La artista se presentará esta noche en Bebop Club junto al Quinteto Revolucionario, pero antes mantuvo una tensa charla con LA NACION en la que se negó a hablar de su vida privada y se ofuscó al marcar la diferencia entre “público” y “gente”
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“El repertorio de (Astor) Piazzolla fue tantas veces cantado, pero siempre se puede encontrar un bemol nuevo”, explica Celeste Carballo, entusiasmada y ensimismada en el concierto que dará este viernes en Bebop Club, donde se subirá al escenario junto al Quinteto Revolucionario, la agrupación oficial de la Fundación Astor Piazzolla que preside Laura Escalada, viuda del músico.
La charla se realiza en un café ubicado en el límite entre Villa Devoto y Villa Real, su terruño natal y donde aún vive parte de su familia. Si bien el intercambio entre artista y cronista comenzó de una manera armoniosa, lo cierto es que la intérprete rápidamente se mostró iracunda y molesta. La cantante -perdón, ella remarcará, una y otra vez, que es mucho más que eso- comenzará a levantar el tono de voz, a gritar y mostrarse intolerante ante la posibilidad de un diálogo.
Permanentemente reafirmará que, desde hace tres décadas estudia -¿Astor Piazzolla haría alardes de sus conocimientos?- y hará una separación entre “público”, para ella quien paga la entrada de sus recitales, y una masa variopinta a la que definirá despectivamente como “la gente” y que estaría conformada por quienes no siguen su carrera con minucioso detenimiento y que no desembolsan dinero para oírla cantar.
“Vos sos gente”, increpará al periodista, sin saber que quien tiene enfrente la ha seguido desde los tiempos en los que se presentaba en el ciclo Badía y Compañía, en la década del ochenta, o que ha sido ¿público? ¿gente? de sus conciertos junto a Sandra Mihanovich en el Opera, cuando ambas conformaban una sociedad artística y presentaban Mujer contra mujer, en tiempos donde aún el amor entre personajes del mismo género era juzgable. Cómo explicarle a quien no quiere ser permeable a la conversación armoniosa, que el cronista la escuchó en el Roxy, cuando inició una nueva etapa de su música.
Es cierto que su devenir ha tenido algunos altibajos, como sucede con la mayoría de los creativos, y que no todo lo que construyó ha generado empatía en quienes la oían desde la “primera hora”. Desde ya, seguramente, muchos seguidores han continuado imperturbables a lo largo de las décadas. Se lo merece por sus notables y permanentes búsquedas.
Insiste en que el cronista forma parte de “la gente”. Gracias por la deferencia. Celeste Carballo en estado puro, podría afirmarse. Quizás.
Epifanías
“Encontré un par de temas nuevos”, anticipa Carballo, compenetrada con esas perlas que se le manifestaron como una epifanía. Uno de esos temas es “Oblivion”, que fuera banda de sonido del film Enrico lV del cineasta italiano Marco Bellocchio.
“No lo conocía para nada, me conseguí una partitura online y comencé a estudiarlo cabezonamente con la melodía original, no quiero escuchar versiones de otros cantantes. Además, encontré una lírica nueva firmada por una autora, realizada en Europa que me encantó, y que no pertenece al gran Horacio Ferrer”. Carballo aclara que, más allá de esta excepción, todo el repertorio que interpretará estará asociado a la poética del gran autor, un socio ad hoc de Piazzolla, con quien comulgó de manera excepcional. Además, el concierto incluirá la versión de “Libertango” de Grace Jones, porque “nadie la hace”.
-Hernán Piquín baila “Oblivion” en su nuevo espectáculo El último tango.
Carballo hace una pausa, pareciera que se molesta en que otro artista también tenga en sus manos esa “pólvora” que ella acaba de descubrir.
Con todo, su vínculo con el arte de Astor Piazzolla no es nuevo. Seguramente no habrá músico que pueda pasar por alto el significado del compositor marplatense y su legado insoslayable. Para graficar algo de su admiración por él, recuerda cuando, luego de uno de los conciertos que dio Peter Gabriel en el estadio de Vélez Sarsfield, y de los cuales ella formó parte como invitada, recorriendo las calles del centro porteño, al pasar por una disquería pidió frenar la marcha del vehículo para poder bajar y comprar tres discos de Astor Piazzolla que le ofrendó al músico inglés. “No lo conocía”. Corrían los noventa.
-Así que podemos afirmar que Peter Gabriel conoció a Astor Piazzolla gracias a Celeste Carballo.
-No, yo diría que, porque vino a Buenos Aires, alguien se lo iba a mostrar seguro.
-¿Qué le aporta Celeste Carballo al ideario musical de Astor Piazzolla?
-Primero me preguntaría qué le aporta Piazzola a Celeste Carballo.
-Contame.
