Catherine Fulop: “Estoy esperando que Venezuela vuelva a ser libre para ir a mi tierra, mirar mis playas y ver a mi mamá”
La actriz habla de su participación en Masterchef celebrity 3 y también bucea en su vida personal, reflexiona sobre en su relación de pareja y dice que hace 9 años que no va a Venezuela y 3 que no ve a su mamá.
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“Me agarrás en el medio de una receta”, se excusa con LA NACION Catherine Fulop, que será una de las participantes de MasterChef Celebrity 3, que empieza a grabarse pronto y se verá por la pantalla de Telefe. Lo que animó a la actriz a sumarse al desafío del exitoso reality fue Mi mejor plato, que estrenó El Gourmet a través de su canal de YouTube y donde Cathy comparte su más preciada receta, con la ayuda de su hija Tiziana Sabatini y la emoción de cocinar una delicia que le enseñó su mamá, Cleopatra Geoconda, en su Venezuela natal. “Me emociona poder reproducir sus arepas reina pepia pelúa, porque es una manera de honrarla y tenerla más cerca”, asegura (la receta puede verse en https://youtu.be/66iKs-mEcC8). “Me encantó grabar en El Gourmet y, encima, con la Titi, pero debo confesar que nunca en mi vida cociné. Sé hacer arepas porque es lo más fácil que hay”, se sincera.
-¿Arepas es lo único que sabés cocinar?
-Claro (ríe con ganas). En la cuarentena no me quedó otra que apelar a lo poco que sé. Creo que la cocina es mucha práctica y relajación, inspiración y sentimientos que le ponés a esos sabores. Cuando lo hice ni soñaba que iba a estar en MasterChef, porque me lo propusieron en las dos oportunidades anteriores y siempre dije que no.
-¿Qué te hizo cambiar de idea ésta vez?
-Cuando hice Mi mejor plato en El Gourmet y me dijeron que mi receta iba a impresionar a los Petersen. Creo que ahí salió ese rumor de que cocino bien, pero no es verdad. Tengo que ser sincera: me pone nerviosa la cocina, no tengo práctica. Siempre salí a la calle a trabajar y no tuve tiempo para cocinar. Pero soy práctica, compro milanesas, sé hacer un arroz y cosas básicas, y por suerte tengo ayuda y me dejan comida hecha o algo que sacar del freezer y meter al horno.
-¿Estás aprendiendo mucho en las clases que tomás, previas a MasterChef?
-Aprendes bastante, aunque también es mucha información para alguien que no sabe hacer una masa, por ejemplo. Son cantidades exactas y no puedes pasarte porque matas la receta. La verdad es que no es fácil cocinar. Es un desafío y eso está bueno. No me animaba, estaba con mucho miedo, pero probé en El Gourmet y no es tan complicado. Fue muy emotivo, además, porque mi mamá me enseñó a hacer las arepas. Claro que después las haces un poquito más personal, y yo le pongo aceite de coco. Antes le ponía manteca para que fuera más sabrosita, porque ya que vamos a engordar...
-Posiblemente seas la favorita de Santiago Del Moro, que es tu compañero en El club Del Moro, en La 100. Eso quizás te de una ventaja...
-No lo sé si lo seré. Me encanta ir a la radio, me siento cómoda y pienso que no puedo estar en un mejor lugar, cuidada. Me quieren y sabes que nadie te va a meter una puñalada trapera por la espalda, porque hay una hermandad. Amo ir a la radio y lo más lindo es que no es mi responsabilidad. Me imagino que Santi va a tener un cariño especial porque formo parte de un equipo que ama. Me insistía para hacer MasterChef y dije, ‘voy porque está bueno enfrentar un desafío’. La cuarentena me afectó mucho, mi suegra (Beatriz Garófalo) enfermó y falleció, estuve muy triste y ha sido un momento difícil para la familia. Entonces cuesta hasta retomar la vida social, enfrentarse a las cámaras, volver a decir que puedes contra todo. Quedé con miedos porque nos golpeó mucho, como a tantas familias. Sabemos que mi suegra se enfermó a causa de la pandemia, porque aunque tenía una condición en los pulmones, no era momento para que partiera. Tenía una vida muy activa, iba al teatro, salía con sus amigas, hacía gimnasia y estar tanto tiempo sola, inactiva, sin que fuera su personal trainer ni mover sus músculos, hizo que se consumiera, que se sintiera más débil, pero tenía unas ganas increíbles de vivir. Encima tuvo Covid y eso dejó sus secuelas, como a todos. Yo ahora estoy con una alergia que no sé si es consecuencia del Covid que tuve este año. A mi alrededor se contagiaron 24 personas.
La familia, ese amor incondicional
-Muchas veces contaste que tu suegra fue como tu segunda mamá…
-Claro. Hace 28 años que vivo en la Argentina y conocí a Ova y a su familia a los pocos meses de llegar, y así como ella me adoptó como hija, yo la adopté como mamá y la cuidé junto con Ova con todo el amor del mundo. Es algo que a lo mejor no voy a poder hacer con mi mamá y es muy fuerte para mí (se le quiebra la voz). Mi suegra me lo agradecía tanto, porque al tener a su hija en otro país, la cuidábamos su hijo y yo. Terminó siendo como nuestro bebé y lo lindo es que estuvo consciente de ese amor que le llegó y nosotros nos quedamos súper tranquilos.
-¿Cuánto tiempo hace que no vas a Venezuela?
-Varios años. La ultima vez que fui, Oriana tenía 16 años (hoy tiene 25). Tengo familia en Miami y he estado dos meses ahora y la pasé súper bien. Me vine con unos kilos de más pero bien vividos. Fue lindo ver a mis hermanas, a mis sobrinos, amigos.
