Cillian Murphy: el actor del momento que le tiene fobia a la fama y prefiere aislarse del star system de Hollywood
Elogiado como nunca en su carrera por personificar a J. Robert Oppenheimer en la película de Christopher Nolan, vive alejado del ruido mediático y no quiere, entre otras cosas, que sus fans le saquen fotos
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Puede sonar exagerada la comparación, pero a Cillian Murphy (pronúnciese Killian) le ocurre ahora en la vida real algo parecido a lo que vivió el personaje más importante que interpretó en el cine.
En las tres horas de Oppenheimer se habla mucho de cómo el artífice de una de las grandes y definitivas transformaciones registradas en el siglo XX vivió el resultado de sus proezas con enorme remordimiento y una gran sensación de culpa. Murphy, cuyo nombre ya suena por anticipado como futuro participante de todas las competencias importantes de la próxima temporada de premios, enfrenta hoy sensaciones parecidas a partir de esa personificación.
“No quiere ser famoso y de hecho se dedica activamente a rechazar la idea de que debería serlo”, dice un puntilloso retrato del actor publicado por la revista GQ. Allí descubrimos la vocación de Murphy por mantenerse siempre en la sombra, bien al margen de cualquier acercamiento a lo que se espera de una celebridad.
Hace cuatro años regresó a su Irlanda natal, después de pasar una década y media viviendo en Londres. Se estableció en Monkstown, un elegante y distinguido suburbio de Dublín, con su esposa, la escultora y artista visual Yvonne McGuinness, y los dos hijos de la pareja. “No necesito vivir en Los Ángeles. Estaría tremendamente lejos de mi familia, no los vería”, había dicho en 2005, cuando su nombre empezaba a hacerse notar.
Murphy en ese momento ya era un actor muy valorado, sobre todo porque había encarnado al personaje central de Exterminio (28 Days Later, 2003), un raro papel protagónico en medio de una carrera marcada por apariciones secundarias siempre llamativas. En esa película de Danny Boyle interpretaba a uno de los sobrevivientes de un misterioso virus que terminó con casi toda la vida humana sobre el planeta, víctima de una infección masiva y letal. Una segunda película (Exterminio 2), sin Boyle y sin Murphy, pasó casi inadvertida en 2007.
La memoria de esta pintura post-apocalíptica llegó a asociarse con la pandemia y reapareció hace poco junto con el anuncio de una nueva secuela al comando de Boyle. Murphy, que no apareció en la segunda parte, podría retomar su antiguo personaje en esta tercera entrega que el director y su guionista Alex Garland mantienen bajo siete llaves.
La repercusión que está logrando Oppenheimer eleva hoy el interés por cualquier futuro proyecto en el que Murphy aparezca mencionado. Y mucho más si se trata de una continuación de Exterminio, a esta altura convertido en film de culto. Las acciones del actor subieron de manera exponencial y su nombre aparece en casi todas las conversaciones sobre las películas del momento.
Murphy sabe que el mayor artífice de ese reconocimiento es Christopher Nolan, que puso sobre los hombros de este eterno actor de carácter el enorme peso de interpretar en el cine al “padre” de la bomba atómica. A esa altura ya era uno de sus preferidos, casi su actor fetiche. Los dos habían iniciado ese camino dos décadas atrás, cuando se conoció el primer título de la trilogía de Batman como el Caballero de la Noche. Todo ese recorrido tuvo como punto de partida la transformación de Murphy en Jonathan Crane, el Espantapájaros, uno de los más enajenados archivillanos del Hombre Murciélago.
Allí descubrimos por primera vez la destreza del actor irlandés para mostrar el costado oscuro y ciertamente espeluznante de sus personajes detrás de un rostro seductor y una mirada de extraordinario magnetismo. En la vida real, esa imagen inquietante tiene algunas connotaciones equívocas a partir del confeso desinterés de Murphy por asumir ciertas conductas básicas que desde el imaginario colectivo se espera de los famosos. No quiere saber nada con sacarse fotos con los fans. “No me gusta, lo encuentro ofensivo”, dijo alguna vez. Tampoco tiene cuenta oficial y reconocida en Instagram o en Twitter.
