La cocinera habló con LA NACION sobre los rumores de su mala relación con Soledad Fandiño, contó cómo entró al mundo gastronómico y reveló que durante años lidió con un importante sobrepeso
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Chantal Abad es tal y como se la ve todas las mañanas en Es por ahí, el ciclo de América que conducen Guillermo Andino y Soledad Fandiño. Simpática, de sonrisa fácil y energía desbordante, la cocinera se luce en el programa. Docente, comunicadora y productora gastronómica, Abad se hizo popular de la mano de Morfi y La peña de morfi, en Telefe, donde estuvo durante cinco años. En diálogo con LA NACION, habló de los rumores sobre su difícil relación con la Fandiño, opinó sobre otros colegas y contó cómo lidió con su sobrepeso durante varios años de su vida. “Es un año de mucho cambio, sabía que iba a ser intenso a nivel laboral, pero no pensé que tanto. Explotó por todos lados: cambié de casa, de canal, de programa. No sé qué pasa pero sucedió algo que hace que todo este súper activo”, reflexionó.
-¿Y qué provocó esta explosión?
-Creo que se combinaron dos cosas. La gente me conocía de Morfi, pero era un programa totalmente diferente en el que tenía segmentos más pequeñitos que no me permitían desarrollar todo como yo quería. Tengo algo de docente, me gusta explicar, dar detalles, tips; lo descubrí dando clases en varias escuelas de cocina. Me siento más una comunicadora que netamente una cocinera. Este formato de Es por ahí es diferente y puedo mostrarme más. Sentí que en Telefe había cumplido un ciclo, después de cinco años en Morfi, y esta propuesta me interesó porque había posibilidades de incluirme en otros espacios. De repente ahora la gente me dice: “Te escuché opinar de tal cosa, qué bien que hablás o qué interesante tu punto de vista sobre tal o cual tema”. Me gusta mostrarme en otra faceta que no sea solamente la de enseñar una receta. Es el momento y el programa.
-¿Y cómo te sentís en Es por ahí? Porque hay rumores sobre una mala relación con Soledad Fandiño, ¿qué hay de cierto?
-[Risas] Es verdad que se armó un revuelo que me desayuné por mi familia, que me lo contó preocupada. Yo voy hablar por mí: en lo personal estoy recontra feliz, aunque trabajo mucho más. Lo volvería a elegir porque tenemos un capitanazo que es Guille Andino y no se puede creer lo que es ese ser humano: buen compañero, generoso, profesional, serio, que te acompaña, te apuntala. Es un placer. Y después estamos nosotros tres: Sole, Guido Záffora y yo. Cuando escuché esos rumores dije: “¿qué pasó, por qué?”. Me dijeron que me habían puesto un apodo (araña), una cosa horrible. Cuando estas cosas pasan, prefiero enfrentarlas. Soy muy frontal, pero no me gustan los conflictos. Entonces le pregunté a Sole si había algún problema y me dijo que no, que nada que ver, que era todo un invento que no sabía de dónde había salido. Y para mí muere ahí porque no puedo darle entidad a algo que anda a saber de dónde salió. La palabra de ella me alcanza.
-¿Sentís buena energía de parte de ella?
-Sí. Yo le huyo al conflicto. No me gusta en ningún orden de la vida, no lo puedo sostener, enseguida me angustio, lloro, me deprimo. Soy de poner siempre la mejor buena onda y colaborar y la verdad que nunca sentí nada feo hacia mí, al contrario. Nunca tuve ningún lío con nadie y trabajé con un montón de conductoras: Zaira Nara, Carina Zampini, Julieta Prandi, Jésica Cirio, Ivana Nadal, Laurita Fernández. Siempre tuve la recontra mejor onda con todas. No sé, es raro lo que se dijo. Para mí trabajar en un buen ambiente es todo. Cuando trabajás en un proyecto que apunta a generar momentos de alegría y disfrute, es muy difícil hacerlo si no te está sucediendo. La gente es muy perceptiva y siente esa energía y si estás cruzada, el que está del otro lado lo nota.
Chantal, la sibarita
-¿Por qué elegiste ser cocinera?
