en el cuerpo y el ciático me tuvo muy mal. El año pasado María me acompañó a Nueva York, donde me hice un tratamiento con sangre que me ayudó bastante.
–Tus fanáticos van a estar felices. Es impresionante cómo te ovacionan cada vez que salís a la cancha.
–Es muy gratificante ser reconocido. Y es muy lindo ver que el polo cobra cada vez mayor popularidad. En su momento, Marcelo Tinelli, con quien pegué muy buena onda, nos apoyó con la camiseta y hablaba de nosotros en su programa, con 40 puntos de rating. También fue importante cuando entró el fútbol, con la hinchada de Nueva Chicago que nos venía a alentar. Muchos del ambiente que en su momento me criticaron hoy me tienen que agradecer. Yo siempre lo hice pensando en ayudar al deporte. Encima, ganamos y salimos en la tapa de todos los medios. Sé que eso ayudó a sacar el prejuicio de que si no tenés plata no podés ir a ver polo. Mirar polo sale menos que una entrada de fútbol.
–¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser profesional?
–De chico. Mis viejos vivían de una escuela de polo que se llamaba La Martina Polo Ranch. Ahí empecé a taquear, pero también me encantaba el tenis, así que estaba entre los dos deportes. Pero me apasioné con los caballos. En casa jugaban todos. Mis hermanos, Salvador y Marcial (Socas), vivían de eso, pero no eran profesionales. Mi carrera fue rápida, fui tocado con una varita y sin darme cuenta tenía diez goles. Hoy pienso que fue demasiado rápido, tenía 18 años y siento que no eran merecidos. Tener diez goles significa más que jugar bien: es tener caballos, una organización, ser un referente, alguien responsable. A esa edad no sos referencia de nada. Las macanas que te mandás los chicos las copian. Y eso me pasa hasta el día de hoy. Por ejemplo, a veces lo veo discutir en la cancha a "Poroto" y le pido que no lo haga. Y me contesta: "Pero si vos también lo hacés".
–¿Qué rol juega María en todo esto?
–Fundamental. Estamos juntos desde hace veintún años (quince de casados). Es una gran compañera, una gran psicóloga, en especial en mi carrera, ya que tiene que bancar mis dolores, mis problemas, mis inseguridades. También tiene que lidiar con la logística familiar, con que los chicos mantengan sus rutinas, porque nosotros vamos en bloque a todos lados.
–¿Qué es lo que más valorás de ella?
–Su compañerismo. Desde que nació Mia decidió poner su carrera de a ratos en pausa para acompañarme. Gracias a eso puedo laburar tranquilo. Sería imposible estar tres meses en cada lugar sin mi familia.
–¿Qué te genera que Mia y "Poroto" sigan tus pasos?
–María coincide conmigo: todo tiene que ser natural porque si no van a odiar los caballos. Yo los acompaño, les marco alguna cosita pero no mucho más. Ellos tienen que hacer su propia experiencia. A "Poroto" le va a costar más porque siempre lo van a comparar conmigo. Pero pienso que sin presiones va a encontrar su lugar.
–¿Te gustaría tener más hijos?
–[Se ríe]. Yo quiero, pero María no. Me encantan los chicos. Cuando estamos de viaje, que es la mayor parte del año, estudian en casa, así que al mediodía almorzamos todos juntos y después nos vamos a las caballerizas. Compartimos todo, además de nuestra pasión por los caballos.
–¿Qué es lo que más te cuesta de los viajes?
–Hoy, con la familia, me cuesta menos irme de casa. Además, me acompañan los petiseros, herreros, y veterinarios de siempre. A esta altura, hay lugares que aprendí a que me gusten, como Palm Beach (en Estados Unidos), que lo disfruto. Inglaterra, que es el paso siguiente, me cuesta un poco: no me gusta el clima, las distancias son largas...? Y España es muy lindo, hay buen clima y se come tarde.?
