Carla De Stéfano, de Gran Hermano: su historia de amor, el duro trance que le cambió la vida y las críticas que la tienen “impactada”
“La Chula”, como la llamaban todos en la casa, abandonó el reality este martes por la noche y, de inmediato, se enfrentó con una dura reacción por parte de los panelistas del debate; en diálogo con LA NACIÓN, explicó por qué decidió dar un paso al costado pese a la voluntad del público de no eliminarla cuando estuvo en placa de nominados
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Fue muy criticada por renunciar a Gran Hermano y salir de la casa sin culpas. Carla De Stéfano habló con LA NACION y explicó los motivos por los que dejó el exitoso reality de Telefe, dijo que no está arrepentida y detalló a quienes va a extrañar. En una charla íntima, “Chula”, como la llaman todos, también contó cómo vive la maternidad, su historia de amor con Hugo, el milagro del nacimiento de Agustín y el aprendizaje que le dejó la mastectomía por la que pasó hace cuatro años.
“Me dieron con un caño y no hubo ningún comentario positivo. Fue todo ataque y quedé un poco impactada, aunque las críticas tan negativas e incesantes no me desestabilizaron. Respondí como pude porque estaba tan conmovida emocionalmente que hasta tuve palpitaciones. Es todo tan vertiginoso que salís con las emociones alocadas y la guardia baja. Sé que no cae bien que alguien renuncie y algo me imaginaba, pero no tanto. Me critican que me haya dado el lujo de renunciar con toda la gente que quiere entrar al programa y pensaron que había entrado para promocionar mi negocio, cosa que no es así porque funciona bien y no necesitaba de Gran Hermano”, detalla Carla, todavía un poco confundida.
-¿Por qué entraste al reality?
-Soy una artista reprimida o postergada porque tuve otras prioridades en la vida y nunca me hice el tiempo para dedicarle a lo que más me gusta, que es actuar. Antes de ser abogada me había anotado en el ISER para hacer locución, tuve programa de radio y de chica actuaba en los cortos que hacía mi papá para Banco Nación, y en los de mi tío, que era profesor de cine en la Casa de la Cultura de Olivos. Entré para saldar esa cuenta pendiente y nunca imaginé que iba a quedar. Pero pasaba las etapas y me prometí que si entraba me lo iba a tomar como un broche de oro de una etapa muy buena después de una muy mala. Sentí que la vida me estaba recompensando. Entrar a Gran hermano fue la frutilla del postre. Me tentó y pensé que tal vez podía ser un puente para otra salida laboral relacionada a lo artístico, no por la plata sino para que me llene el alma. Y de paso me tomaba unas vacaciones del ama de casa, la madre y la esposa.
-Con cuatro hijos y tantas responsabilidades no debe haber sido fácil tomar esa decisión...
-No fue fácil para nada. No tanto por lo emocional sino por un tema de logística, trabajando mucho y con cuatro hijos entre 2 y 17 años. Cuando se lo dije a Hugo, mi pareja y con quien llevamos adelante el negocio, inmediatamente me respondió que lo hiciera, que era mi sueño, y que él me iba a apoyar. Me lo dijo sin dudarlo y eso fue fundamental. De otra manera no lo hubiera hecho, porque bajo ningún punto de vista hubiese puesto en juego mi relación de pareja por un programa de televisión. Por otro lado, el gran pilar fue mi hija Sofi, de 17 años, la impulsora de todo esto y quien me filmó el primer casting. Mi dijo que lo hiciera, que ella iba a ayudarme, sobre todo con Agustín, que tiene dos años y medio, y también con Santiago, que tiene 13, y Jazmín, 8. Es muy madura, está de vacaciones en el colegio y se dio. Ese apoyo fue muy importante.
-Agustín nació cuando ya habías cumplido 43 y después de una mastectomía. Imagino que fue otra gran decisión en tu vida...
-En realidad no fue una decisión, sino un regalo. No creo en dios, soy agnóstica, pero fue un regalo hermoso de la vida. Me había hecho una mastectomía y estaba tomando tamoxifeno, que tiene muchos efectos colaterales, entre ellos puede provocar menopausia precoz y no es compatible con la gestación; no hay chances de que quedes embarazada tomando ese medicamento.
-Pero quedaste...
-Al principio pensaba que eran los efectos colaterales. Si no menstruaba pensaba que ya estaba entrando en la menopausia, si estaba cansada lo mismo, si me veía la panza hinchada creía que tenía un tumor en el útero. Todo se lo adjudiqué a efectos secundarios del tamoxifeno y nunca pensé que estaba embarazada hasta que me vi una panza de embarazo. Me hice un test que dio positivo, fui a la guardia, le expliqué todo a la médica y me hicieron una ecografía: estaba de 16 semanas y el corazoncito latía con fuerza.
-Pasar por momentos tan difíciles como una mastectomía deja aprendizajes, ¿cuáles fueron los tuyos?
