Vivió en Venezuela y en Ecuador de niña y de adolescente; volvió para estudiar y se relacionó con el periodismo después del consejo de un profesor; hoy se destaca en radio y TV
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A pesar de tener una agenda laboral completa, la periodista Carolina Amoroso se hace tiempo para hacer cosas que le hacen bien, entre ellas jugar con sus dos sobrinas vía videollamada -porque este año se mudaron a Canadá-, pasar tiempo con sus amigos y bailar, al menos, tres veces por semana. Inicia sus días muy temprano porque está en las últimas entregas de textos de su segundo libro y conduce dos ciclos en TN. Los domingos se los dedica a la radio: primero está en Rivadavia, de 9 a 11 con Tres hemisferios y luego en Radio con vos, de 15 a 16 con Día de tregua. Simpática, conversadora, Amoroso se toma su tiempo para responder las preguntas y siempre fundamenta las respuestas: no dice nada porque sí.
En una charla íntima con LA NACION, en un bar cercano a su casa en el que disfruta hacer un segundo desayuno -“porque me levanto muy temprano”, aclara-, Amoroso reflexiona sobre la actualidad de nuestro país y también habla sobre su inicio en el periodismo, su infancia y su adolescencia lejos de Brandsen, su ciudad natal; de sus días en Río Gallegos y también lejos del país, en Venezuela y en Ecuador, sitios en los que ancló durante algunos años la familia por el trabajo de su papá, ingeniero petrolero.
-Pronto se publica tu segundo libro, ¿de qué se trata?
-Llorarás historias del éxodo venezolano, mi primer libro, es un recorrido por la historia de la diáspora venezolana, uno de los proyectos más personales que encaré en el camino periodístico y fue un proceso muy particular porque es un libro sobre ese viaje de reconstrucción de los expulsados y desterrados de Venezuela y al mismo tiempo fue un viaje a esa tierra que es mi infancia y adolescencia, mis primeras fiestas. Este segundo libro también es de Editorial Catapulta, sello Catarsis. Trata sobre otro universo que tiene que ver con la usina tecnológica argentina, el Silicon Valley argentino y nació a partir de Argentina Penélope, una serie de unitarios que hice en TN, un proyecto increíble en el que empecé a conocer esa otra Argentina que también está sucediendo. Por la coyuntura, estamos acostumbrados a hablar de los escollos y los laberintos por los que pasa nuestro país, pero también hay otra Argentina que tiene que ver con esa pulsión de salir adelante, con el emprender, y en el mundo de la tecnología es una oportunidad, un tren a tomar en cuenta porque nuestro país necesita dar un salto para incluir más gente y esa industria es una de las llaves. Con Juan Meiriño, que es el coautor de este libro, nos pusimos el objetivo de conocer qué piensan y qué tienen en la cabeza algunas de las personas que protagonizan ese Silicon Valley argentino. Estoy con las últimas entregas y aunque todavía no puedo decir el nombre, puedo contar que es un título con una propuesta provocadora.
-Periodismo gráfico, libros, televisión, radio, ¿no es demasiado trabajo?
-Me dedico mucho a trabajar. Este año trabajé los siete días a la semana, pero mi laburo es uno de los mejores planes en los que puedo pensar.
-“Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”, dijo Confucio.
-Un poco me corre esa regla, y a veces mis amigas me preguntan si estoy cansada y confieso que, en algún punto, hasta me descansa trabajar. Y me apasiona, me da propósito, me libra de mis propias neurosis y me permite relativizarme porque lo que hacemos es acerca de otros. Cuando estás enredado en tu propia neurosis, el periodismo te hace conocer una historia que te corre de ese lugar. El periodismo es algo entre un amor y una forma de vivir y tengo el privilegio de tener oportunidades.
-Pero no todo es trabajo en tu vida , ¿o si?
-No, claro. Soy muy familiera, ‘domingueamos’ mucho, y tengo dos sobrinas que este año se mudaron a Canadá y eso fue un desgarro, pero hago de tía todas las veces que puedo, jugamos al salón de belleza por videollamada. Me gusta pensar que soy una buena tía, es uno de los objetivos que me tracé en los últimos años y eso implica asignarle tiempo, energía y cariño a esa forma de vínculo que es espectacular porque compartís lo mejor sin tener la responsabilidad de los padres. Además me gusta mucho bailar y tengo un profe, Mauro, que me propone un espacio lúdico que disfruto. Esas tres veces por semana son sagradas, porque además nunca fui buena para entrenar y bailar es la actividad física en la que encuentro constancia y disfrute. También tengo un gran grupo de amigas y amigos, y muchos tienen este derrotero de vida de expatriados y es una marca que configura tu visión del mundo. Esa es mi vida por fuera del trabajo.
