Claudia Villafañe: su mejor rol, por qué no volvería a participar de un reality y el llamado que le hizo Diego Maradona horas antes de morir
La empresaria y ganadora de MasterChef Celebrity se animó a un mano a mano con LA NACIÓN; cómo maneja la exposición y las críticas, por qué le dijo que no a Bake Off Famosos y cómo era la relación con el padre de sus hijas, Dalma y Gianinna
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Es la ganadora de MasterChef Celebrity, la mamá de Dalma y Gianinna, la abuela de Benja, Roma y Azul, la organizadora de eventos que eligen los famosos y futbolistas, la que hace los ñoquis más ricos, la exmujer y el gran amor de Diego Armando Maradona. Podría decirse que Claudia Villafañe es la mujer de las mil caras. Sin embargo, hay una de ellas que es la que más disfruta: la de ser abuela. “Comparto diferentes cosas con los tres porque tienen diferentes edades pero disfruto un montón. La verdad que me encanta ese rol”, le confiesa la empresaria a LA NACIÓN.
Su templanza, su silencio -aún en los momentos más complicados- y su alma protectora para con los suyos la convirtieron en una mujer a la que todos admiran, respetan y con la que empatizan. “Siento que yo no soy del medio como para pararme y tener que hablar con la cámara. No tengo nada para contar, nada para decir. Para mí, mi vida es normal, como la de cualquier mujer, mamá, abuela, empresaria”, advierte quien confiesa que aún, tantos años después, no saber cómo manejarse con la prensa o la exposición.
Fue su paso por MasterChef Celebrity, en 2020, que le dio la oportunidad de mostrarse desde otra faceta, convirtiéndola no sólo en la ganadora sino en “la Tata del pueblo”. “La verdad que fue un antes y un después, descubrirme a mí misma también en un montón de cosas que me gustaban y que las hacía normalmente, pero que no sabía que me gustaban tanto”, cuenta mientras revela que el chat de participantes de esa temporada aún sigue activo.
-Sos una mujer de muchas vidas, ¿cuál es el rol que más disfrutás?
-El de ser abuela. Y en diferentes etapas, porque cuando nació Benja era único nieto, por lo menos para nuestra familia. Entonces era impresionante el disfrute. Después, cuando Benja cumplió 10 nació Roma, y ahí es como que le di mucha importancia a estar más cerca de ella y de Dalma para ayudarla. Y después, cuando Roma tenía 3, nació el terremoto de la familia que es Azul.
-¿Cómo te dividís?
-Comparto diferentes cosas con los tres porque tienen diferentes edades. Con Benja salgo a cenar o salimos con amigos a un recital. Yo siempre me prendo cuando necesitan que alguien lleve, traiga... Estoy ahí, siempre dispuesta. A los amigos los conozco de salita de cuatro, algunos se incorporaron después pero la mayoría son del cole desde jardín. Voy a todos los partidos de fútbol. Cuando tengo que laburar el sábado, me acuesto por ahí a las 6, 7 de la mañana y 9.30, 9.45 pasa Giani a buscarme y arrancamos para donde nos toque.
-¿Hace reclamos el nieto cuando no vas a verlo?
-No, a veces él me dice: “Tata, descansá. No vengas. Te acostaste tarde” y yo voy igual. Me desespero. Y con las otras… Bueno, Azul ahora está muy charleta e intensa, en el sentido que quiere que esté con ella, que juegue. Llego a la casa y salen corriendo las dos, entonces ahí no sabés a quién abrazar primero porque ellas se fijan en todo. La chiquita ya es como más adulta, se fija, sabe si abrazo primero a una o a la otra. Ahora están de vacaciones, así que me llaman a cada rato por videollamada. Hoy me llamaron a ver qué estaba haciendo y yo me estaba cambiando para venir para acá entonces les decía que no podía hablar mucho y me mandaban besos y se ponían las dos en la cámara y se peleaban a ver a quién veía. Pero disfruto un montón. La verdad que me encanta ese rol.
-¿Y ver a tus hijas como madres?
-Me siento realizada también. Giani fue mamá a los 19 y la verdad que no te dás cuenta lo que los hijos son, aprenden, se desenvuelven y pueden solos. Igual uno siempre está atrás. Cuando se van de mi casa es “llamame cuando llegás” y ellas lo mismo conmigo. Pero es increíble lo que son las dos como mamás en diferentes etapas de su vida, en diferentes edades.
-Gianinna tuvo una vida tal vez más parecida a la tuya en el mundo del fútbol...
