La australiana, quien aspira a su tercer premio Oscar, lleva 26 años de casada con el dramaturgo Andrew Upton, pero es muy reservada respecto al vínculo
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El comienzo de la relación entre Cate Blanchett y Andrew Upton podría formar parte de una comedia romántica, más precisamente de las screwball comedies en las que los protagonistas entablan un vínculo con honestidad brutal, uno áspero y no precisamente propio de las historias de “amor a primera vista”. De hecho, cuando se conocieron en Australia en 1996 en el rodaje de una serie, no se llevaban nada bien. Tanto la actriz como el guionista y dramaturgo tenían sus respectivas parejas, pero los duros intercambios que tenían confundían a su entorno, quienes consideraban que entre ellos existía una química rara.
Sin embargo, como contaría Blanchett años más tarde, la impresión que tuvo de su futuro marido no fue agradable y por eso chocaban continuamente: “Me parecía una persona extremadamente arrogante”, confesó la protagonista de Tár, la película de Todd Field por la que este año aspira a su tercer premio Oscar y que llega el jueves 9 de febrero a nuestras salas. Por su parte, Upton se mostraba irritado por la conducta de la actriz: “Él pensaba que yo era una mujer despreocupada, desinteresada, algo distraída y el choque de impresiones hizo que no tuviéramos una buena relación al principio”.
Con el paso del tiempo, Blanchett y Upton, quienes se llevaban solo tres años de diferencia, dejaron los prejuicios de lado y buscaron conocerse más. Un día, concertaron una cita y allí se produjo el “clic”, cuando descubrieron la gran cantidad de cosas que tenían en común, entre ellas, su pasión por el teatro que sigue hasta el día de hoy y que los une también en el plano profesional. En cuanto al primer beso, no llegó en uno de sus encuentros a solas sino en una reunión con amigos en la que estaban jugando al póquer. Según el recuerdo de Blanchett, el escritor estaba inventando una historia acerca de lo mucho que le atraía una amiga de Cate, hasta que la miró y le dio un beso ante la atónita mirada del grupo y de Blanchett misma. Desde ese momento, no se separaron más. El frenesí fue tan innegable, que luego de tres semanas de citas, Upton le propuso matrimonio con la misma espontaneidad con la que la besó por primera vez.
La cena que cambió sus vidas para siempre
Blanchett intuía que algo estaba por suceder esa noche cuando, muy cerca de cumplir el primer mes de novia con Upton, percibía que su pareja se comportaba de un modo un tanto extraño. Mientras estaba viendo qué tenía en su casa para hacerle una rica cena, notó que solo había pescado, unas nueces y un poco de queso. La solución era improvisar. Cuando puso los platos en la mesa, Upton se sonrió por la preparación y se puso de rodillas. “Pensé que él estaba alucinando por la comida horrible que le había preparado y después pensé que yo estaba imaginando lo que estaba por suceder”, contó la actriz, quien recordó los nervios que la invadieron cuando su entonces novio le preguntó si quería casarse. “No podía decirle que no, estábamos en el lugar exacto en el momento exacto. Cuando dijo mi nombre, ya sabía qué iba a pasar y pensé: ‘Oh, Dios, va a pedirme que me case con él y voy a tener que decirle que sí’. Cuando finalmente preguntó, sentí algo que no había experimentado antes, un sentimiento extraordinario, unas ganas de decir que sí, todo se sintió como una aventura”, declaró la actriz en diálogo con Vanity Fair. En cuanto a Upton, el dramaturgo aseguró que, si bien cuando se vieron por primera vez hubo un cierto rechazo mutuo, cuando congeniaron “fue un alivio y un placer”.
La pareja se casó poco antes de Año Nuevo: el 29 de diciembre de 1997. En 2001, le dieron la bienvenida a su primer hijo, Dashiell John; en 2004 nació Roman Robert; cuatro años después llegó Ignatius Martin a su vidas, y en 2015 adoptaron a su hija, Edith Vivian Patricia. “Ella fue una bendición para nosotros”, expresó Blanchett, quien había querido adoptar desde que tuvo a su primer hijo con Upton.
Entre las cosas que los unían como pareja se encontraba su necesidad de tener una relación con bajo perfil. Blanchett irrumpió en Hollywood en 1998 con Elizabeth, la biopic de Shekhar Kapur en la que interpretó a la Reina Isabel II y por la que recibió su primera nominación al Oscar. En ese momento, tanto ella como Upton habían coincidido en que el mejor lugar para formar una familia era Brighton, en Inglaterra, y allí permanecieron durante 10 años hasta que empezaron a extrañar a Australia. El matrimonio regresó a su país natal en 2006 con el proyecto de criar a sus hijos allí y seguir colaborando con la famosa compañía teatral de Sydney.
