La intérprete británica favorita para ganar el Oscar tuvo relaciones que no expuso en los flashes hasta que se reencontró con un amigo de la infancia, el músico Marcus Mumford, con quien formó una familia
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La carrera de Carey Mulligan comenzó con lo que podríamos denominar un papel que le caía como anillo al dedo: el de Kitty, una de las hermanas Bennet del clan de Orgullo y prejuicio. La actriz británica captaba el fervor de la juventud a la perfección en la ópera prima de Joe Wright apuntalada por un elenco de talentosos.
Sin embargo, Mulligan, oriunda de Londres, nunca fue una actriz que, en beneficio de una filmografía prolífica, fuera a aceptar una vasta cantidad de roles, aun cuando algunos de ellos estuviesen hechos a su medida. Por el contrario, siempre trató de romper con lo que se esperaba de ella. Tras su debut en la adaptación de la novela de Jane Austen en 2005, se inclinó por personajes que la desafiaran, como el de Cassie Willis en Hermanos, y el de Jenny Mellor en Enseñanza de vida, donde brindó una interpretación extraordinaria que le valió su primera nominación al Oscar. El film de Lone Scherfig fue el puntapié de un recorrido signado por la diversidad. Mulligan protagonizó la desgarradora Nunca me abandones, fue una figura clave en Drive de Nicolas Winding Refn, y en Shame de Steve McQueen, e incluso se animó a un rol complejo como el de Daisy Buchanan en El gran Gatsby, dirigida por Baz Luhrmann y con Leonardo DiCaprio como partenaire.
Las sufragistas, Mudbound, Wildlife y la reciente La excavación también son pruebas de que Mulligan, cuando elige un papel, lo hace por el riesgo que conlleva. Esa pulsión por lo desconocido la condujo a interpretar a Cassie en Hermosa venganza, la ópera prima de Emerald Fennell que se estrena este jueves en la Argentina, por la cual aspira por segunda vez al Oscar y, en este caso, tiene más chances de ganarlo.
“Siempre fui una persona pragmática”, le contó en una ocasión la actriz a la revista AskMen, en alusión a no solo cómo elige los papeles que quiere abordar sino también a cómo se maneja en una relación romántica. “Podrían definirme como una romántica práctica. Recuerdo que en la escuela mis amigas siempre preguntaban cuánto tiempo tenía que pasar para responder los mensajes de los chicos que les gustaban, y yo siempre les decía que no había reglas, que simplemente había que tomar la decisión y hacerlo”, explicaba por entonces. Practicidad.
Más allá de esa confesión, lo cierto es que Mulligan, incluso hoy a los 35 años, no suele explayarse mucho sobre su vida privada, y conserva un bajo perfil incluso cuando ha tenido romances resonantes.
Amores efímeros
Como muchos vínculos de Hollywood, Mulligan conoció a varias de sus parejas en pleno rodaje, como fue el caso de Shia LaBeouf en la fallida Wall Street 2: el dinero nunca duerme, con quien mantuvo un vínculo de poco más de un año. Su relación empezó en agosto de 2009 y duró hasta octubre de 2010. En ese momento, una joven Carey citaba “diferencias irreconciliables” con el actor recientemente denunciado por abuso sexual, pero nunca hizo mención a cómo fue ese romance. Según publicaba The Daily Telegraph, Mulligan había decidido abandonar Nueva York para refugiarse en su casa familiar en Londres, sin hablar con la prensa.
A los pocos meses, varias publicaciones la vincularon con otro colega: Tom Sturridge. Los actores protagonizaron -junto a Matthias Schoenaerts - la adaptación de Thomas Vinterberg de Lejos del mundanal ruido, y los rumores de entonces aseguraban que durante la filmación había nacido una gran química entre ambos que no duró demasiado. Al año siguiente, a comienzos de 2011, Mulligan se amigó con los flashes cuando fue vista paseando del brazo de Eddie Redmayne. Si bien las postales de ese noviazgo denotaban armonía, la pareja también fue efímera: luego de separarse, Redmayne conoció a Hannah Bagshawe, con quien se casó en 2014. A Carey, por su parte, le aguardaba un verdadero amor de película.
Amor por la música
Cuando Mulligan tenía 12 años, sus padres, Nano y Stephen, la enviaron a un campamento religioso. Allí se hizo muy amiga de un joven oriundo de California llamado Marcus Mumford, quien de chico ya demostraba pasión por la música. Al concluir las jornadas de campamento, Mulligan y Mumford empezaron a enviarse cartas por mucho tiempo, hasta que sus vidas los llevaron por distintos caminos y se olvidaron de los intercambios epistolares. A pesar de esto, el reencuentro terminó llegando.
