La actriz que ganó popularidad por su rol de Princesa Leia de Star Wars, dejó a sus espaldas una carrera atravesada por el cariño del público
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“Creo que yo soy la princesa Leia, y la princesa Leia soy yo. Es como la cinta de Moebius”, Carrie Fisher.
Se cumplen cinco años de la muerte de Carrie Fisher sin que sus fans dejen de recordarla un día. El 23 de diciembre de 2016, la actriz se encontraba en un vuelo de Londres a Los Ángeles cuando sufrió un infarto masivo que derivó en una internación de urgencia. Si bien durante algunos días la información oficial era que se encontraba estable, el 27 de ese mes se confirmó su muerte (trágicamente, un día después fallecía su madre, Debbie Reynolds). En las jornadas posteriores a su partida, Internet y los medios del mundo homenajearon a la actriz, haciendo especial hincapié en su interpretación de Leia, la aguerrida princesa que marcó un quiebre en Hollywood.
Carrie Fisher era apenas una adolescente cuando le llegó la gran oportunidad de su carrera: convertirse en Leia Organa, una de las protagonistas de Star Wars. Desde luego que a finales de los setenta, cuando George Lucas preparaba su obra magna, la industria no le tenía demasiada fe a lo que consideraban el delirio de un director novato, demasiado enamorado de los viejos seriales de ciencia ficción. Habiéndose educado en un núcleo familiar muy vinculado al entretenimiento, Carrie no tardó en enamorarse de la actuación. Y luego de un pequeño papel en el film Shampoo, a los 19 años tuvo la posibilidad de probarse para interpretar a Leia, un rol para el que también se postulaban otras actrices como Jodie Foster. Era el año 1977, Star Wars estaba a pocas semanas de distancia de comenzar su filmación y nada hacía suponer que de manera tan veloz Fisher se iba a encontrar un rol definitorio. “Resulta que al final soy la única chica en una fantasía muy de chicos, y ese es un gran papel para una mujer. Ella es alguien con mucha iniciativa y que se preocupa por ver el trabajo resuelto. Así que si voy a ser etiquetada, puede que esto esté bien para mí”, reconoció en una entrevista.
El estreno de la primera película de la saga galáctica convirtió de forma instantánea a todos sus protagonistas en estrellas. Mark Hamill, Harrison Ford y Carrie Fisher eran la joven guardia, rostros de inesperada popularidad en un Hollywood que apenas se asomaba a las suculentas ganancias que prometían las franquicias de mil secuelas. Y entre los combates de sable láser y disparadores, la figura de Leia emergía con luz propia. Fisher había logrado una interpretación compleja, en la que si bien comenzaba siendo la dama que necesitaba ser rescatada, rápidamente se calzaba al hombro la causa rebelde y luchaba junto a los héroes de igual a igual, convirtiéndose en una princesa guerrera, muy poco habitual para el cine de aventuras. Claro que cuando le preguntaron por qué Leia no llevaba también un sable láser como Luke Skywalker, ella respondió con sorna: “Porque incluso en el espacio hay un standard desigual”.
El éxito de Star Wars le permitió a Fisher explorar otros proyectos, en pequeños títulos como Ringo, Leave Yesterday Behind, o una participación en la excepcional The Blues Brothers. Pero en 1980 y 1983, respectivamente, la actriz volvió a interpretar a Leia en El imperio contraataca y El regreso del Jedi, piezas finales de la (hasta entonces) trilogía de Star Wars. La filmación de esas películas le supusieron agridulces experiencias. Por un lado, ella tuvo la posibilidad de ver madurar a su personaje, protagonizar nuevas escenas de acción y reivindicarla como una heroína que podían ver las niñas con admiración, así como los niños tenían decenas de aventureros similares. Pero por otra parte, Carrie debió luchar contra el enquilosado machismo de la industria. En el rodaje de la primera parte de la saga, ella recordó: “El primer día me ponen vestido y me llevan a que lo vea George. Él me mira y me dice: “No podés llevar corpiño debajo de eso”. Entonces le pregunto por qué y me responde: “Porque no hay ropa interior en el espacio”. El hombre encima lo dijo con una gran convicción, como si realmente hubiera ido al espacio a ver si se usaban corpiños”. Y mucho de eso se volvió a repetir cuando en El regreso del Jedi Fisher debió utilizar una suerte de bikini dorado, en una escena en la que se encontraba junto al monstruoso Jabba the Hutt: “¡No entendía qué hacía ahí, tenía que estar junto a esa babosa de lengua gigante! Y casi desnuda, que desde luego no era algo que yo hubiera elegido. Cuando el director me mostró ese vestuario, pensé que era un chiste y me puse muy tensa”.
