Carlos Santamaría, de dueño de la parrilla favorita del jet set porteño al consejo de su cuñado Vinicius de Moraes que cambió su rumbo
El actor, que se prepara para el estreno de la serie El hincha, recordó cómo llegó a estudiar teatro y por qué se metió en la carrera de locución y reflexionó sobre el modo en que su relación con el mítico padre de la bossa nova modificó su vida
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Antes de decidir su destino, Carlos Santamaría fue cronista de una revista de espectáculos y dueño de una parrilla de moda, en los ‘80 y ‘90. “Vos tenés que ser actor, yo te pago los estudios”, le dijo Vinicius de Moraes, poeta, músico y padre de la bossa nova, que por entonces era su cuñado. Esa frase fue la que cambió el rumbo de su vida.
En diálogo con LA NACION, Santamaría rememora el tiempo compartido con el mítico artista brasileño, una época en la que conoció a los más prestigiosos músicos, escritores y personalidades destacadas del vecino país. También cuenta que la locución siempre fue una buena salida laboral, que por eso decidió estudiar y, desde hace unos años, es la voz de Canal Encuentro.
Santamaría se prepara para el estreno de El hincha, una serie de 8 capítulos que a partir del 12 de octubre se verá por elnueve y en Flow, en la que interpreta al presidente de un club de fútbol. “Estoy en los últimos cuatro capítulos y, de alguna manera, mi personaje deja picando la posibilidad de una segunda temporada. Es el presidente del Deportivo Vera, y tiene la ambición del poder de los presidentes de clubes que buscan una proyección mayor y usan eso para ser otra cosa, porque tienen mucho poder y quieren más”, sintetiza. Además, a finales de mes empieza a grabar una película independiente, y en noviembre estrena otra, El hombre inconcluso, de Matías Bertilotti. “Es un policial que filmamos el año pasado en Misiones, un lugar increíble. La vi hace unos días en privado y nos encantó a todos”, asegura.
Desde que debutó, a mediados de los ‘80, no paró de trabajar, pero fue el unitario Verdad/Consecuencia el que le dio popularidad y prestigio. “La pandemia nos descolocó a todos, nos dejó en una especie de limbo. Por suerte trabajé bastante, hice la serie de María Marta, el crimen del country, y después la película, pero fue una época muy rara”, reflexiona.
-¿Tenés otra actividad?
-Soy locutor. Hice muchas publicidades, pero necesitaba tener el título para poder decir el nombre de las marcas. Por eso, con un amigo íntimo que es Vando Villamil, también actor y que hacía trabajos como locutor, decidimos inscribirnos en ETER y hacer la carrera. Era muy gracioso porque los padres de nuestros compañeros eran más jóvenes que nosotros. Era ridículo.
-¿Estabas sin trabajo?
-No, esto fue en el 2003 y yo estaba con mucho trabajo, con Historias de sexo de gente común y Amas de casa desesperadas. La verdad que no sé cómo hice porque cursaba todos los días de 8 a 13, con recreos y todo. Fue como volver a ser un niño. Es una buena salida laboral y además soy la voz del Canal Encuentro desde que arrancó, hace 15 años. Daniel Grinbank me dio una gran oportunidad cuando todavía no estaba recibido y abría Radio Kabul; me dijo si quería hacer un casting, lo hice y quedé. Estuve cuatro años, después pasé por Radio Nacional Rock y hago muchos comerciales. Me gusta porque tiene que ver con mi oficio de actor, porque juega la interpretación. Me divierte muchísimo.
-Antes de ser actor fuiste cronista en una revista y dueño de una parrilla de moda, ¿qué te decidió a cambiar de rumbo?
-Fui cronista de la revista Gente, dueño de Parrilla Rosa, durante varios años. Yo tenía 19 años cuando mi hermana, Marta, se casó con Vinicius; ella tenía 22 y él 60 y fue un quilombo en casa. Se conocieron en Punta del Este, en un restaurante que se llamaba El Torreón. Mi hermana escribía, le gusta la poesía y se acercó a decirle que lo admiraba. Era una morocha muy linda, y él la invitó a ver el show. Al poco tiempo Vinicius tuvo que viajar a Europa y me acuerdo que todos los días llegaban a casa once rosas, porque mi hermana era la doce (ríe). ¡Había que mandar flores desde Europa en esa época! Estamos hablando del ‘74. Se engancharon, mi hermana se fue a vivir a Brasil y yo la visitaba mucho, y así desarrollé una relación muy buena con Vinicuis.
-¿Cómo era en la intimidad?