-Sí, de irse de casa joven. Imaginate cuando hizo el planteo, qué le voy a decir si yo hice lo mismo. Entonces es como que uno apoya y acompaña las decisiones, más allá de que se pueden equivocar o se den la cabeza contra la pared. Se la tienen que dar ellas como me la di yo, como te la diste vos. Hasta que no te la dás no sabés.
-Yo tuve la posibilidad de conocer a tus papás, y cada vez que recuerdo a tus viejos se me viene a la mente Mar del Plata...
-Sí, iban todos los años a veranear allá. El último verano, cuando ya sabíamos de la enfermedad de mi papá, lo llevé porque no sabía si iba a haber otro verano y fuimos a un hotel los tres. Yo no podía creer que todo el mundo lo conociera. Mi papá trabajó mucho en el registro del automotor y cada vez que compro o vendo un auto me toca siempre el mismo por la dirección, y el que me atiende me dice: “Acá se sentaba tu papá. Hacía esto, hacia lo otro”. Todo el mundo lo recuerda con mucho cariño. A los dos, a mi mamá desde otro lado, más del lado de abuela. “Tu mamá me cosió el uniforme”. “Tu mamá me hizo el uniforme del colegio o el traje de comunión”. Diferentes maneras de recordarlos, pero a los dos la gente los recuerda con mucho cariño.
-Siempre fuiste una mujer que cuidó a todos de todo lo que se decía, de la exposición. ¿Cómo cuidaste vos a tus viejos? Porque también se habrán enojado viendo la tele…
-Mi papá no, mi papá tenía mucha calle. No se metía en estas cosas o por ahí lo hacía sin decírmelo y encaraba directamente desde otro lado. Mi mamá miraba mucho la tele y entonces me llamaba angustiada, enojada, quería llamar al periodista que estaba hablando y yo le decía: “No le lleves el apunte, mamá. Es mentira”. Como me llamaba también por otra gente que conocía. Se amargaba. O veía la tele, el noti y había una noticia mala y enseguida me llamaba. Todo era un problema y se amargaba por todo. Pero bueno, era otra época y otra manera de ver las cosas.
-¿Y vos cómo lo aprendiste? ¿Quién te ayudó a vos?
-Con el diario del lunes es mucho más fácil todo. En ese momento, no había celulares, no había teléfono de línea. Cuando vivía con mis papás no teníamos teléfono de línea, y si lo tenías que pedir eran años y años para que te llegara. Entonces iba siempre a lo de una vecina. No teníamos celular, entonces cuando me fui a vivir al exterior mi mamá no tenía cómo ver a mis hijas. Yo a Benja, por ejemplo, lo cuidaba mientras Giani estaba sola con él porque el papá [Sergio “Kun” Agüero] estaba concentrado. Entonces me llamaba y me decía: “Me lo cuidás que me voy a bañar”, ponía la camarita y yo le hablaba, le cantaba. En mi caso, no había eso. Pero sí mi mamá viajaba mucho, venía mucho a estar conmigo y se quedaba con sus nietas. Las despedidas eran terribles. Y ahora con mis nietos lo comprobé. Hasta que vos no vivís la misma situación, no sabés lo que el otro siente. Cuando venía mi mamá y se tenía que ir, Dalma era un llanto terrible. Y yo lo viví con Benja cuando me despedía detrás de la ventana. Era irme de la casa de Giani al aeropuerto llorando que hasta me preguntaban: “¿Señora, le pasa algo? ¿Necesita algo?”. Era muy fuerte ver a tu nieto llorar del otro lado del vidrio y vos tener que irte.
-Y la exposición pública… ¿Cómo la vivías?
-Para mí fue normal siempre, como fue para mis hijas desde que nacieron. Después sí se transformó en un peso. Al principio uno la manejaba porque como no estaba acá (venía dos veces al año, ponele) era diferente. Pero cuando nos instalamos acá, fue más duro el tema de la persecuta. Todo era válido. A veces, cuando voy a un lugar y me aparece la cámara es como que me debo a eso, y yo no siento que me deba a la prensa porque no pido favores ni voy a un programa para hablar de lo que hago o hacer publicidad de algo. Entonces siento que no soy del medio como para pararme y tener que hablar con la cámara. Si no hablás, en el programa después te critican porque no paraste, porque estás con cara de culo, porque no te reíste o porque fuiste indiferente. Entonces esas cosas a veces sí me ponen re mal, porque yo siento que no pertenezco al medio porque no trabajo en el medio.
