César Mascetti y Mónica Cahen D’Anvers, una historia de amor que nació en secreto y duró más de 40 años
Se conocieron en los pasillos de Canal 13, pero el flechazo surgió en una fiesta y desde entonces no se separaron más; lejos de los noticieros, se instalaron en San Pedro y allí se dedicaron a la cosecha de naranjas
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El de ellos no fue un flechazo, sino todo lo contrario: cuando se conocieron no se toleraron. Sin embargo, el amor se hizo camino y fue creciendo de poco, casi sin que se dieran cuenta. La primera vez que se vieron, Mónica Cahen D’Anvers ya era una periodista reconocida y de las más queridas y respetadas de la televisión, y César Mascetti estaba dando sus primeros pasos en ese medio. Ese primer encuentro fue en 1971, en los pasillos del viejo Canal 13. Por ese entonces ella estaba casada con Iván Mihanovich, con quien había tenido a sus hijos, Iván y Sandra. Todo quedó en un simple saludo y el reencuentro fue años después cuando ella conducía Mónica presenta y ya estaba separada, y él tenía fama de rompecorazones: “Me parecía un hombre insoportable. Era muy buenmozo y se sabía lindo. Todos los días había mujeres en la puerta del canal que lo esperaban a la salida”, sostuvo ella.
El flechazo sucedió un 7 de junio, día del periodista, en una fiesta organizada por Goar Mestre, por entonces pope de la emisora. “Esa noche conversamos y cuando nos fuimos, él se subió a su auto y yo al mío, y en vez de ir por caminos separados, nos volvimos juntos y nunca más nos separamos. No sé por qué, pero es tal la maravilla que vivimos que nunca nos pusimos a pensar qué pasó. Es lo que fue, es lo que hay y estoy feliz de que sea así”, contó la periodista tiempo atrás al recordar el inicio del romance que mantuvieron oculto en esos primeros tiempos.
“Durante siete meses logramos mantener la relación en secreto. Un día alguien publicó el chimento que aseguraba que Mónica estaba esquiando en Suiza, y que yo había viajado en secreto para encontrarme con ella y hasta un canal mandó un enviado especial a Suiza para sorprendernos. Y ni Mónica ni yo habíamos pisado Suiza”, había contado, por su parte, el periodista entre risas.
Durante muchos años fueron la exitosa dupla que condujo Telenoche, adorados por el público y respetados por los colegas. La complicidad traspasaba la pantalla y ellos lo sabían y lo aprovechaban.
Una boda íntima
Se casaron después de 25 años de estar juntos, en sus bodas de plata, el 7 de junio de 2003: “Aprovechamos la fecha y nos casamos. Nos pareció que era un buen regalo de aniversario. Le dije a César: ‘¿no te parece que es hora de que firmemos un papelito para que se sepa que esto es en serio?’. Y lo hicimos”. Fue una boda íntima, con pocos invitados, apenas la familia, algunos amigos y los testigos. Y en San Pedro, su lugar en el mundo.
“Esta historia necesitaba un moño, y lo tuvo. César propuso que nos casáramos en París, en el ‘98, mientras cubríamos el Mundial de fútbol. Pero a mí me pareció algo frío, impersonal”, decía ella sobre la decisión de casarse. Y él concluía: “En estos tiempos, cuando todo el mundo se ‘descasa’, casarse es construir algo. Sobre todo para mí, que no tengo hijos propios. ¿Qué más puedo pedirle a la vida?”.
No solían hablar de su vida privada y él mucho menos que ella. Pero en alguna oportunidad compartieron algo de su intimidad con LA NACION y Cahen D’Anvers dijo: “Nada más mentiroso que ‘son el uno para el otro porque son idénticos y se llevan de maravillas’. César y yo somos como el blanco y el negro. Él es el que piensa y planea, y yo soy la que ejecuta. Y creo que estamos juntos gracias a las diferencias que nos distancian”. Mascetti, en tanto, aseguraba: “Un poco se trata de tener la suerte de haber encontrado a la mujer de mi vida. Y quiero creer que soy el hombre que completó su vida. Lo nuestro es un complemento acertado”.
En 44 años de amor pasaron algunas tormentas, pero ninguna fue pública porque Mónica y César vivieron su amor y sus demonios puertas para dentro: “Hemos pasado de todo y más de una vez nos hemos mandado al diablo con una bronca extraordinaria. Él es más retraído y serio y yo soy más pasional, más ruidosa. Suelo dejarme llevar por el enojo del momento, pero la verdad es que nuestras peleas siempre duraron un par de horas. La cámara nunca nos enganchó, pero más de una vez ligó una patada por debajo del escritorio”. Para los dos, también había otra explicación sobre la longevidad de la relación: “Nos unimos a los cuarenta años, no a los veinte. A esa edad, cuando todavía cada uno tenía que escribir su historia, tal vez nos hubiéramos matado”.
Los celos fueron, muchas veces, los motivos de esas crisis de pareja. “Los dos somos celosos, y aunque César no se hace cargo, después me pasa factura. Yo soy asquerosamente celosa. Tiene la mirada fácil y se le van los ojos, pero lo que realmente me molesta es que le da demasiada importancia a cosas que no quiero que se las dé”, reflexionaba la periodista.
San Pedro, allá vamos
La boda coincidió con su retiro de la tele. En el 2003 ambos se despidieron de Telenoche y se mudaron a San Pedro, aunque un año después volvieron a trabajar juntos, esta vez en Radio del Plata. Ubicada a 11 km de su casa de campo, El independiente, La Campiña de Mónica y César es un emprendimiento que nació en los ‘80, cuando apenas empezaban a estar juntos. Es una plantación de naranjos, rosales, azares, una huerta y restaurante que ofrece comida casera.
Durante muchos años viajaron de la ciudad al campo cada fin de semana hasta que decidieron instalarse definitivamente y poco a poco dejaron de venir a la Ciudad. “Nunca nos arrepentimos del cambio. (...) Llegamos a San Pedro en busca del sol, del río, el perfume de las flores, los pájaros, de todo lo que no encontrábamos en la ciudad. Teníamos una clara visión de entender a San Pedro como el proyecto para un determinado momento de la vida. La Campiña es un sueño que venimos criando desde hace cuarenta años y que logramos hacer realidad”, había expresado él sobre este cambio de vida.
Sus días en San Pedro transcurrieron trabajando en La Campiña, donde el periodista además tenía un palomar que lo entretenía durante varias horas. Un hobby que nació cuando tenía 12 años y que mantuvo hasta sus últimos días. “Las palomas tienen la magia de hacerte volar; de alguna manera, volás con ellas”, aseguraba. A Mónica, en cambio, la apasionan las plantas y tiene un enorme vivero y un espacio con trescientos rosales que le regaló César cuando cumplió 70 años. “Después no digan que no es un romántico”, remarcaba ella sobre el hombre que la acompañó gran parte de su vida.
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