La actriz y conductora atraviesa un momento de profundos cambios y en una charla con LA NACION, explica por qué decidió alejarse de la televisión y cuenta cómo convive con la pérdida y el duelo
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A pesar del momento difícil que atraviesa, Cecilia Carrizo no pierde la sonrisa ni tampoco su alegría. Quince meses atrás, en enero del año pasado, murió su hermano, el baterista Martín Carrizo, y a eso se le suma la tristeza por su separación del productor Damián Giorgiutti, luego de 25 años en pareja. Hoy Caramelito, como la conocen todos, está enfocada en rearmarse, en el bienestar de sus hijos Lorenzo y Benito y en su trabajo.
En una entrevista con LA NACION recuerda a su hermano, cuenta que va a hacer un trabajo sobre cartas y poemas que le escribió y nunca le leyó, y además habla sobre cómo rearma su vida tras una dolorosa ruptura.
-Te separaste y no por una decisión tuya sino del padre de tus hijos...
-Sí. El año pasado me fui del programa A la tarde (América) porque en mi casa estaba sucediendo algo que era importante atender. Pero en realidad necesitaba parar. Volví a trabajar a la semana de la muerte de Martín, en enero de 2022. Estaba en el proceso del duelo, con una enorme tristeza y a eso se le sumó lo que pasaba en casa. Sentí que necesitaba parar la pelota y le puse una pausa a mi trabajo en televisión porque necesitaba frenar. Decidimos separarnos en diciembre.
-Y vos no lo esperabas...
-No, no lo esperaba ni quería que pasara esto. Fue un planteo y una necesidad de él y lo respeto. Claramente me duele mucho, pero entiendo que es parte de la vida y que a todos nos puede pasar que un día ya no queremos estar con el otro.
-¿A vos no te pasaba lo mismo?
-No. Registraba que había una desconexión entre nosotros, pero me costaba vincular eso con este final. Quizá fue el poder de la negación (risas).
-¿Hoy cómo está la relación?
-Muy bien. Obviamente tengo ese dolor que acompaña este proceso, pero el resto está bien. Mis hijos están bien, son divinos, compañeros, intuitivos, van contentos a ver a su papá y vuelven felices a contarme lo que hicieron y compartieron. En la semana están acá porque el colegio les queda más cerca, y los fines de semana están con su papá.
-¿Hay posibilidades de reconciliación? Quizá se tomaron un tiempo...
-Eso no lo dijimos. No se planteó de esa manera, sino en la necesidad del momento. Y después se seguirá construyendo un mañana.
-¿Cómo estás?
-Estoy en el proceso de entender y aprender un montón de cosas, aceptando el misterio de la vida y enfocándome en el aquí y ahora, realmente. Damián fue mi marido durante 25 años, más de la mitad de mi vida. Nos habíamos conocido trabajando en Estudio Mayor.
-¿Cómo vivió la familia todo el proceso de la enfermedad de tu hermano [Martín Carrizo, que padecía esclerosis lateral amiotrófica]?
-Fue hermosa la compañía, el apoyo, el amor, la fuerza y la valentía que todos tuvimos. Éramos uno: mis dos hijos, Damián, mi mamá y los tres hijos de Martín, todos sosteniendo, acompañando y amando. Yo fui la locomotora, pero había muchos vagones y el tren llegó lejos por toda la gente que se sumó para amar y ayudar a Martín y le decían “estoy con vos, Carrizo”. Por eso el tren llegó a Miami, donde estuvo en tratamiento durante un año. Lo que nos pasó con el diagnostico de una enfermedad terminal como la mi hermano y después su fallecimiento, es entender que hay que vivir el aquí y ahora, y cada día yo le tomaba la mano y lo peleaba y él a mí, y nos reíamos. Porque cuando la finitud tiene un cartel de neón adelante tuyo, el aquí y ahora lo tenés en la piel.