-¿Hay tiempo para un amor?
-Estoy bien, sin ansiedades. Ese es un buen estado para mí. Creo que la vida siempre se encarga de hacer lo suyo.
-Hace un tiempo se dijo que tuvieron un romance con Diego Leuco, ¿qué pasó?
-No fue cierto. Esa exposición fue un shock porque además no sé de donde salió tampoco. Me generó desconcierto ese rumor, la verdad. No está bueno que se diga algo que no es verdad. Con el tamiz del tiempo, lo vivís más liviano.
-¿Ser mamá es un anhelo?
-Sí, es un deseo que tengo, pero no lo vivo con ansiedad, pero tengo 36 años y a veces pienso que no tengo mucha percepción del tiempo (risas). Soy de las personas que piensa qué quiero hacer cuando sea grande. Definitivamente, creo que es algo que me gustaría y descubrí ese deseo más con mis sobrinas.
Su gran amor, el periodismo
-¿Se puede hacer periodismo independiente?
-Yo creo que sí. Entiendo que puede haber condicionantes pero creo en la libertad como una decisión personal, como una forma de estar en la vida, y por eso me dedico al periodismo. Es un momento con sociedades híper polarizadas, y con posiciones que se plantean de maneras muy radicalizadas es difícil pensar en un periodismo por fuera de la lógica de las tribunas, pero es importante cuidar eso. Se hace periodismo por el compromiso que tenés con la verdad, la libertad y algunos valores rectores y no por la validación inmediata que eso vaya a tener en una u otra tribuna. Pero definitivamente se puede hacer periodismo independiente.
-¿Qué pensás sobre la grieta y el rol de periodismo?
-Creo que el rol del periodismo es también intentar mejorar la calidad de la conversación social. Al menos hacernos más y mejores preguntas. Eso es difícil si entramos en la lógica de trabajar para una tribuna porque ahí nos volvemos predecibles, esquemáticos y sesgados. Lo que no podemos discutir nunca son los hechos. No hay lugar para relativismos ahí, porque no hay matices entre la verdad y la mentira. Hay cierto sector de la política que se ha valido de la polarización y la confrontación a la hora de los cálculos electorales porque en algunos casos les ha dado bastante rédito. Y en esa lógica de contar una escena política es difícil no terminar reflejando que lo que sucede es eso, que hay visiones antagónicas de país. Veo con cierta preocupación que sectores de la política se sigan valiendo de viejas antinomias para justificar su impericia o para no rendir cuentas. Cuando uno escucha el remanido discurso en contra de la justicia y de los medios de comunicación, más allá de que es una cantaleta ya escuchada, hay una profunda subestimación de ese interlocutor a quien está dirigido el discurso y creen que con la pirotecnia verbal van a distraer de la cuestión de base que es la incapacidad de resolver los problemas más profundos.
-Alguna vez dijiste que sentís que la Argentina nunca arranca, ¿seguís pensando lo mismo?
-Remedio, salida y esperanza siempre. Es un axioma. Hay esperanzas de un futuro mejor, claro, pero quienes han tenido a su cargo la responsabilidad de conducir los destinos de este país no han podido trazar un horizonte de certidumbre y eso ha erosionado la confianza de los argentinos. Veo con preocupación que muchos jóvenes profesionales encuentren un destino mejor muy lejos de casa porque eso genera un desgaste en el entusiasmo, en la pulsión creativa y es desolador. A mí me duele. Sin embargo hay una Argentina que quiere salir adelante y ser impulso y motor para que muchos argentinos postergados puedan salir adelante también. Quizá hace falta que cobren más protagonismo otros actores en el armado de nuestro destino, porque siempre lo depositamos en la política. ¿Qué pasa si empezaran a tener un rol otros actores de un nuevo empresariado que está naciendo de la mano de la economía de conocimiento, de las organizaciones del tercer sector? ¿Qué pasaría si la Argentina tuviera un espectro más grande que solo la política partidaria? Me parece que sería bastante interesante. Lo que sabemos es que no se puede correr el arco todo el tiempo, ni reescribir el manual del país que queremos cada cuatro años, porque eso también erosiona la confianza. Probablemente, la falta total de juego estable sea el factor más recurrente que explica la desinversión, el éxodo de profesionales y cierto desgaste de muchos sectores productivos. Y necesitamos una ciudadanía más activa que le pida revisión de cuentas a funcionarios que nos aseguran que son la renovación y gobiernan desde hace años, tuvieron muchas chances de gestionar y nos trajeron hasta acá. Hay otra Argentina posible.
