Carlos Sorín: "El cuaderno de Tomy no va a serle indiferente a quien la vea"
"Cuando dije finalmente que sí y acepté el proyecto empecé a preguntarme cómo salir de esto porque los riesgos eran grandes. Se trata de una historia con tal voltaje emotivo que cualquier énfasis fuera de lugar ya resultaba un golpe bajo". Cualquier persona que haya tomado contacto con El cuaderno de Nippur sabe de inmediato de lo que habla el director Carlos Sorín.
Al destacado director de Historias mínimas, La película del rey y Días de pesca le fue encomendada la adaptación al cine del libro escrito poco antes de morir por María Vázquez, en el que recopila las imágenes y los textos elaborados de puño y letra dedicados a su hijo mientras ella atravesaba los tramos finales de un cuadro de cáncer terminal. Vázquez murió a los 43 años en 2015 y la repercusión del libro (como antes había ocurrido con su presencia en las redes sociales) resultó inmediata y extraordinaria.
Cinco años después, el libro se transforma en película y llega directamente a Netflix (el estreno está anunciado para hoy, 24 de noviembre). Aquél chico que lleva el nombre de un legendario y clásico héroe de historietas registra un cambio en el viaje entre la realidad y esta película. En la pantalla, la historia se llama El cuaderno de Tomy. Sus protagonistas son Valeria Bertuccelli (como María, que conserva el nombre original), Esteban Lamothe, Mauricio Dayub, Malena Pichot, Diego Reinhold, Carla Quevedo, Mónica Antonópulos, Diego Gentile, Ana Katz, Anita Pauls, Romina Ricci y Julián Sorín (nieto del realizador) como el pequeño al que está destinado el libro.
El cuaderno de Tomy es el primer proyecto que Sorín encara en su extensa carrera como guionista y realizador a partir de una historia que no le pertenece. También es su primer acercamiento a una plataforma de streaming. "Yo había hecho mi película anterior, Joel, otra historia sobre padres e hijos con Pampa Films y ellos me dijeron que yo era el director adecuado para llevar este libro al cine. Acepté porque me cuesta mucho decir que no y ahí empezaron a aparecer los riesgos y los miedos", le cuenta Sorín a LA NACION.
-¿Por dónde pasaban tus mayores temores?
-Había que mantener un equilibrio muy delicado y por otro lado ser muy fiel al personaje central. Muy fiel a María, que tenía ese humor descarado, irónico, socarrón, tierno, inteligente que asoma en el libro. Además yo suelo hacer películas en lugares inmensos y ahora me toca encerrarme en la habitación de un hospital. Ese era otro gran desafío.
-¿Cómo llevaste adelante el proceso de adaptación?
-Me llevó un año entero. La película no es un documental, es una ficción, pero quería manejarme con lo que había pasado realmente. El material era muy rico, tanto en el aspecto médico como el social. Tuve largas entrevistas con Sebastián, el viudo de María, con sus amigas y con el médico que la atendió en los últimos días y se convirtió en asesor nuestro durante el rodaje. Con todo ese material me fui aproximando, en distintas versiones y aplicando el método de ensayo y error, a lo que al final es la película. Fue un trabajo de riesgo, pero yo entiendo al riesgo como un estímulo. Hacer algo distinto a lo habitual me parece saludable.
-¿En qué se parece y en qué se diferencia El cuaderno de Tomy con tus películas previas?
-La densidad dramática del relato básico ya de por sí marca diferencias. Yo suelo manejarme con emociones más chiquitas, más sutiles, más homeopáticas. Esta vez había un tema que se imponía de entrada con toda la fuerza: la enfermedad terminal, la relación que la protagonista tiene con su hijo, esa muerte tan injusta. Yo siempre trato de que mis películas sean emotivas y en este caso que la emoción la ponga el espectador es algo que me libera mucho cuando filmo.
-Una emoción que golpea de lleno y de inmediato a quien toma contacto con la historia.
-Porque se trata de una despedida y una despedida muy cruel. Lo que más me importaba era lograr que la película fuese tan vital como María. Ese libro no lo hubiese podido escribir nadie más que una persona que adora a su hijo. Es algo triste, pero al mismo tiempo muy vital. El aporte del elenco fue fundamental porque esta es una película de actuación. Si no tengo los grandes paisajes y me circunscribo a las cuatro paredes, esos paisajes son los interiores y ahí aparecen las sutileza de los gestos, de las miradas. Con eso se hace una película como esta.
-¿Cómo definirías esta película?
-El cuaderno de Tomy es conmovedora, pero también es divertida. Es como la vida. A veces liviana, a veces intensa y profundamente dramática. Hay una variedad de estados de ánimo, algo que me parece muy atractivo como propuesta y que también va a atravesar al espectador. Lo más importante pasa por el compromiso que va a nacer de quien la está viendo. Siempre conocemos a alguien, un familiar o un amigo cercano, que atravesó alguna enfermedad complicada. Todos tienen conciencia de lo que significa ese drama. Es algo que está puesto por el espectador, no por la película, que llega a un terreno ya sembrado.
