En medio del duelo por el fallecimiento del productor y conductor, padre de su hija mayor, la panelista sigue adelante sin perder de vista lo que necesita su familia
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Ni bien, ni mal: “concentrada”. Así responde Carmela Bárbaro al primer “¿cómo estás?”. La periodista está en pleno duelo, a cinco meses de la muerte de Gerardo Rozín, su exmarido y padre de su hija Elena, de 13 años. A pesar de estar separada hace diez años, mantenía con él y con su hijo mayor, Pedro, un buen vínculo. Se la nota afectada, pero entera, con las cosas claras y la fortaleza para seguir adelante. No se quiebra nunca durante la entrevista. Pero -dice- la angustia va por dentro.
Trabaja como panelista en el programa de eltrece, Momento D -conducido por Fabián Doman-, pero hasta ahora nunca habló en profundidad sobre cómo fue el proceso desde que, en marzo de 2021, se enteraron de la grave enfermedad de Rozín, un tumor cerebral. Con mucho cuidado de no invadir la intimidad de su hija, Carmela se entrega a la charla.
-¿Qué significa que estás “concentrada”?
-Atenta, mirando dónde hay que pedir ayuda, qué hay que hacer, qué hay que organizar, armando planes... Estoy muy concentrada en que mi casa funcione y que mi intimidad esté ordenada. Tomé la decisión de tener solamente un trabajo este año, el año pasado tenía tres.
-¿Por qué?
-Para poder tener energía y cabeza para pensar en mi casa. No te digo que está todo bien, pero está calmado, organizado. Llevo, busco, traigo, armo, amiguito, voy...
-¿Estos cambios empezaron cuando se enteraron de la enfermedad de Gerardo?
-Al principio, más que cambio lo que tenés es un impacto enorme y tenés que empezar a pensar qué vas a hacer... Primero, no podés hacer nada, no podés cambiar nada, entonces te cuesta entender lo que está pasando. Con el tiempo, bueno, se va haciendo cada vez más visible, entonces uno va incorporando más y entendiendo más. Yo pensé mi estrategia desde el año pasado, sentí que tenía que tener más disponibilidad, más cabeza, más tiempo...
-Qué impresionante tener que planear cosas a partir de saber que alguien se va a morir.
-Pero es la realidad.
-¿Nunca hubo una esperanza?
-No, lo que vos no tenés es el tiempo, nunca en ninguna enfermedad, con ningún diagnóstico, tenés el tiempo. No está esa certeza. Es un año, dos, tres, cinco... Y no es lo mismo si es uno, que si son cinco. Pero bueno, yo sabía que tenía que preocuparme por mi familia. Por eso rechacé dos ofertas buenísimas de laburo el año pasado. Lo hice con mucha conciencia de que no iba a poder cumplir, de que no iba a estar a la altura porque no te da la cabeza, no te da el cuerpo, no te dan las horas del día. Lo planifiqué, no es que me pasó, estoy súper agradecida con el laburo que tengo ahora, para mí es fantástico. Siento que no me equivoqué.
-¿Por el horario o por qué?
-Porque la paso bien, porque el equipo es buenísimo, porque han sido muy humanos conmigo. El canal, Fabián Doman, mis compañeros... No tengo nada que decir, al contrario. Estoy en un lugar donde me cuidan.
-¿No te sentiste usada?
-Todo lo contrario. Me han cuidado más de lo que yo hubiera esperado de la televisión.
-Qué suerte.
-Sí, tengo mucha suerte. Quizás me lo gané también. Hay un poco de todo, a lo mejor me lo merezco.
-¿Pensás que estás sembrando lo que cosechaste?
-Yo creo que un poco sí. No digo que otra gente no se lo merezca, pero he intentado en todos los laburos que tuve ser buena gente, ser agradecida, hacer mi trabajo, ser responsable. Y está muy bueno que en un momento en el que uno no está del todo bien, te apoyen, te banquen, te esperen, te cuiden. Para mí fue difícil volver a trabajar.