-Vengo de una familia en la que la comida siempre fue protagonista. Pasaba mucho tiempo con mis abuelos porque mis padres estaban separados y mi mamá trabajaba mucho. Mi abuelo es fanático del teatro y de salir a comer afuera así que desde muy chiquita tenía mucha cotidianeidad con los restaurantes. Recuerdo que tendría 5 años y después de tomar el pedido, el camarero preguntaba: “¿A la nena le traemos fideítos?” Y yo decía: “No, quiero lomo strogonoff y de entrada una copa de langostinos”. El tipo no lo podía creer.
-¡Eras sibarita desde chiquita!
-Muy. Ir a comer afuera era el plan. Nunca comía cosas que comían los chicos y no me gustaban los caramelos o los chupetines, yo quería rabas. Empecé a cocinar desde muy chica porque mi vieja laburaba un montón y soy la mayor de mis hermanas. Soy la única hija de padre y madre y después por parte de mi mamá tengo dos hermanas y por parte de papá, otras dos: todas mujeres. Yo cocinaba todos los días y cuando terminé el colegio decidí estudiar teatro y cocina, y así fue. Vivía en La Plata y quería mudarme sola y pensaba que no iba a poder trabajar de actriz en unos años, así que pensé en hacer un stop y dedicarme a la cocina porque tiene una salida laboral más rápida. A los seis meses ya estaba haciendo una pasantía y al año, trabajando. Y no paré nunca más.
-¿Y cómo saltaste a cocinar en televisión?
-Creo que todos tenemos un don o un llamado, y fue la sensación que tuve cuando empecé a trabajar en los medios. Creo mucho en el karma, la ley de causa y efecto y a pesar de que dejé el arte por muchos años, evidentemente mi canal estaba por acá. Mi llamado tenía que ver con los medios, con comunicar. Creo que la gastronomía es un arte, al igual que comunicar porque un poco actúas y cada día montás una especie de show. Así, el círculo se fue cerrando. Empecé por casualidad en los medios porque mis alumnas me anotaron para un reality en el canal El Gourmet. Me llamaron, hice un casting, quedé, pero duré dos capítulos porque casi atraganto a Dolli (Irigoyen) con una espina de pescado: me dieron un pescado que no estaba despinado. Fue un drama para mí. Al año siguiente me llamaron de esa productora para hacer la producción gastronómica de la segunda temporada de Desafío Gourmet. Durante muchos años estuve detrás de cámara hasta que un día que estaba yendo a grabar un programa en Chile, una productora me dijo: “Qué hacés atrás de cámara, vos tenés que estar adelante”. Al año siguiente esta productora me llamó para hacer Sabores del mundo, en el canal de la Ciudad y ganamos un premio Fund TV. Fue en 2013.
Mis colegas, los cocineros
-Ahora los programas de cocina son un boom, ¿qué opinas de MasterChef, El gran premio de la cocina, Cocineros argentinos?
-Fui parte de la producción gastronómica de la primera temporada de MasterChef así que conozco un poco el detrás de escena. El programa de cocina que me fascina desde siempre es Cocineros argentinos, me parece hermoso. Me encanta que la gente se haya enganchado tanto con la cocina y más allá de las chicanas que necesitan tener estos programas, hay una evolución: es más sano ver gente que cocina que gente que se pelea.
-¿Es verdad que Germán Martitegui es mala onda? ¿Tuviste problemas con él cuando trabajaron juntos?
-En todos los formatos de MasterChef del mundo siempre hay un malo. Es un rol que alguien tiene que jugar porque es parte del show. Después si esa línea se cruza y roza el malestar y el otro se siente ofendido o violentado, es otra cosa y es mi límite personal porque dejó de ser un juego. Nunca tuve una mala experiencia con Martitegui. Los cocineros que trabajamos en los medios somos pocos y nos cruzamos en todos los eventos, en las ferias, en las clases, en viajes. No somos amigos y no lo conozco tanto, pero tenemos buena relación. Hay cosas que se ven y traspasan la pantalla y todo lo que uno emana, vuelve.
"No somos amigos con Germán Martitegui y no lo conozco tanto, pero tenemos buena relación"
-¿Y tenés un colega preferido?
