Chino Darín, de Argentina, 1985 a El reino: “Creer que las ficciones sirven para solucionar temas de la vida real es una falacia”
El actor, que hoy se encuentra trabajando en España, habla de la segunda temporada de El reino, la polémica serie de Netflix en la que interpreta a un abogado idealista y de sus sensaciones de cara a este domingo, cuando Argentina, 1985, el film que coprodujo junto a su padre, busque ganar el Oscar como mejor película internacional
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Comenzó su camino en la actuación hace 13 años. Primero debió lidiar con las comparaciones con su padre, el gran Ricardo Darín, hasta que logró forjarse una carrera llena de logros y llegar a un presente en el que le sobran los proyectos laborales, aquí y en España (donde también encontró el amor, al lado de la actriz de La casa de papel Ursula Corberó). El Chino Darín, como se lo conoce popularmente, es mucho más que un actor de moda o un galán en ascenso (aunque sus good looks sean indudables). Es un intérprete que elige cuidadosamente sus roles, priorizando los desafíos, y es por eso que hoy, a los 34 años, en su currículum se superponen importantes títulos cinematográficos, como Muerte en Buenos Aires, La reina de España (junto a Penélope Cruz), El ángel y La odisea de los giles. Otro motivo de orgullo en su trayectoria profesional es la creación de la productora Kenya Films (junto a su padre y Federico Posternak), responsable de Argentina, 1985, el film sobre el Juicio a las Juntas que este domingo competirá por el Oscar a la Mejor Película Internacional.
Pero si hay un producto que le hizo ganar visibilidad a nivel mundial, como actor, ése es El reino. Gracias a la audiencia potencial de 231 millones de personas (repartida en 190 países) que garantiza Netflix, la serie fue un espaldarazo internacional tanto para él como para el resto del elenco (que incluye, entre otros, a Diego Peretti, Mercedes Morán, Peter Lanzani, Nancy Duplaá, Joaquín Furriel y Sofía Gala Scaglione). El éxito a nivel local como foráneo de la historia del pastor Emilio Vázquez Pena y su familia, que mezclaba el mundo de la religión con el de la política, y mostraba delitos de corrupción, de abuso de menores y hasta un magnicidio, fue tan intenso e inmediato que invitó sin titubeos a pensar en una segunda temporada. El miércoles 22, finalmente, la plataforma estrenará los seis capítulos que componen la segunda temporada de la serie. Para hablar sobre lo que puede esperarse de ella (al reparto se sumarán Julieta Cardinali, Diego Velázquez, Maite Lanata, Agustín Aristarán y Florencia Raggi, entre otros) y las distintas alternativas del derrotero de su personaje, el abogado idealista Julio Clamens, LA NACION conversó con el Chino Darín vía Zoom, quien se encuentra en estos momentos rodando en Barcelona.
–La respuesta del público con respecto a la primera temporada de El reino superó todos los pronósticos. ¿Qué creés que puede llegar a pasar con esta segunda parte?
–Yo creo que la gente que se enganchó con la primera, seguro va a ver la segunda. Y con respecto al resto del potencial público pueden pasar dos cosas: algunos serán estimulados por la campaña publicitaria de la segunda temporada y entonces se pondrán a ver la serie desde un principio; mientras que para otros la serie ya habrá caducado y entonces ya no se sumarán. Pero por lo que vengo leyendo en las redes hay mucho interés y ganas de seguir viendo El reino. Yo creo que al final la va a ver muchísima gente.
–La primera temporada de El reino culminó con el pastor Emilio Vázquez Pena asumiendo la presidencia del país (tras el asesinato de su compañero de fórmula). En la segunda, que transcurrirá dos años después de aquel hecho, se lo verá enfrentado por el poder a Tadeo, un exfeligrés devenido activista. ¿De qué lado de la contienda estará tu personaje?
