Pide agua sin gas y algo sencillo para comer. "Dulce y salado. Algo finger para compartir con todos". En el amplio y cálido salón del hotel de Recoleta en el que, también, está alojado Ricky Martin, Christophe Krywonis se prepara para asistir a la presentación de la segunda temporada de Bake Off Argentina, el gran pastelero, que se emitirá desde esta noche a las 22.15 por Telefe. Junto con Pamela Villar y Damián Betular, el chef francés radicado en Argentina vuelve a conformar el jurado que evaluará a los 14 participantes aficionados que buscarán coronarse con el título mayor. Quien se convierta en el gran pastelero amateur de la Argentina logrará su primer puesto luego de transitar los 17 episodios de este reality, creado en Inglaterra, conducido por Paula Chaves, que fusiona gastronomía e historias de vida.
"Ser jurado es aplicar criterio y conocimientos profesionales. La idea es que esa devolución tenga el énfasis necesario para poder ser comprendida tanto por la persona que mira el programa como por el participante. En un restaurant uno puedo darle una palmada en la espalda a un cocinero nuevo, pero acá se trata de un programa de televisión, por lo tanto, tenemos que hacer que nuestras emociones traspasen la pantalla", explica Krywonis a LA NACION, luego de ir hasta su suite para escoger la camisa que utilizará para la sesión de fotos que ilustrarán esta entrevista.
-Si hablamos de roles, estás parado en el lugar de un jurado sumamente estricto...
-Sí, me gusta eso. Y me interesa que se diga estricto y no malo. La exigencia es muy grande. Miles de personas se presentaron para formar parte de Bake Off, así que no nos podemos conformar con poco. Estamos decididos a exigir lo máximo de los participantes. La gente se llevará varias sorpresas.
-Se trata de un reality, y por esencia de formato, debe contener emoción, alguna dosis de angustia, suspenso. Si pensamos en recetas, esos son los ingredientes de este plato.
-Este año, nuestra exigencia es mayor. Con mis compañeros, venimos de una primera temporada en la que nos conocimos trabajando juntos, pero ya éramos amigos de la vida. A Pamela la conozco desde que se inició en la gastronomía y a Damián desde hace quince años. Trabajar nuevamente juntos hizo que estemos más atentos a los detalles. Y, como los participantes ya vieron una temporada anterior, vinieron más preparados. La cosa funcionó. Como con los restaurantes que van obteniendo sus estrellas Michelin, Bake Off también va creciendo.
-¿Qué sucede ante la angustia excesiva de un participante? ¿Cómo se contienen las emociones? ¿Lo humano atraviesa lo profesional?
-En ese caso me vuelvo más paternalista. Soy abuelo, así que tengo una noción de la contención. Trabajo con mi hija, sé que la contención debe ser aplicada con una dosis de profesionalismo. Si me dejás ayudarte, te voy a ayudar. En Bake Off la exigencia no pasa por la presión del jurado sino por la presión de las recetas, sobre todo en la pastelería que es muy estricta.
Pecar de soberbio
Hizo de su nombre una marca. Impuso su identidad como sello. Reconocido en el mundo de la gastronomía. Precursor de la movida palermitana de restaurantes gourmet allá lejos y hace tiempo. Lo suyo siempre fueron los desafíos, abrir puertas con mucho de talento y osadía. Desde hace varios años, la televisión lo cooptó. Fiel a su esencia, ingresó tímidamente para probar y probarse. Hoy, es una figura reconocida popularmente por un público que asiste a sus determinaciones como jurado severo, ese que no hace concesiones.
-¿Qué no le perdonás a un participante?
-La soberbia es el pecado de muchos. Yo también he pecado de soberbio. ¿Quién no ha sido soberbio, alguna vez? En nuestras carreras hemos pasado por algún momento de soberbia, pero he tenido a mi familia y a mis amigos que me bajaron de un hondazo para ponerme en mi lugar.
-Está quien escucha y quien no.
-Todo se dice de forma amable. Nadie es un número más ni es superior a otro. Pero, en general, hubo un gran clima en la convivencia. Si bien hay participantes con carácter fuerte, el respeto mutuo fue muy marcado.
