Cary Grant falleció el 29 de noviembre de 1986, hace 33 años, pero nunca hemos dejado de hablar de él. Como icono de elegancia masculina suele ocupar espacio en publicaciones de moda y como leyenda del cine no deja de provocar interés y discursos nostálgicos sobre unos tiempos en los que la relación entre una estrella, una cámara y el público era mucho menos rebuscada que hoy.
Pero, posiblemente a su pesar, gran parte del interés que suscita Grant se debe todavía a su vida privada. Hace apenas dos semanas la que fue su esposa durante tres años en la década de los sesenta, la actriz Dyan Cannon, develaba que rechazó una oferta millonaria para escribir un libro destapando secretos sobre su matrimonio. La oferta vino, además, de Jackie Kennedy, que en la última etapa de su vida trabajó como editora de libros y logró que Michael Jackson escribiese sus únicas memorias en 1987, Moonwalker.
La vida de Cary Grant, que se casó cinco veces y tuvo una hija (precisamente con Cannon y a sus 62 años) sigue siendo objeto de interés tres décadas después de su muerte por el abismo que existe entre el personaje elegante, seductor, seguro de sí mismo y con una calmada vis cómica que conocimos en la pantalla, y el hombre atormentado, rebelde y arriesgado que fue en realidad.
Dos hechos llaman la atención sobre todos los demás: uno es su relación con el LSD, sustancia alucinógena que empezó a consumir de modo terapéutico —fue una controvertida moda entre 1950 y 1965 en Estados Unidos, y hoy están resurgiendo los estudios que defienden su uso en microdosis como antidepresivo— y, según él, lo salvó de una depresión. La infancia de Grant fue muy triste: su hermano murió muy joven de tuberculosis, su padre era alcohólico y su madre depresiva. Cuando Cary tenía nueve años, su padre envió a su madre a una institución de salud mental y le dijo que había muerto. Al año siguiente, el padre se casó con otra mujer. El actor no supo hasta la treintena, cuando era una estrella de cine, que su madre seguía viva en una clínica de salud mental. Cary Grant tuvo una infancia tan infeliz que, a comienzos de su carrera, decidió falsearla y contar que venía de una buena familia del teatro inglés.
"Cary era un hombre muy discreto", recordó en 2017 en las páginas de The Guardian Mark Kidel, director del documental Becoming Cary Grant. "Casi nunca daba entrevistas. Y después de empezar a consumir ácidos llamó personalmente a la revista Good Housekeeping [histórica publicación femenina estadounidense sobre hogar, salud y cocina] y les dijo: ‘¡Quiero hablar sobre esto al mundo! Ha cambiado mi vida. Todo el mundo debería probarlo". Grant acabó dando esa entrevista: en la página 64 del número de septiembre de 1960, una de las mayores estrellas de la pantalla recomendó a todas las amas de casa estadounidenses que empezasen a consumir LSD.
Pero el misterio más duradero sobre Grant son sus relaciones personales. Muchos se han apresurado a afirmar que era homosexual, entre ellos Scotty Bowers en su escandaloso libro de memorias Servicio completo, o el diseñador de vestuario Orry-Kelly, que afirmó haber tenido una relación amorosa con él cuando el actor era joven y acababa de llegar a Nueva York. Kelly también añadió que, por aquel entonces, el actor trabajaba como escort, o sea, hombre de compañía para mujeres adineradas. Otros lo desmienten: "Jamás vi ninguna indicación de eso", dijo Cannon. La hija de Grant y Cannon, Jennifer, escribió en 2011 en unas memorias sobre su padre: "¿Experimentó sexualmente mi padre? No lo sé. ¿Y yo? ¿He experimentado con mi sexualidad? ¿Y tú? Si la experimentación hace que uno sea gay, entonces me imagino que casi todo el mundo lo es".
La orientación sexual de Cary Grant siempre quedará expuesta a los rumores y las interpretaciones personales. Por su parte, él siempre mantuvo que era heterosexual y, a menudo, fanfarroneó de ello con sentido del humor. "Cuando era joven y muy popular, me encontraba a chicas con su novio y cuando ellas decían algo bonito sobre mí ellos soltaban: ‘Sí, pero he oído que es marica", contó Grant a The New York Times, en una entrevista publicada en 1977. "Es ridículo, pero lo dicen de todos nosotros [en referencia a los actores]. Pero debo decir que ese chico me está haciendo un favor. Número uno, está expresando sus propias inseguridades sobre la chica. Número dos, ha provocado curiosidad en ella sobre mí. Número tres, probablemente esa chica acabe en mi cama para comprobarlo por sí misma. Por otra parte, sé que un matrimonio es feliz y seguro cuando un chico llega y me dice: ‘A mi mujer le encantas".