-Pero hubo un momento en el que cambiaste…
-Porque al principio me sentía como esa dureza de tener que enfrentarme a las cámaras por nada. No tengo nada para contar, nada para decir. Para mí mi vida es normal como la de cualquier mujer, mamá, abuela, empresaria, lo que sea. Y me veía después como el papel de mala. Siempre salía con cara de enojada y todos criticaban eso. Y después me amigué, pero no me amigué con la obligación de tener que hacer la nota porque sí.
-¿Te amigaste en un pedido de justicia?
-No, ahí al principio fue fuerte también porque cuando empezaron los juicios y todo eso, siempre salía con cara enojada. Yo nunca avisaba cuando tenía un juicio, cuando tenía una audiencia, y cuando llegaba al lugar eran 50 personas esperándome con las cámaras que te las daban en la cabeza, todos se empiezan a pelear para ver quién te ponía el micrófono, quién llegaba primero. Entonces eso es incontrolable. Era muy difícil manejar esa situación, y más cuando no sos del medio. Por ahí cuando ya la tenés súper clara y sabés que vas a eso es diferente. Pero yo decía: “no avisé a nadie. Nadie sabe que vengo acá” y cuando llegaba era un mundo de gente. Ahí me agarraba bronca y entraba mal predispuesta.
-Hubo un momento en que tuviste que salir y decir: “Esta es mi palabra, esta es mi voz”.
-Sí, porque si dicen algo de vos y vos no salís a hablar, dicen: “Bueno, es porque es verdad”. Y si salís a hablar, no creen lo que decís. Me pasó que cuando alguien dijo algo que no era verdad, llamé para hablar, me dieron la oportunidad de aclarar, corté y volvieron a decir otra cosa que no era lo que había dicho. Si yo te llamo diciendo algo, ¿por qué vos no me creés y después seguís con la misma? Entonces todavía no entiendo cómo se hace, cómo se maneja o cómo hay que actuar ante esas situaciones.
- ¿Sos consciente que cuando hablan de los hechos históricos que pasaron en este país, tu casamiento es uno de ellos?
-Sí (risas). La gente me lo recuerda cuando voy a algún lugar: “Tengo la revista, esa tapa, ese vestido”. Y fue muy fuerte porque no estábamos acá, estábamos en el exterior entonces venir acá y traer un avión de invitados que iba parando por distintas ciudades de Europa fue una locura.
-¿Lo disfrutaste?
-Sí, un montón. No como yo ahora hago que una novia disfrute. Yo no lo conocí a mi organizador; al no estar acá y no haber videollamada, no sabía mucho. Guillermo [Coppola] me decía: “Te vas a sorprender. Cuando llegues no vas a saber dónde estás”. Y sucedió eso. Nadie entendía que eso era el Luna Park.
-¿Y la lista de invitados la armaste vos?
-Sí, eso lo armamos nosotros. Eran todos conocidos. Por ahí había gente de clubes que sí sabía quiénes eran pero no era que iba a comer con ellos.
-¿Le mostraste tu casamiento a tus nietos?
-No, ¿sabés que no? A las nenas todavía no. Con Roma vimos el de Dalma.
-¿Cómo nace esto de organizar eventos con Plan V?
-El año que viene van a ser 20 años que empecé. Surgió porque estábamos haciendo La noche del diez, Diego cumplía años y en ese momento, Ceci (una amiga que estaba produciendo el programa) me dice: “Che, ¿Diego va a querer festejar?”. Cuando le pregunto a Diego, me dice: “No, no tengo ganas. No voy a hacer nada”. Faltando una semana, se le ocurre festejar y a lo grande. Siempre que festejábamos sus cumpleaños, todos querían ir. Desde Susana Giménez hasta músicos que venían y querían cantar; todos querían regalarle su música. Y bueno, en una semana se organizó ese evento que habrá sido para 300, 400 personas. Terminó todo y dijimos: “Che, si hicimos esto se ve que servimos. ¿Por qué no hacemos algo con esto?” A Franco [Giorgiutti] se le ocurrió el nombre Plan V con V corta por mi apellido, y ahí salimos al ruedo. Pero siempre fue de boca en boca, nunca hicimos publicidad ni nada.
-¿Qué fue lo que más te sorprendió? ¿Algún pedido rarísimo?
-Una nena que hace equitación y quería entrar con su caballo. Estaba todo organizado para que así sea y el caballo se lastimó, se enfermó y no lo pudieron traer, así que tuvo que cambiar sobre la marcha y terminó entrando con la mamá en bicicleta. Una adelante y la otra atrás en una bicicleta doble con el vestido largo. Y bueno, son las cosas que tenés que resolver en el momento.