–Desde Kerry Packer hasta Ali Albwardy, tu carrera estuvo marcada por grandes patrones. ¿Qué podés contar de ellos?
–Lo más importante es que todos ellos hicieron y hacen mi trabajo agradable y que los respeto como personas. Ali es un personaje impresionante. Esta es la temporada número 16 que vamos a compartir en el exterior, toda una vida. Antes jugaba con él y ahora lo hago con su hijo. Tenemos una relación más allá del polo, vino acá y compró el hotel Four Seasons, siempre se portó increíble y no te das cuenta de la plata que tiene porque es un tipo supernormal, con muchos valores. Lo mismo que Bob Jornayvaz, mi otro patrón, dueño de Valiente, que se hizo millonario creando unas pastillas de potasio para la tierra. Tenía poco y laburó como loco para cumplir sus sueños. Tim Gannon, dueño de Outback, me dio mi primera oportunidad para armar y organizar un equipo cuando yo tenía 17 años. A los 40 años no tenía nada y con dos socios capitalistas puso Outback Steakhouse. Él era el cocinero e inventó la famosa Blooming Onion y se hizo multimillonario. Él iba a ser el padrino de Mia, pero por esas cosas de los viajes no pudimos coincidir. Me dio laburo durante dieciséis años. Con Kerry Packer (murió el 26 de diciembre de 2005) fue increíble e irreal la vida que me tocó vivir.
–¿En algún momento te costó mantener los pies en la tierra?
–Sí, pero nunca me mareé porque me pasaba por otro lado. Yo quería hacer mi trabajo y llegar a mi casa. Obvio que lo valoraba porque eso me dio la posibilidad de comprar mis caballos. Un día, yo estaba jugando el US Open en Nueva York y Packer me pidió que nos fuéramos porque el lugar no le divertía. Subimos a su avión y llegamos a Las Vegas. En su suite estaba Elton John, y en 15 minutos lo sacaron para que entráramos nosotros. Era un tipo distinto. A mí lo que me encanta del trabajo es que me dio la posibilidad de conocer gente que admiro y de la que terminé siendo amigo, como David Nalbandian o Gabriel Batistuta.
–¿Cómo te hiciste amigo de David?
–Una vez fuimos con un amigo a ver tenis a Wimbledon. Ahí estaba Nalbandian, me acerqué y le conté que jugaba al polo. Justo era la época del Mundial, así que lo invité a comer un asado a casa para ver el partido. Terminó viviendo en casa. Y así pasó cada año que coincidimos allá.
–¿Y a "Bati"?
–Él se empezó a meter en el mundo del polo y pidió conocerme. Vino una vez a casa y no se fue más. O Maradona, que me vino a ver en 2007, tuvimos una relación que después se perdió un poco, pero fue muy lindo. Lo mismo con Nadal, o con varios futbolistas, como Guille Pereyra. Es lindo ver cómo funciona la cabeza de estos cracks, su forma de pensar, de encarar las cosas. Una vez, Federer vino a Argentina y quiso conocer a "Bati" e ir a la cancha de Boca. Yo lo acompañé y estuvimos tres horas en el vestuario. La verdad, era muy frío el tipo. Después, también pude jugar con Tommy Lee Jones, con Stallone, conocí a la reina de Inglaterra, pero eso no me cambia en nada. Yo jugué varias veces con el príncipe Carlos, que es bastante bueno. Él me trataba como uno más, pero el entorno me pedía que le dijera "Sir". Hay un momento del partido en que estás en medio de una jugada y no te da gritarle "largala, Sir". Te sale de adentro una cosa más cotidiana. [Se ríe].
–¿Pensaste en escribir un libro con todas estas anécdotas?
–Quizás algún día, hoy no cerró mi historia.
–¿Por dónde pasa el ocio cuando no trabajás?
