Camila Perissé: el gran amor que llegó en el peor momento de su vida y la acompañó hasta sus últimos días
Fue novia de Alejandro Borensztein y tuvo romances con Darío Grandinetti, Juan José Camero y Fernando Olmedo, pero el gran amor de su vida fue Julio Fernández, un hombre al que conoció cuando ya no tenía más ganas de vivir
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Fue una de las mujeres más sensuales de los años 80, la más deseada, la primera que se desnudó en teatro y en una tapa de revista. Escandalizaba y se reía de lo que provocaba. Fue una rebelde hasta el último día. Llegaron a ofrecerle 15.000 dólares por pasar una noche con ella y un departamento por tenerla de amante. Camila Perissé, que murió este martes a los 70 años, siempre dijo que no a las propuestas que le llegaban. Encontró a su gran amor cuando estaba en el peor momento de su vida. O él la encontró a ella y la salvó. Él es Julio Fernández, o el Chino, como todos lo llaman, un cantor de tangos que estuvo 34 años junto a la actriz y que la acompañó hasta el último suspiro.
Poco después de conocerlo, Camila contaba en las entrevistas: “Yo tenía todo. Me ofrecían de todo para llevarme a la cama y jamás transé. Soy una mujer sin medida. Siempre doy y pongo todo. Muchos años estuve esperando la muerte, pero hoy me abrazo a la vida y al amor. Hice cosas muy atrevidas para la época y me han pasado otras cosas increíbles, como que varios hombres me ofrecieran departamentos por mi cuerpo. Mi época fue tan buena que hubo gente que lo único que quería en la vida era ser como yo. Y siempre les respondía que, afortunadamente, no fueron como yo... “, decía Perissé sin pelos en la lengua. Y lo hacía porque vivió en el infierno cuando cayó en las drogas y le costó mucho salir de allí. Fue el Chino quien la abrazó a la vida, le dio esperanzas y amor y Camila tuvo ganas de seguir, una vez más.
Una noche en un bar
Lo conoció una noche cuando ella era apenas la sombra de la monumental mujer que había sido. “En un momento sólo esperaba la muerte. Para mí ya estaba todo terminado. No tenía nada más que hacer, hasta que apareció el Chinito en mi vida. En esa época ya había decidido que quería morirme, pero él me salvó. El día que hablamos por primera vez, me enamoré para toda la vida. Fue en un bar, adonde fui con una amiga francesa. Por ese entonces ya estaba cansada, y si me moría no pasaba nada. Pero acepté, me vestí de negro, con un sombrero y nos fuimos al bar que, casualmente, era del Chino. Me lo presentaron y esa noche no le di bola, me quedé hablando con un amigo de él. Después desaparecí un tiempo y cuando volví ya no me separé nunca más. Fue un 16 de enero”, recordaba en una nota radial.
“Cuando volví me quedé a vivir con él, en ese mismo bar. Estaba recién separado de su esposa y como le dejó todo, se fue a vivir al boliche. Yo vivía con mi abuela, le dije que me iba, agarré mi ropa y me fui al bar, a una piecita en medio de cajones de gaseosas y cervezas. Ni baño tenía, así que usábamos el del bar que era para los clientes y para ducharnos conectábamos una manguera. Con él empecé a cambiar. Era como un animalito herido que buscaba refugio. Hacía todo por ayudarme y entonces me di cuenta de que valía la pena vivir. Buscaba la muerte y con el Chino encontré la vida”, decía emocionada cuando hablaba de amor.
Camila y el Chino vivieron algunos años en esa piecita del bar y después decidieron probar suerte en los Estados Unidos, en 1996. Se instalaron en Nueva York y abrieron un pequeño bar de jugos y comidas naturales al que llamaron Cafetín. El lugar era muy chiquito, de apenas 18 metros cuadrados, pero llamaba la atención y hasta le hicieron una nota en The New York Times. Perissé también reciclaba y vendía muebles y, sobre todo, se dedicó a estudiar. Se recibió de personal trainer y de terapeuta holística. Hizo teatro callejero y se animó a varios castings, pero no daba con el phisique du rol porque “buscaban latinas y yo les daba alemana”, contaba.
Después de la caída de las Torres Gemelas decidieron cambiar de rumbo y se fueron a Europa, donde vivieron durante cuatro años entre España e Inglaterra, antes de decidir volver a nuestro país, en 2007. Se radicaron en Lobos, provincia de Buenos Aires y se dedicaron a la crianza de perros. No soñaban con tener hijos porque ella tenía una histerectomía. Años más tarde, confesó: “Nunca sentí el deseo de ser madre, pero nos gustaría adoptar. No a un bebé sino a un chico de 14 o 15 años, de esos pibes que nadie quiere. Vamos a darle lo que nos quede de nuestras vidas. Tenemos mucho amor para dar y es una forma de ayudar. Hay muchos chicos grandes que no encuentran familia. Yo tengo la suerte inmensa de haber vivido y haber sido feliz”. Ese deseo nunca se concretó porque al poco tiempo Camila empezó a tener problemas de salud.
Tampoco pudo concretar otro anhelo, el de casarse. Hace algunos años, contaba: “Nos vamos a casar el 16 de enero de 2019 por el rito budista, que practicamos hace 27 años. Es el budismo de origen japonés, Nichiren Daishonin. El rito es muy hermoso, porque después de las oraciones, en el cierre de la ceremonia, hay que tomar de tres cuencos que contienen té. El primero es por la vida que pasó, el segundo por la vida presente y el tercero para comprometernos a encontrarnos en la vida que viene. El Chino dice que con la presente y la pasada es suficiente. Pero ya lo convencí”, decía entre risas. No pudo ser.
Tiempo después se mudaron a Mariano Benítez, cerca de Pergamino, donde vivían de lo que podían. Trabajaban en el campo, tenían un programa de radio y hasta armaron un espectáculo en el que ella recitaba y él cantaba.
Muchos años antes, en la época en que ella era una vedette que hipnotizaba a los argentinos, Perissé tuvo varias parejas pero solo una significativa antes del Chino. En 1981 empezó a trabajar con Tato Bores en un programa que se atrevía a hacer humor político en plena dictadura. Eso le dio gran popularidad y también un novio. Empezó a salir con Alejandro Borensztein, el hijo mayor de Tato, que además era uno de los guionistas del ciclo. Años después, Camila decía de Alejandro: “Me causa gracia que recién ahora se enteren que es un tipo talentoso. Yo descubrí eso hace treinta años. Alejandro es lo que era su padre, un señor. Me alegra que esté feliz”. La pareja estuvo junta tres años.
Camila también romances con los actores Darío Grandinetti y Juan José Camero y con Fernando Olmedo, hijo de Alberto Olmedo. Pero ella pocas veces hablaba de su vida íntima y mucho menos en sus tiempos de figura de la farándula.
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