Carolina Papaleo: "Que me digan actriz K después de 30 años de carrera es reducirme a una mínima expresión"
Tiene un camarín amplio que comparte con Laura Novoa, compañera de Si la cosa funciona, obra de teatro basada en una película de Woody Allen que Carolina Papaleo protagoniza también junto a Luis Luque, Roly Serrano y Luly Drozdek, de jueves a domingos, en el Astros. En el camarín hay maquillajes, ropa y agua, dos espejos amplios y buena luz. Mientras termina de maquillarse y de arreglarse el cabello, Carolina chusmea un ratito con su colega. Hay risas y confidencias.
Mamá de Matías, de 21 años, está en pareja desde hace casi siete años con Miguel Cuberos, que actualmente trabaja codo a codo con el presidente Alberto Fernández, en la Casa Rosada (es el subsecretario General de Presidencia). Hija de la actriz Irma Roy y del periodista Osvaldo Papaleo, Carolina tenía apenas 20 años cuando debutó profesionalmente en televisión: fue heroína de telenovelas, hizo algunas comedias, mucho teatro y algo de cine. Su espíritu inquieto también la llevó a incursionar en el coaching ontológico, en artes combinadas y en ciencias políticas, carrera que actualmente cursa en la Universidad de Buenos Aires. Hoy es una de las panelistas de Incorrectas, ciclo que conduce Moria Casán por América, y protagoniza la obra en cuestión, Si la cosa funciona.
"Es la adaptación de una película de Woody Allen, Whatever Works (en la Argentina se estreno con el mismo título de la obra de teatro), con dirección de Manuel González Gil. Una historia movida por el amor y las relaciones, con toda la ironía de Woody Allen y su mirada pesimista del mundo. Finalmente, la obra plantea que si te funciona, está todo bien. Es una comedia muy divertida. Yo soy su fan. Mi personaje es el de la madre, una mujer de un pueblo pequeño que llega a la gran ciudad, y ese cambio la atraviesa: de pacata y religiosa, atada a ritos, se convierte en una mujer de mundo. Cuando me convocaron, me encantó", resume Carolina Papaleo a LA NACION.
–Hace tiempo que no se te ve en una ficción, ¿hay alguna razón?
–Es verdad. Hace muchos años que no hago ficción. Hay poca y no he tenido la oportunidad de participar. La última vez que hice una ficción fue en 2007, en una producción de Quique Estevanez para Telefe, La ley del amor. Increíble que pasaran doce años, ¿no? Bueno, en realidad hice después un capítulo para Historias del corazón, con Virginia Lago, y otro para una miniserie que se llamaba Maltratadas. Cuando empecé en el medio, todos creían que mi papá y mi mamá querían que fuese actriz. Y no, mi papá hubiese preferido que fuera arquitecta. En otras profesiones, en general, la experiencia te da una sabiduría pero en nuestro medio, nunca sabes qué puede pasar. De Polka jamás me llamaron ni para decir: "la mesa está servida". Y no quiero tampoco que Suar me rompa el invicto.
–¿Estas enojada con Adrián Suar?
–No, no. Se lo digo siempre. Claro que si me llamara voy, pero si no se dio en 25 años ya no se va a dar. Un día le dijo a mi representante: "está por caer". Tengo miedo de hacerle mierda el escritorio cuando eso suceda (ríe). No me llamó hasta ahora, que no rompa el invicto entonces. No hay una razón puntual por la que no haga ficción. Hago teatro porque vivo de mi profesión; no tengo otro ingreso.
–¿Nunca te ganaste la vida de otra manera?
–Sí, como couching ontológico durante un tiempo que no tuve trabajo como actriz. Capacité empresas y eso me dio otra apertura que me sirvió para empezar a escribir. No soy una Carolina que termina acá y otra que empieza ahí: soy todas esas Carolinas.
–Una Carolina panelista también. ¿Cómo te sentís en ese espacio?
–Al principio fue todo un aprendizaje porque conduje mucho tiempo el programa de Canal 9, Secretos de novela, y estaba sola frente a la cámara. En un panel tenés que medir que no hablen todas juntas, porque a veces somos muchas. Ahora, después de dos años, ya casi tengo piloto automático. Pero al principio tenía mucho estrés. Recuerdo que pensaba que era como hacer teatro: dejas toda la adrenalina arriba del escenario, llegás a tu casa, bajás y te caés en cuatro pedazos. Tenía esa sensación y lo charlamos muchas veces con Nora (Cárpena) y Moria. ¡Qué cansadas salíamos de ahí! Seguramente tenía que ver con el aprendizaje, con la tensión. Ahora ya me divierto más y cuando recibo la rutina y veo los temas, puedo elegir y sé en cual voy a hablar más. Hay temas de los que sabés bastante o te pueden interesar más. Yo voy tres días por semana.
–¿Y cómo es tu relación con Moria? A veces parece difícil seguirla.
–La conozco, hicimos una temporada en Mar del Plata con Cabaret Bijou. Siempre digo que a la gente del medio la conocés mejor arriba del escenario y sabes quién es potable y quién no, quién es generoso y quién no. Ya sabía cómo era Moria y dije que sí porque ella era la conductora. No me resulta difícil seguirla porque mi mamá era igual y se iba por las ramas cuando me contaba algo, así que estoy entrenada. Recuerdo que mamá me quería contar una cosa y a los minutos estaba en la rama quince y tenía que decirle que volviera al tema. Es muy femenino hablar de muchos temas al mismo tiempo. A mí también me pasa y me doy cuenta que hago un esfuerzo por sintetizar y no puedo. Necesito el detalle, te cuento la historia de pe a pa. Me divierto en Incorrectas, y me doy cuenta de que Moria se va por las ramas pero no tengo un registro. Por ahí hablamos por lo bajo con Nora y enseguida nos avisan que tenemos los micrófonos abiertos.