–Por los deportes. Papá fue campeón argentino de surf, mi infancia fue muy en el agua, más que el polo. También juego al fútbol, muy mal, pero me encanta. El deporte, además, es una de las formas con las que más conecto con mis hijos. "Poroto", por ejemplo, también juega al golf y al fútbol. María, por su parte, les aporta el teatro, el arte. Y yo muchas veces los acompaño. Creo que es un buen mix.
–¿Sos permisivo?
–[Se ríe]. Estricto no soy. María es más rigurosa con lo que deben hacer. Ella ordena los horarios y yo desordeno un poco. En eso también logramos un equilibrio y cada uno pudo alejarse de los extremos para que funcione mejor la cosa.
–¿Tenés algún sueño pendiente?
–En lo deportivo no pido nada. El Olimpia de Oro fue algo que sentí que me cerraba un ciclo y la triple Triple Corona fue la frutilla del postre. Armé un club en el año 2000 y hoy su equipo hizo historia. Todos los clubes tienen etapas, quizás "Poroto" el día de mañana arme otra cosa, y no está mal.
–¿Y en lo personal?
–Quiero poder disfrutar y capitalizar lo que fui logrando. Pero me cuesta un montón. Para que te vaya bien tenés que estar en el momento, lo que pasó pasó. Tengo edad como para empezar a disfrutar. Soy tan competitivo que a veces la cabeza no me lo permite porque, aparte, no me la creo ni me siento diferente a nadie.
La primera dama del polo
Aunque se dice que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, en este caso es al lado, codo a codo. María acompaña al campeón desde que tenía 19 años, es su gran confidente, la que le prepara pastas antes de cada partido, la que le manda con sus hijos mensajitos de texto en medio de la noche antes de una gran final. Respeta sus silencios, no lo deja claudicar cuando las adversidades se interponen y es la primera que recibe su abrazo cuando suena la campana marcando el final de un match.
–Adolfo siempre destaca que sos el soporte emocional de la casa y la "gerente" de la logística familiar.
–Ahora, cuando lleguemos a Palm Beach, ordeno cada cosa y voy corriendo al supermercado. Pero ya antes hice las valijas de todos, me ocupé de los medicamentos para llevar, de los libros para que estudien.?Hago que se mantengan las rutinas. Todas las mañanas los chicos estudian con la maestra que nos acompaña y después, cuando corresponde, rinden vía Skype. El colegio nos apoya mucho y yo tuve que demostrar que había rigurosidad. Los chicos no tienen feriados y si por algún motivo una mañana hacen un poco menos recuperan a la tarde o el sábado. Siempre les digo que es un privilegio acompañar a su papá, pero para eso tienen que exigirse.
–¿Pero se levantan igual?
–En eso no se transa. Es muy poquito lo que tienen que hacer en comparación con el beneficio que significa poder estar todos juntos. Yo también tengo que dejar mis cosas en pos de la familia que elegí.
–Tus chicos están atravesando edades muy diferentes. ¿Cómo lo vivís?
–Yo me fui dejando llevar con la maternidad y con tres hijos considero que ya es suficiente. Hay que estar muy presente y peleo con muchas cosas por estar afuera. Cada hijo necesita un tiempo especial y vas aprendiendo. Los tres son chicos muy buenos, muy sensibles. Mia es preadolescente, así que voy tratando de dejarla ser, pero poniéndole limites. Le encanta la naturaleza y tiene la rebeldía lógica de su edad. Creo que tiene muchas cosas mías, es más renegada y combativa pero a la vez sensible. Yo, en el camino, me ocupo, me preocupo, me alegro, me enojo...
A "Poroto" todo le resulta un programa, toma lo positivo de lo que hace. Y la chiquitita vive en su mundo de princesas, está en Disney todo el tiempo, juega mucho sola y sabe lo que quiere.