-¿Cómo fue el trabajo con los actores?
-La entrega fue absoluta, más allá de lo grande o pequeño de un papel. Yo puedo dar las líneas generales y presentar las situaciones, pero fueron Valeria, Esteban y los demás quienes construyeron la película. Les fui mostrando a todos varios videos de la María auténtica, algunos tremendamente conmovedores, y pudieron conocerla bien a través del libro y de las redes. Todos estaban muy movilizados y esto llevó a un grado de compromiso que en un actor siempre da muy buenos resultados.
-Estamos en tiempo de pandemia. ¿Corre el riesgo esta historia de resultar demasiado dura para ser vista una realidad llena de noticias incómodas y en la que se habla todo el tiempo de enfermedad y muerte? ¿Existe el riesgo de que parte del público pueda darle la espalda?
-Es algo difícil de evaluar, pero es posible que la gente esté hoy menos dispuesta a un tema como este en un contexto social y sanitario tan dramático. Pero, por otro lado, la ausencia de salas de cine y las limitaciones para la vida social hacen que se tenga mucho más tiempo disponible para estar frente a una pantalla. De cualquier manera, lo que finalmente va a inclinar la balanza hacia un lado o hacia otro es, como siempre, el boca a boca y esta película no va a serle indiferente a quien la vea.
-El cuaderno de Tomy llega directamente al streaming, un terreno que nunca habías explorado hasta ahora.
-Está muy bien que se estrene directamente ahí. No solo por la dimensión que toman hoy las películas en las plataformas, con una escala inimaginable, sino que es una película más íntima para ver en tu casa solo, con tu pareja o en familia. Hay tanques de Hollywood que pierden mucho fuera de una pantalla gigantesca y un sonido poderoso, pero no es este caso. La dimensión íntima de una historia funciona muy bien en streaming. No le quita nada y además expone claramente el momento de transición entre modelos tradicionales y formas nuevas en el cine que la pandemia sin dudas aceleró.
-¿Cómo describís ese proceso y cómo imaginás todo lo que viene?
-Las grandes crisis como la que estamos viviendo aceleran cambios que ya están latentes. Todo cambió cuando Internet entró en el negocio del cine. Yo pensé que esa transición iba a durar unos cuantos años, como un plano inclinado suave, pero la pandemia y sobre todo el aislamiento aceleraron las cosas. No solamente cambió la manera de hacer y ver cine. También el negocio adquiere una forma distinta. El DVD prácticamente desapareció, las ventanas clásicas están cuestionadas, los cines están cerrados, las películas por TV tienen cada vez menos espacio. Hoy el cine encuentra su lugar de mayor desarrollo en las plataformas y en buena hora, porque el público se multiplica de manera exponencial.
-¿Cómo influyen todos estos cambios en tu manera de hacer cine?
-Yo vivo en el campo y en esta cuarentena empecé a probar y desarrollar algunas pequeñas ideas relacionadas con los adelantos tecnológicos y la producción y el rodaje. Los avances son gigantescos y podemos llegar a un buen nivel de calidad de imagen y sonido con equipos que cuestan 20 veces menos que hace cinco años. Es un buen momento para proyectos de low budget, donde lo fundamental es el talento.
Las grandes crisis como la que estamos viviendo aceleran cambios que ya están latentes. Todo cambió cuando Internet entró en el negocio del cine
-¿Cómo maneja ese interés por la innovación tecnológica un creador dedicado por lo general a contar historias muy sencillas y austeras de manera bastante clásica?
-Yo tengo pasión por la tecnología, me interesa tanto como el cine. El tema es saberla usar y armar desde el guion un relato posible para hacer con esos elementos y herramientas que también te limitan. Yo haría una película con un Iphone 12, pero no pretendo filmar con un celular la carga de la caballería.
-Después de esta experiencia, ¿imaginás tus próximos proyectos también conectados con las plataformas de streaming?
-Te decía que con las plataformas todo cambia y el formato propio de las plataformas es el de la serie. Todos estamos de acuerdo que los largometrajes de duración más o menos normal, entre 90 y 120 minutos, que es lo que aguanta una persona sentada en una sala de cine, tiene que ver con esos espacios. El streaming es otra cosa. Su formato básico es otro. Que no es por otra parte nuevo, porque viene de los folletines del siglo 19 y las telenovelas. Eso no significa que dejen de hacerse largometrajes, pero el formato ganador sin dudas es el de las series. Ahí es donde van hoy las inversiones y las grandes apuestas.
-¿Te animarías a hacer una serie para alguna plataforma?
-No, soy incapaz de hacer series. Cuando hago un largometraje de 7 a 8 semanas llego a la mitad y no veo la hora de terminar. Ya lo decía Truffaut: hasta la cuarta semana uno cuenta las semanas que dejó atrás, pero a partir de ese momento solo se dedica a contar lo que le falta...
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