César Mascetti: adiós al más prolijo e impecable narrador del hecho periodístico
Murió a los 80 años una de las figuras más conocidas del periodismo televisivo, reconocido por su manera sobria de comentar las noticias y una notable capacidad de observación de la actualidad; construyó junto a Mónica Cahen D’Anvers una exitosa pareja profesional que se extendió a la vida en común, compartida por más de cuatro décadas
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En los mejores momentos de su extensa y meritoria trayectoria profesional, a César Mascetti le tocó asumir la custodia de algunos de los valores más propios de la esencia del periodismo televisivo mientras a su alrededor se gestaba el más formidable cambio histórico que conocieron los programas informativos de nuestra pantalla chica. Fallecido a los 80 años por un cáncer de hígado que se reveló en muy poco tiempo, Mascetti quedará muy presente en el recuerdo del público como uno de los rostros más familiares que haya dado nuestra televisión en la exposición y el análisis de la actualidad a través de sus noticieros.
Esa permanencia explica la congoja generalizada, no solo entre el mundillo profesional con el que convivió, surgida de inmediato como reacción a una noticia que la mayoría no esperaba. Mascetti había dejado la televisión en 2003, después de ocupar un lugar ante las cámaras como presentador y conductor de ciclos informativos durante casi la mitad del tiempo histórico completo del medio en nuestro país. Pero su compromiso con la TV fue tan extenso y constante que le brindó el premio silencioso y ahora definitivo del afecto de la gente.
En aquella aparición final al frente de Telenoche, el 19 de diciembre de 2003, Mascetti repitió por última vez la frase con la que cerraba cada emisión: “Estas fueron las noticias”. No se trataba sólo de un latiguillo identificatorio, sino la manifestación de una identidad. Siempre se lo recordará como un serio, prolijo, preciso e impecable narrador del hecho periodístico. Desde su imagen quedaba de inmediato a la vista que la noticia debía presentarse de esa manera, sin agregados ni comentarios innecesarios.
Mientras a su alrededor comenzaba a gestarse toda una moda, predominante en la actualidad, de show periodístico rebosante de notas “de color”, juicios valorativos, adjetivación excesiva y calculado “desacartonamiento”, Mascetti nunca renunció a la prioridad que frente a una cámara debía tener la presentación de una noticia: escueta y rigurosa en su faz descriptiva. Después llegaría todo lo demás.
En aquella despedida de Telenoche junto a Mónica Cahen D’Anvers, primero camarada de micrófono y desde 1978 compañera definitiva de su vida afectiva, Mascetti rubricó su lugar en el mundo informativo con una premonitoria reivindicación del periodismo independiente cuyo valor crece en estos días. “Debe servir no solo para informar, sino para transformar”, señaló mientras lograba disimular la emoción con el rigor a toda prueba que mostró toda la vida ante las cámaras.
Allí no hacía más que responder, una vez más, a una vocación que ya estaba presente desde la cuna. Su abuelo había fundado en la ciudad bonaerense de San Pedro el diario El Independiente, en 1892. Su padre mantuvo ese legado y lo transmitió a su hijo, nacido como César Alberto Mascetti el 9 de diciembre de 1941. En ese mismo y caracterizado medio de su lugar natal empezó a escribir a los 15 años.
Ese comienzo parecía llevar su destino en el periodismo a los medios gráficos, mucho más cuando se mudó a la Capital Federal. Pasó un tiempo por la redacción de Clarín y trabajaba en el vespertino La Razón cuando en 1971 se presentó en Canal 13, que buscaba a un cronista para sus espacios informativos. Pasó satisfactoriamente la prueba (una entrevista con el popular boxeador Ramón La Cruz) y de inmediato, casi por un designio de la naturaleza, empezó su carrera televisiva. Alto y con muy buena presencia, tenía la estampa ideal para la tele, que se transformó desde allí en su hogar periodístico definitivo.