-A Donato De Santis lo conozco más y es muy buena onda, muy laburante. Damián Betular es un osito de peluche y lo tendría en mi mesa de luz, no puede ser más bueno. Mauricio Asta fue profe mío cuando empecé a estudiar y tengo una relación de cariño. No tengo un preferido, pero sí más afinidad con unos que con otros. Con Christophe [Krywonis] trabajé en varias oportunidades y con los Petersen no, pero los conozco y me he cruzado, claro. Tengo buena onda con todos. Hay una camada de nuevas caras con un perfil más relajado o menos pretencioso. La gente no tiene ganas de que le hablen desde un lugar petulante y durante algunos años la gastronomía fue así. Eso cambió, como cambiaron también muchos otras cosas: antes te mofabas de otro y era gracioso. Por suerte, hay cosas que ya no van. Esta forma nueva de comunicar me gusta y un buen ejemplo es Ximena Sáenz, que es buena explicando, es amorosa, generosa, buena onda, dulce; es una colega que admiro, quiero y es buena gente. Y Jimena Monteverde, con su estilo, es súper graciosa. Me gusta este aire más fresco.
Desórdenes alimenticios
,¿Es verdad que tuviste sobrepeso durante mucho tiempo? Debe haber sido complicado trabajar con comida y sufrir desórdenes alimenticios. ¿Cómo lo manejaste?
-Es un tema que oculté porque me daba vergüenza. Yo fui obesa durante muchos años y he llegado a tener treinta kilos de más, desde los 5 años hasta los 14. Después adelgacé muchos kilos, pero el peso seguía siendo un problema y subía siete y bajaba ocho, y así. Nunca tomé pastillas ni tuve anorexia ni bulimia, pero sufría. Imaginate una nena de 8 años que pesa 80 kilos.
-Habrás sufrido mucho.
-Mucho. Me hicieron bullying, la pasaba mal, me cargaban. Cuando decidí hablar de esto me empezaron a llegar muchos mensajes de personas que sufren desórdenes alimenticios. Tengo asumido que nunca voy a ser una mujer flaca y vivo con cinco kilos de más.
-¿Cómo fue el proceso de aceptación y de equilibrio?
-Fue un proceso muy largo y durante quince años viví pendiente de mi peso, si estaba gorda o flaca o cuánto bajaba o qué dieta podía hacer. Estaba rodeada de comida y no podía parar de comer y engordar. Era kármico. Creo que todo cambió cuando cambié de enfoque. El cambio profundo fue cuando me di cuenta de que ninguna persona con sobrepeso tiene un problema físico: la gordura es un tema emocional. El que come compulsivamente o tiene algún tipo de desorden alimenticio, tiene un desorden emocional. Puede ser angustia, ira, bronca, no sé, las aristas son infinitas. Entonces empecé a resolver el problema cuando dejé de abordarlo desde el peso y la comida y lo hice desde un lugar interno.
-¿Hiciste terapia?
-Hice terapia toda mi vida, pero el mundo me cambió cuando entré en el mundo del yoga, la meditación, el encuentro con uno desde un lugar menos racional y más espiritual. Menos desde la cabeza y más desde el alma. Me hice cargo, dejé de culparme, perdoné a quien tenía que perdonar y empecé a sanar internamente y todo se hizo más simple. Este cambio empezó en 2014. Hoy trato de tomarme mi tiempo para meditar, para practicar yoga porque es mi norte, mi cable al alma. Sé que vuelvo ahí y es un lugar seguro, en el que se me acomodan las ideas. Estoy atenta a mis emociones. Siempre digo que la llave no está en la heladera, está en el corazón.
-¿Tenés pareja?
-No, estoy sola. Soy soltera y me gustaría ser mamá en algún momento. Durante mucho tiempo pensé que no era para mí porque trabajo mucho, pero hoy me siento más madura, más serena, más preparada. Es algo que está latente, pero no es el momento. Tuve una mamá que fue sostén de hogar y tal vez no nos pudo dar la calidad de tiempo que necesitábamos y el día que me proponga ser mamá voy a querer serlo a tiempo completo. Va a ser en un momento en el que me pueda permitir esa prioridad y mi trabajo quedará stand by.
-¿Serías mamá soltera?
-Soy de las personas que disfrutan del amor. Siento que sería una vida engendrada desde un amor profundo y de un proyecto compartido. Al menos así me vibra.
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