-No tuve cáncer de mama sino microcalcificaciones del tipo carcinoma in situ, que es como un cáncer encapsulado. No tuve que hacerme quimio ni rayos, pero tenía células malas en todos los conductos de mi mama izquierda, y me la sacaron. Yo tenía 41 años, tres hijos chicos y por primera vez sentí la posibilidad de real de la muerte. Te das cuenta que somos muy finitos y a esa edad todavía te sentís joven, con mucho por vivir. Fue muy fuerte. Después de la mastectomía vino la etapa de reconstrucción mamaria, que todavía no terminé porque quedé embarazada y sigo sin una mama. Ahora voy terminar la reconstrucción que parece una pavada cuando tenés las dos mamas, pero cuando te falta una y sos coqueta y todavía tenés una vida sexual activa, es todo un tema. Aprendí a valorar la salud y el tiempo compartido con los afectos (se emociona), los momentos vividos y los vínculos. Y te das cuenta que corrés todo el tiempo detrás del mango para poder subsistir en este país y por ahí le prestás poca atención a esos momentos que son los más valiosos de la vida y no se compran con dinero. Es una frase hecha, pero ahí te das cuenta que sin salud no tenés nada. Lo que me pasó me hizo profundizar en esos sentimientos, y me hizo mucho más humana también.
-¿Fue en esa etapa tan complicada de tu vida que conociste a tu pareja?
-Conocí a Hugo por Tinder, un mes antes de que tuvieran que hacerme la mastectomía. Pensé que cuando se lo contara iba a decir que no continuemos viéndonos, porque encima yo estaba en un momento económico terrible, haciéndome cargo de mis hijos porque el padre no pasa alimentos, y estaba fundida. Era un pésimo partido. Pero nos enamoramos perdidamente y me acompañó cuando yo se lo dije con mucho miedo, sentada sobre sus piernas (vuelve a emocionarse). Me dijo que me amaba, que me iba a apoyar, a estar al lado mío. Y así fue. Cuando me desperté de la anestesia, sin una mama y tan vulnerable y llena de miedos, él estaba a mi lado tomándome de la mano y diciéndome que me amaba. Fue un premio de la vida. Y después el nacimiento de Agustín. No podía pedir más nada.
-¿Trabajan juntos en el negocio?
-Sí, y empezamos después de la pandemia y de fundirme con otro negocio. Yo soy abogada pero ejercí muy poco. Fui comerciante toda la vida y me encanta la venta. Tuve veterinaria muchos años con mi ex, y hace diez años que estoy en el rubro de la decoración. En pleno San Isidro tuve un negocio en el que vendía un poco de bazar, otro poco de deco, mochilas, cartucheras. Hugo era docente de matemáticas, en pandemia empezó a trabajar por zoom y me fundí. No tenía capacidad de ahorro, tenía que mantener a mis hijos, afronté todos los gastos sola y me comí las ganancias. Hugo me ayudó a armar un negocio en el garage de mi casa, con lo que me había quedado. Como le gusta trabajar en madera, lo dejó hermoso. Arranqué así, con la ayuda de mi hija que entonces tenía 4 años y es tan histriónica como yo, simpática y divertida, y filmábamos videítos. Después nos mudamos a otro lugar, en Olivos.
-¿Te arrepentís de haber renunciado al reality?
-No. Tengo la absoluta certeza de que yo quería vivir esa experiencia. 37 días en la casa fueron un montón y le saqué el jugo. Estaba devastada anímicamente, sobreestimé mi capacidad de desapego materno y pensé que me la iba a bancar. Pero no fue así. Estaba apagada, triste, extrañaba a mis hijos, a mi familia y quería dormir todo el día. No brillaba y no le servía a nadie que yo siguiera ahí. Cuando me dijeron que me daban la posibilidad de irme, me volvió la alegría al alma y pude ser de vuelta yo. Eso me confirmó que tenía que irme.
-¿Vas a extrañar a alguien dentro de la casa?
-Voy a extrañar un montón a Agostina, a “Licha” con quien teníamos unas charlas hermosas, la inocencia de Zoe, de Rosina, a Joel, que es tan cálido y afectivo. Y voy a extrañar la complejidad y la simplicidad de lo que se vive ahí adentro, donde los problemas terminan siendo pavadas que hacés enormes. Voy a extrañar toda la experiencia porque estar en la casa de Gran Hermano es estar en una burbuja.
-A tu salida juzgaron que hayas sido amorosa en la despedida después de haber criticado a tus compañeros, ¿qué pasó?
-Mi vida dista mucho de la que llevaba en la casa; quizá la de los chicos de veintipico, no tanto. Por ejemplo, Denisse es una chica que nunca trabajó, que estudia derecho y los padres la bancan y su vida es sentarse a leer. En ese caso, desde mi punto de vista, es mucho más apasionante la vida en la casa que la suya cotidiana. Pero yo soy tan hiperactiva que ahí adentro el tiempo libre era un montón. Estaba muy aburrida y eso me traía mal humor, que me exacerbó lo negativo y la crítica. Encontrábamos la picardía criticando y se potenció. Me volví mala y criticona, pero no soy así.
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