En el episodio inicial de su carrera ante las cámaras tuvo mucho que ver Mónica, aunque nadie imaginaba en ese momento todo lo que ocurriría después. Según se evoca en el libro Estamos en el aire, Mónica estaba por entrevistar al famoso mimo francés Marcel Marceau, de visita en Buenos Aires, pero cuando la nota estaba lista y un jefe de noticias preguntó por ella le respondieron: “Está en la peluquería”. Cuando el encargado preguntó quién podía hacer la entrevista le dijeron que sólo estaba disponible “el chico al que acaban de hacerle la prueba”. Lo mandaron y César Mascetti salió al aire por primera vez desde la pantalla de Canal 13 el 1° de julio de 1971.
Desde allí hasta la despedida, 33 años después, solo abandonó esa señal para conducir a comienzos de los 80 por Canal 9 De 7 a 8 junto a Betty Elizalde y Silvio Huberman, de la mano de Luis Clur, el futuro productor de una de las mejores etapas de la larga vida de Telenoche.
Antes y después integró numerosos equipos periodísticos en programas surgidos del área de noticias del 13. El primero fue Actualidad en 24 horas, informativo de medianoche con Leo Gleizer como conductor, y luego le siguieron Los temas del día, Noticiero 13 en diferentes versiones (como Teledía 13) y finalmente Telenoche, ciclo en el que formó como conductor junto a Mónica una dupla insuperable por su influencia y su ascendiente entre el público.
En la década del 90 los dos llegaron más alto que nunca al frente de ese clásico envío periodístico de la primera hora de la noche, convertido en buena medida gracias a sus conductores en el informativo estrella de toda la TV abierta de nuestro país. La paulatina y sigilosa transformación de los noticieros en shows periodísticos los puso por ejemplo al frente de la emisión diaria de Telenoche en pleno desarrollo de los Mundiales de fútbol desde Boston (Estados Unidos 1994) y París (Francia 1998), toda una postal de esa década de acceso muy barato al dólar.
Antes había empezado a desarrollar otra faceta de su personalidad como cronista y presentador de la actualidad. Primero como integrante del excelente equipo (junto a Roberto Maidana, Tico Rodríguez Paz y Domingo Di Núbila) de Mónica presenta, gran experiencia periodística iniciada en 1977 liderada por su futura esposa como segundo ejemplo, después de Videoshow, de grandes coberturas informativas en el país y en el exterior gracias a las “máquinas de mirar”, cámaras portátiles que permitían registrar y guardar en cinta magnética decenas de horas de transmisión y transmitir en tiempo real desde cualquier lugar del planeta. En la página 358 de Estamos en el aire, el más documentado libro sobre la historia de la TV escrito por Carlos Ulanovsky, Pablo Sirvén y Silvia Itkin, hay una foto histórica de Mascetti entrevistando en una playa al multicampeón de automovilismo Emerson Fittipaldi con nada menos que George Harrison como camarógrafo.
Fue esta una de las tantas muestras de la capacidad de Mascetti para la entrevista mano a mano con los protagonistas de la actualidad en coberturas de hechos muy significativos de la actualidad: la tragedia de los Andes en 1972, el regreso de Juan Domingo Perón al país en 1972 y la muerte de Francisco Franco en 1975, entre muchos otros. Frente a su micrófono estuvieron en distintas circunstancias el propio Perón, Raúl Alfonsín, Jorge Luis Borges, Salvador Allende y Atahualpa Yupanqui.
También lo hicieron anónimos protagonistas de la actualidad en uno de los mejores aportes de Mascetti a su historia televisiva: El espejo…para que la gente se mire, un programa de recorridos turísticos, viajes y descubrimientos, primero por los barrios porteños y luego por todo el país, que compartió en la conducción con Víctor Hugo Morales y Silvina Chediek, por entonces toda una grata revelación.
Con producción de Eduardo Metzger (con quien después haría Desayuno, otro ciclo periodístico para madrugadores), Mascetti mostraba allí su talento para describir de la mejor manera los escenarios geográficos y humanos que tenía frente a sus ojos. Allí empezó, con el desafío de salir todos los días en vivo desde algún rincón argentino, a mostrar toda la calidez y la sensibilidad que escondía en los noticieros detrás de una severa formalidad.
