Can Yaman, el galán turco que dejó el Derecho para triunfar en las telenovelas
MADRID.- En Turquía no se terminan de creer la polvareda levantada por su actor Can Yaman (Estambul, 1989) en toda Europa. Las fotos de su rostro decorando fachadas en Cannes como reclamo de exportación de las series turcas durante la feria Mipcom del mes pasado han dado la vuelta a la prensa local. Suele ocurrir que los actores turcos que más triunfan en el extranjero no son necesariamente los que, en un inicio, más gustan en Turquía. Le pasó a Kivanç Tatlitug, hoy omnipresente —es la cara y el cuerpo de una conocida marca de ropa turca—, pero cuya carrera como actor sólo despegó en 2008 cuando la serie en la que participaba, Gümüs, se convirtió en un fenómeno en Oriente Medio: tanto que ni las fatuas de los ulemas más conservadores de Arabia Saudita impidieron que las árabes se enamorasen hasta los tuétanos del modelo turco.
Y no es que Can Yaman no sea famoso en Turquía pero, siguiendo la estela de Tatlitug, la fiebre que despierta su cuerpo musculoso y el éxito de sus series fuera de sus fronteras exceden al cosechado en casa. Un ejemplo: ni siquiera aparece entre los 16 actores más populares de la página turca Diziler.com en un ranking copado por actores más consagrados como el propio Tatlitug (Amor Prohibido), Çagatay Ulusoy (El secreto de Feriha, The Protector), Seçkin Özdemir (Te alquilo mi amor) o Kenan Imirzalioglu (Ezel). En cambio, en Instagram —donde también computan los seguidores internacionales y pesa más el segmento de las jóvenes turcas— sí que se cuela en los top de los famosos: 5,6 millones de seguidores, sólo por detrás del polémico cocinero Nusr-et (24 millones); de la penetrante mirada del actor de Kara Sevda Burak Özçivit (13,5 millones), y de los ocho millones de Acun Ilicali, el presentador-productor-empresario que dirige prácticamente todos los realities de Turquía: La Voz, Survivor, Got Talent...
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Quienes ahora se derriten por Can Yaman quizás se sorprendan al saber que por poco no debuta en la televisión... El protagonista de Erkenci Kus, que calza 46 y viste chaquetas de talle 56, reconocía que para su primer papel casi lo rechazan "por tener mucho músculo y los hombros demasiado anchos". Fue hace cinco años en la serie Gönül Isleri, donde tenía un rol secundario. "La directora me dijo que me tenían que afear un poco. Me decía que no estuviese tan recto, que bajase los hombros, que debía parecer un pobre diablo", explicó en una entrevista al diario Milliyet.
Tuvo que perder cinco kilos de músculos a fin de adaptarse al papel y no fue fácil para él, que viene de una familia deportiva: emigrantes llegados a principios del siglo pasado de Albania y Macedonia, el centro político e intelectual del desaparecido Imperio Otomano. Su tío, Fuat Yaman, fue futbolista y entrenador de fútbol (se inició de la mano de John Benjamin Toshack) y el propio Can accedió a la universidad privada Yeditepe con una beca de básquet, el deporte que más ha practicado junto al boxeo y el crossfit.
A la pantalla, además, Can Yaman llegó por la vía menos pensada: la del Derecho Tributario. Creció en el exclusivo barrio de Suadiye, en la orilla asiática de Estambul; terminó con las mejores notas de su promoción el Liceo Italiano y cursó estudios de Derecho. Tras año y medio de pasantía en un bufete, empezó a trabajar para la consultora internacional PwC como abogado especializado en impuestos. Y empezó a recibir clases de interpretación. Al principio como pasatiempo, porque ya había dado sus primeros pasos como actor en la facultad. "Pensé que también podía ayudarme como abogado. Para tener mejor dicción, articular mejor mi defensa... De algún modo, ante el tribunal también interpretás un papel", decía a la prensa. Finalmente, sus amigos -e incluso un juez- le convencieron de que lo suyo era ser actor.
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A su madre casi le da algo cuando le anunció sus nuevos planes. No porque la farándula le pareciese un sector inconveniente sino, más bien, porque no creía que esa fuera una de las inquietudes de su retoño, que es hijo único. Antes, había asistido a clases de cocina y se había formado en coctelería. "Tengo un lado un poco hiperactivo", confesaba en 2017 al diario Hürriyet: "Terminé la carrera de Derecho con buenas notas, pero los últimos dos cursos no asistía con regularidad. No me podía estar quieto en clase. Con leerme el libro de texto y repasar un par de veces o tres los apuntes me bastaba para ir al examen más preparado que los demás".
Nunca ha hecho una sola cosa a la vez: aparte de los deportes y los estudios, ha estudiado danza, guitarra, lenguas extranjeras: "Mi modelo son los hombres del Renacimiento". No tiene mal concepto de sí mismo. En otra entrevista, en este caso del diarioSözcü, le preguntaron si había tenido problemas por ser tan lindo: "¿Acaso es malo ser lindo o linda? La única desventaja es que te des cuenta de que eres lindo demasiado joven y eso te aleje de los estudios. Por lo demás, la lista de ventajas es interminable".
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Diario El País
Andrés Mourenza
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