-¿Qué te dijeron para que vuelvas?
-Doman me dijo: “Mirá, el secreto es que tus hijos vean que vos seguís adelante”. Y me pareció que tenía razón.
-¿Cuánto tiempo después de la muerte de Gerardo volviste?
-Creo que fueron dos semanas, más o menos. Como es un laburo que no me lleva todo el día, yo podía tener disponibilidad para llevar, traer, estar, acompañar... Si hubiera tenido tres laburos, no sé si hubiera podido.
-¿Se separaron bien con Gerardo?
-Nos llevamos muy, muy, muy mal durante un año y pico y después armamos con lo que había.
-¿Por qué se llevaron mal?
-Bueno, porque separarse es difícil y porque no siempre estás de acuerdo en todo. Hay una cantidad de proyectos y arreglos que se rompen y hay que hacer nuevos.
-¿Lo sufriste?
-Por supuesto. Terriblemente.
-Se te ve muy fuerte.
-Que no sufra para afuera no significa que no sufra. He intentado siempre preservar mi intimidad. También reconozco que a veces no se puede, vos sos una persona pública, a veces estás y a veces no podés. Un divorcio te arrasa. Es un proyecto de familia, que sobre todo para las mujeres es vital, el centro del proyecto, cultural si querés, generacional. Mirá que yo estudié, trabajé... No es que mi único sueño era ser mamá y sin embargo, es a lo que uno más energía le dedica. Y cuando ese proyecto, así pensado y armado, se desarma, te desarma a vos también. Tenés que barajar y dar de nuevo y es re doloroso.
-¿Tu hija cuántos años tenía?
-Tres.
-Muy chiquita.
-Sí. Sufrí un montón, Gerardo también. Eso no significa que te separes mal, significa que hay un dolor. Porque cuando uno apuesta, apuesta. Con Gerardo hacíamos un chiste, decíamos que más de tres años casados, ya era un regalo. Éramos gente grande que sabía muy bien que todo podía fallar. Lo que pasa es que finalmente uno espera que no.
-¿Cómo fue la historia?
-Empezamos a salir en una fiesta en Sunset, muy vintage. Hacíamos un programa juntos, Crónicas picantes. Yo era panelista y él era el productor. Conducían Beto Casella y Horacio Cabak. Cuando terminó todo, hicimos un festejo.
-¿Ya había onda entre ustedes?
-Habíamos hecho como una onda porque yo trabajaba en radio a la mañana, y como vivía lejos, en Boedo, me quedaba girando por Palermo hasta el horario del programa de tele, que era a la tarde. Muchas veces almorzábamos juntos en un bar que había enfrente de América. Entonces estábamos ahí, boludeando. Iba Alexis Puig, que también estaba, a veces iba Cabak y bueno, iba Gerardo. Habíamos armado como una banda porque a mí me quedaba un bache enorme entre los dos trabajos. Y con Gerardo también hablábamos mucho porque teníamos algo en común: los dos perdíamos el auto, no nos acordábamos dónde lo habíamos estacionado. Yo estaba trabajando mucho, me levantaba muy temprano y llegaba de memoria. Entonces, cuando terminaba el programa, empezaba a dar vueltas a la manzana tratando de pensar dónde corno había dejado el auto. Gerardo lo perdía siempre y dábamos dos o tres vueltas a la manzana juntos. Yo creo que fue algo que nos juntó.
-Llegaron con cierta onda a la fiesta de Sunset...
-Sí, ahí me dio el primer beso. Estuvimos un tiempo de novios, se enfermó la mamá de Gerardo, atravesamos toda esa situación. Con el plan de tener hijos, nos casamos, medio de apuro para que ella pudiera estar y pudiera estar bien y Elena nació después de que falleció la mamá.
-¿Eso para él fue doloroso?
-Fue tremendo.
-¿Escribió una serie basada en la enfermedad de su madre, no?
-La serie se llamaba Una mujer con sombrero.