-¿No vas porque no querés o porque no te dejan entrar?
-Tengo bastantes cuentos de amigos que han hablado mal del régimen en las redes y en las revistas y la pasaron mal. Hay una ley en Venezuela que se llama la Ley del Odio y pueden detenerte. Tengo amigas que solamente por decir que es una dictadura les han sacado el pasaporte y no pueden salir del país, las tienen como rehenes. A un cantante muy famoso le sacaron el pasaporte y tuvo que salir de Venezuela por la frontera, por Colombia. A otro conocido, también cantante, lo bajaron del avión, lo metieron en un cuarto y lo tuvieron allí no sé cuántas horas. Otra amiga lo mismo. A lo mejor no te meten preso pero la pasás mal. Es un país sin estado de derecho y eso es peligroso. Estoy esperando que Venezuela vuelva a ser libre para ir a mi tierra, mirar mis playas y me encantaría poder ver a mi mamá. Pero por ahora no es posible.
-¿Cuánto hace que no ves a tu mamá?
-Tengo más de tres años de no verla. Quizá para el año que viene, si tiene ánimo de subirse a un avión. Lo que pasa es que está grande, le duelen las rodillas y no le pudo decir ‘vete a Miami’. Pero quizá nos encontremos en Aruba. Para los venezolanos es muy difícil viajar por los pasaportes, las visas, los permisos. Es todo muy triste y complicado, no le deseo a nadie que un grupo de delincuentes te robe tu país y pierdas tu patria.
-Pasaste más tiempo en Argentina que en Venezuela, ¿nos adoptaste como te adoptamos a vos?
-Tengo más tiempo aquí, es verdad: me fui a los 24 años de Venezuela y acá llevo 28. En Argentina está mi hogar, mi familia. Quiero a mi Argentina tanto como quiero a Venezuela. No puedes elegir dónde nacer pero sí dónde quieres vivir. Y si tengo que vivir y morir en un lugar es aquí. Además ya tengo la ciudadanía argentina. El día que me la dieron mis suegra lloraba conmigo de emoción. Soy argentina después de tantos años aquí y la jura fue tan hermosa. Tantos años cantando el himno, ayudando a mis hijas con las tareas de la escuela y aprendiendo sobre esta tierra. Siempre hincho por Argentina, y se me complica un poco cuando juega con Venezuela (ríe). Los que somos extranjeros, lo somos siempre: acá y allá porque acá me dicen que hablo como venezolana y en Venezuela que hablo como argentina.
Saludable, aunque cueste
-Siempre llevaste la bandera de la vida saludable, ¿cuesta mucho ser Cathy Fulop?
-Sí que cuesta, la verdad. Pero cuando lo haces un habito, está todo bien. Porque lo automatizas. Yo pensaba que me iba a relajar en algún momento de mi vida, y de hecho a veces lo hago, pero me siento con menos energía, más cansada, engordo. No me siento que soy yo y me cuesta retomar. Me pasó mucho en la cuarentena, con el encierro, la inactividad. Lo que no hay que perder es el ritmo; puedes descansar un poco pero siempre seguir para adelante. Tengo 56 años y no me voy a relajar. Me gusta transmitir que está bueno llevar una vida saludable y que también puedes desbarrancar un poco porque la vida también se trata del disfrute, de los amigos, de la comida. Pero tenemos que ser conscientes de que es importante cuidarnos y prevenir para no enfermarnos.
-Entonces disfrutás de la vida saludable comiendo sano...
-No, la verdad es que no me gusta comer tan sano pero hago ejercicio y compenso. Yo negocio. Capaz que en la semana me cuido más, no como tanta harina, hago algún ayuno intermitente y el fin de semana me tomo mi vinito, me como mi arepa, mis tequeños, un pedazo de torta, porque la vida también es eso y no puedes vivir a lechuguita.
-¿Ova te acompaña? Porque se cuida mucho también.
-Ova es sano, sano. No lo tienta la comida. Él come para vivir y yo vivo para comer. En mí habita una gordita que todo el tiempo me dice que se quiere apoderar de mi cuerpo. Si no estuviera al lado de Ova seguramente comería mucho más. Pero lo veo a él en paños menores y digo: “Oh oh, tengo que ponerme las pilas”. Y bajo al gimnasio, hago bici, llamo a mi personal trainer.
-Llevan 27 años juntos, ¿es difícil sostener una relación tan larga sin caer en el aburrimiento?
-No se me hace difícil porque a esta altura, con mis hijas grandes y la vida que nos ha dado tanto, ya no me imagino mi vida sin Ova. Y cualquier cosa que me molesta de él o que a él le moleste de mí, es tan minúscula comparada con lo bien que la pasamos juntos. Estamos enamorados de nosotros, de nuestra vida, de nuestra familia. Nada es tan grave como para que nos peleemos o la pareja nos parezca insostenible. Nos gustamos, nos divertimos, y si estamos apagaditos tratamos de buscar la manera de seducirnos. Ova siempre está pendiente de invitarme a comer, porque como nunca cociné (ríe)... Tal vez si cocinara, agarraría un vinito mientras cocino y es chévere. Hay toda una preparación para un encuentro.
-¿Están viviendo solos? Porque Oriana está en Italia y Tiziana también tiene novio...
-Ori vive en Italia, tienen su casa (con Paulo Dybala, su novio) y lo que veo es que son una pareja establecida. Y Tiziana tiene un chico divino que va y viene pero vive acá. Amo que estén en casa, no quiero que se vayan. Es horrible que no estén, y entonces busco amigos con niños chiquitos para que correteen, un rato nada más, porque esa es una etapa superada.
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