Tras un tiempo alejada de la pantalla, está rodando una película junto a Benjamín Vicuña y Lucas Akoskin; la comedia que la hizo volver a los sets, su faceta como escritora y sus ganas de “correrse un poquito de la actuación” para dirigir
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Hace tiempo que no se la ve en pantalla. Después de Planners, la serie inspirada en la vida de la organizadora de eventos Bárbara Diez, Celeste Cid se alejó de los sets para reflotar una vieja faceta que muchos desconocían: la de escritora. Y si bien nunca estuvo en sus planes escribir un libro, Intimidad fue algo que surgió de manera espontánea a sus 25 años, “una necesidad de ordenar cosas que miraba o me interesaban”, le explica a LA NACION. Durante un largo tiempo, ese relato quedó guardado en un cajón hasta que la pandemia y la pausa en la que entró el mundo entero la volvieron a reencontrar con él. “Lo guardó un amigo durante muchos años y siempre me decía: ‘tenés que hacer algo con esto’. Se llama Intimidad y habla un poco de quienes somos cuando no tenemos la mirada de otro encima”, cuenta quien finalmente, 15 años después, se animó a editarlo y compartirlo con el mundo.
Durante este proceso, varios proyectos televisivos tocaron su puerta sin embargo, ninguno le convencía demasiado. Fue la posibilidad de volver a hacer cine con Papá X2 lo que la llevó a calzarse nuevamente el traje de actriz. Esta comedia, dirigida por Hernán Guerschuny, cuenta la historia de Santiago (Benjamín Vicuña) y Ana (Celeste Cid), dos extraños que se enamoran y deciden formar una familia, a pesar de que ella está embarazada de su ex. Sin embargo, todo se complica cuando Pancho (Lucas Akoskin) regresa inesperadamente de Miami para involucrarse activamente en “la dulce espera” y se instala en su hogar. “La peli viene a cuestionar la concepción de qué es una familia y a poner al amor por sobre las relaciones. En estos tiempos donde todo es tan efímero y violento, volver a subrayar el amor me parece lo más interesante”, revela la intérprete dando cuenta de los motivos que esta vez la llevaron a decir que sí.
El amor, los vínculos y la maternidad son palabras que resuenan fuerte para Celeste. De hecho, forman parte de esa “intimidad” que, con más o menos éxito, la artista se encarga de cuidar y resguardar día a día. “Siempre tuve muy en claro que mi mundo privado es mío y trato de protegerlo. No me siento cómoda exponiéndolo”, confiesa mientras advierte que sus hijos André y Antón son su prioridad.
-Hace tiempo que no te vemos en pantalla. ¿Qué te atrajo de esta comedia en particular?
-A la hora de elegir, siempre me rijo por la intuición. Y con este proyecto tuve como una corazonada de decir: “Hay algo de esta energía que me viene a traer una información”. El personaje que interpreto está amigándose con la vida y tiene una cuota que me viene a acariciar en algunos aspectos.
-¿Por ejemplo?
-La peli retrata un poco la deconstrucción de los roles. Viene a cuestionar la concepción de qué es una familia y a poner al amor por sobre las relaciones. En estos tiempos donde todo es tan efímero y violento, volver a subrayar el amor me parecía lo más interesante.
-Hablemos de Ana, tu personaje…
-Ana es veterinaria y está muy vinculada con la naturaleza, con la vida. Está en etapa gestante, por lo cual está íntegramente atravesada por la vida. Ella toma la decisión de tener a este bebé y, más allá de la manera (se irá descubriendo de qué manera), no tiene dudas de seguir adelante con su maternidad.
-¿Te gusta hacer cine?
-Me conmueve mucho el acto de ver una película en el cine. Siento que el cine ya está como bajando el volumen, entonces ser parte de que los espectadores vuelvan a una sala me conmueve mucho. Además, ver cada área ocupándose de lo suyo como si todo fuera un gran engranaje me encanta; algo que por ahí no pasa en otros formatos.
-Recién mencionabas que te alejaste un tiempo de los sets para publicar tu libro. Contanos sobre Intimidad…
-Este es mi segundo libro, en realidad. Hice uno a mis veintipico que lo edité y era medio un collage de fotos y poesías. En esa época no existían las redes así que lo que hoy uno volcaría en un Instagram, yo lo volqué en un libro. Y este es el segundo, pero es puramente texto.
-¿De qué trata?
-No puedo catalogarlo. Hay gente que dice que es una novela, otros un poemario. Es un libro que tiene una historia (la relación de una pareja) pero todo está atravesado por el tiempo, por los recuerdos, las inseguridades, los miedos, el amor, los encuentros, los desencuentros. Está escrito a modo de guion pero es infilmable porque a mí me gusta la imagen poética que se puede construir a través de la lectura, de la imaginación. Hay momentos donde se producen silencios y hay dos o tres páginas en blanco, por ejemplo.
