La actriz, que está a punto de estrenar una serie por Flow, habló con LA NACION sobre cómo fue trabajar junto a su pareja, el duro presente del mundo audiovisual y lo que espera que haga el nuevo presidente electo
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Carola Reyna y Boy Olmi, como era de esperar, llegan juntos al encuentro con la prensa por el estreno de la serie Familia de diván (Flow) en el Cine Atlas. Es la primera vez que hacen de pareja en una ficción. La actriz reconoce estar ansiosa, “manija” y explica que durmió poco porque se acostaron tarde viendo la serie de Beckham en Netflix, pero si no lo aclarara, igual no lo parecería. Está espléndida, producida para la ocasión, pero fiel a su estilo relajado, con un maquillaje suave, unas ondas cancheras y viste un conjunto blanco.
En su sincera charla con LA NACION no puso reparos en hablar sobre la muerte de su madre y lo que significó para ella, y su larga relación con Olmi y la clave para seguir construyendo juntos una pareja sana. Tampoco esquivó responder preguntas sobre el nuevo presidente electo, Javier Milei, y las repercusiones que tomaron algunas de las decisiones que anticipó que va a tomar: “Quiero que nos vaya bien. Quiero que cuidemos más que nunca lo que tenemos, nuestra democracia, me gustaría que se revean algunas cosas”, expresó.
–¿Cómo te sentís?
–Ansiosa. Contenta, expectante. Pusimos mucho trabajo y amor en poco tiempo -fueron siete semanas de rodaje. Se generó algo grupal muy lindo. Las series o cine son un acto muy colectivo. Tanto con Ariana Saiegh como con Gonzalo Arias (los creadores) fue un placer trabajar. Con este grupo volvería a grabar mil veces. Cada día era una celebración por hacer algo nuestro, en cada rodaje festejábamos.
–Hacer ficción nacional se celebra...
–¡Totalmente! A veces los presupuestos son más bajos, pero todo lo que se genera alrededor es positivo. Todos querían participar. Pasó algo re agradable en cuanto a Boy y yo, muchos que querían participar y venían con súper buena onda.
–¿Cómo estás viviendo este momento con nuevo presidente electo? Muchos artistas salieron a manifestarse en contra de Javier Milei y en apoyo a la cultura.
–Siendo actor es raro no salir a apoyar a la cultura. Más allá del voto, yo no quiero que cierren el INCAA, lugares que para nosotros no son solo fuente de trabajo sino espacios de inspiración, de compañerismo. Deseo lo mejor. Más allá de mi ideología siento que nos tenemos que llenar de buenas intenciones y buenos deseos. Quiero que nos vaya bien. Quiero que cuidemos más que nunca lo que tenemos, nuestra democracia, me gustaría que se revean algunas cosas. Yo espero que no cierren ni la Televisión Pública, ni el INCAA, ni Télam, ni Radio Nacional y confío en que puede suceder. Creo en el diálogo. La democracia se trata de entendernos, si hay tanta gente de un lado y tanta gente del otro es clave buscar puntos de acuerdo.
–Volviendo a la serie, ¿con Boy habían trabajado juntos en otros proyectos además de La Niñera?
–No, en pandemia hicimos un streaming juntos desde la cocina de casa. Fueron 4 viernes, pero viste que es un universo aparte la pandemia. Ensayamos, todo. Estuvo bueno en ese momento que estábamos encerrados y vivíamos juntos, actuábamos juntos, todo juntos.
–¿Les proponen muchos proyectos en pareja?
–No tanto, pero este encajaba por todos lados. Nos encantaba la temática, nos gustaron mucho los libros -a cargo de Cecilia Guerty y Federico Levin-. Muy para nosotros.
–Y con un tema como la salud mental del que se habla tanto hoy...
–Y nos es súper cercano. Boy es hijo de psicóloga. Los argentinos somos muy psicoanalizados y era muy divertido que sea una pareja que se separa y pese a eso siguen trabajando juntos. Todo era grato de hacer, ya conocíamos al director Alejandro Ciancio. No nos podíamos perder este proyecto.
–¿Les asustó compartir también el trabajo?
–Sí, porque en el laburo uno se muestra muy tal cual es. Es muy íntimo. Lo importante era que cada uno pudiera ser quien es con su individualidad y su manera de encarar el set. No censurarnos y pudo recontar fluir.
–¿Elegís mucho los proyectos o por ser un momento difícil en cuanto a la ficción se agarra más lo que aparece?
–Depende. Para poder hacer mi unipersonal rechacé un montón de obras de teatro, pero veníamos de la pandemia, había fallecido mi mamá no tenía la energía para subirme al escenario y quería darle prioridad a lo mío. Quería contar ese cuento mío. Varía según el momento, a veces soy selectiva, a veces no. Hay proyectos que me gustan de entrada. Siempre por algún motivo me cuadra, o un compañero, o un director, o el texto aunque sea chico el papel. Por algo resuena en uno. Si no me resuena para nada, trato de dejarlo pasar.
–Viste que está la fantasía de que los actores son todos millonarios...
–Para nada. Somos gente freelance que tiene que trabajar. Capaz que te pasás 6 meses esperando un trabajo o te hablan de un proyecto, pero no se concreta. Igual en cada proyecto busco que tenga algo para mí. Porque antes era todo nuevo, primera comedia, primer drama, primer clásico con tal director... ahora una busca otras cosas. Empieza a pasar por otro lado y por algún motivo, tengo que sentirlo como un desafío. No es gratis lo que hacemos, uno pone el cuerpo.
