La actriz rememora sus épocas como animadora infantil y revela por qué, a pesar del éxito, decidió colgar el tutú; el recuerdo de su hermano Martín, el homenaje que le hace sobre las tablas y la reconciliación con el padre de sus hijos
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Pasan los años pero, para muchos, ella sigue siendo “Caramelito”. Lejos de renegar de ese apodo -que a fines de los 90 la convirtió en la ídola de los más chiquitos- la ex animadora infantil recuerda esa época con mucha emoción. “Yo sentía oleadas de amor (…). Me era muy fuerte, pero a la vez me sentía muy agradecida y muy sorprendida”, confiesa Cecilia Carrizo en una íntima charla con LA NACIÓN.
Quien estuvo todo el tiempo a su lado durante ese éxito que hacía picos de rating en TV y llenaba teatros en vacaciones de invierno fue su hermano Martín, el músico que fue diagnosticado de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) y, tras una larga lucha, murió a principios de 2022. Tanto la noticia de su enfermedad como el duro proceso que su hermano tuvo que atravesar pusieron su mundo en pausa; su único deseo por ese entonces fue acompañarlo y estar a su lado como él había hecho con ella toda su vida. “Era lo que él quisiera, lo que él deseara, lo que él necesitara. El protagonista de esta historia era él, yo estaba para acompañarlo”, advierte la actriz que durante ese tiempo de tratamientos comenzó a escribir como una forma de canalizar tanta angustia y dolor.
Hoy, esos textos forman parte de Solo te lo quería decir, un unipersonal en el Teatro Picadero que es un sentido homenaje a su incondicional. “Solo te lo quería decir es la crónica de mi vida junto a él, lo que para mí representó nacer a su lado y termina cuando él se muere, porque ahí empieza una nueva etapa de mi vida y es esta en la que me encuentro parada en el escenario”, asegura.
-Sos “Caramelito” todavía para muchos… ¿Qué te pasa con ese público infantil que todo el tiempo reaparece?
-Me conmueve. Me hace revivir esos momentos tan hermosos que cambiaron mi vida y me renueva porque además, son personas bastante más jóvenes que yo. Son encuentros que te llevan a la infancia y que te hacen revivir realmente el momento vivido. Yo los abrazo y me llevan de viaje hacia ese lugar donde ellos fueron. Es hermoso.
-¿A quién le agradecés en la vida y en la profesión haber sido “Caramelito”?
-¡A mí! Por golpear la puerta, por insistir, por trabajar mucho, por no bajar los brazos, por poner lo mejor. También, le agradezco a los que me lo permitieron y hoy me hacen revivir esos momentos y al que creyó en mí, el que apostó, el que me abrió la puerta. El primero de ellos fue Hugo Piombi, que era el vicepresidente de Sony Music. Me acuerdo que fui a visitar a mi padrino, que tenía una casa de fin de semana y se acercó una nena con amiguitas. Y el abuelo de esta nena era Hugo Piombi. Al ver la reacción de la nieta, me dice: “Cecilia, vos tenés que hacer un programa infantil”. “Yo me vuelvo loca, es lo que más me gustaría”, le dije. Así que el primer paso se dio con Sony, que era la industria discográfica. Después, Martin Kweller, Reina Reech que durante el segundo año fue mi productora artística y fue tan generosa conmigo. Todos los bailarines, todos los coreógrafos.
-Hablamos de una época en la que, en vacaciones de invierno, se hacían dos o tres funciones por día…
-Dormía en el Astral... ¡Increíble! (risas). Para mí cada vez que se abría y cerraba el telón era muy fuerte. Era un amor, yo sentía oleadas de amor.
-Ahora que lo mirás a lo lejos, ¿sentís que lo disfrutaste? ¿Quiénes eran tu contención en ese momento?
-Yo siento que estaba recontra bien parada, por eso me emocionaba tanto y tomaba dimensión de lo que ocurría. Me era muy fuerte, pero a la vez me sentía muy agradecida y muy sorprendida cada vez. No me parecía que era lo que tenía que ser, sino que decía: “¡guau!” Y quién estuvo pegado a mí en todo ese camino siempre fue mi hermano Martín. De hecho, cuando firmamos el contrato con Sony, hice cinco discos y todos los hice con Martin.
-¿Martín ya estaba en el mundo de la música?
-Sí, nuestros caminos fueron súper paralelos. Fuimos como avanzando y haciendo distintas cosas artísticas al mismo tiempo. Mientras a él le pasaba algo nuevo e importante, a mí también. O incluso, en momentos donde no había nada, todo se frenaba y había que volver a empezar, nos pasaba muy parecido. Él me contuvo siempre, me acompañó siempre en lo artístico, en lo personal. Mi mamá, mi papá y mi abuela también. Esa casa era muy especial.
