Carmen Vallejo, el concurso que le cambió la vida, el éxito de La tuerca y el legado a su hija Selva Alemán
La actriz, que murió a los 90 años en 2013, marcó una época; se hizo querer por sus compañeros y se destacó por su particular humor
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Fue una de las humoristas más prestigiosas de nuestro país y dejó una huella profunda en la memoria de todos. Carmen Vallejo nació en La Plata el 26 de noviembre de 1922 y murió a los 90 años, el 20 de abril del 2013. Ya de niña montaba sus propios espectáculos y cantaba con un personaje inventado, la niña Carmencita. Incluso la convocaban de otras escuelas para que cantara. “Me pedían de una de sacerdotes que hay en La Plata, San Vicente de Paul, para que les cantara a los chicos pupilos los fines de semana. Armaban shows y luego pasaban una película, que era siempre la misma: Queremos cerveza”, recordaba la actriz. Apoyada por sus padres, abandonó la escuela secundaria para tomar clases de arte escénico, literatura y declamación, donde su profesora, Cándida Santamaría de Otero San Martín, la eligió entre muchas otras niñas para representar varias obras. Entusiasmada, se inscribió en un concurso nacional de locución representando a la provincia de Buenos Aires y fue elegida como la mejor Voz Femenina de 1941; además recibió una medalla de oro y un contrato laboral que le permitió trabajar como locutora en radio El Mundo. Después trabajó en Radio Splendid y Belgrano, y se sumó a los radioteatros, primero como “damita joven” y luego con personajes más importantes.
En cine debutó en 1951 en la película Pocholo, Pichuca y yo y luego filmó Convención de vagabundos, Un viaje de locos, Crecer del golpe, Cuidado, hombres trabajando, 18-J, La velocidad funda el olvido, Luisa y El grito en la sangre.
Pero la popularidad le llegó con la televisión, en donde brilló como actriz cómica. Fue una de las pocas mujeres que estuvo en La tuerca, considerado uno de los ciclos más exitosos de todos los tiempos, y trabajó junto a Nelly Láinez, Vicente Rubino, Gogó y Tono Andreu, Tino Pascali, Rafael Carret, Guido Gorgatti y Julio López. También hizo Alta comedia, Mis hijos y yo, Los Campanelli, Poné Francella, Gasoleros, La niñera, La ley del amor, Amelia no vendrá, No todo es noticia, Regalo del cielo, Tal para cual, Atreverse, Matrimonios y algo más, Las chancletas de papá, Un año después, El último verano, Rosa Violeta y Celeste. Además, hizo el doblaje de la actriz Lucille Ball en la famosa serie Yo quiero a Lucy.
Años atrás contaba: “Con Guido Gorgatti nos seguimos reuniendo a tomar café todos los jueves en el Patio Bullrich y recordamos los catorce años seguidos que estuvimos con La tuerca en el aire, un programa precioso que hablaba del ser argentino, personajes ampliados por el humor, pero que uno se encontraba en cualquier esquina. Nos reíamos mucho y los mozos se acercaban a preguntarnos de qué nos reíamos tanto y le decíamos que era porque nos habíamos olvidado algún nombre. Se nos escapan los nombres. No lo podían creer, pero era cierto”.
Luego sumaba: “Yo dejé el drama después de hacer La cal viva, con Carlos Carella y Ulises Dumont, en el teatro Lasalle. Por el rabillo del ojo veía a las señoras buscar un pañuelito en la cartera y cuando terminó la temporada me dije: ‘drama, no hago más’. Tuve suerte de salir así, divertida. Porque los españoles, de donde vengo, son tan melodramáticos. Eloísa Cañizares decía que había que prestar atención a las canciones de cuna que los españoles les cantan a sus niños. Son tremendas. Hay poca ficción en la tele; está tomada. Hay momentos en que hago zapping y zapping buscando a alguien conocido. Pero cuando veo algún trabajo bueno, de verdad, pido el teléfono y llamo para felicitar. En el medio me conocen por eso. Me saludan mucho por “la bobe” que hice en La niñera. ¿Mi secreto? Seguir en contacto con la acción, seguir en mi interpretación, aunque la cámara mire hacia otro lado. En esos momentos, cuando no hablás, se define el personaje. Míreme bien. No tengo ni un corte en cara. La mejor cirugía, lo digo siempre, es la carcajada”.