-Viviste muchos años fuera del país, acompañando a tus padres, ¿alguna vez pensaste en desarrollarte en otro lugar del mundo?
-Vivir afuera es una de las experiencias más valiosas que me han legado mis papás y por eso estaré siempre agradecida, porque me hizo quien soy. Siempre digo que si alguien quiere hacer la experiencia de probar vivir en el exterior, que vaya porque va a volver con un capital enorme. Lo que preocupa es que se produce por una lógica expulsiva. No pienso vivir en otro país porque me gusta la idea de intentar agregar algo de valor en mi país. Creo mucho en la Argentina y en los argentinos, siento que la esperanza es un imperativo de vida, y eso que considero un pequeño capital voy a sumarlo en el espacio en el que me dejen, para que este sea un lugar mejor. Argentina tiene todo para salir adelante, soy una convencida. Y todos los días ratifico esa esperanza. Este fue el país que hizo a mi viejo ingeniero, siendo hijo de un albañil tano, y a mi mamá profesora. Este es el país de la promesa de un futuro mejor, que alguna vez fue. Nos debemos la pelea.
-¿Cómo fue tu infancia y adolescencia, viviendo en diferentes países de América Latina?
-Por el trabajo de mi papá vivimos en Venezuela y Ecuador y después ellos en México, cerca de la frontera con los Estados Unidos, y en Río Janeiro, Brasil, y yo me vine a estudiar pero viajaba mucho a verlos y pude conocer esos países desde las vivencias. Eso no tiene precio. Sé que sufrimos mucho en América Latina porque nos atraviesan los mismos flagelos pero sigo fascinada como la primera vez que fui a una fiesta de fin de año en Venezuela. Sigo creyendo que América Latina es una tierra maravillosa y no hay nada que me entusiasme más que contar lo que nos pasa.
-¿Fueron esas vivencias las que te despertaron las ganas de ser periodista?
-No. Estudié en la Universidad de San Andrés y me especialicé en Estudios Culturales. Quería ser crítica de arte, me gustaba el teatro y en algún momento analicé hacer Relaciones Internacionales porque fantaseaba con una carrera diplomática y ese era mi mundo, nada que ver con los medios. Pero tuve un profesor de televisión en la facultad que me dijo que tenía condiciones para trabajar en los medios. Pasó, hasta que me acordé de él cuando quedé estancada en mi tesis y pensé que empezar a trabajar podría destrabarme. Lo llamé, me recomendó hablar con un productor y enseguida empecé a trabajar en Canal (á), y era como un sueño hecho realidad porque hacía un noticiero de arte y cultura que se llamaba Plan à. Hice varias cosas en esa productora que le proveía contenidos a Canal (á) y entendí que los medios eran un camino. Después me anoté en la maestría en periodismo de LA NACION y fue entrar a esa redacción y sentir un amor absoluto. Me partió la cabeza. En mi vida, muchos de los procesos más transformadores y que signaron mi destino, aparecieron casi por accidente. Son como rescates impensados y después tuvieron todo el sentido del mundo y entendí que este siempre fue mi camino. De hecho cuando era chica mi mamá me regaló la valija de “Juliana periodista”, pero todos esos puntos los uní después.
-¿Y cómo llegaste a TN?
-Porque Ricardo Ravanelli, director de noticias de Artear, pensó que tenía condiciones para conducir y me propuso para Bella tarde, acompañando a Nelson Castro. Es el mejor trabajo del mundo porque Nelson te la hace fácil. De eso hace ya cuatro años.
-¿Creés en la suerte?
-Trabajé mucho toda mi vida, nada me vino sin esfuerzo. Trabajé para estar preparada para cuando se me dieran las oportunidades, pero también creo que esas oportunidades tienen que coincidir con una alineación de muchas variables, algunas de las cuales no tienen que ver con vos. Así que, en muchas de las cosas que me pasaron, hay un componente de suerte o bendición. Decir otra cosa sería sobrestimarme. Hice todos los pasos que tenía que hacer y más para que, cuando apareciera la oportunidad, yo estuviera dispuesta y lista. Tuve la fortuna de cruzarme con gente maravillosa que creyó en mí.
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