El 16 de abril de 1889 nacía en Londres el creador de Charlot, el gran ícono del cine mudo que reflejó a los más relegados de la sociedad
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Un día como hoy, en 1889, nacía Charles Spencer Chaplin, el hombre que conquistaría el mundo con su Charlot de bombín, pantalones bombachos, saco estrecho y zapatones a los que le sobraban dos números. Charles y Charlot tenían mucho en común, aunque el primero, así como le dio vida, se encargó de sepultarlo, algo que lamentó toda su vida.
Aquel 16 de abril de 1889, en el seno de una familia extremadamente humilde, nacía el pequeño hijo de un comediante trashumante de poca monta y una mujer dedicada al music hall. A pesar de las numerosas investigaciones destinadas a descular el lugar exacto donde transcurrió la infancia de Charles, aún hay diversas miradas sobre tal cuestión. ¿En un suburbio de Londres o en un carromato gitano? Lo cierto es que la niñez del pequeño no fue nada fácil, todo lo contrario. Seguramente, en esas adversidades extremas luego encontró la inspiración para sus personajes periféricos, a la deriva, en busca de la subsistencia. Charlot fue eso. Charles y Charlot eran uno. El público también lo sentía así.
Charles Spencer, el padre de la familia, abandonó la casa cuando el actor tenía tan solo 3 años, una forma de escapar de la vergüenza que le daba su adicción al alcohol. Al tiempo moriría debido a un avanzado cuadro de cirrosis. Tenía tan solo 37 años. Al cuidado de Hannah, su madre, la crianza fue tortuosa tanto para él como para su medio hermano. Con el seudónimo de Lily Harley, la mujer participaba de espectáculos menores, en general vinculados a la picaresca. Nada de eso permitía la manutención de sus hijos.
La escasa o nula repercusión de Lily en las marquesinas fueron minando su salud emocional. No lograba destacarse y, en consecuencia, mantener con holgura a sus hijos. Los problemas psiquiátricos de la mujer, que debió ser internada para un tratamiento más exhaustivo, hicieron que sus hijos fuesen derivados a un asilo y, tiempo después, a una institución educativa para huérfanos. El destino pareció ensañarse con Lily, quien, además, sufrió una grave enfermedad en su laringe, cercenando para siempre la posibilidad de actuar.
Para 1898, Chaplin ya había realizado algunos trabajos artísticos con un grupo de compañeros aficionados y, posteriormente, con pequeñas compañías profesionales que recorrían el país en gira. A los diez, formaba parte del grupo de baile Los ocho muchachos de Lancashire. De todos modos, a medida que se acercaba la juventud y cierta prematura madurez por la dura vida transitada, sentía que tenía mucho más para dar, que esos pequeños trabajos ya no lo completaban.
Hacer la América
En 1903, su papel en Sherlock Holmes, le deparó buenos comentarios. Poco después, y aún en Londres, a pura fuerza y vocación, el joven Chaplin recorría los suburbios con la destacada compañía de mimo de Fred Karno. Con esa agrupación, entre 1910 y 1912, recaló en Canadá y, posteriormente, en diversas ciudades de los Estados Unidos. Para ese entonces, ya habían sido aplaudidos en París. En aquella modesta compañía, compartía pieza para dormir con Stan Laurel. Con esos antecedentes, en 1913, Charles Chaplin se instalaría en los Estados Unidos con una meta precisa: conquistar Hollywood.
A esa altura, ya se había ganado la vida como mandadero, soplador de vidrio y vendedor callejero cuando las monedas ganadas en el teatro no alcanzaban. La vida austera le hizo conocer los rincones más sufrientes de la sociedad de su tiempo. Él se compadecía de quienes no tenían un techo, un lugar para dormir y un plato de comida caliente. Esa sensibilidad lo acompañó siempre, ahí estaba la inspiración del futuro Charlot.
En los Estados Unidos, Charles tuvo de espectador a Mack Sennett, un innovador de la comedia tradicional, que lo contrató para formar parte de sus estudios Keystone, no en un rol estelar, sino para hacer un reemplazo. De todos modos, no faltaba tanto para su primer protagónico.
En pocas semanas, Chaplin comenzó a obtener un cachet nunca antes ganado. Sin embargo, el rol que le encomendaron en Making a Living, un cortometraje mudo rodado en 1914, no le quedaba cómodo. Él lo sentía y también lo percibían los directores y los ejecutivos del estudio, es que una película de ese tono no era lo suyo. Ante eso, Sennett quería dar por terminado el vínculo con Chaplin, pero fue la directora Mabel Normand quien insistió en darle una nueva oportunidad. Sin embargo, el actor generó algunas rispideces al no aceptar de buen grado ser dirigido por una mujer.
Nació Charlot
Las películas de Keystone apelaban a un humor físico y bien directo. Chaplin prefería algo más sutil, aunque también hizo de la herramienta corporal un lenguaje que lo identificaba. Para filmar su segunda película, el productor le sugirió a Chaplin que se pudiera lo primero que encontrase en el vestuario, la única consigna es que debía tener características cómicas. A las reconocidas ropas que causaban gracia por lo pequeño o la desmesura, le sumó un bastón y bigotes para parecer mayor. El bigote pequeño permitía un movimiento simpático. Alguna vez dijo: “Hitler me copió el bigote”.