-Me aporta un montón. Hice un camino muy largo para poder tocar una partitura de Piazzolla en el piano, fue un camino de treinta años estudiando música. Hice mi primer disco con cuatro acordes, no sabía música. Comencé a estudiar música con el maestro Santiago Giacobbe.
El pianista fue un referente del jazz y un reconocido docente. “Un capo, un gran maestro. Desde ese momento, hice un largo camino, siempre estudiando y no solo desde el piano, ya que luego me fui a la viola blusera con Rafa Nasta, violero de blues espectacular y maestro. Es importante mencionar a los músicos, ya que la gente solo conoce a las figuras y ¿los músicos, qué? Yo soy músico, no lo digo en masculino, sino en genérico y después canto. Eso no lo sabe la gente, porque nunca se habla de eso, nunca tengo la oportunidad, nunca se publica, nunca se dice. Para los que me conocen no es raro, pero para la gente sí, por eso la gente te tiene que conocer. Nuestro trabajo es divulgación”.
-Podrías haber tomado un camino más fácil y no fue así.
-Si me conocieras, sabrías que no. Lo fácil me aburre, no me gusta. Soy una tipa que siempre busca más, a los treinta años me di cuenta que amo aprender, por eso no solo estudié música, sino que me puse a estudiar inglés. Y empecé a cambiar la forma de alimentarme y a hacer deportes.
-¿Cómo modificaste tu alimentación?
-Crecí en una chacra, con mi viejo y mi vieja y cuarenta vacas lecheras y treinta litros de leche diarios, pero yo era un palo, comiendo dulce de leche, manteca, miel… Mis huesos son de acero, porque esa alimentación de la infancia es para toda la vida, pero después de los cuarenta años, tu alimentación, seas quien seas, tiene que cambiar.
-¿En qué consistió ese cambio?
-Dejé de consumir grasas animales, mi dieta fue más liviana, comiendo menos cantidad a pesar que tenía más actividad que nunca, porque coincidió con que comencé a ser (artista) independiente, fue el tiempo en el que hice el vivo en el Roxy, el homenaje a (Janis) Joplin, luego llegó Tercer infinito y así seguí, son más de veinticinco años de ser independiente. Todo eso es aprendizaje, por eso nunca hubiera elegido un camino fácil, el camino fácil es el del sillón, la obesidad y la ignorancia, tres cosas que detesto. Nunca me veo por ahí, no va. Esa no sería yo. Somos individuos y cada cual vive su propia historia, sus padres, sus hermanos, los lugares donde ha vivido, su cuerpo.
El día de la independencia
A la hora de pensar en las razones de los orígenes de su camino independiente, descarta de plano una decisión inicial por motu propio: “A mí me despidieron, no elegí nada, ¿ok?”. Se refiere a su salida del sello con el que editaba sus materiales.
-¿Por qué sucedió eso?
-Ni idea, nunca dieron una razón, es un problema de ellos. Después de hacer Chocolate inglés -el disco que más ama la gente- parece que a la compañía no le gustó. Fue una política, porque despidieron a todos los artistas argentinos que tenían. Es un tema que no me interesa, voy hacia adelante, amigo. A los seis meses, ya estaba organizando el concierto del Roxy y luego me fui a Michigan, a un festival.
Recuerda que la modalidad de ese encuentro musical era que los artistas llevasen sus discos para vender, pero como sus materiales pertenecían a la compañía que la acababa de despedir, se encontró azarosamente con las grabaciones realizadas en el Roxy, el recordado espacio en el que se había grabado su show sin que ella supiera, pero que le permitía poder lanzar un nuevo disco. “Hicimos ese material en un mes”.
-Ser una artista independiente también otorga una gran libertad.
-Como dicen Los Redonditos de Ricota, la libertad no es una fiebre mental que te da un prestigio de loco, también es mar muerto y oscuridad. Pará un poquito, tenemos que hacernos cargo de un montón de cosas. A mí me causa gracia cuando la gente dice “Celeste Carballo, cantante”. Si yo fuese solo eso, estaría debajo de una piedra juntando moho. Hago diez millones de cosas y, ¿sabés qué?, las hago bien, porque me interesa, porque amo aprender, porque tengo la cabeza despierta, porque no estoy embotada en boludeces.
-No te sumás a lo banal.
-Lo banal también me gusta, miro Gran Hermano, no va por ahí.
-¿Qué diferencia hay entre la perfección y la excelencia?
-¿A una virginiana le preguntás eso?
Estalla en una carcajada. “La perfección puede ser una manía, no busco eso, sé que no soy perfecta, amo más mis partes imperfectas, porque son la creatividad. A la vez, me pongo un límite. Cuando busco la excelencia, me dejo ser yo. Es la única forma de encontrar tú excelencia, porque encontrás tu estilo, ya que un artista tiene que ir por su verdad. Por eso, cuando decían “grita, grita”, yo respondía, “boludos, aprendan”. Cuando hice Celeste acústica, donde tenía que poner la voz diez puntos más abajo, decían “no puede cantar más” y luego todos salieron a cantar así.
