Cinco estrellas de Hollywood que sufrieron la fama pero pudieron surfear los obstáculos
El éxito no fue el camino a la felicidad para estos actores que pasaron por momentos de oscuridad y pudieron resurgir de sus cenizas
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“Demasiado éxito puede con certeza arruinarte tanto como un gran fracaso”, le dijo un joven Marlon Brando a Truman Capote en una charla que terminó en un texto sobre el actor publicado en 1957 en la revista New Yorker. Suspicaz, observador, pero sobre todo protagonista absoluto de la industria del entretenimiento, Brando condensó en una frase la realidad de muchos de sus colegas que alcanzaron la fama, no lo toleraron, surfearon olas de tremenda oscuridad y tuvieron la fortaleza de rearmarse para vivir grandes regresos. Aquí, cinco de los casos más resonantes.
Sam Worthington, un “borracho emocional”
El tiempo que pasó entre el estreno de Avatar (2009) y la llegada de Avatar: el camino del agua (2022), su secuela, fue un verdadero infierno para Sam Worthington. Luego de saltar a la fama con Zoe Saldana gracias al drama épico de fantasía que James Cameron convirtió en película hace 13 años, el actor no supo sobrellevar el éxito y terminó agobiado, despreciándose y anestesiando su angustia con una botella de alcohol. Así lo contó el mismo Worthington en una charla con la revista Variety luego de ponerse, otra vez, en la piel de Jake Sully.
“Pensé que era normal. No me gustaba quién era. Beber me ayudaba a pasar el día. Nueve de cada diez personas no lo sabía. Probablemente podían olerlo en mí, pero cuando me miraban, no podían decirlo. Todavía estaba haciendo mi trabajo, simplemente no creo que lo estuviera haciendo muy bien”, reconoció el intérprete australiano.
Luego de asegurar que su enojo con la fama tuvo que ver con la pérdida de su privacidad y que debió luchar contra la ansiedad, Worthington reveló cómo vivió convertirse en una celebridad. “Me volvería loco si alguien me pedía una foto o me tomaba una. Si alguien se me acercaba, mi ansiedad se disparaba”, recordó y explicó que, como respuesta, se dedicó a beber más de la cuenta. Si bien se definió como un “borracho emocional”, explicó que mientras estaba borracho no pensaba que estaba mal aunque se daba cuenta de que “se volvía más emocional y errático cuanto más bebía”.
Fue el ultimátum de su esposa, la modelo Lara Worthington, lo que lo empujó a cambiar su vida. “Podés hacer lo que quieras, pero no necesito estar cerca de esto”, le dijo y fue suficiente para cambiar su vida por completo: hace ocho años que está sobrio y decidió solo aceptar papeles que le representen un desafío a nivel artístico.
Daniel Radcliffe y el infierno de Harry Potter
Crecer -y convertirse en una mega celebridad- en pantalla no fue una realidad fácil de llevar para Daniel Radcliffe: Harry Potter no solo le dio al actor fama, reconocimiento y muchos millones de dólares sino que, además, lo empujó al alcoholismo. Con esa crudeza lo reconoció el mismo actor en una entrevista que le dio al programa de la BBC Desert Island Discs: “Mi alcoholismo se debe a Harry Potter”, aseguró, contundente. El sentimiento de ansiedad y depresión apareció cuando el final de la saga del mago se acercaba. “Me preguntaba si seguiría siendo el mago de Hogwarts para siempre y eso me estresaba”, reconoció y agregó luego: “No me sentía cómodo conmigo mismo, ni con la versión sobria de mí. Entonces bebía. Si salía y me emborrachaba, la gente me miraba con interés y curiosidad porque todavía era el niño Harry Potter”.
Si bien Radcliffe adoraba actuar, contó que se aisló del público para escapar del escrutinio constante. “Las personas con problemas como ese son muy hábiles para ocultarlo. Estuvo mal. No quiero entrar en detalles, pero bebía mucho y era todos los días, quiero decir todas las noches”, reconoció en una entrevista con la revista Heat en 2012. Y si bien contó que en su familia había casos de alcoholismo y eso lo llevó a pensar que era su destino natural, fue también su familia -y sus amigos- quienes lo apoyaron para escapar de la adicción.
“Me desperté una mañana después de una noche diciendo: ‘esto probablemente no sea bueno’ y paré”, recordó cuando le preguntaron por el fin de su refugio en el alcohol. Diez años de sobriedad, el actor se mostró satisfecho de su decisión: “Sé que suena de locos dejar de beber por completo cuando eres tan joven, pero realmente creo que fue lo mejor que pude hacer. Estoy muy feliz de haber tomado esa decisión”, añadió.
Kirsten Dunst y un punto de quiebre
Saltó a la fama siendo todavía una niña en Entrevista con el vampiro (1994) y si bien su nombre lleva asociado a Hollywood más de 25 años, puertas adentro la fama se convirtió para ella durante mucho tiempo en un gran problema. Así lo confesó Kirsten Dunst hace un año cuando compartió con el mundo su lucha por su salud mental.