La película que cobijó por primera vez a Charlot fue Kid Auto Races at Venice, estrenada en febrero de 1914. Había nacido uno de los personajes icónicos del cine mundial del siglo XX, que tendría vida hasta 1936, cuando Chaplin rodó Tiempos modernos, aquel clásico aún vigente.
Aquel film nació por casualidad y se buscaba que el personaje de Chaplin se entrometiera en una carrera infantil. Si la vida personal del actor parece extraída de una novela de Dostoievski, lo cierto es que las características del personaje no se quedaban atrás. Aquel querible vagabundo con aspiraciones de caballero se ganó el corazón de millones de seguidores, a través de películas y cortos inolvidables. En muchos casos, Charlot pareció salido de Dickens.
Tal era la injerencia del personaje que durante 1914 filmó nada menos que 35 cortos de no más de 16 minutos. La trascendencia lo llevó a ser famoso en toda Europa y en mercados como el brasileño o el argentino donde se lo conocía como “Carlitos”.
Cambió en varias oportunidades de estudio, todos querían tenerlo entre sus figuras estelares. Tal demanda hizo que sus cachets se convirtieran en millonarios, en los más cotizados de la industria del entretenimiento. Durante varias temporadas fue el artista mejor pago del mundo, rango que logró cuando entró a trabajar en Mutual. Entre 1914 y 1966 rodó ochenta películas, de las cuales unas muy pocas fueron habladas. En ese período se encuentran joyas inolvidables como Luces de la ciudad, donde se enamora de aquella florista ciega. Siempre el melodrama tiñó sus guiones con naturalidad y en busca de la emoción del público.
Cuando el cine sonoro conquistó el mundo, él prefería seguir fiel a ese modo de contar con el que había seducido al mundo. Tal era su estatus que fue el primer actor en aparecer con su imagen en la tapa de la revista Time. Con los años, el personaje del vagabundo no solo buscaba sobrevivir y emular a los caballeros de buenos modales, sino que también anhelaba el amor. El personaje de la chica fue muy aplaudido gracias al buen desempeño de Edna Purviance, quien trabajó con él varios años.
Tuvo imitadores, pero ninguno dio en la tecla. El lenguaje mímico y la comunicación corporal que lograba Charles Chaplin eran inimitables. El 5 de febrero de 1936 se estrenó Tiempos modernos, la última película que contaría con el personaje de Charlot en su manera más tradicional. La historia era toda una crítica a ese mundo moderno mercantilizado y automatizado que despreciaba el recurso humano. Tiempos modernos contó con su guion, dirección y, desde ya, protagónico.
Cada vez más perfeccionista, Chaplin decidió fundar United Artists, su propia compañía para evitar someterse a los dictámenes de otros. De esa factoría nacieron algunos de sus clásicos como El gran dictador.
Destierro
En 1940 comienza a transitar el cine sonoro, sin descuidar la mímica. El gran dictador es una crítica furibunda a las dictaduras, al nazismo y al antisemitismo. Chaplin interpreta a un barbero judío y a un dictador nazi. Muchos afirman que esta es la última película de Charlot debido a los rasgos que llevaba el barbero.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, con un Chaplin que pregonaba por la paz y ya no vendía bonos para ayudar a las milicias, como sí lo había hecho antes, es seriamente acusado de antiestadounidense por las autoridades y por buena parte de la sociedad. Además la crítica social de sus películas no era bien vista. A tal punto llegó el dislate que lo acusaron de comunista.
Presionado y censurado, Chaplin tuvo que abandonar los Estados Unidos, el país al que le había dado tanto. Todo. Se instaló en Europa, donde pudo rodar algunos últimos títulos como Candilejas, Un rey en Nueva York y La condesa de Hong Kong, esta última con Sophia Loren y Marlon Brando.
El final
En 1972 regresó a los Estados Unidos donde le dieron un Oscar honorífico. Ganó su estrella en el Paseo de la Fama y se lo propuso para el premio Nobel de la Paz. En Inglaterra, la Reina Isabel ll lo nombró Sir con la Orden del Imperio Británico. A esta altura ya estaba muy debilitado y se movilizaba en silla de ruedas. Su última aparición pública fue en un circo, donde, al terminar la función, los artistas le obsequiaron las típicas narices rojas. Con la edad se recrudeció su cuadro de asma y apareció la devastadora demencia senil.
Si su Charlot podía convivir en un cuento de Dickens, lo cierto es que aquella historia terminaría un día de Navidad. Charles Chaplin murió el 25 de diciembre de 1977, en su mansión de Suiza de Corsier-sur-Vevey. Tenía 88 años. Había fallecido el genio del cine mudo. El hombre seductor que amaba a las mujeres jóvenes. Había sellado cuatro matrimonios y unos cuantos hijos. El último reconocido nació cuando él ya era mayor.
No la pasaba bien en Navidad porque recordaba su infancia de pobreza. Será por eso que partió poco después de la Nochebuena, a las cuatro de la madrugada. Se había ido El pibe. Se había ido Charles, Carlitos, Charlot.
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