Desde ese momento en adelante que Londres y Sydney son sus lugares de residencia. La pareja prometió acompañarse en sus respectivos proyectos y estar la mayor parte del tiempo posible en familia. Asimismo, disfrutan del proceso creativo en conjunto, por lo que decidieron fundar su compañía productora, Dirty Films, cuya primera producción fue el cortometraje Bangers, escrito y dirigido por Upton y protagonizado por Blanchett, estrenado el mismo año en que Cate había hecho una participación en Ojos bien cerrados de Stanley Kubrick (el thriller psicológico para el que puso la voz en una secuencia) y una intervención indeleble en El talentoso Sr. Ripley de Anthony Minghella.
Un “amor apasionado” que no necesita exponerse
“Lo nuestro es como un affaire, un romance, un amor apasionado”, manifestó en una ocasión Blanchett sobre su matrimonio, uno que siempre resguardó de la prensa, por lo que es habitual que la veamos caminando en diferentes red carpets sola o con sus colegas, sin su marido o sus hijos. Para promocionar sus trabajos, la actriz es toda una profesional y asiste a numerosos eventos. Sin embargo, cuando se trata de su familia, sabe escindirse y no exponerse ante los flashes. Cuando se le consultó una vez si se arrepiente de algo en relación con su matrimonio, la australiana fue muy precisa: “Sí, me arrepiento de no haber contratado un fotógrafo para mi casamiento”, respondió. En efecto, su boda fue tan íntima y ni ella ni su marido tenían demasiado dinero, por lo que decidieron prescindir del fotógrafo. “El recuerdo de ese día lo tengo en mi corazón, pero siempre pienso en que me gustaría volver a ese momento mirando las imágenes”, confesó.
En cuanto al cuidado de su privacidad, cuando deciden trabajar juntos, tampoco se vuelve público. Upton fue uno de los productores de Carol, el melodrama de Todd Haynes basado en la novela autobiográfica de Patricia Highsmith que le valió a Cate una nueva nominación al Oscar (la actriz ya tiene dos estatuillas y fue nominada en ocho oportunidades) y luego se convirtió, junto a su esposa, en director artístico de la compañía de teatro de Sydney. En 2009, Blanchett regresó a las tablas para interpretar a la icónica Blanche DuBois en la puesta de Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams dirigida nada menos que por Liv Ullmann. En ese momento, la actriz confesó que subirse al escenario en el que debutó en 1992 con la obra de Caryl Churchill, Top Girls, fue una experiencia extraordinaria por lo que implicaba estar a cargo de la dirección artística de la compañía y tenerlo a Andrew de guía. “La felicidad que me produce mi matrimonio se traslada a lo que vivo con la obra”, declaró. “Cada noche salgo tan contenta, tan realizada, pensando en cómo mejorar cada escena, él me desafía constantemente cuando estamos en ese ámbito”, apuntó la australiana.
El dramaturgo, quien escribió la obra Riflemind protagonizada inicialmente por quien fuera un gran amigo de la pareja, el fallecido actor Philip Seymour Hoffman, manifestó que, en los instantes en los que colabora con su esposa, siente una peculiar energía. “Es maravilloso trabajar con ella, siempre lo hicimos de una forma u otra. Siempre estamos analizando qué hacer, y peleamos por detalles para que salga todo mejor, ese abordaje colaborativo es una parte fundamental del mundo del teatro, es un compromiso que siempre construye y nunca destruye”, expresó Upton en diálogo con revista People, y fue secundado por su esposa. “Mi marido y yo tenemos una unión creativa muy fuerte, es fantástico vivir nuestro amor todos los días, pero también estar juntos para cuando la compañía de teatro lo necesita”.
Por lo tanto, aunque no los veamos juntos con frecuencia, la relación que Andrew y Cate supieron construir a lo largo de las décadas está más fuerte que nunca. En una oportunidad, a Blanchett le preguntaron cómo se celebra en su casa cada aniversario de ese día en el que decidieron oficializar su relación con solo tres semanas de salidas compartidas como certeza de que lo suyo perduraría.
“Mi marido tiene algo que me encanta y es que es descontracturado. No le gusta el romanticismo tradicional, es más moderno, por eso nunca me hace los clásicos regalos, es más práctico, nada de diamantes o de collares”, reveló la actriz, quien asegura que prefiere ser agasajada con regalos útiles: “A mí no me gusta lo romántico tampoco, prefiero cosas atemporales para la casa, como una linda cafetera”, añadió y aclaró que Upton le aconseja no sucumbir a las presiones de una industria que empuja a muchas mujeres a cambiar su apariencia para no perder vigencia. “Detesta las cirugías plásticas, prefiere que sea natural y la verdad que a mí también me gusta envejecer normalmente. Cuando una tiene hijos, el cuerpo cambia, hay una historia ahí, y yo me siento afortunada de tenerla. Me siento afortunada de estar junto a alguien a quien le gusta la evolución de esa historia”.
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