–Estudiás Ciencias Políticas en la UBA y alguna vez dijiste que querías llegar a ser presidenta. ¿Qué hay de cierto en eso?
–Que estudio Ciencias Políticas en la UBA y ya aprobé siete materias, además del CBC. El resto me pasa por hacer chistes. Recuerdo que ese título salió de una entrevista radial que hice por bluetooth, mientras estaba estacionando. Me preguntaron si quería ser diputada, senadora o presidente. Ningún cargo menor, quiero ser presidente. Fue un chiste.
–¿Y fuera de broma?
–Siempre me interesó la política. Y no es que quiera ser funcionaria de nada. Lo que me gusta es capacitarme, por eso estudié muchas cosas. Pasa que está muy en boga el tema de la política. Cuando estudié artes combinadas nadie me preguntó si quería ser crítica de arte o cineasta, y cuando hice coaching ontológico tampoco me preguntaron si buscaba dedicarme a eso. Estudio porque me interesa, porque me gusta tener herramientas, porque quiero saber de qué hablo. Me parece que a los actores se les exige dar respuestas sobre varios temas y quizá no las tenemos. Y especialmente a mí me preguntan todo, quizá por la casa en la que crecí. Tengo ese plus. El otro día subí a un taxi y el taxista me preguntó algo, diciéndome: "vos me vas a saber responder". Y yo pensé: "me vio cara de ministro de todo". Porque además cada ministro tiene su área (ríe). Me preguntan las cosas más diversas. ¿Por qué tengo que responder esto si yo soy actriz?
–En los últimos dos años bancaste a Cristina Fernández de Kirchner y el latiguillo de Incorrectas (aguante la jefa) con el que te presentan, ya es tu marca registrada. ¿Recibiste más críticas que aplausos por eso?
–Me acuerdo que una vez, en la entrada de América, yendo a Incorrectas, vi una imagen del juez Bonadío con el graph "quiere encarcelar a Cristina". O algo por el estilo. Ese día, en Incorrectas, empecé a decir "aguante la jefa" y ahora es una marca, es cierto. En la calle me dicen ese latiguillo. Nunca recibí mala onda de la gente pero en Twitter me dijeron de todo. Entiendo que las redes sociales son fatales porque tienen la impunidad de no saber quién esta de otro lado. Discutís con un huevo, que es lo que usan como ícono. Y yo no discuto con huevos. Eso se puso bravo en algún momento. Y además milito en varios espacios, por lo que me pusieron el mote de actriz K. Y yo pensaba: que me digan actriz K después de 30 años de carrera es reducirme a una mínima expresión. Por otra parte, conmigo había algo novedoso porque yo no estuve en el gobierno de Cristina. Siempre fui peronista pero (Mauricio) Macri me hizo cristinista. Entonces el ensañamiento era peor. Ya está. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. En 2018 ni se pensaba que podía haber una posibilidad de un cambio tan rotundo, aunque a mí me parecía lo lógico.
–¿Cómo está tu hijo Matías?
–Muy bien. Tiene su grupo de K-Pop, hacen sus temas y covers de bandas coreanas. Tienen videos. Tuvieron la primera presentación el 19 de noviembre y tocaron en la Plaza de Mayo el día de la asunción de Alberto Fernández. También estuvieron en el programa de Mariano Iudica, Involucrados (América). Este año quieren ser parte de todos los eventos que se armen y están trabajando para eso.
Siempre fui peronista pero Macri me hizo cristinista
–¿Te consulta?
–Me consulta todo, quizá más como coach, porque lidera el grupo y hay una cuestión de manejo que necesita.
–Volviste a vivir en la casa que te vio crecer, ¿cómo fue ese regreso?
–Nos mudamos en diciembre de 2017 a la casa de mi vieja de toda la vida, en avenida Callao. La "imploté" y la hice toda de nuevo. Igual hay recuerdos por los que me siento acompañada.
–Alguna vez contaste que sentís la presencia de tu mamá, ¿te sigue ocurriendo?
– Sí, siento eso. No es una casa adversa sino que me cobija. La casa que me vio crecer, aunque está muy cambiada. Estoy muy contenta, es un hermoso departamento. Y mi hijo sigue conmigo, ¡si tiene una sala de estar, el cuarto de mi infancia y un baño todo para él! Y le cocinan, le lavan, le planchan y yo pago todo. ¿Qué se va a ir? No hay mejor negocio que ese.
–Después de casi siete años juntos, ¿hablan de convivencia con Miguel Cuberos?
–No, cada uno en su casa; estamos muy bien. Convivimos durante los veranos nada más. Somos un amor de verano. Él alquila una quinta todos los veranos y la pasamos ahí. Esta vez fue un negocio medio chino porque yo hago teatro y él está todos los días en Casa Rosada así que no la podemos disfrutar. Pero bueno, pasamos las fiestas, mi cumpleaños. La semana del estreno me tuve que volver a casa porque tenía mil cosas en la cabeza y no lograba dormir de noche. Miguel tiene libres los fines de semana y yo no, aunque su teléfono no para de sonar. Ser la mujer de un médico debe ser lo mismo que ser la de un político. Recuerdo que mi vieja hizo otro tipo de política, era diputada, sesionaban y además ya no vivía con ella porque a los 20 años me fui a vivir sola. De verdad, es como un médico de urgencias, con el teléfono las 24 horas. ¡Callen ese teléfono!
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