–Mi personaje, como se vio un poco en el tránsito de la primera temporada, quedó del lado de Tadeo, evidentemente en contra del pastor, por conocer los pecados y atrocidades en las que éste estuvo involucrado. Esta segunda temporada, de todas maneras, va a encontrar a mi personaje alejado de todo ese mundo. Como recordarán, al final de la primera temporada Tadeo se fue hacia el Norte, escapando sin un destino concreto: se lo ve cruzando la frontera junto a un pibe, Jonathan, apodado El Pescado, y da la sensación de que se va para no volver. Mientras, mi personaje queda medio en jaque luego de haber intentado hacer una denuncia contra el pastor, que le salió mal porque lo apretaron. Ahora, en la segunda temporada, mi personaje quedará alejado de Tadeo, por una cuestión geográfica (aunque siguen en contacto, pero no con tanta asiduidad) y del mundo del pastor evangelista y del partido político porque ha cortado todo tipo de relación. Julio está afuera de todo ese universo y se ha dedicado a la enseñanza académica del derecho en una facultad y a generar su pequeño refugio familiar con su mujer Ana (hija del pastor) y su pequeña hijita, Carola.
–Esa nueva realidad de tu personaje es producto de la decisión ética que tomó al final de la primera temporada. ¿La podrá sostener hasta el final de la serie?
–Bueno... Sabemos cómo es la política y conocemos los artilugios con que cuenta tristemente para cambiar las voluntades. Lo único que puedo adelantar es que en el segundo capítulo tengo una reunión con el pastor en el que él muestra sus recursos para apretarme. En un sentido más amplio, la serie jugará con eso: con ver hasta qué punto los personajes enfrentados son capaces de derrotar al otro. Hay una frase de Groucho Marx que me gusta mucho y que considero tiene que ver tanto con la serie como con el mundo de la política: “Estos son mis principios, si nos les gustan tengo otros”. Esto significa que en el mundo de la política todo puede tener una vuelta, pero confío en que todo lo que ha vivido este personaje a lo largo de su historia, errores incluidos, lo lleven por el buen camino. Yo lo interpreté, sí, pero no lo puedo confirmar. Más sería espoilear todo.
–Tu personaje, Julio Clamens, se ocupa de un tema muy sensible: el del abuso de menores. ¿Tuviste que investigar mucho al respecto para componer tu personaje?
–No. Ese es un tema escabroso del que todos de alguna forma conocemos un montón de casos. Basta leer los titulares de los diarios. Lamentablemente eso sucede en la Argentina y en todo el mundo. Pero mi personaje “se desayuna” sobre el tema en ese momento, cuando sucede en tiempo presente en la serie, y mi filosofía de preparación de los personajes es que uno tiene que preparar todo hasta el momento en que empieza el personaje y después hay que dejar que los personajes se encuentren con las sorpresas que les toque encontrar…. No podés ir digiriendo las cosas antes.
–¿Considerás que un producto como El reino ayuda a visibilizar el tema y a generar un cambio en la sociedad?
–A visibilizar el tema tal vez sí; pero creer que las ficciones sirven para solucionar temas de la vida real me parece que es una falacia. Son temas de larga data, cuesta creer que una serie pueda cambiar la cuestión. En definitiva estos delitos están enmarcados en el código penal, eso hace suponer que deberíamos tener las herramientas para poder analizarlos en profundidad y lograr hacer algo. Pero suele suceder, como ocurre con otros hechos criminales, que el código penal no alcanza para prevenirlos ni para juzgarlos correctamente. Son temas muy complejos.
–En ese aspecto, ¿estamos mejor o peor que en otros países?
–No he hecho un estudio particular sobre el tema, pero soy un tipo curioso e inquieto y leo artículos de todas partes. Por eso el otro día me llamó la atención que en los Estados Unidos condenaran a un tipo a 180 días de prisión por el abuso de un menor. Es una condena ridícula si tenemos en cuenta que hasta hace poco allí condenaban a más tiempo de cárcel a alguien que vendía marihuana; algo obviamente menor que hoy incluso ya no es motivo de encarcelación porque se lo considera legal. Así que ya no sé cuáles son los parámetros. No está bueno compararnos siempre con el exterior para ver si estamos haciendo las cosas bien o no en nuestro país. Lo primero que surge es: hagamos como allá, pero de golpe te encontrás con que en los Estados Unidos hacen las cosas como el culo; si no, mirá el caso Epstein. En general, en este tipo de casos está involucrado el poder, eso es lo que denuncia la serie y lo que han escrito los autores, Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro.