-¿Por qué decidiste publicarlo ahora y no antes?
-Lo guardó un amigo durante muchos años y siempre me decía: “Tenés que hacer algo con esto”. Creo que la pandemia me mostró un poco esta detención del tiempo que todos tuvimos, donde la vida no era ese hacer constante sino ese respirar que uno tiene cuando abre los ojos. Muchos nos dimos cuenta que el consumo no es tan necesario, todo se redujo a algo más chiquitito y este libro tiene un poco ese espíritu. El prefacio dice que “ansía encontrar un lector que aún no haya sido arrastrado por el apuro demencial de esta época”. Es como una cámara que mira de cerca, quiere ver qué hay; habla un poco de quienes somos cuando no tenemos la mirada de otro encima. Todo el viaje que uno hace para llegar a esa intimidad con uno mismo y encontrar cierta calma, cierta paz.
-Pasaron 15 años desde que lo escribiste. Seguramente esa chica que lo escribió era totalmente distinta a la mujer que lo publica ahora. ¿Tuviste que ajustar algunas partes?
-Sí, tuvo correcciones. Lo trabaje con Ana Ojeda, que es una genia y fue muy respetuosa. Mismo la editorial. El papel es muy caro hoy en día y nunca me censuraron espacios en blanco, siempre me entendieron el lenguaje.
-¿Qué quedó de aquella chica de 25 que tenía otra mirada del mundo?
-Siento que hay una observación mía que es una característica que mantengo desde muy pequeña. Me veo en fotos y me veo observando, mirando, estando en contacto... Entonces, en ese aspecto, creo que la niña que fui sobrevivió.
-¿Cómo fue la repercusión?
-Tuve devoluciones muy lindas. Algunos me dijeron: “Me detuvo a estar conmigo” y eso me pareció re lindo. En este trajín de corridas que es vivir, que uno pueda lograr eso es un montón. También me sorprendió mucho que uno escribe algo pensando en algo personal y la mirada del otro lo llena de símbolo, de otro contenido. Es muy interesante ver hacia donde fue.
-¿Seguís escribiendo?
-Ahora ya no lo hago. En ese momento, fue como una necesidad básica; necesitaba ordenar cosas que miraba o me interesaban. Ahora estoy más fan de la lectura que de la escritura. Pero cuando tengo la inquietud me mando porque es como una fuerza irrefrenable. Necesito plasmar, comunicar, compartir, porque también es un lugar de encuentro con los otros.
-¿La dirección puede ser una de tus próximas metas?
-Me encantaría dirigir algo pero por ahora no tengo de qué hablar, y si no tenés algo que contar genuinamente, no lo podés defender. Pero sí en un tiempo me veo más del otro lado; hay algo de ese lugar que me gusta. Uno se va reconstruyendo, descubriendo, y estoy en un momento en el que me dan ganas de ver qué pasa si me corro un poquito de la actuación.
-Siempre estuviste muy expuesta por el tipo de proyectos que protagonizaste. ¿Te costó mucho lograr esta “intimidad” de la que hablás en tu libro?
-Creo que fue cambiando mucho todo. Antes te seguían en autos por la calle y eso ya no pasa. Uno tiene redes y estamos como todo el tiempo comunicando o más cerca del público. Quizá de chica lo sufría un poco más porque no deja de ser extraño que te sigan. Pero siempre tuve muy en claro que mi mundo privado es mío y trato de protegerlo. No me siento cómoda exponiéndolo. Muchas veces me han catalogado de rara pero, en realidad, no me gusta exponerme a ciertas cosas en un medio donde por lo general todo es para el afuera.
-Hace poco te vincularon sentimentalmente con Rafael Ferro, ¿Qué hay de cierto?
-¡Nadaaaa! (risas). Le mandé un mensaje a Rafa y le dije: “Che boludo, ¿qué onda esto? O sea, estamos saliendo y no me enteré” (risas). Hicimos Las Estrellas juntos y no lo vi nunca más. No se de dónde salió.
-¿Te molesta que se inventen o digan estas cosas?
-No me enoja porque tengo muy en claro mi lugar. Sí me parece poco serio que nadie chequee lo que se dice y lo repliquen igual.
-¿Estás sola?
-Sí, estoy re bien. Es un re lindo momento. Vengo muy feliz a trabajar; lo agradezco.
-Recién decías que tu libro habla un poco de “quienes somos cuando no tenemos la mirada de otro encima”. ¿Cómo sos cuando las cámaras se apagan? ¿Qué es lo que más resguardás?
-Mi rol principal en la vida es la maternidad. Mis hijos, mi casa, mis amigas, para mi ellos son mi lugar.
-¿Cómo sos como madre? ¿Qué es lo que más te cuesta?