-¿Eran muy fans de sus hijos?
-Sí, a tal punto que mi papá fue plomo de Martín. Plomo es cuando cargan los equipos, los ayudan a armar los escenarios. Martín le decía a las 4 de la mañana: “Pá, tengo que ir a Ramos Mejía” y él decía: “¡Vamos!”. Yo no me perdí un Cemento pero él tampoco lo mío. Estaba en el Astral, en Estudio mayor, que era donde se hacía el programa. Y después también Damián, que enseguida apareció en mi vida y pasamos muchos años sin tener hijos. Fue un tiempo de mucho trabajo pero tenía una contención hermosa.
-¿Nunca te peleaste con esa Caramelito? ¿Nunca te enojaste?
-No, no, no, para nada.
-¿Por qué la dejaste entonces?
-Yo creo que ella me dejó a mí. “¿Cecilia, otra vez te vas a poner tutú? ¡Ya no da!” (risas). A mí me pasó que tuve inquietudes de proponer otras cosas. O sea, a mí me pasa de involucrarme mucho en lo que hago y de disfrutarlo y de ir a fondo. Y sentía que era momento de proponer nuevas cosas artísticamente. Había algo de mí, no del personaje, que ya quería una nueva propuesta.
-Habrá sido difícil bajarse del éxito…
-Sí, especialmente para el que vendía mis shows que me decía: “¡¿Qué te pasa?!”. Pero hay momentos en donde me parece que está bueno escucharse y jugársela. Eso cuesta un montón, porque a veces tampoco los contextos son los ideales para jugársela. Pero tal vez no te la juegues nunca si vas a estar esperando el contexto.
-¿Fue de un día para el otro o lo fuiste cerrando de a poquito?
-Creo que fue de un día para el otro porque yo soy muy decidida cuando algo se me clava. Que sea decidida no quiere decir que no tenga un miedo terrible y que no me duela un montón.
-Me llamó mucho la atención una anécdota de Lali Espósito que contó que te amaba y que con seis años debutó en televisión bailando con vos...
-Creo que Lali Espósito amaba más al Mono Coco que a mí (risas). Fue en el programa que se llamaba Caramelito y vos. Había un concurso en donde niños y niñas venían a imitar a sus estrellas favoritas y tenían la posibilidad de ganarse un viaje a Nueva York. Una locura hermosa. De hecho, al principio yo acompañaba al ganador. Creo que tres viajes llegamos a regalar. Y Lali vino a participar como una nena más y después yo me entero que esa fue su primera aparición en tele. Pero lo más gracioso es que ella cuando cuenta que vino, dice: “Yo a Caramelito no le di ni bola. Yo me saqué una foto con el Mono Coco” (risas). No ganó pero era una muñequita divina igual que ahora, con esos ojitos de traviesa que no tienen fin. Hermosa.
-Después de terminar con Caramelito, fuiste panelista de programas de televisión, hiciste teatro hasta llegar a Solo te lo quería decir, este homenaje a tu hermano… ¿Cómo estás hoy?
-Estoy parada otra vez en el escenario de una manera que nunca en mi vida me imaginé que me iba a parar. ¿Por qué digo que no me imaginé nunca que iba a ser de esta manera? Porque es sin mi hermano, sin él físicamente. Fue tan potente el camino que recorrimos juntos, tan codo a codo, tan cómplices, donde nos consultábamos y nos mostrábamos todo lo que hacíamos… Solo te lo quería decir es la crónica de mi vida junto a él, lo que para mí representó nacer a su lado y termina cuando él se muere porque ahí empieza una nueva etapa de mi vida y es esta en la que me encuentro parada en el escenario. Hay una parte del texto que describe la despedida de sus escenarios, que fue cuando dirigió el último show del Indio en Tandil (porque Martín además de ser baterista y ser ingeniero de sonido en todos los discos solistas del Indio también dirigía sus shows) y después inmediatamente digo que yo todavía no me despedí, que acá estoy reemplazando a aquella que murió con tu noticia.
-Lo que debe ser hacer cada una de las funciones…
-Es lindo y es muy fuerte a la vez. Pero hay que bancársela, justamente para proponer algo nuevo y algo que conmueva. Y ahí fui, escribí de verdad al hueso.
-¿Cómo fue el proceso de acompañar a ese hermano y juntar peso por peso para poder bancar ese viaje a Estados Unidos?
