Cuenta cómo vive este momento lleno de amor, en la dulce espera de su tercera hija con Paquito Mayorga. "Ahora sí completamos la familia", asegura la modelo
En su casa de San Isidro, sigue al pie de la letra el reposo recomendado por su médico. Por primera vez desde que empezó a trabajar como modelo a los 15 años, Carola del Bianco (36) debe descansar hasta que nazca su tercera hija, Isabel. Sin embargo, lejos del tedio y el aburrimiento de la espera, nunca renunció a su espíritu hiperactivo y emprendedor y decidió focalizar su energía en renovar la casa. Eso salta a primera vista, no bien uno cruza la puerta de entrada. Puertas adentro, tarros de pinturas, brochas y escaleras parecen haber invadido todos los ambientes para dejar el jardín como único refugio lejos de los pintores. Con una amplia sonrisa, recibe a ¡Hola! Argentina bajo la sombra de un rosedal y enseguida muestra el primer regalo que ella mismo hizo para la futura integrante de la familia. "Ahora que estoy más en casa, puedo dedicarle más tiempo a mi familia, incluso tejí la primera manta de mi beba", dice mientras espera la llegada del colegio de sus hijas Maia (7) y Elisa (4), fruto de su relación con Francisco "Paquito" Mayorga (42), con quien comparte su vida desde hace veinte años.
–¿Fue una sorpresa este nuevo embarazo?
–En realidad, lo estábamos buscando y llegó mucho más rápido de lo que esperábamos. Un día me empecé a sentir mal del estómago y, como sabía que no había comido nada raro, enseguida me hice el test. Tenía tantas ganas de volver a ser madre que no di lugar a la duda, no esperé ni dos días más. [Se ríe]. Cinco minutos después lo llamé a Paco para contarle.
–¿Las chicas se habían dado cuenta antes que vos?
–La más chiquita, Eli, enseguida entendió que algo estaba pasando antes que yo. De repente empezó a aniñarse de golpe, quería meterse en mi panza de nuevo y me pedía "juguemos a ser bebé".
–¿Cómo les dieron la noticia?
–Nos enteramos cuando estábamos de vacaciones en Villa La Angostura. Durante esos tres meses, mantuvimos la noticia en secreto mientras preparábamos a las chicas con la idea de un nuevo hermanito. Lo bueno es que lo vivimos dentro de nuestro refugio familiar, solos, tranquilos, asimilando de a poco el embarazo.
–¿Te sentiste mal al principio?
–Por suerte, muy poco. Creo que el cambio más fuerte fue la tentación de volver a comer carne. Soy vegetariana hace nueve años y, sin embargo, al igual que mis dos embarazos anteriores, volví a tener ganas de comer un asado. ¡Y tengo que admitir que cedí a la tentación!
–¿Cómo estás viviendo esta nueva etapa?
–La disfruto muchísimo. No sé si voy a poder tener otro hijo, así que trato de vivir con intensidad cada momento. Estoy más conectada con mi embarazo y eso me produce una felicidad enorme. Cada embarazo es distinto: con Maia, todo fue novedad porque era mi primera hija. Con Eli, en cambio, me volví muy pendiente de Maia para que no sintiera celos. Ahora, con el reposo médico, sigo cada paso del crecimiento de mi bebé y me permito descansar, tener mis ratos de silencios, dormir la siesta y hablarle a Isabel, que por las noches se nueve mucho.
–¿Le ponés música?
–Con dos hijas en casa es difícil que nos pongamos de acuerdo con la música. [Se ríe]. Igual, yo estoy convencida de que Isabel escucha las voces de las chicas. Ellas le hablan, la están esperando. Por ejemplo, todas las noches, después de bañarlas y cambiarlas, les leo un libro. Mientras tanto, ellas me abrazan la panza.
–La llegada de un nuevo hijo suele renovar la energía de la familia.
–Sí, tal cual. Siento que a Isabel la estamos esperando como si fuera la víspera de Navidad. Hay mucha alegría y una linda energía. Como madre me voy preparando, armando el nido. Busqué la cuna, tejí la mantita… Es una manera de ir conociéndola antes de que llegue.
–¿Cómo es la rutina habitual con Maia y Elisa?
–Todas las tardes, después de que llegan del colegio, tomamos el té y jugamos juegos de mesa y charlamos. Me gusta escucharlas… Los chicos tienen un montón para decir. De hecho, yo aprendí mucho de mis hijas. A pesar del plan perfecto que tenía sobre mi rol como madre, todo cambió completamente cuando nació mi primera hija. De repente, debí adaptarme a sus necesidades y no a lo que yo creía que tenía que hacer. Pero la maternidad es un permanente desafío, te cambia la mirada del mundo. También se trata de eso: de probar y de equivocarse. Lo importante es darse la oportunidad de perdonarse y volver a intentarlo.
–¿Vas a tener a Isabel por parto natural?
–Sí, vamos a hacer lo posible. Por suerte, todos mis partos fueron divinos. Sufrí, por supuesto, pero también significaron unos de los momentos más mágicos de mi vida. Cuando ves que sale una personita de tu panza y te la ponen en el pecho, todo el dolor y las dudas pasan a un segundo plano. Soy una agradecida porque en realidad nunca soñé tener una familia, nunca fui una Susanita. Viví todo lo que quise vivir con Paco; aposté primero a mi vida, a mi relación, a ese camino de encontrarme y descubrirme como mujer. Y cuando llegamos a ese punto, nos dijimos: "Bueno, ahora, formemos nuestra familia". Me gusta vivir el presente porque de eso está hecho el futuro y eso siempre lo tuve claro. Toda mi vida tomé las oportunidades que me ofreció el presente.
–¿Cómo describirías a tu familia?
–Somos muy unidos. Yo le doy muchísima importancia al amor. Cuando pasan cosas como las últimas inundaciones, ves la solidaridad y la unión que tenemos los argentinos y eso para mí es el amor. La paz también es amor. Yo quiero que mi familia transite por ese mismo camino. Cuando Bergoglio asumió como Papa dijo: "No tengan vergüenza de ser buenos" y me encantó esa frase que siempre trato de transmitirles a mis hijas. Es la mejor enseñanza.
Texto: Jacqueline Isola
Fotos: Ignacio Arnedo
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