Es muy difícil verlo fuera de la pantalla, a menos que alguien se lo cruce circunstancialmente en alguna ruta de senderismo cercana al lugar en el que vive. Hacer hiking a través de la costa irlandesa es el hobby predilecto del actor. Pero quienes tuvieron oportunidad de cruzarse con él y escuchar de su boca el amable pedido de no apuntarlo con el celular recibieron a cambio otra clase de gestos amigables: estrechar la mano de sus admiradores, firmar un autógrafo o compartir una breve conversación.
También hablan muy bien de él sus compañeros de trabajo. Antes de llamarse a silencio por la huelga de actores, Robert Downey, Jr. dijo sobre su antagonista en la ficción de Oppenheimer que en toda su carrera nunca había sido testigo como hasta ahora de un “sacrificio tan grande” como el que hizo Murphy en su flamante condición de protagonista de una película tan exigente.
Según el ex Tony Stark, Murphy sabía cuál era el gran desafío que enfrentaba cuando Christopher Nolan lo llamó. “Pero también tuvo la humildad que se requiere para sobrevivir interpretando un papel como el de Oppenheimer”, dijo y lo fundamentó a partir de una anécdota que vivieron en el rodaje.
Downey Jr. contó que en una pausa de fin de semana largo durante la filmación en Nuevo México le propuso a Murphy aprovechar ese tiempo libre con una recorrida por los ateliers y los negocios de antigüedades de la ciudad de Santa Fe. “Oh, no puedo –dice que le respondió-. Tengo que aprender 30.000 palabras en holandés”.
Hay más de una constancia en la prensa de Hollywood más reciente de los esfuerzos (sobre todo una visible pérdida de peso) que Murphy encaró con la idea –según confesiones propias y ajenas- de asumir el papel con la mayor responsabilidad. “No quería venir a cenar con nosotros. No pudo. Su cerebro estaba demasiado ocupado”, reconoció Matt Damon. “El volumen total de lo que tenía que asumir era monumental”, agregó Emily Blunt.
Pero aislarse del mundo no es algo nuevo para Murphy. Ya es parte esencial de su personalidad. “La mayor parte del tiempo estoy en casa o con mis amigos. No participo de ningún compromiso social relacionado con el cine, a menos que tenga una película para promocionar”, señaló hace poco.
Ese resquemor no se explica solo por Oppenheimer. El propio Murphy reconoce que su origen está ligado al personaje más popular de toda su carrera. “Creo que es lo de Tommy Shelby –dice sobre el protagonista de la exitosa serie Peaky Blinders-. Es solo un papel de ficción. Siento que la gente está un poco decepcionada con este. Los fans son increíbles, pero a veces me siento un poco triste porque no puedo proporcionarles algo de ese carisma y esa arrogancia. Shelby no podría estar más lejos de mí”. Las seis temporadas de la serie están disponibles en Netflix.
El brillo único de sus ojos azules distingue ciertamente a Murphy del resto de los intérpretes de su generación. “Trato de no pensar en la cara de un actor cuando escribo, pero los ojos de Cillian son los únicos ojos que conozco que pueden proyectar la intensidad de una figura como Oppenheimer”, reconoció Nolan. Ese destello aparece de manera natural en todas las películas previas que el director lleva hechas con Murphy, pero se apaga cuando asume la mortificada identidad de Oppenheimer.
¿Qué pasará cuando llegue la temporada de premios y el nombre de Cillian Murphy, inevitablemente, empiece a mencionarse alrededor de los reconocimientos más importantes? En ese momento sabremos cuál es el peso de la cruz que el actor lleva como carga junto con la fama. Lo anticipó hace poco con una frase reveladora: “Yo nunca quise ver mi nombre sobre el título de una película”.
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