-¿Es la serie en la que la que se basó El primero de nosotros?
-Algo así. Decían que tenía que ver con la enfermedad de Gerardo y no. En realidad, lo que él escribió tenía que ver con la enfermedad de la madre.
-¿Vos la leíste?
-Sí, claro. Tengo las primeras versiones, las tengo guardadas. La historia es la de una mujer de esa generación que tiene un diagnóstico de cáncer terminal, que tiene un novio, una hija adolescente y un exmarido venido a menos que tiene que ayudar a rearmar porque es él quien se va a quedar con su hija. Y también tiene el recuerdo de un viejo amor. No es exacta la historia de la madre, tampoco va a meter en problemas a la familia, pero bueno, en la serie se desarrolla esa historia de amor. Esa era la idea original y él se la había presentado a Telefé.
-¿Pero cómo puede ser que algo tan parecido le haya pasado después a él?
-No sé qué decirte.
-¿Lo pensaste?
-Hay cuestiones médicas que tienen que ver con un antecedente familiar, esto te lo diría cualquiera, como algo básico. Y después es una cuestión de la vida, la vida es así de paradojal, de sorpresiva. La mamá era más grande que él cuando murió. Tenía cáncer de pulmón, no era el mismo diagnóstico de Gerardo, pero también era una enfermedad que tenía un pronóstico muy malo.
-¿Qué se hace en esos momentos, cuando te dan un diagnóstico así?
-Creo que no hay nadie preparado para recibir esa noticia y nadie preparado para saber qué hacer con el tiempo. ¿Qué haces con lo que queda? ¿Cómo lo disfrutás? Porque el hecho de saber que se termina hace que no puedas disfrutarlo plenamente.
-¿Tuviste charlas así con Gerardo?
-Las tuve, tuve varias.
-¿Le dijiste todo lo que le querías decir? ¿Pudiste?
-Sí todo. También eso es liberador, ¿no? Es ahora, hay que hablar todo ahora. Sin embargo, a veces siento que tendría que haber dicho algo más.
-¿Estuviste unida a la mamá de Pedro, el otro hijo de Gearardo?
-Sí, la verdad que Mariana es una mina espectacular y es la persona que a mí me permitió acercarme a Pedro. Me habilitó ese amor, ese espacio, ese lugar. Yo le estoy eternamente agradecida y además, es una mina inteligente, divertida, generosa.
-Después te pasó a vos que tuviste que habilitar ese lugar con tu hija y con Eugenia Quibel, la nueva novia de Gerardo.
-Lo que te digo de las paradojas de la vida. Es así.
-¿Te resultó fácil?
-Bueno, tuvo su momento. No sé si soy tan copada como Mariana. Llevó tiempo.
-¿Ahora tienen relación con Eugenia?
-Es un proceso, vamos a ver qué pasa, cómo quedan reconfiguradas esas relaciones. Pero bueno, qué se yo, es muy pronto, con los años te cuento quién quedó y quién no. Se va viendo qué surge, cómo se arma. No hay una manera de atravesar todo el proceso, muchísimo menos de acomodar los vínculos.
-¿Pensaste que ibas a estar a la altura de las circunstancias cuando comenzó todo?
-Yo nunca pienso que no voy a poder, es una cuestión de personalidad. Hay gente que dice que no va a poder y puede, qué sé yo. Son estrategias de defensa. La mía es la negación y darle para adelante. Voy a poder, voy a poder, voy a poder. Organizo, pienso... Estoy un paso adelante y eso me calma. No digo que esté bien, me sale así. Hay gente que lee una noticia, se desmaya, no puede salir de sí misma. A mí se me da por organizar cosas, buscar opciones, pensar en esto. ¿Cuánto tiempo tengo? ¿Cuánta energía tengo? ¿Puedo hacer este laburo? ¿A qué hora voy, a qué hora voy a llegar a mi casa?
-Sos muy parecida a Gerardo, dicen que hasta último momento organizó cosas.