Y de a poco, también el público empezó a acostumbrarse al apelativo con el que se lo reconocería más tarde con mucha mayor amplitud. Mascetti era para todos “el Gaucho”. Así recordaba los tiempos de El espejo en Estamos en el aire: “Trabajamos a destajo. Salimos a las 7, volamos en una avioneta y hacemos, por ejemplo, la historia de una familia que vive sola en una montaña. Volvemos, tenemos dos reportajes más en otros lugares y nos metemos en una camioneta. El programa sale a las 14 y a veces llego cinco minutos antes, sin tiempo paa conversar con el productor para que me cuente qué hay dentro del programa. Te dan un peine, te acomodás un poco y al aire”.
Modeló en los albores de la señal de noticias de la TV paga TN tres programas de apreciable trabajo de producción con su sello: el evocativo ¿Te acordás, César?, Nave César y César en vivo, más cercanos a la identidad de El espejo que a su trayectoria como presentador de noticias, que mantuvo constante en Telenoche hasta 2003. Luego de esa despedida encontró un último rincón de trabajo profesional, siempre junto a Mónica, en la radio. De 2004 a 2015 la pareja condujo los mediodías de Del Plata, con un mensaje que mezclaba cada vez más la actualidad con los afectos.
Con el tiempo y la afirmación definitiva de una convivencia que nació de la integración entre personalidades diferentes (“César y yo somos como el blanco y el negro. Él es el que piensa y planea, y yo soy la que ejecuta. Y creo que estamos juntos gracias a las diferencias que nos distancian”, admitió Mónica una vez), la pareja empezó a sentirse mucho más atraída por la posibilidad de la vida en el campo, acompañada por otra clase de desafíos personales.
Allí, en San Pedro, tomaron distancia de la exposición pública cotidiana, manejaron con ejemplar discreción las inevitables zozobras de toda extensa vida compartida en pareja (mucho más propensa al riesgo del escándalo cuando sus protagonistas son personas tan queridas y respetadas por la gente) y llevaron adelante en una extensa superficie rural conocida como La Campiña un exitoso emprendimiento basado sobre todo en el cultivo y el procesamiento de naranjas y duraznos, junto a una huerta, un vivero y un espacio dedicado a la venta de productos regionales.
César volvía así a su terruño natal, porque La Campiña estaba instalada en un campo de 700 hectáreas heredadas de su familia. Quería estar en la etapa final de su vida mucho más cerca de sus afectos y de la memoria que de la actividad profesional que lo consagró como gran figura de la historia del periodismo televisivo en la Argentina. Guardó de ella, con todo, los mejores y más entrañables recuerdos.
Hasta un hecho policial que pudo entrañar muchísimo riesgo se convirtió casi en anécdota gracias al reconocimiento que César Mascetti tuvo, tiene y tendrá entre la gente. En 2005 una persona encapuchada ingresó a su casa ubicada en la zona céntrica de San Pedro y lo sujetó del cuello mientras amenazaba con matar a uno de sus perros si no le entregaba dinero y otros objetos de valor. Cuando César llamó a su mujer al grito de “Mónica, traé la plata”, el ladrón reaccionó, le dijo: “Ah, sos vos”, cambió de idea y escapó. “Fue un susto –dijo después Mascetti-. Un joven con un pasamontaña y un trabuco en tu jardín no es para estar muy en calma”.
De esa última etapa quizás la mayoría recuerde de inmediato aquella muy comentada y juguetona aparición mediática final que hizo junto a Mónica en 2019, a instancias de Netflix. Una breve parodia de sus tiempos de conductor de noticiero para acompañar la campaña promocional de lanzamiento de una nueva temporada de la serie The Umbrella Academy.
Pero para sus coterráneos tuvo mucho más valor su compromiso en el homenaje que en diciembre de 2008 los sampedrinos le hicieron a la Escuela Normal Mixta Fray Cayetano Rodríguez, de la que egresó. Otro ilustre oriundo de esa ciudad, Fernando Bravo, lo invitó al escenario, desde el que habló con elocuencia y pasión de la importancia de la escuela pública. Habrá que recordarlo con la imagen que dejó en aquella ocasión. César Mascetti nos acostumbró desde un micrófono, como los comunicadores más confiables, a usar expresiones sencillas, claras, certeras. En su vida profesional, cada vez que le tocó hablar de la actualidad nunca usó una palabra de más.
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