-Fue increíble. Por supuesto que también está en la obra porque la obra cuenta nuestra infancia, todo lo que hacíamos cuando éramos chicos, todos los juegos pero también, lo que significó para él y para mí la respuesta de esa campaña. Porque esa es la misma oleada de amor que yo te decía que sentía y que él sentía cuando hacía “ta, ta, ta” y arrancaba tocando con Animal, con Gustavo o con el Indio y yo cuando se abría el telón de Astral. Esa oleada de amor que en 20 días nos permitió juntar todo el dinero, que era una montaña porque sólo la medicación salía 3.000 dólares por semana.
-¿Vos lo convenciste para viajar?
-No, fue la persona que se le acerca a Martín por Facebook y le cuenta que existía un tratamiento experimental en Estados Unidos. Se llamaba Gunter y le decía: “¿Qué esperas para venir a probarlo?” y también me llamaba a mí. Yo trabajaba en la radio en ese momento y me acuerdo estar en la escalera, que me iba un minuto del aire y me decía: “¿Flaca, qué esperás para traerlo? ¿No te das cuenta que ya está todo perdido? ¿Qué esperás?”. Entonces cuando él me dice eso, yo le pregunto cómo eran los costos. Cuando me dice lo que costaba, realmente nosotros no teníamos ese dinero. Yo tengo mi casa donde vivo, Martín tenía su casa pero ni siquiera teníamos tiempo de poner un cartel de venta y entonces él le dice a Martín: “Hacé una campaña, la gente te va a ayudar”. Martín me mira y me dice: “¿Me llevás?” (llora) Y fue: “Vamos, dale. Agarrá lo que hay ahí y vamos donde sea”. Siempre habíamos vivido así, siempre habíamos hecho todo por el otro.
-Viviste en carne propia eso que decimos de “los argentinos somos solidarios”…
-Fue hermoso. Salía a la calle y el portero del edificio de al lado me entregaba un sobre con plata. Me acuerdo que hablé con Juan Carr antes de lanzar la campaña para preguntarle cómo se hacía algo así… Porque pedirle plata a la gente era como raro. Entonces él me dijo dos o tres cosas importantes. Primero, tiene que ser una cuenta tuya para que la gente vea que es verdad, que es real, que pueda ver qué se hizo con la plata. Es importante que seas vos la que pone su cara, su nombre porque la gente confía en vos. Segundo, no me digas cuánta plata necesitás. Hace las cuentas en un cuadernito y cuando tengas la cifra final, la dividís por la cantidad de amigos y amigas que pienses que van a querer ayudarlo. Cuando él me dijo eso, yo vi un mundo de gente y terminamos pidiendo $100. Yo quería que para el que lo ayudara no fuera algo imposible, quería que dijera: “Yo lo ayudé a Martín en vez de comprarme un alfajor”. En 20 días, llegamos a la cifra.
-¿Qué pasó el día que llegaron?
-Fue impresionante la ayuda de todos, como todos se compenetraron para ayudar a Martín. Yo todos los días entraba a esa cuenta de banco y no podía creer el extracto. Martín estuvo un año en los Estados Unidos, yo iba y venía. Hubo tiempos en los que me quedaba un mes, dos meses, pero él se quedó el año entero. En un momento interrumpimos, volvimos 40 días, vivimos en mi casa y después volvimos. Cuando él ya estaba allá tuve como una necesidad de repasar esos extractos porque me resultaba increíble lo que había pasado y encontré (viste que cuando vos hacés una transferencia tenés una palabra de unos pocos caracteres que podés poner como referencia de qué es lo que estás haciendo) que le ponían mensajes: “fuerza”, “te amo”, “sanar”.
-¿Cómo le fue con el tratamiento?
-Bueno, esto también lo cuento en Solo te lo quería decir porque fueron tantas personas las que estuvieron con nosotros que yo quiero que sepan qué representó esa ayuda, no solo el alquiler o la clínica que se pagó por unos cuantos meses sino qué le pasaba a él con todo esto. El primer mes sintió esperanza porque le daban inyecciones en los músculos (la enfermedad hace que los músculos se vayan debilitando) entonces éstos tomaron tonicidad, volumen. Incluso al llegar también le cambiaron la alimentación entonces él empezó como a tomar otro aspecto. Digo aspecto porque, lamentablemente, en lo funcional y en la movilidad no pasó, no hubo cambio. A pesar de eso, él quería seguir y seguir. Él me decía: “Yo de acá no me voy” y bueno, si él no se quiere ir, yo no lo voy a llevar. Era lo que él quisiera, lo que él deseara, lo que él necesitara. El protagonista de esta historia era él, yo estaba para acompañarlo. Punto.