-Él era muy activo, pero desordenado. Era fanático de su trabajo, lo amaba, lo representaba. No le daba lo mismo, no le gustaba hacerlo más o menos y creo que pensaba que nadie lo podía hacer mejor que él. Entonces lo hacía él. Mientras pudo, así fue.
-¿Por eso estuvo tan activo?
-Sí, en la medida que podía, supervisando, consultando, llamando. En un programa al aire, en vivo, no podía fallar nada, no podía haber sorpresas. ¿Qué pasa si el invitado llora? ¿Qué pasa si se va? Tenés que estar un paso adelante para que funcione porque si no hay una alternativa, cuando falla se te cae todo. Él tenía esa cosa de productor de pensar en todo. Me acuerdo cuando hacía el programa Esta noche, libros siempre pensaba en quién era el invitado, qué le iba a regalar, qué le iba a dedicar. Estudiaba un montón. Se jactaba del tipo de entrevistas que hacía. Gerardo era realmente una persona muy destacada y quería sacar lo mejor.
-¿A vos te enseñó algo?
-Aprendí muchas cosas de televisión que no conocía. Yo no hacía televisión antes de estar con Gerardo. Fue mi primer productor. Aprendí que no salen bien las sorpresas en televisión. La sorpresa tenés que producirla y tenés que estar seguro de que el otro se va a sorprender como vos querés, para mantener la sorpresa.
-¿Le consultabas cosas todo el tiempo?
-Yo escribo muy mal, no tengo el don de la escritura, es terrible para mí. Y a Gerardo le tirabas un concepto y el tipo, en una servilleta, te hacía algo publicable en ese mismo momento. Entonces, cualquier cosa que escribía la consultaba con él.
-¿Y con quién consultaste ese posteo que escribiste cuando él murió?
-Con una amiga que sabe mucho.
-Escribiste: “Ahora no, pero vamos a estar bien”.
-Es un concepto que usábamos mucho. En realidad, lo que decíamos era un poco más fuerte, pero me pareció que no aplicaba para ese momento.
-¿Qué decían?
-Decíamos: “Ya nos vamos a reír de esto”. Gerardo tenía un humor muy ácido, igual que yo. Pensábamos que inclusive las cosas más feas de la vida se terminan convirtiendo en una anécdota que uno puede contar de manera divertida. Esto no sé si en algún momento la voy a poder contar como algo divertido, pero sé que con humor y empujando para adelante, vamos a estar bien.
-Hace poco fue el bar mitzvá de Elena, ¿cómo estuvo?
-Fue una fiesta hermosa y una ceremonia hermosa... Fue muy lindo. Hubo recuerdos para su papá porque era algo en lo que él estaba involucrado. Él consiguió el lugar, él habló con el Rabino, fue la persona que se ocupó de que todo eso se pudiera hacer.
-¿Para él era importante?
-Era lindo, no sé si es importante. Era una decisión de ella, para él estaba bueno, estaba muy feliz con la elección de Elena y de poder hacerla realidad. No sé si es algo que él anhelaba como algo personal para él. La fiesta estuvo parada mucho tiempo porque los últimos meses fueron muy malos y porque yo no sabía si la íbamos a poder hacer, si la íbamos a poder disfrutar como familia.
-Claro, en un momento tan difícil, preparar una fiesta...
-Además vos no sabés cuándo va a ser. Nosotros no sabíamos, ni yo, ni él, ni nadie, en qué momento se iba a morir. Un año, seis meses, tres días antes. Elena cumplió años el 30 de junio y finalmente la hicimos en ese momento. Al mes del fallecimiento retomamos las conversaciones sobre si hacer o no la fiesta.
-Hay gente que dice en esos casos “él querría que la hagamos”...
-A mí me parece que él que ya no está, ya no está. Eso es lo que pienso yo. Creo que cumplirle la voluntad, el deseo, o traerlo a opinar, es un poco cruel. Está presente, lo querés, lo extrañás y sabés lo que él quería, pero como argumento para hablar con un pibe me parece muy fuerte. Si le tuviera que decir algo a mi hija, sería: “Tu papá quería que seas feliz”. No le diría: “Tu papá hubiera querido que hagas una fiesta”.