Luego de su separación de Redmayne, Mulligan fue invitada por su amigo Jake Gyllenhaal a un concierto de la banda liderada por Marcus, Mumford & Sons, que tenía lugar en Nashville. “Para el final de la noche, Jake y Carey ya se habían convertido en músicos al estar allí, con la banda. Jake tocó la guitarra y Carey cantó ‘Amazing Grace’”, le contaba una fuente a Us Weekly. Esa noche marcó la primera vez en mucho tiempo en que esos jóvenes que una vez compartieron un campamento se veían las caras. Unos días después, Mulligan y Mumford, solos, fueron a un recital de Arcade Fire en Nueva York y nunca más se separaron.
El 12 abril de 2012 la pareja se casó en Somerset y sus respectivos padres oficiaron la boda. Al año siguiente, ambos trabajaron juntos en Balada de un hombre común de los hermanos Joel & Ethan Coen. Mientras Carey era la coprotagonista del film junto a Oscar Isaac, su marido trabajó como productor en la banda sonora, le puso la voz a uno de los personajes, e interpretó, al igual que su esposa, una de las canciones de ese imprescindible soundtrack folk, nuevamente ratificando que la música siempre fue algo que los unió profundamente.
"Con Carey estamos unidos por una gran espiritualidad"
Marcus Mumford
La familia se agrandó en septiembre de 2015 con el nacimiento de Evelyn Grace, y dos años más tarde con la llegada del pequeño Wilfred. Para ese momento, el matrimonio ya habitaba una granja que habían comprado en Devon, Inglaterra. “Como cualquier pareja, tratamos de manejar bien los tiempos para estar juntos”, le contaba Mulligan a Vogue en una de las pocas entrevistas en las que hizo mención a su vida personal. “Ambos crecieron en familias muy sólidas”, le expresó al mismo medio Sienna Miller, amiga del matrimonio.
“Siempre tuvieron en claro la vida que querían vivir, y que fuera normal. Tienen una granja con gallinas, perros por todos lados, organizan fogatas e invitan a amigos todo el tiempo a cenar, hacen mermelada... Es idílico”, apuntó la actriz, quien destacó la sencillez de ambos pese a que, por ejemplo, fueron parte de la élite invitada a la boda real del príncipe Harry y Meghan Markle.
Consultada al respecto, Carey deslizó un divertido comentario en el programa de Jimmy Kimmel: que en un momento de la ceremonia su marido no pudo evitar bostezar. “Nos apuntó la cámara y se lo veía a Marcus bostezando y después nos llegaron miles de mensajes de amigos que nos reprochaban que hubiese hecho eso cuando millones de personas estaban mirando, pero nosotros nunca pensamos que éramos tan famosos como para ser enfocados”, relató entre risas.
"Siempre tuvieron en claro la vida que querían vivir, y que fuera normal. Tienen una granja con gallinas, perros por todos lados, organizan fogatas e invitan a amigos todo el tiempo a cenar, hacen mermelada... Es idílico"
Sienna Miller, amiga del matrimonio
“Marcus puede estar tocando para el festival de Glastonbury y Carey puede ser nominada al Oscar, pero luego vuelven a ese espacio, con los cerdos, y sus sombreros raros. Es maravilloso cómo equilibran todo, lo simple y la vida en la industria”, añadió Miller sobre sus amigos. De hecho, cuando Mumford & Sons ganó el Grammy a mejor álbum del año por Babel, a Mulligan se la pudo ver llorando de emoción mientras su esposo agradecía en el escenario.
Amor por lo epistolar
El año pasado, para sorpresa de muchos, Mulligan habló sobre su esposo con The Telegraph y develó el misterio de su devoción por las cartas. La actriz contó que tanto ella como Marcus atesoran las misivas y las mantienen guardadas, y que jamás perdieron la tradición de enviarse notas, breves o extensas, que nunca son desechadas. Por el contrario, esa es una de sus maneras de mantener el romanticismo vivo.
"Las cartas son una forma de arte que se ha perdido, lo cual me parece muy triste"
Carey Mulligan
El músico, por su parte, recordó el momento en que conoció a Mulligan en el campamento religioso y aseguró que ese contexto también marcó el camino que tenían por delante: “Somos fanáticos de la fe, no de la religión”, aclaró Mumford. “Con Carey estamos unidos por una gran espiritualidad”. Mulligan, en una rara entrevista televisiva que brindó con su esposo en The One Show, remarcó que también los une su anhelo de ayudar a niños en estado de vulnerabilidad. “Es la causa en la que siempre trabajamos en conjunto, además de ser padres”, expresó la actriz, quien, como ella misma siempre ha dicho, no duda cuando se trata del amor, y no dudó en poner ese sentimiento siempre por escrito.
“Las cartas son una forma de arte que se ha perdido, lo cual me parece muy triste. Por eso, para mí, poder tener para siempre en mis manos las cartas de la persona que amo es algo maravilloso“, remarcó.
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