–Tras el estreno de El reino aparecieron las críticas de los representantes locales de la iglesia evangélica. ¿Qué suponés que puede pasar ahora, cuando la segunda temporada de la serie se mete con la clase política y otros estamentos de poder?
–Va a pasar lo mismo. Hay algo atrevido en esta serie, que tiene que ver con el diseño elaborado por los autores, de tocar ciertos temas escabrosos, que indudablemente mueven el avispero. Después... No digo que me causa gracia porque se trata de un tema serio, pero hay algo medio raro en eso de la iglesia evangélica pronunciándose en contra de un producto de ficción... Como que así te hacés cargo de algo sin que nadie te culpabilice. Hay una serie que se llama Barry, que trata sobre un asesino que es actor y yo no salgo a gritar: “Ay, los actores no somos asesinos seriales”. La pregunta es: ¿por qué los representantes de esa iglesia se autoidentificaron como objetos de un producto que es claramente ficción? De todos modos, hay algo en lo que no nos podemos hacer los boludos –y que no tiene que ver sólo con las iglesias evangélicas sino con las instituciones religiosas en general, sobre todo con las referidas al catolicismo–, que es que están repletas de casos de curas abusadores de menores. Los van rotando por distintas instituciones religiosas y así los van ocultando y les salvan el pellejo. Salvo el caso del padre Grassi, aquí no he visto otro culpable que vaya preso. Todos quedan en el olvido, en una suerte de limbo extraño, donde algunas personas parecen estar exentas de los castigos mundanos, propios para ese tipo de atrocidades. Eso me parece preocupante y terrible.
–Las escenas del presidente en el desempeño de su cargo están grabadas en la Casa Rosada. ¿Fue difícil conseguir el permiso?
–No tengo la menor idea, eso habría que preguntárselo a K&S (la productora de la serie) y a Netflix. Yo soy un actor acá, no más. A mí simplemente me dijeron “nos vemos mañana en la Casa Rosada” y ya estaba todo cocinado. Para mí fue espectacular como actor entrar a un lugar así. Me imagino que no habrá sido fácil para los productores conseguir el permiso, si no, veríamos todos los días ficciones filmadas en la Casa Rosada; a pesar de que a todos nos gustaría de vez en cuando sentarnos en el sillón presidencial para filmar una escena. No sé cuán difícil o fácil fue el trámite, pero soy consciente que contamos con una posibilidad que no tiene todo el mundo.
–Netflix ya anticipó que con esta segunda temporada concluye la historia de El reino. ¿Podría haber un spin-off? ¿Te gustaría que estuviese centrado en tu personaje?
–No depende de mí, pero sí podría haber un spin off, claro. Pero no me gustaría que mi personaje fuese el protagonista. Para mí, esta etapa ya está terminada.
–¿Qué estás haciendo hoy en España?
–Estoy en Barcelona filmando una serie para Netflix, titulada por el momento Mano de hierro. Tiene que ver con una familia que está a cargo de una terminal portuaria, en el puerto de Barcelona, y que aprovecha ese lugar de poder para hacer sus chanchullos ligados al narcotráfico. Todo el conflicto de la serie surge a partir de que se pierde un cargamento de drogas debido a distintas facciones y cuestiones de autoridades.
–Sos uno de los productores de Argentina, 1985, el film argentino nominado para los Oscar ¿Qué expectativas tenés para el próximo domingo? ¿Asistirás a la ceremonia?
–Espero ganar, ahora de ahí a que suceda… Quién lo sabe. Estaría buenísimo ganar. Me encantaría. Lamentablemente no voy a poder asistir a la ceremonia porque estoy en pleno rodaje de la serie. Y se trata de un rodaje complicado porque la mayoría de las escenas son en distintas locaciones, nunca en un estudio. Intenté organizar los días, pero fue imposible encontrar un espacio para poder ir. Es más, el domingo a la hora de la ceremonia, estaré rodando sin parar.
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