-Él era un niño absoluto, un espíritu increíble: abogado, estudió en Oxford, hablaba varios idiomas, fue cónsul y ahí le dieron a elegir el servicio diplomático o las canciones. Escribió Orfeo negro, un libro que se adaptó para un film que ganó el Oscar a la mejor película extranjera, fue amigo de Orson Welles. Realmente era un tipo muy groso gracias al que conocí a mucha gente. Un día, por ejemplo, fui a tomar el té a la casa de Jorge Amado, o venía a visitarlo Caetano Veloso. Íbamos a tomar copas al Copacabana Palace, lo acompañaba al Canecao, donde hacía un show con Jobim, que acababa de grabar con Frank Sinatra. Y también con Toquinho y Miucha, la hermana de Chico Buarque. Era un show grande, con invitados los fines de semana, y fueron Oscar Peterson, pianista de jazz, Roberto Carlos. Yo tenía 18 años y me prestaba el auto; me sentía el rey de Río de Janeiro. La pasé genial en esa época. Teníamos muy buena relación y fue Vinicuis quien me dijo que tenía que ser actor. Un tipo que le escribía al amor, tenía mucha sensibilidad. Muchas frases que decía me quedaron como enseñanza de vida: el amor que sea infinito mientras dure, la vida es el arte del encuentro.
-Entonces podés decir que sos actor gracias a Vinicius de Moraes…
-Si, absolutamente. Todas esas experiencias me abrieron la cabeza. Y a los pocos años se murió mi viejo y mi sensación fue que tenía una silla con respaldo y de repente estaba con un banquito sin respaldo. Me hizo reflexionar mucho sobre el futuro. Ya tenía Parrilla Rosa, desde mis 21 años, con Héctor Peyrou y Heleña Goñi, que eran periodistas y hacían las relaciones públicas; y con varios socios, entre ellos Jorge Vázquez, el padre de María Vázquez que fue cónsul. La madrina era Graciela Borges, el lugar se puso de moda e iban muchos famosos, como por ejemplo Ricardo Darín, Paloma Picasso, Miguel Ángel Sola, Valeria Mazza, muchas modelos. Y también iba Oski Ferrigno, que me sugirió estudiar con Franklin Caicedo, que había sido su maestro. Me enamoré del teatro, y me acordé de lo que me había dicho Vinicius. Y también asocié que de chico jugaba a disfrazarme de los personajes de las series de la época, Cheyenne, El hombre del rifle, Daniel Boone, Bat Masterson. Mi tía me había hecho los gorros, un bastón con un palo de escoba, las sillas eran los estribos del caballo. Tenía todos los disfraces. No fue tan descabellado lo que dijo Vinicius. Durante cinco años fui a Brasil y me quedaba tres meses en su casa. Fue una época divina que puedo medir ahora, con el paso del tiempo. No puedo creer que estuve, por ejemplo, con George Harrison, que me lo presentó cuando cenaba con James Hunt, un corredor inglés de Fórmula Uno. No existían las fotos, le dabas la mano y conversabas. Yo no sabía ni quién era Jorge Amado o Jobim. Era un inconsciente y a Vinicius le gustaba esa frescura.
-Tenés muchas anécdotas con una leyenda de Brasil…
-Muchísimas. Con Vinicius trajimos un auto que él tenía en Salvador de Bahía, después lo manejé hasta Punta del Este con su nieto, Tuca. Una época divina. Por otro lado, acá estábamos en plena dictadura y pasó algo tremendo: Vinicius vino con un show junto a un músico que se llamaba Tenorio Junior, y un día fue a comprar cigarrillos y se lo “chuparon”. Fue la confirmación de lo que pasaba, y a los dos días fue el golpe militar, y no se pudo presentar ni un habeas corpus. Años después, un tipo de los servicios en Brasil dijo que lo había matado a los diez días de haberlo secuestrado. A raíz de esto conocí a Fernando Trueba, que estaba haciendo la música de una película y escuchó a un pianista que le llamó la atención, investigó y vio que en el ‘76 se cortaba su producción musical. Era Tenorio Junior, se enteró que había desaparecido y a partir de eso hizo una película que todavía no estrenó. Trueba me llamó para hacerme una entrevista. Todo lo vivido con Vinicius siempre me devuelve algo.
-Sos papá de tres, junto a tu mujer Maia Guillem... ¿Alguno de tus hijos sigue tus pasos?
-Félix tiene 26 años, Violeta 23 y Ulises, 17. Félix está en Argentina, 1985, y tiene un personaje muy lindo, un antropólogo que es parte del equipo de los fiscales de Strassera. Y está muy bien. Ya había hecho un largo, una ópera prima, y la serie Medusa, que se estrena pronto. Es fachero, creo que le va a ir muy bien porque todo el mundo lo quiere.
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