Participó de muchas obras de teatro, entre ellas Tangolandia, Medio mundo, El conventillo de la Paloma, Estrellas; El mucamo de la niña, Qué noche de casamiento, Las chicas ya tienen novios, Somos hombres y algo más, Picnic, en donde trabajó con su hija Selva Alemán y su yerno, Arturo Puig. Con ellos también hizo Variaciones, en Canal 7.
La historia de su vida
Durante todo el mes de septiembre de 2009, se presentó en el Jazz Voyeur Club con un unipersonal llamado Vení que te cuento... la historia de mi vida, donde relató su trayectoria y anécdotas, acompañada por su nieta Jorgelina Alemán.
En un reportaje en LA NACIÓN de ese entonces decía: “Necesitaba que toda mi vida sea conocida por el público y en lugar de escribir un libro de memorias decidí hacer un resumen contando todos los momentos gratos y también ingratos, que tuvo mi carrera. Fueron muchos años de estar en los escenarios, en los estudios de radio y de televisión y en los sets de rodaje. Quiero relatar todos esos recuerdos, que tengo muy fijos en mi cabeza, entre canciones, música y fotografías, mi largo camino artístico”.
Además en las entrevistas de la época adelantaba algunos tramos de la obra: “Hace muchos años me insistieron para que vaya a un psicólogo. Fui. El señor se reía tanto conmigo... Un día me cansé y le dije: ‘señor, a mí me pagan por hacer reír. Y, sin embargo, acá, la que paga soy yo’. Lo saludé amablemente y me marché. Nadie se enoja conmigo porque estoy primera en la lista de los motivos que tengo para generar risa ajena. Antes que nada, me ridiculizo a mí misma. Y después sigo. A los 86, mi hija mayor, Selva Alemán, a esta altura de mi vida, se ha convertido en una especie de mamá, que me dice lo que tengo que hacer y yo me dejo mimar. Mi otra hija, India, es psicóloga, y sus tres hijas, mis queridas nietas, también lo son. (...) Soy del tiempo en que las mujeres nos teníamos que casar vírgenes. Qué tontería. Qué pérdida de tiempo”.
Y luego remarcaba sobre su espectáculo: “Me gustaría recuperar el espacio del té, la diversión a la tarde. Los cafés con números en vivo, las orquestas de señoritas. Por el calor o por el frío, las viejas y los viejos no se van afuera los fines de semana. Y los domingos, a las cinco de la tarde, como se ha dicho, la humanidad agacha la cabeza. Hay que hacer cosas para pasarla bien”.
El recuerdo de su hija Selva
Estuvo casada en una sola oportunidad con Adolfo Juan Giorno y luego estuvo en pareja con un actor de radio, Roberto Denegri, que fue el padre de la actriz Selva Alemán, nacida en 1944. Pero Vallejo siempre decía que el gran amor de su vida fue el guitarrista y compositor de jazz, Oscar Alemán, con quien tuvo a India.
“Mi papá se llamaba Roberto Denegri, era actor de radioteatro y había sido galán de Eva Perón; mi mamá lo conoció trabajando allí. Apenas tengo recuerdos porque se separaron cuando yo era muy chica. Él estaba muy enfermo, tenía muchos problemas y medio que no me quería ver. Cuando murió, yo tendría nueve o diez años y mi mamá ya vivía con Oscar, de quien me apropié y lo convertí en mi padre. Para mí, fue mi papá. Adopté su apellido por amor y reconocimiento”, le contó tiempo atrás Selva a LA NACIÓN.
Y agregó: “Mamá fue una intérprete enorme y creo que por eso no me he dedicado a la comedia; ella era tan buena, que no había manera de parecerse. Me acuerdo de que ella no quería para nada que yo fuera actriz, pero lo mamé. Hacía teatro todos los días y me llevaba con ella, y entre una función y otra se armaban largas mesas en el escenario con técnicos y utileros y comían todos juntos. Tengo eso muy presente y también estar entre cajas mirando las funciones y aprendiéndolas de memoria. Era muy joven cuando me tuvo, tendría unos 21 años, y me mimaba muchísimo. Una de las cosas que me enseñó es que el teatro es sagrado, la puntualidad y el respeto son importantes y que uno tenía que estudiar mucho y ser buen compañero. Todas esas cosas me quedaron”.
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