–Bueno, en El primero de nosotros tenías un papel muy lindo de una médica que acompañaba a un paciente terminal (Benjamín Vicuña) hasta sus últimos días...
–Al principio dudé porque me pareció muy fuerte, pero después busqué un lugar desde donde yo pudiera conectar. Hablé con neurólogos y cuando escuché varias veces sobre su deseo de ayudar entendí que así como yo tengo pasión por lo que hago, ellos tienen pasión por eso. Pero no me lo podía imaginar, me daba mucha angustia.
–Y ahí la ficción fue una mezcla de televisión de aire y plataforma, Telefe y Paramount...
–Eso estuvo buenísimo. Me parece que por ahí vamos, es la idea. Con la tele de aire pasa algo distinto, te hermana con el televidente. Es genial que las plataformas van a tu hora y se adaptan a vos, pero hay algo en la tevé de aire con “viste cómo terminó”, “qué pasará mañana”, esa charla de teléfono entre la familia o la charla de la calle. Estamos todos al mismo tiempo viendo lo mismo y genera algo precioso. Cuando hacés un éxito en la tele te pasa algo diferente a cuando es en una plataforma. Hay algo de comunidad que se siente hermanada.
–Pero no hay ficción en la TV abierta, ¿por qué creés que no funcionaron las últimas dos apuestas de Polka?
–Es una pena, pero hay que seguir probando, apostando. Las dos cosas son válidas. La plataforma está buenísima, pero la tele es la tele y mucha gente no tiene acceso a las plataformas. Eso de “vamos, empezó” y nos sentamos a verla.
–Producir es muy caro.
–Sí, es una lástima. Por suerte hay muchas plataformas que impulsan a hacerlo y quizás se puede dar ese mix de llevarlo a la tele.
–Mañana es la última función de Okasan, tu unipersonal, ¿cómo fue ese recorrido?
–Sí, siento que el teatro está en su auge. Fue un año espectacular. Yo creo que es un descanso de las pantallas. Estamos con lo real, lo no virtual. Estás ahí. Ese hecho de volver al inicio de todo está muy revalorizado. La gente va tanto al under como a lo comercial.
–Es como volver al origen...
–Claro. Viste que antes la moda eran las grandes cadenas de hoteles y hoy el turismo va hacia lo más real, la casita frente a la cascada. Con el teatro pasa lo mismo, se busca algo bien real.
–Hablando de experiencias, ¿cómo estuvo ese viaje en motorhome solos con Boy?
–Nos fuimos a Mendoza, fue espectacular. Él es más aventurero, de campamento y esa onda, pero hacía años yo tenía el sueño de la casa rodante. Seguía a una chica en Instagram que lo hacía en los EE.UU. y yo pensé: “De joven me hubiera gustado ser ella”. Esas cosas que quería pero nunca hice. En junio se había muerto mi mamá y esto fue diciembre. Mi hijo vive afuera y sentí, como dice Susi en el primer capítulo de Familia de diván: “Si no es ahora, ¿cuándo?”. ¿Qué estoy esperando? También la pandemia me generó eso. No digo algo imposible, pero era un sueño que podía realizar. ¿Es posible? Hacelo. Como dice el Flaco Spinetta, tu tiempo es hoy. Es ahora, puedo agacharme, estoy sana.
–¿Cuánto tiempo fueron?
–20 días. Me sentí muy libre. Me achiqué y fue tener todo, re agradecida y contenta. Manejé a la par de Boy en rutas complicadas. Fue una experiencia muy reveladora. Después vino el unipersonal.
–Recién me nombrabas a tu hijo que vive afuera, ¿te gustaría vivir en otro país?
–No es una meta, pero podría ser, él vive en España hace muchos años. Estoy curtida, pero lo extraño. Con hijos grandes y sin tener que cuidar a nadie estaría bueno probar afuera.
–Atravesaron muchas crisis con Boy...
–Sí, pero hace poco conté algo y me titularon que estábamos separados... Un plomo. Obvio que tuvimos crisis, son 31 años juntos. Crisis para mí significa crecimiento también, replantearte cosas, hacer nuevos acuerdos. Nunca nos separamos, pero sí hemos hecho dos meses de terapia, por ejemplo por un tema puntual. O nos preguntamos cosas. Decirnos esto no me gusta, esto sí.
–¿La comunicación es la clave de todos estos años juntos?
–Yo siento que hay algo de suerte, de destino. Tenemos muchos puntos en común, cosas que compartimos, planes que nos divierten juntos. Nos gusta la ciudad, la naturaleza, el cine, el mar. Somos muy distintos también. El humor salva, poder reírse de uno.
–¿Es verdad que después de la terapia de pareja te quedaste vos con el psicólogo?
–Sí, justo estaba sin y me pareció muy piola. Fue breve, ni me acuerdo porque fuimos, pero me gustó como nos guio. Hoy en día sigue siendo mi terapeuta.
–Hoy se habla mucho más de la salud mental, artistas como Tini o Alejandro Sanz contaron que padecen ansiedad y ataques de pánico.
–Son épocas de mucha ansiedad, va todo muy rápido. Además del ataque de pánico en sí mismo. La angustia existió siempre, pero los tiempos están muy acelerados. Hay mucha urgencia por todo, mucha exigencia porque estamos pendientes de lo que muestra el otro, mucha información, estamos todos muy adictos a los celulares y eso genera mucha ansiedad. La pandemia fue tremenda, todavía estamos viendo esos cachetazos. Y afectó mucho a la juventud. Entonces es importante que se hable, nadie está solo. Está bueno compartir las sombras, todos nos mostramos preciosos, pero todos tenemos un lado B con el que hay que convivir.
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