Catalina Speroni, una actriz precoz que ganó prestigio y popularidad, atravesó una crisis vocacional y tuvo un gran amor

Catalina Speroni supo que iba a ser actriz cuando, cada tarde, esperaba con ansias su radioteatro favorito. Tenía apenas 10 años. Fue una de las actrices más prestigiosas de nuestro país y trabajó hasta que una dura enfermedad la obligó a parar. Murió el 21 de diciembre de 2010, a los 72 años. Había nacido en Buenos Aires el 29 de noviembre de 1938 y debutó en teatro siendo muy joven y ganó prestigio interpretando clásicos en el Teatro San Martín. Pronto los productores de televisión se fijaron en ella y la convocaron para hacer programas que fueron un éxito, entre ellos El Rafa y La familia Benvenutto. Entonces también tuvo popularidad.

Guillermo Francella, que compartió muchos años grabando la comedia que Telefe puso al aire todos los domingos al mediodía desde 1991 a 1995, la recordó para LA NACIÓN: “Trabajé solamente en La familia Benvenuto con ella y lo que puedo decir es que fue una excelente compañera, muy buena actriz, siempre de buen humor y de una simpatía arrolladora. Se la extraña”.

Un sueño hecho realidad

“Era muy fanática de Nené Cascallar, que escribía unas historias maravillosas. Me acuerdo en especial de una con Oscar Casco, que interpretaba a un director de teatro que se enamoraba de una chica provinciana. A mí me fascinaba, aunque Casco medio la maltrataba, pero la verdad es que al final la sacó muy buena actriz, de primera. Y después se enamoraron y se casaron. Yo tenía diez años, pero supe que de grande iba a ser actriz. Para cumplir con mi familia hice primero el secundario y cuando terminé fui a la escuela de teatro. Salí como la mejor egresada y así fue que entré a formar parte del elenco de la Comedia Nacional. Era el año 60 cuando dejé la oficina donde había trabajado durante los cuatro años de estudio”, contó tiempo atrás respecto de cuándo había nacido su sueño de ser actriz.

Se formó en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático y su debut fue en el Teatro Cervantes en 1961 con una versión de El burlador de Sevilla y convidado de piedra. Sobre ese momento recordó mucho tiempo después: “Mi personaje era el de una muchacha del pueblo que decía unas pocas frases como ‘yo no quiero, yo no amo, suya soy, suya me llamo, no lo niego ni reclamo, suya será...’. La emoción fue enorme, sentí que asumía una gran responsabilidad que mantuve hasta siempre para hacer todos mis trabajos, en el teatro o la televisión. Porque hace bastante que comprendí, gracias a mi primer psicoanalista, que aun cuando la pieza o el programa no cumplan totalmente mis aspiraciones, siempre se puede y vale la pena provocar una sonrisa, movilizar una emoción, despertar algún grado de conciencia. Esta convicción me ayuda mucho y me lleva a no bajar nunca el rendimiento”.

En teatro también hizo Las González, El alma de papá, El confín, La prisionera, Vida y muerte de las ballenas, Pintura fresca, Retazos, El nombre, A propósito de la duda, De profesión maternal, Barranca abajo, Acto cultural, La polvorienta, La dama de los racimos, Safón y los pájaros, Cabareteras, Don Gil de las calzas verdes, Auto de fe... entre bambalinas, Mattinata, Los mirasoles, La importancia de llamarse Ernesto, De víctimas y victimarios, Bar Ada, La mala sangre y Mamá.

Se definía como una laburante y amaba el teatro. Cuando la llamaron para hacer televisión tuvo sus prejuicios, pero aceptó el desafío “porque tenía que darle de comer” a sus hijos, confesó alguna vez.

Su debut en televisión fue con Señoritas alumnas, en 1962, por Canal 13. También hizo Su comedia favorita, Simplemente María, Así amaban los héroes, Nacido para odiarte, Pequemos un poquito, Un extraño en nuestras vidas, Juana Rebelde, Andrea Celeste, El Rafa, Calabromas, La familia Benvenutto, Laberinto y Campeones de la vida.

Coni Vera trabajó en varias oportunidades con Speroni: “Los primeros recuerdo que tengo de Catalina son de las salas de ensayo del Canal 9 cuando estaba en la calle Castex. En ese momento yo tenía 17 años y participaba en Simplemente María, protagonizada por Irma Roy. Catalina tenía un personaje muy importante en esa novela y yo la miraba con admiración porque era egresada del Conservatorio Nacional de Arte Dramático y eso para mí eran palabras mayores. En ese momento estaba casada con Héctor Biuchet, ambos habían sido compañeros en el conservatorio y yo había escuchado que no podían tener hijos. Gracias a Dios después de muchos años de casados pudieron ser padres y fue una gran alegría para todos los que los conocíamos. Son recuerdos vagos de mi adolescencia. Catalina era una excelente actriz en todos los rubros hasta trabajó en programas cómicos de la época, y todo lo hizo bien”, le contó a LA NACIÓN.

En cine hizo La bestia desnuda, Operación San Antonio, Crimen en el hotel alojamiento, Los chantas, Juan que reía, Qué es el otoño, Espérame mucho, Cómplices, El despertar de L, Felicidades, Vacaciones en la tierra y Tatuado.

Entre una crisis vocacional y el gran amor de su vida

A pesar de que amaba su profesión, atravesó una crisis vocacional en un momento de su vida: “Yo también tengo mis cuestionamientos y estuve por dejar este oficio cuando había otras propuestas que me tiraban”, contaba. Dio clases de trabajo corporal con técnicas energéticas, fue reikista de segundo nivel: “Incluso me hice construir una cabaña en un lugar cerca del río para hacer esa movida”. Sin embargo, nunca se alejó de la actuación porque cada proyecto que aceptaba la apasionaba y la absorbía.

Su última aparición en público fue unos días antes de morir, cuando fue a recibir el premio Podestá a su trayectoria artística, que ya abarcaba medio siglo. “Si uno tiene vocación, y labura, el reconocimiento, tarde o temprano aparece”, reflexionaba por entonces.

De perfil muy bajo, nunca hablaba de su vida privada, pero el gran amor de su vida fue el actor Héctor Biuchet.

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