–Sorprende lo educados que son…
–Estamos muy encima de ellos. Tienen un mundo de grandes a pesar de que tienen amigos de su edad. Quizás eso los hace más maduros. Y ellos crecieron con la vida que llevamos. Mia hoy tiene que dejar a sus amigas para encontrar otros vínculos o retomar los que tiene afuera. Yo la entiendo porque a mí me pasó. Con la vida que llevábamos por el trabajo de papá (Jorge Vázquez fue diplomático de carrera), si bien tenía experiencias increíbles, a veces me sentía sola. Yo intento ponerme en su lugar y trato de evitarle que sufra en la medida de lo posible.
–De alguna manera, tu vida itinerante te preparó para esto.
–Y sí. La primaria la terminé en República Dominicana y el secundario, en Nueva York, donde papá era embajador ante Naciones Unidas. Además, a través de la política o el mundo diplomático, viví situaciones muy diferentes al normal de la gente. En el caso de las experiencias que tenemos por el trabajo de Adolfito, si bien tuvimos viajes increíbles, como cuando fuimos a Dubái, no nos tocan mucho de esas experiencias. Sus patrones, a pesar de tenerlo todo, son sencillos: van a las caballerizas con él, se sientan a tomar mate, comen asados. Él los lleva a su mundo y entienden que Adolfito es muy simple y que no lo podés sacar de su entorno porque no le gusta. En la época que trabajaba como modelo con Ricardo Piñeiro, yo tampoco iba a las fiestas, hacía mi trabajo y punto. A mí me divierte más salir, se me hace más fácil, me gusta elegir qué vestido voy a usar. De cualquier forma, elijo dónde ir y salgo cuando me resulta entretenido.
–¿Te gustaría volver a la televisión?
–En este momento no tengo ningún proyecto. Luché mucho con ese sentimiento de querer estar y no estar. Pero dejé de pelear con eso. Ahora, si se me presenta algo que está bueno, lo hago. Y si no, estoy bárbaro en el lugar donde estoy, que también es de mucho esfuerzo y demanda. Por más atractivo que suene acompañar a tu marido por el mundo, no son vacaciones. Eso implica, además, dejar afectos, amigos, rutinas. Estoy más grande, me canso un poco más y me pesa mucho más que antes armar valijas. Son pocos los que están en nuestra situación y no ansían volver a su casa. Este país es divino. Más allá de todo lo que pasó a nivel político y económico a lo largo de los años, no lo cambio por nada.
–Tuvieron ofertas de canales de televisión para hacer un reality sobre sus vidas y no aceptaron…
–Fueron dos propuestas distintas. Una era sobre cómo desembarcaba la marca La Dolfina afuera. Y la otra era sobre nosotros por el mundo. Si bien lo de la marca era un guinche, no nos terminó de convencer. Pero sé que Adolfito es un personaje muy rico para mostrarlo más allá del polo, así que nunca digo nunca.
–Llevan una vida juntos. ¿Cuál es el secreto?
–Cuando hay amor y afecto todo se va superando. Nosotros, en lo que tuvo que ver con la familia, fuimos creciendo. Soy un poco la psicóloga familiar, pero también tengo un compañero que me rema, que me da material y oportunidades para que pueda seguir apostando a lo que tenemos. Crecimos juntos y superamos crisis y obstáculos. Yo soy más mediadora y constante; él es muy generoso, me deja ser, es abierto, somos pares de verdad. Al principio competíamos, pero fuimos aprendiendo que complementándonos éramos mucho más potentes. Lo mismo que con los chicos. Yo los ordeno y él los suelta un poco, que viene genial. Él entendió que está bueno que yo tenga mis actividades, que tres veces por semana me escape al centro para tomar clases de baile, por ejemplo. [Piensa]. A papá le encantaba la naturaleza. Mientras todos iban a Punta del Este, nosotros partíamos a recorrer volcanes y montañas por Guatemala. Cuando la gente esquiaba, nosotros íbamos a San Luis. Bueno, él nos mostraba otras cosas. Pero juntos, en familia. Mamá lo siguió siempre y eso me preparó para la vida que hoy tengo.
- Texto: Lucila Olivera
- Fotos: Pilar Bustelo
- Producción: Laura Fernández
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