-¿Qué recuerdos te dejó Martín?
-Lo recuerdo todos los días, tantas imágenes y vivencias... Fue muy movilizante todo lo que hicimos, como por ejemplo ir a Miami donde vivimos en tres departamentos distintos que armamos para que pudiera estar con la mujer que lo cuidaba, porque necesitaba asistencia las 24 horas. Yo le hacía las compras desde acá, y si el domingo quería una torta de chocolate se la mandaba, y veíamos series juntos, él allá y yo acá. Y me mandaba fotos de lo que le gustaba y nos peleábamos. Todo igual que siempre. Viajé en tres oportunidades y cada vez me quedé dos meses. Tengo muchos recuerdos, y frases que me dejó. Fuimos muy pegados toda la vida, muy unidos desde niños, íbamos a la plaza juntos a jugar al fútbol, andábamos en bicicleta en Mar del Plata, hice todos mis discos con él. Fue tan potente todo lo que construimos juntos que esas bases quedan para siempre y me acompañan todos los días [se emociona]. Que Martín haya sido mi compañero como lo fue, con ese nivel de fidelidad y de incondicionalidad mutua, eso me queda para siempre y la ausencia física no debilita esa fuerza entre nosotros.
-Y al dolor de esa perdida se sumó otro duelo, el de la separación. ¿De dónde sacás fuerzas?
-La vida está llena de cosas hermosas, y de otras que duelen y te marcan, y se trata de seguir. Porque es así. Recuerdo que la última Navidad [hace un silencio y no puede evitar las lágrimas], Martín me pidió perdón por pasar las fiestas de esa manera, y yo le decía que esa era mi mejor Navidad, al lado suyo. No quiero la Navidad de la publicidad, y no cambio por nada del mundo el estar al lado suyo. Hay mucha gente que tiene familiares enfermos, hijos con problemáticas que los acompañan la vida entera y no todo es ideal ni la felicidad de Instagram. Entonces, el dolor que vivo por la separación también es parte de la vida. Siento que se vuelve a abrir el misterio de la vida, y que deberíamos estar más cerca de eso que del marketing, para poder vivir más tranquilos. Porque si asumís el misterio como una forma de vida, las cosas malas no te van a pesar tanto. Y después de algo malo puede venir algo buenísimo.
-¿Qué pensás del mañana?
-El misterio [se ríe]. Hay días que estoy triste, y otros entusiasmada con el trabajo y también con rearmarme con todas esas piezas que me dejó Martín para seguir jugando al Lego. Y la vida me va poniendo piezas adelante, así que estoy en ese armado.
-Hablás de rearmarte... ¿También pensás en rearmar tu vida en pareja?
-Me gusta mucho la vida en pareja. Yo no quiero ir a comprarme sola las flores, como Miley Cyrus. Me encanta que las mujeres que lo deseen así lo hagan, pero yo quiero una vida en pareja.
-¿Te sentís preparada para conocer a alguien?
-Eso sucederá de manera natural. No sé si estoy preparada y, de todas maneras, todavía no hice mucha vida social. Siento que esas cosas suceden cuando tienen que suceder y con quién tenga que ser.
-¿Tuviste otras parejas?
-Si. Estuve casada a los 21 años con un chico que no tiene que ver con el medio. Nos separamos al año y medio. Fue una situación difícil en mi vida porque él era drogadicto, y yo lo acompañé mucho y era quien lo internaba porque era su esposa legal. Fue doloroso verlo sufrir tanto. Éramos muy jóvenes, teníamos ilusiones, él era romántico y muy bueno, pero tenía este problema muy grave. En estos años no nos vimos, aunque seguimos en contacto y me mandó un mail cuando sucedió lo de Martin, porque él y sus hermanas lo querían mucho. Con Damián no nos casamos nunca porque con Leandro nos habíamos casado por iglesia. Después estuve con Guillermo Andino, antes de conocer a Damián. La vida está llena de colores y situaciones, y este es un periodo donde se juntan dos duelos. Hay un dolor puntual y al mismo tiempo, una coyuntura que es linda y buena, porque veo bien a mis hijos, tenemos buena relación con Damián, no hay reclamos ni confrontaciones.