-Contaste que el casamiento más complicado fue el de tu propia hija. ¿Llorabas todas las noches?
-Fue terrible. Flor (que es mi mano derecha, mi mano izquierda, todo) es su mejor amiga y otra hija para mí, y me decía: “No te hagas problema, no llores, nos lo está haciendo a propósito. No le demos bola”. Te juro que me la hizo padecer. Ella dice: “¡Qué exagerada que sos! No fue así” (risas).
-Y el mundo del fútbol te elige mucho también… ¿Te ha tocado esto de tener que organizar bodas a distancia cuando están en el exterior?
-Sí, pero ahora tenemos la facilidad de poder hacer un Zoom y se resuelve mucho más rápido. Cuando nos agarró la pandemia todo se resolvía por Zoom, y como que eso quedó.
-El cliente contrata tus servicios pero quiere a Claudia en la boda ¿o no?
-Sí, y aunque no me quieran yo siempre estoy y me voy última. Los despido, los subo al carrito de golf o los acompaño a la habitación, les subo los regalos o las cosas que quedaron en la suite donde la novia se cambió: el primer vestido, el segundo, la zapatilla, los zapatos. O sea, hay que juntar todo y hacer que todo les llegue a donde ellos están.
Campeona en las hornallas
Las cámaras y la exposición no son lo suyo. Por eso, cuando recibió la propuesta de ser parte de MasterChef Celebrity la rechazó al instante. Fue Santiago del Moro quien tuvo que convencerla de que se anime a vivir esta experiencia que no sólo le dio el título de campeona sino que le permitió mostrarse desde otro costado.
-¿Qué recuerdos le quedan a la ganadora de MasterChef?
-¡Wow! La verdad que le tengo que agradecer a Santi que me haya convencido para participar. Yo no quería saber nada. Me cuestan las cámaras, estar ahí expuesta. Hablé con él y me explicó que el programa iba por otro lado, que me quedara tranquila, que se iba a hablar de lo que uno quería porque el programa iba por otro lado. No conocía a nadie del programa más que a él y a algún participante, y la verdad que se formó un grupo que todavía está activo. Nos saludamos siempre. La verdad que fue un antes y un después, descubrirme a mí misma también en un montón de cosas que me gustaban y que las hacía normalmente, pero que no sabía que me gustaban tanto.
-Y quedaron tus ñoquis para siempre…
-Bueno, pero los ñoquis los hice siempre. Ahí nunca gané con el ñoqui (risas); ese día me ganó Sofi (Pachano) con no sé qué otra receta. Lo que pasa es que era todo muy imprevisto. Un día destapamos la caja y había cientos de papas que caían por todos lados entonces hice ñoquis. La verdad que la pasé muy bien. Al principio me quería ir y después, cuando fueron pasando los programas ya no.
-¿Llegaste a pensar en algún momento: “Me voy”?
-No, pero después del primer programa me quería ir con la devolución que me dieron; me quería morir. No lo podía creer, decía: “¿Quién me mandó a venir acá?”, porque yo me hago malasangre, me preocupo. Volvía de grabar y veía recetas de pasta, de dulces, porque no sabías que te podía tocar. Entonces era muy a la deriva. Una cosa es cocinar en tu casa para tu familia y otra ahí. Yo no soy de sazonar mucho porque no como con sal, entonces me era muy difícil porque ellos (en referencia al jurado) piden mucha sazón, mucho condimento. Había condimentos que no conocía, que nunca había utilizado.
-Ganaste y te convertiste en “La Tata del pueblo”, ¿Sentiste el amor de la gente?
-Sí, ahora soy “la Tata” para todo el mundo. Era un programa que, al estar en pandemia, la familia lo veía mucho. No había colegio, los chicos también participaban. Me pasa con los chicos de la edad de Benja y más chicos también, que voy al súper y siento que le dicen a la mamá: “La ganadora de MasterChef”. Para otra generación soy “la ex de” o “la mamá de”, para los más chicos soy “la ganadora de MasterChef”.
-¿Te han ofrecido ponerte un negocio de gastronomía?
-Sí, pero es muy complicado ese rubro. Tenés que saber mucho y tener mucha dedicación. A mí me sirvió en ese momento hacer el programa porque no podía laburar por la pandemia. Fuimos los últimos que volvimos, entonces me sirvió y tenía tiempo para hacerlo.