Rumores aparte, lo que es indudable es que Grant dinamitó un montón de convencionalismos sobre cómo debía comportarse y vivir una gran estrella masculina del Hollywood de los años treinta (cuyo estrellato se extendió hasta los cincuenta). Y eso ocurrió especialmente durante los 12 años en los que vivió con Randolph Scott, entre 1932 y 1944. Si es un rumor persistente que Grant era gay, Randolph Scott es considerado universalmente su supuesto novio.
Los dos eran actores famosos, jóvenes y guapos. Grant era el epítome de la elegancia británica, Scott el de la masculinidad del vaquero (protagonizó famosas películas del oeste como Espíritu de conquista o Los cautivos). Se conocieron en 1932 en los estudios Paramount, cuando Scott estaba rodando Sky Bride (un drama aéreo con guion de Joseph L. Mankiewicz) y Grant trabajaba en Pecadores sin careta. Juntos protagonizaron Sábado de juerga, donde luchaban por el amor de una mujer, Nancy Carroll. Muy poco después se fueron a vivir juntos a una casa en primera línea de playa en Santa Mónica (California).
Por aquel entonces los estudios controlaban hasta el último recoveco de la vida de sus estrellas. Que dos de la Paramount compartiesen casa levantaba algunas cejas, así que la productora vendió a la prensa la idea de que ambos eran dos grandes conquistadores que compartían una casa que llamaron "el salón de los solteros". Para reforzar esta idea se difundieron noticias sobre señoritas que entraban y salían continuamente de la casa y, lo mejor de todo, los dos posaron para un reportaje fotográfico donde mostraban su hogar.
Vistas hoy, esas imágenes resultan alucinantes: en una de las eras más represivas en Estados Unidos, Cary y Randolph posan en su casa como si fueran una pareja romántica. Algo que obviamente no era la intención entonces y que solamente el tiempo y nuestra mirada, diferente hoy a la de hace ochenta años, ha creado. Pero la relectura contemporánea de las imágenes es impactante e innegable: Cary y Randolph cenando con velas. Cary y Randolph posando con un caniche. Cary y Randolph cocinando y lavando los platos. Cary tocando el piano mientras Randolph le lee una partitura. Cary y Randolph jugando a la pelota en bañador. Cary y Randolph haciendo ejercicio juntos.
Los dos se casaron varias veces, claro. En 1934, mientras vivía con Scott, Grant se casó con la actriz Virginia Cherrill. Los rumores dijeron que el matrimonio había sido impuesto por Paramount (este tipo de uniones era habitual en la era de los estudios por motivos de marketing, no tenía por qué ser únicamente para ocultar una supuesta homosexualidad). El matrimonio duró siete meses: ella afirmó que Grant bebía demasiado, se volvía abusivo y discutían sin parar. Al divorciarse, él volvió a vivir con Randolph en la casa de Santa Mónica. Durante esos 12 años de convivencia intermitente se volvería a casar con una rica heredera, Barbara Hutton, en 1942. Esta vez el matrimonio duró algo menos de tres años.
Por si todo esto fuera poco, en 1938 Grant protagonizó un clásico del cine en el que popularizó la palabra gay. El término gay es relativamente nuevo: nadie llamaba "gay" a Grant o a Scott porque esa palabra no existía con ese significado por aquel entonces. Los llamaban, en todo caso, "fags" (maricas). Gay sirve en inglés para denominar a alguien alegre, hedonista, sin preocupaciones. Su uso para referirse a un hombre homosexual no comenzó a popularizarse hasta los años sesenta en los países anglosajones. Pero cuando lo escuchamos por primera vez, con ese uso concreto, fue en la boca de Cary Grant.
En La adorable revoltosa (1938) hay una escena en la que Katharine Hepburn roba la ropa de Grant mientras este se está duchando y él se ve obligado a ponerse lo único que encuentra en el cuarto de baño de ella: una bata de seda con plumas. La estampa no desentonaría hoy en un desfile del diseñador Palomo Spain, pero, por aquel entonces, funcionaba como reclamo cómico: un hombre vestido de mujer era algo muy gracioso. Al ser descubierto vestido de mujer y preguntado por el motivo, él responde: "¡Me he vuelto gay de repente!". Es la primera vez que la palabra gay, con ese significado, es usada en la pantalla.
Por encima de si era gay o no lo era, la actitud de Grant era increíblemente libre para aquella era. Si era gay, tuvo el valor de irse a vivir con otro hombre en una época en la que ningún actor de Hollywood lo hacía. Si no lo era, tuvo el valor de jugar con ello y reírse de los rumores en episodios como el de La adorable revoltosa. Si era bisexual, o si sencillamente tuvo curiosidad por experimentar, lo manejó con asombrosa mano izquierda para no dejar de trabajar y mantener el cariño de millones de espectadores de carácter conservador.
Grant y Scott dejaron de vivir juntos en 1945. Se dice que mantuvieron su amistad. Y un último detalle convirtió su relación, fuese de la naturaleza que fuese, en algo con una conexión que parece superar lo terrenal: Grant falleció en noviembre de 1987 y Scott lo hizo solo tres meses después, en enero de 1988.
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