-Hablabas de algún momento de soberbia personal. ¿Sucedió cuando obtuviste gran repercusión con la apertura de tu restó?
-Exacto. Cuando abrí mi restaurante no tenía plata. En medio de esa angustia, mi hija mayor Zoe, cuando era bastante pequeña aún, me encontró muy triste, casi llorando. Sin decirme nada, se fue a su habitación, tomó su alcancía, y me dio una moneda de veinticinco centavos. Me dijo: "Papá, no es mucho, pero si te puedo ayudar, tomá". Me emocionó mucho su actitud. Al poco tiempo, abrí el restaurante y funcionó de maravillas. Un par de meses después, Zoe me dijo: "Papá, estoy contenta de verte así de feliz, pero se te están inflando los tobillos. ¿Te acordás que, hace unos meses, no tenías plata para terminar de armar el restaurante? Ahora te veo muy yo, yo, yo".
-Una reflexión muy adulta para una nena pequeña.
-Los chicos, lo veo ahora con mis nietos, siempre tienen las palabras que saben ubicarnos. Hay que saber escucharlos, así como les pedimos que nos escuchen a nosotros. El mundo sería más fácil si les prestamos atención. Aquella frase de mi hija, me ayudó muchísimo. Puedo cometer errores, los cometo, soy humano, pero entro en razón rápidamente. Esa lección de 1997, no me la olvidé jamás.
A los 54 años, además de su participación en Bake Off, este incansable inmigrante francés, nacido en Blois, definirá, en marzo, dónde funcionará el nuevo espacio Christophe y lanzará una línea de cosméticos que se llamará Marchand d' Arômes. Esencia francesa para este incansable aventurero que bien podría ser un personaje de su coterráneo Honoré de Balzac. "Todo esto es posible gracias a la televisión, y a su nivel de masividad", explica el cocinero sensible de carácter determinado, construido, quizás, como herramienta de defensa ante las propias inseguridades.
-¿Cómo te llevás con la repercusión pública que implica la exposición televisiva?
-Ya aprendí. Fueron muchos años en los que me sentí muy incómodo. De hecho, me sigo sintiendo incómodo ante la adulación de los demás. Y, desde ya, no me gusta que me ataquen.
-¿Te han atacado?
-Sí, por supuesto.
-¿Cuáles eran los motivos de esos ataques?
-El año pasado dije, en una entrevista, que estaba cansado que mi plata no valga nada. Ante ese comentario no faltó quien me dijera: "¿Por qué no te volvés a tu país?". Son los guerreros de las redes. Pero no me asusto ni me preocupo.
Resistiré
El 12 de febrero de 2019, Christophe Krywonis se sometió a una intervención quirúrgica para tratar su sobrepeso. En su caso, se trató de la realización de una manga gástrica que le achicó el volumen del estómago. "Fue un gran cambio, una sorpresa", recuerda antes de hacer una pausa. Acaba de tomar agua y la deglución es lenta producto de la nueva dinámica del funcionamiento de su cuerpo. "Ahora cuesta más digerir agua o comida, tengo que ir despacio". Se lo percibe mucho más delgado. Muy diferente a esa imagen instalada de su rotunda fisonomía.
-12 de febrero de 2019. Un nuevo nacimiento para Christophe Krywonis.
-Me impresiona mucho el interés de la calle por el tema. Recuerdo a un señor gordinflón, un albañil que formaba parte de una cuadrilla que arreglaba calles, que me miró, mientras comía un asado con sus compañeros de trabajo, y me preguntó: "Che, ¿valió la pena cuidarse?". Fue una frase muy fuerte para mí. Me emociona recordarlo porque ahí me di cuenta que puedo llegar a ser un ejemplo para algunas personas. Una referencia.
Hace una pausa. Se emociona casi hasta las lágrimas, intuyendo que su cambio puede ser el de muchos, que un futuro de posibles enfermedades se transformó en un presente pleno de salud. "Muchos me escriben para consultarme. Es que cuidarse no está tan mal, no está tan lindo ser gordo. Recuerdo una frase de Alfredo Casero: ´No hay gordos felices´. Tiene razón. Es así".