-Y te ofrecieron Bake Off Famosos este año y no quisiste…
-Sí, me ofrecieron pero era mucho, era mucho estrés, mucho nervio, mucha cosa. Iba a querer saber, no quería participar por participar. Damián Betular trato de convencerme y estuve a punto. Me citó en su local de Devoto y yo le decía: “Betu, son muchas horas. Tengo que dejar por esos meses toda mi vida”. Cuando uno arranca y seguís, no te querés ir, querés llegar hasta el final, hasta el último día.
-¿O sea que si te llaman para otro reality lo seguirías pensando?
-No, me va a costar mucho. También querían que fuera a MasterChef España pero ¿irme tres meses? No, me muero. Me pierdo algo de lo que le pasa en esos meses a mis nietos y muero. Mi agenda está adecuada a las cosas de ellos. Roma egresó el viernes pasado y ya lo sabía unos meses antes. Yo esa mañana estaba dedicada al evento. Lo mismo cuando Benja juega los sábados o domingos; me organizo para eso.
-Recién me nombrabas Devoto, ¿Qué te pasa con ese barrio? ¿Seguís pasando?
-Sí, siempre. Tengo mi casa, tengo la dirección todavía de ahí, no hice el cambio de domicilio. El portero es amigo. Cualquier cosa que llega, él me avisa. Lalo [Maradona] vive en el barrio. Mi familia por parte de mi mamá está más en Floresta, donde yo nací, así que sigo pasando.
-La gente todavía se acuerda de Segurola y La Habana...
-Sí, casi lo mato cuando se peleó con [Julio César] Toresani y dijo: “Te espero en Segurola y La Habana, séptimo piso”. Lo quería matar. El que no sabía, se enteró que vivíamos ahí (risas).
La huella de Maradona
-Se contaron muchas historias acerca de tu relación con Diego, sobre todo en la ficción. ¿Viste las series de Maradona?
-No, no las vi. Ya sabiendo de dónde venía la historia, quién había contado, quién había hablado, no era mi historia. Nadie me convocó ni para decirme: “Che, Julieta (Cardinali) quiere hablar con vos, quiere saber…”. Me llamaron cuando me enojé y lo dije públicamente. Ahí al toque me llamaron para preguntarme qué pasaba y ella me dijo que había pedido juntarse conmigo pero todas las semanas le decían “la semana que viene hacemos la reunión”. Yo le dije: “¿Pero no te sorprendió que no se concretara?”. Y bueno, así pasó. Más allá que sea ficción, compusieron un personaje que no tenía nada que ver conmigo, no era lo que yo viví.
-Te ofrecieron hacer un libro de tu vida y también una ficción para contar su historia. ¿Qué pasó con eso?
-Al principio también me entusiasmé. Estaba bueno porque quería que Dalma hiciera de mí y estaba muy bueno por dónde iba a ir; era todo desde el amor, nada amarillista. Y después dije: “Acá hay que hablar con el corazón abierto, hay que contar lo que realmente uno vivió, lo bueno y lo malo”. Mis hijas muchas cosas las vivieron, otras no. Mis nietos, nada. Jamás van a encontrar un archivo mío que hable mal de Diego con todo lo que pasé y todo lo que sufrí por culpa de él y de otras personas que hicieron que pasaran un montón de cosas y dije: “Estoy bien así”. Si mis nietos quieren saber algo me lo van a venir a preguntar a mí. El libro me gustaría escribirlo, pero no publicarlo. Dejarlo y el día que yo no esté acá, mis hijas decidan qué quieren hacer con eso. Pero también me lleva un montón de tiempo, hay que hacerlo bien. Pasan los años, y hay muchas cosas que me acuerdo porque la gente me las recuerda. La verdad que muchas cosas se me borraron porque uno tuvo una vida intensa.
-¿Cómo te enteraste de su muerte?
-Giani me llamó. Ella ya estaba ahí porque estaba a cinco, diez minutos de donde estaba Diego.
-Hay grandes posibilidades de que los restos de Diego sean trasladados a la zona de Puerto Madero para que la gente pueda despedirse. Contame un poco sobre ese proyecto…
-Sí, yo toco de oído pero es lo que me voy enterando por ellas. Están los cinco hijos apoyando esto de que la gente pueda tener un lugar donde ir a llevarle una flor, una camiseta, una pelota o solamente ir a verlo. Creo que él se lo merece porque siempre fue del pueblo y fue el pueblo el que no se pudo despedir. Ojalá que se pueda terminar rápido.