Con el fin de Star Wars, la actriz continuó participando de distintos proyectos. Durante los años posteriores, Fisher trabajó en Garbo Talks, El hombre del zapato rojo, Cuando Harry conoció a Sally y Hannah y sus hermanas. También mostró una veta especialmente hábil para la comedia desbocada en títulos como Vecinos invasores o la brillante Mujeres amazonas en la luna. Incluso se convirtió en supervisora de guiones y comenzó una prolífica carrera como escritora de ficción y no ficción. Pero mientras los años y las décadas pasaban, su representación de Leia parecía no soltarla. Y lejos de pretender negar al personaje que le brindó tanta fama, ella decidió no dejar a Leia.
Como le sucedía a muchos de sus compañeros de reparto, hablar con Hamill, Ford o Fisher era preguntarles algo sobre Star Wars. Cada minúsculo recuerdo se convertía en un tesoro para los fans, que buscaban conocer hasta el último detalle alrededor de esa trilogía que entrados los años noventa ya había enamorado a varias generaciones. Y en 2014, cuando se anunció la llegada de una nueva trilogía galáctica, los caminos de Carrie y de Leia se unieron nuevamente.
En 2015, el estreno de El despertar de la Fuerza le dio la posibilidad a Carrie de volver a su papel más relevante. El relanzamiento de la franquicia incluía una nueva heroína para una nueva generación de fans, mientras Leia se convertía en una suerte de guardiana para una saga que la había convertido en un ícono. Ya no era la princesa que debía salvar el día, pero sí la mujer que contagiaba sabiduría de cara a una nueva camada de rebeldes que debía luchar contra los villanos de la Primera orden. Lamentablemente, poco le costó darse cuenta que el lado oscuro de la Fuerza no era lo único que había sobrevivido en Star Wars, sino también oxidados paradigmas a los que ya se había enfrentado cuarenta años atrás. Cuando fue contratada para hacer el nuevo film, la actriz debió someterse a una dieta para adelgazar 16 kilos, y sobre eso opinó: “No quería contratarme entera, solo buscaban tres cuartos de mí”. La intérprete, que en ese momento tenía 59 años, incluso aseguró que en la meca del cine “no se trata de que los hombres envejezcan mejor que las mujeres, sino que a ellos simplemente se les permite envejecer”.
En medio de una lucha contra sus adicciones, de jugosas entrevistas en las que miraba con acidez las miserias de la industria, en 2016 su corazón dijo basta. En ese momento, el gesto de amor más genuino de los fans no solo fue llorar a Fisher, sino también a Leia, un personaje que aún debía aparecer en dos películas más de la saga. Aunque algo de tranquilidad zonza, llegó al público con la confirmación de que antes de morir, ella había completado su esquema de trabajo para Los últimos Jedis. En 2019, su imagen para la novena entrega de la saga fue realizada de manera digital, en una breve escena que conmueve por el significado de una muerte que tiene un profundo eco en la realidad. Los fans lloraban la partida de Leia, pero también la de su poderosa intérprete.
“¿Saben qué es lo gracioso de la muerte? ¿Si es que llegara a tener algo gracioso? Que en ese momento finalmente vas a descubrir que nadie es inmortal”. Esa frase escribió Fisher en su libro Wishful Drinking, una lúcida reflexión que irónicamente ella misma se animó a desafiar. Porque aunque hoy se cumplan cinco años de su partida, Leia siempre será inmortal. Y un poco como la actriz, esa princesa, más que una damisela en peligro, era una mujer insolente y altanera, que no necesitaba que nadie la rescate. Para bien o para mal, pero fiel a su estilo, Carrie tampoco se dejó rescatar.
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