La lista de éxitos de la siempre blonda Dunst comenzó a ser tan amplia como versátil: Mujercitas, Jumanji, Las vírgenes suicidas, El hombre Araña, La sonrisa de la Mona Lisa, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y María Antonieta. Pero a los 25 años algo sucedió y tuvo que poner un freno a su carrera. En una entrevista con The Sunday Times, la nominada al Globo de Oro de 39 años contó que todo se desmoronó a los 27 años, que en ese momento comenzó una época oscura en su vida.
En pareja con el líder de Razorlight, Johnny Borrell, Dunst admitió que pasaba las noches en un club, hasta que su esfuerzo inconsciente por enmascarar sus sentimientos de ira finalmente la atraparon y la llevaron directo a un centro de rehabilitación en Utah. “No sabés que estás reprimiendo toda esa ira. No fue algo consciente”, explicó. “Es difícil hablar de algo tan personal, pero también es importante compartirlo”, resaltó luego, y agregó que los medicamentos la ayudaron a sortear los problemas y volver al ruedo. “Recomendaría buscar ayuda cuando la necesites”, aconsejó y dio por terminado el tema.
Owen Wilson y el miedo al fracaso
Gracioso, despreocupado y buen amigo. El novio que mete la pata pero, al final, se gana el perdón a fuerza de simpatía. Esa persona que todos, salvo los extremadamente obsesivos, quieren tener de amigo. La vida real de Owen Wilson parecía muy similar a la de los personajes que solía protagonizar en la gran pantalla hasta que en 2007 intentó quitarse la vida. A partir de ese momento, la prensa intentó descubrir los motivos de su depresión, pero él, firme, decidió cuidar su frágil vida privada de la mirada ajena y hablar a través de sus películas, hasta que un día rompió el silencio.
La relación entre Wilson y el cine fue precoz: amigo y compañero de cuarto de Wes Anderson, fue desde el comienzo de la carrera del director su fiel secuaz, tanto como actor en sus trabajos como en el rol de coguionista. Es más: su figura aparece en ocho de las diez películas del excéntrico cineasta. Al contrario de lo que se puede pensar, desde el principio de esa dupla, el éxito y la fama -o la falta de ella- comenzaron a hacer mella en su personalidad.
La primera película de Anderson que Wilson protagonizó fue Bottle Rocket (1996), su ópera prima. El film fue un fracaso de taquilla. “Me hizo tanto daño que no quiero volver a que nada me importe tanto otra vez, perdí mucho tiempo sufriendo, angustiándome y agobiándome. Tengo un miedo terrible al fracaso”, explicó en aquel entonces en una charla con The Guardian. El panorama, pese a lograr papeles en películas exitosas, no mejoró: muchos críticos señalaban que actuaba de lo que en realidad era: un tipo gracioso, distraído, algo infantil, excéntrico y soñador.
Si bien supo sobrellevar su tendencia depresiva sin grandes trascendidos en la prensa, su relación con la actriz Kate Hudson en 2006 y su final un año después, en mayo de 2007, lo desestabilizó. Errante, volvió a caer en las drogas y el 26 de agosto de ese año tomó gran cantidad de pastillas y se cortó las venas. Así lo encontró su hermano, también actor, Luke Wilson. Con el tiempo, Wilson logró reponerse y consiguió, además, participar en películas exitosas con papeles que casi nadie se atrevió a criticar: Medianoche en París, El Gran Hotel Budapest o Wonder.
Winona Ryder y su etapa oscura
La década de los 90 fue toda de ella: si hubo durante esos años una estrella en Hollywood capaz de trascender la pantalla y cautivar también fuera de ella, esa fue Winona Ryder. Celebrada por la crítica y perseguida por los paparazzi, sus declaraciones la colocaban en el espejo de toda una generación de chicas mientras que sus papeles eran celebrados por el público y la crítica.
Winona lo tuvo todo: protagonizó los romances más resonados con las entonces jóvenes figuras del cine y la música más codiciadas -Christian Slater, Johnny Depp, Keanu Reeves y Matt Damon fueron algunas de sus conquistas- y dejó ver su versatilidad en películas como Beetlejuice, El joven manos de tijera, Sirenas, Drácula, La edad de la inocencia y Mujercitas. Con Generación X, además, se convirtió en el ícono por excelencia de toda una generación Y así como la confusión invadió a Lelaina Pierce, su personaje en la ficción, siete años después Winona también se perdió entre la fama y los flashes.
En 2001 la actriz fue descubierta mientras metía, en una tienda de ropa, algunas prendas en su cartera. El escándalo fue monumental: fue arrestada por robar objetos por el valor de 5500 dólares y por ese hecho y también fue acusada de utilizar drogas ilegales. Sentenciada a libertad condicional, realizó tareas comunitarias, pagó algunas multas y debió acudir al psicólogo. Pero con el tiempo encontró la forma de recuperarse de esos oscuros años y volver a los titulares de los medios gracias a su rol, por ejemplo, en la exitosa serie de Netflix Stranger Things.
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