-Durante todo abril estás en microteatro, ¿cómo es la experiencia?
-Hermosa. Estamos los jueves y viernes hasta ésta última semana de abril con El placer del deseo, con Carolina Papaleo, con libro y dirección de Fabricio Origlio. Fue un desafío, una experiencia hermosa que disfruté un montón. Microteatro es potente para la gente y para los actores porque estamos mezclados. No lo considero teatro tradicional, pero sí un hecho teatral. Ya había trabajado con Origlio hace diez años en El flautista de Hamelin, y todo este tiempo estuvimos en contacto con ganas de volver a hacer algo juntos; se dio ahora con esta experiencia que es como un laboratorio en el que se puede investigar mucho.
-¿Hay otros proyectos?
-Sí, estamos ensayando una obra que se llama Cómo evitar enamorarse de un boludo, que es de un actor uruguayo con adaptación y dirección de Jorge Scorpaniti. Originalmente era un unipersonal, pero ahora hay otro personaje que interpreta Fernando Dabove, y que representa el catálogo de posibles boludos con los que podemos encontrarnos en la vida. Es muy divertida. Mostramos las distintas etapas de las parejas en las que se pone de manifiesto el boludo, como por ejemplo cuando somos chicas y nos cruzamos por el primer boludo, después de adolescentes bailando en el boliche, el primer noviazgo, en el casamiento, en el divorcio, el post divorcio. También hablamos sobre el vínculo de pareja, y la gente se va a sentir representada porque no se trata de darle con un caño a los hombres sino de divertirnos en cuanto a cómo nos vinculamos. Porque para que haya un boludo, tiene que haber alguien que acompañe (risas). Creo que vamos a estrenar a finales de marzo, todavía estamos viendo en qué sala. Y también estoy con algo que es muy lindo que voy a hacer en el Centro Cultural San Martín, en el 2024; es un trabajo sobre cartas y poemas que le escribí a mi hermano y no se las leí a nadie.
-¿A él tampoco se las leíste?
-No. Tampoco a Martín, porque eran parte de mi intimidad. Las escribí durante su enfermedad, todo lo que me pasaba, sin pensar ni corregir. Era una especie de mecanismo que me ayudaba a seguir viviendo. Se llama Sólo te lo quería decir. Están en distintos cuadernos y de forma muy desordenada. Hasta tengo servilletas en las que escribí en un bar. En diciembre pasado se me ocurrió que tenía que hacer algo con todo eso y me acordé de Diego Berardo, a quien conocí cuando era director del Centro Cultural Sábato. Nunca llegamos a concretar ningún trabajo juntos, pero quedó un vínculo. Ahora es el director del Centro Cultural San Martín y le mandé un mensaje, nos reunimos, le conté lo que quería hacer y me propuso hacerlo ahí. Pero ya era diciembre y la programación del 2023 estaba cerrada, así que me propuso ser parte de un especio que se llama Residencia y en el que están los proyectos en proceso de escritura, ensayo, audiciones, para estrenar el año que viene.
-¿Volverías a hacer programas infantiles?
-No, porque siento que cambió la era de la comunicación y creo que la persona más joven que ve televisión tiene 30 años. Los chicos ven cosas de otros países, videítos, canciones, y tienen opciones las 24 horas en otras plataformas, en el teléfono. Por otra parte, y a pesar de que amo a los nenes, hubo un momento en mi vida en que sentí que tenía que proponer otra cosa. El último infantil que hice fue en el 2014.
Agradecimientos: peluquería @jessicaleopelu, belleza de pies y manos @glowe y @draflorenciasalvo.
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