Clota Lanzetta y la noche de sexo con extraños que terminó en un crimen brutal
Estar a su lado era sinónimo de pertenecer a la elite de la movida porteña. Cómo fueron las últimas horas de uno de los referentes de la pizza con champán
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Transcurrieron 20 años desde esa noche fatal. La Argentina transitaba una de las crisis más furibundas que se recuerden. La economía naufragaba y la pobreza extrema acechaba a millones de compatriotas. Faltaban días para que se produjeran los estallidos de diciembre, el presidente Fernando de la Rúa renunciara a su cargo y el país transitara su fin de año más atípico con cinco mandatarios que ocuparían el despacho principal de Balcarce 50 por apenas pocas horas.
Ajeno al malestar palpable que explotaría con la revuelta social, para Claudio Oscar “Clota” Lanzetta aquella noche del 28 de octubre de 2001 se presentaba idílica. Consecuente con su estilo, había organizado todo: cena, diversión e intimidad entre las sábanas. Algo falló. En pocos minutos, los amigos de ocasión mostraron su verdadera identidad. Trampa, forcejeo y un disparo mortal. El crimen de Lanzetta ocupó los titulares de diarios y revistas. Fue comidilla de los programas de espectáculos y noticia extendida de los informativos. Con repudiable morbo alguien mostró el cadáver en cámara y no faltó quien sondeara en la intimidad de lo que podía haber sido y no fue. El crimen del relacionista público dio para todo. Para el análisis serio y para el chisme irrespetuoso, falaz, grosero e impúdico.
Con la muerte de Claudio Lanzetta también agonizaba una época. Se acababa la era de la pizza y el champán. A los pocos días del entierro del hombre de decenas de amigos, los saqueos en los supermercados confirmaban que aquella ilusoria Argentina de la convertibilidad había fracasado. Y uno de los mayores símbolos de esas noches donde se mezclaba farándula, política y sexo, había muerto.
Bajo las estrellas
“Clota” Lanzetta era uno de los más renombrados relacionistas públicos de la década del ´90. Organizaba fiestas, manejaba el VIP de las discos más exclusivas como Pachá o Buenos Aires News y poseía una agenda con los nombres más codiciados del mundo artístico, de la moda, los hijos del poder y de los jóvenes de la alta sociedad. Ser invitado por Lanzetta era un pasaporte a pertenecer a una elite, a veces, de dudoso gusto. Era lo de menos, lo importante era estar. Fue el dueño de la noche invernal de Buenos Aires y las extensas madrugadas estivales de Punta del Este. “Fabricante de tendencias”, así se definía. Había sido amigo del empresario Poli Armentano, otro frecuentador de la noche asesinado en 1994, y de Carlitos Menem Jr., muerto un año después.
“Clota” también incursionó en la conducción televisiva de programas olvidables e intentó transitar el camino de la música. “Ella es modelo” y “A donde” fueron algunos de los temas que interpretó con sonidos electrónicos. En el canal América condujo Viva la fiesta, con Daniela Cardone y el cómico Alacrán. También intentó actuar.
Pero lo suyo era administrar las admisiones, generar espacios exclusivos y definir el pulso de la noche selecta. Su reinado era casi excluyente, aunque algunos otros monarcas competían por el cetro. “A un VIP mío tenés que asistir vestido con primeras marcas, si no, no entrás”, solía decir como parte de ese reglamento implícito y poco inclusivo.
El sábado 27 de octubre de 2001, “Clota” conoció a un hombre que se convertiría en la llave para la inminente tragedia. Era arriesgado y no tenía miedo, por eso no ponía reparos en invitar a alguien a su casa, aunque lo hubiese conocido ese mismo día. Con aquel hombre quedaron en salir a cenar la noche siguiente y se comprometieron a llevar un amigo cada uno.
En la tarde del 28 de octubre de 2001, el relacionista público decidió invitar a su amigo y colaborador Gustavo “Guga” Pereyra. Para la velada, Lanzetta eligió un restaurante de Las Cañitas que era de su agrado. Hasta allí se dirigieron para encontrarse con el hombre que había conocido el día anterior y la compañía que esta persona había elegido llevar.
Luego de la opípara cena, el cuarteto se trasladó al departamento de Lanzetta para compartir unos tragos, continuar con la diversión y, empatía mediante, hasta poder compartir un momento de íntimo placer. Todo marchaba bien hasta que los amigos recientemente conocidos pusieron en marcha el siniestro plan que tenían preparado.
El crimen
Pasadas las tres de la madrugada, uno de los hombres le anunció a Lanzetta que iría hasta su auto para buscar su teléfono celular. No era verdad. En la puerta de Juncal 3745 5° A se encontraban dos cómplices que ayudarían para cumplir con la misión.
“Clota” fue atado en una silla y amordazado, mientras los delincuentes le pedían la clave de su tarjeta de débito, dato que Lanzetta no recordaba por el shock emocional generado por lo que estaba viviendo. En medio de la presión para que recordara, los ladrones amagaban con dispararle en la cabeza. Una de esas intentonas, supuestamente falsas y para amedrentar a la víctima, se convirtió en un disparo mortal. La bala impactó de lleno en el cerebro del hombre top de la noche porteña provocándole la muerte instantánea.
Ante el cuerpo inerte, los delincuentes escaparon, pero antes descalzaron a “Guga” Pereyra y se llevaron sus zapatillas. El perro de “Clota” lloraba perturbado ante el estampido del revólver y el nerviosismo de los desconocidos. Los ladridos del animal alertaron a los vecinos.
Paso en falso
Desesperados ante el cadáver de Lanzetta, los forajidos escaparon velozmente. Tal el apuro que cometieron un grosero error: olvidaron un teléfono y un abrigo. Estos elementos fueron claves para que la policía, 48 horas después, pudiera identificarlos. Los agentes dieron con el asesino material y sus cómplices en una pequeña terminal de ómnibus de la localidad de General Pacheco. Desde allí estaban dispuestos a partir rumbo a la costa atlántica, buscando escapar. Uno de los apresados era un ex arquero del club Tigre. El arma de la que salió el disparo fatal fue encontrada, poco después, por buzos tácticos en las profundidades del río Tigre.
El 26 de marzo de 2003, los tres acusados resultaron condenados y un joven fue absuelto. Las penas fueron de diez a quince años de prisión. En la actualidad, todos gozan de plena libertad.
Lanzetta era amigo de sus amigos. Al cementerio privado en el que fueron sepultados sus restos asistieron muchos de ellos. Se pudo ver desconsoladas a Ginette Reynal y Lara Bernasconi, llorando sin poder entender lo sucedido.
Apariciones
Con algo de fantasía, algunos vecinos del edificio donde vivía Lanzetta sostienen, en voz muy baja, que una imagen intangible transita los pasillos del inmueble ubicado a metros del Jardín Botánico de Buenos Aires. Aseguran que esta experiencia sobrenatural acontece desde aquella fatídica madrugada de octubre de 2001. Claudio “Clota” Lanzetta fue asesinado a los 39 años. Una muerte injusta y dolorosa que enlutó a la noche porteña que comenzaba a apagarse luego de una década de opulencias de mal gusto que mezclaba top models con legisladores y sushi con pizza con champán.
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