-Soy una mamá muy presente; mis hijos siempre son mi prioridad. Son como mis pollitos, siempre quiero que estén bien. Así que estoy aprendiendo a soltar un poco, a darles su espacio, sobre todo, con el más grande que ya tiene 20. Una no quiere que les falte nada pero están haciendo su propio proceso y camino, entonces hay que confiar.
-André tiene 20 y Antón casi 8, ¿Sentís que son dos maternidades distintas?
-¡Absolutamente! Cuando nació André yo tenía 19 años y con Antón 33; claramente los miedos son otros. Además, ellos tienen personalidades muy diferentes, así que soy una madre diferente con cada uno. André es correcto, ubicado (yo era así a su edad), y Antón es más histriónico.
-Los dos tienen padres muy famosos también, ¿les ves futuro en algo vinculado con el arte?
-El más grande está estudiando Dirección de Fotografía en la universidad y ya está dirigiendo cosas. Es una sorpresa para mí porque a él siempre le gustó el fútbol, el deporte y, de pronto, lo veo dirigiendo. Y no sabés con que certeza y seguridad lo hace y da indicaciones... Tiene mucha tranquilidad, transmite muy bien sus ideas. Me da mucho orgullo. En cambio, el más chiquito odia cuando me paran en la calle, por ejemplo. “¿Podés decir que no, mamá?”, me dice. Y cuando le explico que no puedo decir que no porque es mi trabajo, me dice: “Bueno, pero no estás trabajando las 24 horas” (risas). Es muy divino. Mis hijos son todo lo que está bien.
-¿Cómo te llevás con sus papás?
-Tanto Emmanuel (Horvilleur) como Michel (Noher) son dos padrazos. A la hora de criar, a la hora de compartir las inquietudes, tener compañeros así es re importante. Quizá a veces no tenemos los mismos miedos pero eso hace que uno tranquilice al otro. Es una relación muy sana aún en las diferencias. Y los pibes sienten ese amor, esa coherencia.
Alzar la voz como vocación
A lo largo de su carrera, Celeste siempre tuvo muy en claro quién era y qué quería transmitir. Aún cuando algunos “infiernos” la hicieron perder el foco, la actriz siempre se mostró humana, vulnerable y firme en sus ideales. “No hay que creer cuando te va demasiado bien ni cuando te va demasiado mal porque no depende de uno”, dice quien nunca se mareó con el éxito y siempre se caracterizó por alzar la voz contra las injusticias.
-Vos arrancaste la carrera desde muy chica. ¿Cómo ves el rol de la mujer en la industria hoy? ¿Cambió algo?
-Por supuesto que hay muchas mejoras pero siento que falta una bocha. Discursivamente la bajada de línea es impecable, pero después cuando ves el entramado, los roles, es una construcción muy lenta. No hay que aflojar, hay que estar ahí.
-¿Alguna vez viviste en carne propia alguna situación de maltrato o acoso en el trabajo?
-En lo personal, siempre fui una privilegiada pero sí lo vi en compañeras. Hace un tiempo, en un proyecto que estuve, un actor le gritó a una persona de vestuario y las mujeres nos quedamos paralizadas. Y al rato dije: “¿Cómo no reaccioné?”. Cuando lo elaboré un poco, lo hablé con otras mujeres y a todas nos había pasado lo mismo. Pasa que venimos de épocas de tener miedo porque si reaccionabas te quedabas sin laburo, había un precio que había que pagar, y eso no se borra fácilmente.
-Hace poquito también saliste a bancar a Lali Espósito en su cruce con el presidente Javier Milei…
-Sí, claro, pero así como fue con ella también tiene que ser en el día a día, en el laburo. No es solo la bandera en el Congreso. Hay un problema con una compañera y tenemos que estar ahí. Respetando, acompañando, escuchando.
-Decías que nunca viviste acoso en el trabajo pero sí te pasó en las redes...
-Bueno, ahí también el tema judicial está como en 1720. Cinco veces tuve que contar lo que había pasado y en mi caso fue una estupidez; una persona que me mandaba mensajes sin parar. Imaginate un abuso, tener que volver a pasar por la humillación de relatar lo que te paso una y otra vez.
-¿Pudieron reconocer al acosador?
-Sí, y se comprobó que era una persona a la que se le había suicidado su familia y se obsesionó conmigo. Cuando fue la policía a allanar su casa tenía todas fotos mías en la pared... ¡De película! Fue horrible. Me mandaba mensajes, cajas con preservativos usados y fotos mías, cosas muy feas. Esa persona necesita un tratamiento psicológico y no hay recursos de salud mental para acompañarlo, por ejemplo. Es por lo que venimos luchando desde hace años. No solo para el enfermo sino para los familiares que no saben cómo acompañarlo. Eso lo viví desde adentro y es muy triste porque a veces uno puede tener mucha voluntad, pero si no tenés los recursos no podés hacer nada.
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