-El año que viene va a ser un año cargado de muchas emociones porque en marzo va a empezar el juicio por su muerte, algo que están esperando hace mucho tiempo...
-Sí, la verdad que sí. Pasaron cuatro años y no hubo noticias de esto y la gente sigue toda libre caminando, deambulando por la calle como si no hubieran hecho nada. Necesitamos y creo que todo el pueblo necesita saber la verdad, que haya justicia y que paguen todos, desde arriba hasta abajo, pasando por todos lados. No solamente los que estaban ahí porque a ellos alguien los mandaba.
-Vos leíste expedientes, conocés como nadie toda la historia… ¿Qué crees que pasó ese día?
-Yo siento que… Bueno, no lo digo yo, lo dicen los expedientes. Lo que sucedió, sucedió en un horario que no fue el que le avisaron a Giani. Fue muchas horas antes, por lo que tuvieron el tiempo necesario para poder hacer lo que querían hasta que se hizo pública la noticia. Fue como un desgaste de años, como que lo fueron llevando a esa situación. Yo fui a verlo en varias oportunidades y no podía creer dónde vivía, cómo vivía.
-¿Vos entraste a esa casa?
-No, a esa no, pero sí fui a La Plata a llevar a Benja y cuando entré tenía un alargue como con cinco estufas eléctricas enchufadas, que un día se las llevó puestas y se cayó. Pudiendo estar en otro lugar, estaba ahí.
-¿Te quedaron muchos pendientes con Diego?
-No, me quedó pendiente saber qué necesitaba 48 horas antes del 25 de noviembre, que tuve una llamada perdida a la madrugada y no la sentí. Estaba durmiendo. Cuando me desperté, llamé y no me atendían. Llamé a Jonathan, que es el hijo de su hermana que estaba con él en el último tiempo. “Me llamó el tío y no lo pude atender”, le dije. Y me dijo: “Ahora ya le dieron las pastillas y está dormido”. Y bueno, nunca supe qué necesitaba o si me quería decir algo, pero te quedás con esa espina de no saber qué pasaba.
-Cada vez que hay un aniversario, un cumpleaños, tenés palabras muy dulces hacia él. Una de las últimas fue “Babu, tus nietos saben la verdadera historia o quién sos”
-Siento que Benja fue el que más lo disfrutó y él a Benja, porque era sus ojos. De donde estaba se tomaba un avión para lo que sea. Giani llamaba y decía: “Benja se cayó” o un día lo mordió un perro, lo tuvieron que llevar a coser y mi bronca era que él llegaba primero, antes que yo (risas). Aunque no estábamos juntos, compartimos un montón de cosas, de familia, de hijas y de nietos. Cumpleaños, fiestas.
-Pudiste lograr eso…
-Yo siempre separé lo que éramos nosotros como pareja, lo que fuimos, con lo que es la familia. Le pasa a todas las personas que se separan, para el papá y la mamá los hijos son de los dos y qué mejor que poder salir a cenar todos. Cuesta pasar esa barrera pero una vez que ya la pasaste, que está todo calmo, se puede. Él venía con la pareja que tenía en su momento y yo la atendía, no me molestaba. Con tal de que las chicas pudieran estar con él, no importaba.
-¿Sos feliz?
-Sí, soy feliz como la canción de Montaner (risas). A pesar de todo lo que uno vive -bueno o malo, lindo, feo- mi balanza es mucho más positiva que negativa. Agradezco todo lo vivido, lo bueno y lo malo. De lo malo se aprende y lo bueno se disfruta. Llega una edad también que uno elige qué quiere hacer, con quién estar y con quién no. Yo tengo amigas que son familia, tengo amigas que son 24/7. Tengo más conexión con amigas del fútbol que manejamos el mismo idioma (risas).
-¿Es cierto que en 2025 vas a estar en Olga?
-No, no me llamó nadie. Te estás equivocando de lugar (risas). De Olga no me llamó nadie y en Bondi lo único que estoy haciendo ahora son unas recetas de Navidad con Dalma. Me encanta, lo disfruto un montón porque peleamos. Ella de cocina cero, pero me da una mano.
-¿Te animarías a ser conductora de un programa de cocina?
-No estoy para eso. Tengo que aprender un montón. No es ir y poner la cara. Hay que estar. Tenés que tener una buena dupla, alguien que te ayude. Sola creo que no podría. Por ahora, seguimos con los eventos a full, tenemos un montón de trabajo. Paralelamente abrimos una empresa para hacer corporativos y no descuidar los sociales.
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