-Cuando él fallece fue volver a reencontrarte con otra Cecilia…
-Fue todo muy fuerte. Fueron muchos años de atravesar la enfermedad. Yo soy muy realista pero eso no quería decir que fuera pesimista o que no me entregara a que podrían mejorar las cosas porque de hecho sí lo hice. Esto de acompañarlo me dejó en otro lugar totalmente. La familia estuvo por completo apoyándome. Si yo me quedaba allá, Damián me decía: “Acá está todo bien, vos tenés que estar ahí. Vos tenés que hacer lo que vos quieras, lo que Martín necesite, olvidate”. Eso fue súper importante para mí porque yo sufría.
-¿Esto de poner tanta energía se llevó puesto tu matrimonio?
-Todo forma parte de lo mismo. O sea, el cimbronazo mueve todo, nos mueve adentro a todos, a cada uno de los que fuimos parte. A Damián, que era mi marido, a mis hijos, a los hijos de Martín, a mi mamá, a mí. Y en un universo interior que sólo cada uno sabe y es particular. Lo que a mí me pasó seguramente es distinto de lo que le pasó a mi mamá o a mis hijos. Cada uno en su lugar, frente a Martín y frente a mí también, porque para mis hijos era ver a su tío y también ver el dolor de su madre y cómo yo le ponía el cuerpo a la situación y como por primera vez en nuestra vida familiar yo desaparecía y ellos no eran lo grandecitos que son ahora. Eran chicos y se la recontra bancaron, pero… ¿Cómo no se la van a bancar si es el tío? ¿Cómo no se la van a bancar si soy la mamá? ¿Para qué estamos en esta familia si no es para amarnos así? Amar es eso, en las buenas y en las malas. Y después sí, se generan movimientos y siento que hasta es lo lógico.
-¿Sufriste mucho la separación?
-Sí, para mí fue muy duro. En muchas oportunidades, cuando yo hablo de todo lo que vivimos con Martín, de ver a mi hermano sufrir, de la pérdida que yo tuve, algunas personas me han dicho: “Bueno, con todo lo que sufriste, esto no es nada”. Y cada cosa tiene su peso, su importancia y su lugar único en la vida de uno. Y que yo me haya ido el tiempo que me fui para atender a Martín, para cuidar a Martín, no quería decir que mi familia no fuera prioridad o que mi matrimonio no lo fuera, pero las circunstancias te dejan parada en distintos lugares.
-¿Cómo estás hoy con Damián? ¿Cómo es la relación hoy después de un cimbronazo tan fuerte y también después de apostar a otra pareja? ¿Se puede perdonar?
-No sé si aplica la palabra perdón porque en la vida, en las parejas, en los vínculos, constantemente hay un movimiento y una evolución. Por momentos uno puede describir involución, pero no deja de ser parte de la evolución. Las personas no somos una cosa estática. Entonces si detrás de las decisiones que vamos tomando o de los errores que cometemos (todos todo el tiempo) no hay una mala intención, no hay que perdonar nada o pedir perdón por nada.
-¿En qué cambió la relación en esta segunda vuelta?
- Creo que en manifestarnos cada uno más como somos. Cuando se pone en juego la finitud de la vida y vivís situaciones extremas tan movilizantes, eso nos deja parados en otro lugar.
-¿Los chicos?
-Están muy bien, están hermosos. Lolo hace dos años está vendiendo ropa con una marca que se llama Vintage Bolt. Tiene 18 años y lo hizo durante todo 5º año. Es moda circular y es hermoso lo que hace. Y a Benito le encanta la fotografía y los autos, así que va al autódromo y saca fotos y videos. Esos chiquitos son unos enormes del amor.
-¿Hay más proyectos para este año?
-Bueno, la verdad es que estoy abocada a Solo te lo quería decir porque de verdad es el proyecto de mi vida. Es lo que hoy elijo, por lo que hoy me la juego de lleno. Tuve otras propuestas lindas, pero con el dolor que me representó, dije “no puedo, necesito quedarme acá”. Así que con la idea de salir de gira.
-Sos una mujer que siempre se moviliza por muchas cosas, pero estás más que nunca movilizada…
-Sí, vengo con un envión. Me gusta estar movilizada y me gusta que el que está frente a mí se movilice también. Me parece que está bueno que los encuentros desde la risa, desde el abrazo, desde decir algo profundo y sincero, nos mueva un poco. Estamos todos tan invadidos por cuestiones externas, por tanta tecnología, tanta inmediatez y tanta globalización de todo, que darle valor a estar movilizado y manifestarlo me parece que está bueno.
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