-Más allá de lo que percibimos, ¿qué más cambió en vos?
-El ánimo. Mi carácter se modificó muchísimo. Por otra parte, como soy un tipo que trabaja mucho, tenía miedo de perder mi energía, pero no sucedió. Al contrario, me tranquilicé, duermo mejor, no tomo más remedios para la presión o la diabetes. La diabetes desapareció de inmediato y la presión a los dos meses era normal.
-Luego de la operación, ¿desparecieron los indicios de presión y diabetes?
-Desapareció todo eso. Solo tomo vitaminas a la mañana y a la noche. Estoy en una etapa muy natural y tranquila. Estoy mucho más sereno. Ahora escucho, contengo, y después hablo. Y si no puedo hablar, me voy. A tomar por culo. Tampoco soy un santo.
-Eso también habla de madurez.
-Claro, voy a cumplir 55 años.
-Te dedicás al mundo de la gatronomía. En este sentido, ¿considerás que la obesidad era un mensaje contraproducente, contrario a los valores de la buena alimentación y la mesa bien servida?
-Mucha gente cree que el cocinero tiene que ser gordo, pero no es así.
-A partir del cambio de tu fisonomía, ¿hay mayor confianza en torno a la imagen que te devuelve el espejo? ¿Hay mayores seguridades en cuestiones como la vida sexual?
-Soy un tipo muy modesto, mi cuerpo es el de una persona normal de mi edad…
-¿Eso no hace que mejore la autoestima?
-Sin entrar en detalles, sí. El ser más delgado te proporciona más energía. Pero prefiero no hablar demasiado del tema… Estoy mucho mejor.
-¿Estás en pareja?
-No.
-¿Seguís sosteniendo que la institución del matrimonio no es aconsejable?
-A full… Pero es un concepto personal porque, cuando voy al casamiento de mis amigos, me pongo muy feliz por ellos. La institución matrimonial es valiosa, pero no hay que mentirse: me parece hipócrita la gente que sigue junta sin amarse y lo hace por apariencia. Eso me parece tan hipócrita como engañar a la pareja. Los dos extremos son malos. En ese sentido, soy una persona formal y convencional. No soy de doble pareja o poliamor, como se dice ahora. Creo que el engaño puede estar en una pareja sin estar con otro, sino al mentirse.
-Las múltiples formas del engaño.
-Yo me separé muy enamorado de mi mujer hace más de veinte años. Y sé que tomé una gran decisión. Fui honesto con ella y conmigo, sé que no me amaba más, así que ¿a qué iba a conducir todo eso?
-Tengo entendido que te esforzaste por salvar aquel matrimonio.
-Sí, por supuesto, lo intenté antes de llegar a la decisión de la separación. Además, era una vida burguesa: yo con una amante, ella con el suyo. Horrible. En ese sentido, soy una persona sana, aunque también tortuosa.
-¿Por qué?
-Me he enfermado de amor por algunas chicas, por una en especial... Pero no soy rebuscado, el amor complicado no me interesa. Siempre es complejo, pero no complicado.
-Se dice que el amor duele.
-La pucha, es una mierda. Si lo sabré, si lo sabré…
-Aquella chica de la que estabas tan enamorado, ¿lo supo o solo fue una experiencia platónica?
-Salimos un par de meses… Nos separamos cuando comencé a grabar MasterChef. Me enfermé, me puse en boludo total, obsesivo.
El acento de Christophe Krywonis rápidamente transporta a ese mundo que lo vio nacer. Aunque, arraigado a estas pampas, suena amorosamente esa conjunción de lo europeo para utilizar algunos localismos cercanos al lunfardo. Una buena mixtura. Como la que contienen sus platos exquisitos. "El hombre es una máquina para aprender. Soy una persona que siempre busca hacer las cosas lo mejor posible. Tengo la modestia de los provincianos de Francia, de la clase obrera, de la gente que tuvo que trabajar para lograr sus metas". Filosofía empírica que se pone en juego a la hora de evaluar a los participantes de Bake Off, que saben que en él encontrarán la voz consejera y la sentencia inapelable.
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