-Es duro estar sometido a eso.
-Es el tercero excluido. Soy yo y la música, los demás se quedan afuera. El tercero excluido cuando no puede incluirse, critica. Es un problema de los demás, no es mi problema.
-Hay que tener espalda y estar en eje para soportar todo eso.
-Mirá nene, estos son mis zapatos.
Se pone de pie y pisa con énfasis sobre el piso. Algún parroquiano se sobresalta y la descubre. “Estos zapatos son míos y no de otro, cada cual calza el zapato que le cabe, no hay más que eso, eso es vivir. También se puede estar en una selva y caminar descalza, muchas veces lo hago. Tengo un parque enorme de tres mil metros cuadrados y lo hago”.
-Hay mucho de filosofía en tu manera de entender la existencia.
-¿Vos te creés que escribir un texto es andar pelotudeando con palabritas o quedar bien con una imagen?
-Escribo teatro, así que entiendo los vaivenes dolorosos que, a veces, deparan los procesos creativos.
-Tengo un vecino electricista que le da cierta envidia que yo cobre derechos (de autor) por canciones y él tenga que ir a laburar de electricista. Entonces me dice “yo también me voy a poner a escribir”. Y yo le respondo, “Gustavo, ojalá pudiera, dale”.
-Seguramente él lo decía en broma.
-No, lo decía en serio, le dolía, yo no quiero que sufra la gente, quiero que comprenda. Y que respeten nuestro trabajo, nuestro metier.
-El público respeta el trabajo del artista.
-No hablo del público, hablo de la gente.
-...
-El “público” es el que compra la entrada y va a ver tu show, obvio que te respetan, sino no lo harían; pero la mayoría se queda afuera, eso es “la gente”. A “la gente” hay que informarla amigo, porque sino siempre se va a quedar afuera. Por eso vengo, charlo con vos, intermediando una comunicación con “la gente”, porque me interesa que no se la pierdan. Recién hicimos las fotos en Beiró y Lope de Vega y se armó un revuelo, me tuve que hacer veinte selfies.
-¿Cómo te llevás con ese reconocimiento espontáneo?
-Me divierto, es genial, somos parte de la familia. “La gente” me dice “Celes”. Me pregunto, ¿éste de dónde me conoce? No importa, me llama así. Un artista popular es eso.
-Cómo no ser parte de la familia, las canciones remiten a determinados momentos de la vida.
-Sí, pero también hay canciones de este momento de la vida de la gente. El disco Celos era muy específico para mi público, para los que sí van a los shows, para los que sí están, escuchan mi música y no se quedan en la nostalgia de una canción que te recuerda a tu infancia, eso ya fue, eso no es dejar crecer a un artista y no crecer vos.
-También es válido.
-Pero no es el todo.
-No es el todo.
-Para mí es la nada. Cuando escucho a un artista que me gustaba antes, voy a las plataformas y busco qué está haciendo hoy y me nutro.
-Desde ya, pero tampoco está mal lo otro.
-Sí, está mal porque se quedan en el sillón engordando, está mal eso.
-Lo decís pensando en el público.
-No uses más esa palabra, eso es “gente”, no es “público”.
-Pero si un tema te acompañó…
No deja terminar la frase y comienza a envalentonarse y gritar: “No es ´público´, no te van a comprar una entrada, no te van a ver, no compran el disco nuevo, eso no es ´público´, eso es ´gente´”.
Lo que continúa es una conversación de sordos, donde el periodista trata de explicarle que las melodías pueden remitir a momentos, que son viajes poéticos animados por emociones que regresan una y otra vez y muchas otras nuevas, como quien lee al Hidalgo Don Quijote en el colegio y lo retoma cuatro décadas después. ¿Está mal regresar a Miguel de Cervantes Saavedra una y otra vez con aquella obra monumental? Si cada lectura interpelará distinto, porque quien está modificado es el lector que puede acceder a resonancias diferentes de acuerdo a su propia experiencia de vida. Desde ya, cómo no bucear en lo nuevo de un músico, pero también es válido alejarse de él si aquello nuevo que interpreta no empatiza con las vivencias de ¿la gente? o ¿el público?
Culmina la charla con la entrevistada elevando la voz y haciendo girar las miradas de la “gente”. La charla se realizó en pleno Viernes Santo, aunque este no ha sido el más armonioso para la bendecida artista de voz prodigiosa, búsquedas permanentes y sensibilidad filosófica para entender el arte y la vida, pero que, a veces, pareciera padecer su propia crucifixión.
Con todo, Celeste Carballo siempre ha resucitado y sin estigmas que le recuerden un propio vía crucis. Ya lo dijo en aquel bellísimo tema, “mi voz renacerá”. Vivirá su propia Pascua. Talento y estudio le sobran. Y también algo de soberbia.
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