-Pero ella quiso hacerla.
-Sí, y la pudo disfrutar.
-¿Te cansa hablar de Gerardo?
-No me cansa, pienso mucho en qué cosas puedo contar y cuáles no, porque involucro la intimidad de otras personas... Ya no es por él, es por los que quedan. Elena y Pedro son chicos y es su historia. No quiero ser yo quien ventile ninguna intimidad.
-¿Te sorprendió la cantidad de gente que lo despidió con tanto cariño?
-Me sorprendió un montón, me dio mucha pena que él no lo hubiera visto, que no se hubiera enterado que era tan valorado, tan querido, tan reconocido por su laburo y como persona por sobre todo, viste que muchas personas hablan no solo de su trabajo sino de su don de gente.
-¿Pensás que él no lo sabía?
-No, no lo sabía.
-¿Te lo dijo?
-Hablamos miles de veces, no es que me dijo “la gente no me quiere”, pero él no se sentía así, tipo “mi público me ama, mis compañeros me adoran”. Para laburar era bravo, entonces sentía que a veces era demasiado exigente, demasiado duro. Yo creo que lo era. Para laburar con él había que seguirle el ritmo, pero a veces a uno no siempre le llega el agradecimiento y la valoración en vida. Creo que tuvo la oportunidad de hablar con mucha gente, en privado, que le mostró su cariño.
-Tuvo tiempo...
-Tuvo tiempo y habló con mucha gente.
-¿Usó bien el tiempo?
-Siempre falta un poquito más.
-Es sorprendente que nadie haya contado públicamente el verdadero diagnóstico.
-Porque él salió rápidamente a hablar y andá a desmentir lo que él dijo.
-Pero con su familia fue sincero.
-Sí, pero una cosa es llevar un dolor en la intimidad y otra cosa es públicamente, sobre todo para las personas que deciden no ser públicas. Yo me lo puedo bancar, él se lo hubiera podido bancar, pero tenemos un círculo familiar que no tiene por qué. Y, como te dije, nunca sabés cuánto tiempo vas a vivir con eso.
-¿Te invitaron al homenaje de Morfi?
-No, no me invitaron
-¿Será porque estás en otro canal?
-No sé...
-¿Hubieses ido?
-No sé...
-Te sentís parte de su familia, obviamente...
-De la familia de Gerardo, sí, pero el homenaje no lo hizo la familia...
-¿Sentís que todavía estás de duelo?
-Pasaron cuatro meses y descubrí que el duelo es muy desparejo. Estás re bien en la semana, dos días, tres, te parece que ya pasó y no pasó. No es “bueno, listo, ya lloré todo”. Esta semana ya lloré y la semana que viene lloro toda la semana de vuelta...
-¿Quién te contiene?
-La psicóloga, la terapia y mi entorno, mis padres, mis afectos. Se han portado de una manera extraordinaria. Tuve un montón de gente ayudándome, gente que me mandó comida a mi casa, alguno que me mandó una torta... Parece una pavada, pero es un mimo. La escuela Ort, adonde va mi hija, se portó excelentemente.
-Tenés tu novio también.
-Tengo a mi novio, que se ocupa. Llevamos siete años juntos. Ahora él, por circunstancias de la vida, está viviendo en Tandil. A veces viene porque la virtualidad tiene sus límites. Él también se bancó un montón de cosas. Me conoció embarazada de mi segundo hijo. “Che, voy a tener un pibe”... Él es una persona que se adapta.
-Sos rara, Carmela...
-Es verdad, soy rara. Yo no me doy cuenta, la gente a veces me lo dice, para mí es todo re normal, pero...
-Lo importante es que te cierre a vos.
–Para lo estereotipado, si querés, es todo medio raro. Pero en un vínculo de afecto, de familia, si eso marcha bien, el resto no pasa nada.
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