Cecilia Maresca brilló en innumerables ficciones televisivas convirtiéndose en una de las actrices más convocadas por los productores; retirada del medio, fundó con su hija un estudio que les enseña oratoria y dicción a candidatos, funcionarios y empresarios
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“Voy a ser actriz hasta el día que me muera”. Su voz inconfundible, el cabello oscuro y los ojos vidriosos y de un color llamativo la convierten en uno de esos personajes arraigados en el inconsciente colectivo. Sin embargo, hace varios años que su imagen no aparece en los elencos de las ficciones televisivas. Cecilia Maresca fue estrella del género y una de esas figuras que enlazaban el final de un proyecto con el comienzo del siguiente. Así durante años. Regularidad que la convirtió en un personaje familiar. Alta comedia, Más allá del horizonte, Perla negra, Dar el alma, Trampa para un soñador y Rosa de lejos fueron algunos de esos títulos exitosos que marcaron una época del culebrón de producción nacional y a los que les ofrendó estelaridad.
Sin embargo, y cuando tenía todo lo que anhela una actriz, fama y buen pasar económico incluidos, un día puso un pie en el freno, se corrió de los sets, dejó de enfrentar a las cámaras y se refugió en su escuela de arte.
Hasta ahí, podría ser un biodrama -género estructurado por Vivi Tellas- o una historia atractiva y con lógica. Sin embargo, a esa narrativa le falta un capítulo esencial y llamativo: esa actriz, cuya vocación la acompañará hasta la exhalación final, hoy es una destacada docente de oratoria que cuenta con alumnos en la Argentina, Latinoamérica y Europa. Lo curioso es que muchos de esos alumnos son destacados políticos y funcionarios, algunos de ellos con cargos altos.
El nombre de los políticos y funcionarios a los que Maresca les imparte su técnica, es un secreto guardado bajo siete llaves. “Jamás romperíamos la confidencialidad”. La tarea la realiza con su socia Sol Soldano, que no es otra que su única hija y madre de su nieta.
-¿Nunca más la actuación?
-No me retiré, pero como hice mucha televisión y teatro, me gustaría hacer cine, ya que sólo filmé dos o tres películas. Así que, si aparece algo que me guste, lo haría con mucho gusto, lo que pasa que, a esta altura, tendría que hacer de abuela, pero algo puedo aparecer.
Lejos está del physique du rôle de una anciana. No lo es. Su tono de voz recuerda a aquellas malvadas a las que les dio vida y también a más de una cándida que se aprovechó de su mirada límpida.
¿El ocaso de la ficción?
“Cuando vi lo que sucedía con la ficción en nuestro país, decidí que no quería que se me volviera desagradable la profesión, porque la amé profundamente. Fui muy feliz con mi vida de actriz, por eso, cuando la cosa se comenzó a ponerse dura para los actores, ya había puesto mi escuela de arte y eso me colmaba. Siempre me gustó emprender, así que la enseñanza fue y es una aventura hermosa”.
-¿En qué año tomaste la decisión?
-Estamos hablando de 1998, cuando hacía Ricos y famosos.
-Un éxito.
-Fue un suceso, pero no fue lo último que hice, luego siguieron Campeones, Abre tus ojos, Yago…
-Sin embargo, la idea de retiro estaba tomada.
-Lo que sucede es que había comenzado a bajar el nivel de producción, cuando empecé había en el aire cerca de 24 telenovelas en el aire, en 1998 sólo había seis o siete. Esto se veía venir, por eso me dediqué a fundar mi escuela y a este emprendimiento que nos acompaña a y a mí.
-Más allá de la falta de trabajo, ¿el medio se había vuelto hostil?
-Desde mi punto de vista, sí. Y esto tuve que ver, en gran medida, a que la Asociación Argentina de Actores se había convertido en un partido político. Yo soy apartidaria, a pesar que soy una persona política, pero nunca encontré un espacio donde me sintiera plenamente representada. En lo artístico, nunca fui de contar demasiado sobre estos temas ni meterme en peleas por política.
-¿Seguís siendo socia de la Asociación Argentina de Actores?
-Sí, porque quiero seguir aportando a la obra social, a la que recurrí en muchos momentos de mi vida y le estaré muy agradecida, pero no voy nunca, porque ya no siento que sea mi sitio.
-Hoy no hay una sola ficción de producción nacional en el aire de la tv abierta. Para una actriz, es una noticia desalentadora.
-Lo que se llevó puesto a la profesión fue el mal manejo que se hizo, incluso desde el gremio, con nuestro trabajo, no se apoyó a las productoras y se dejó de exportar, a pesar del gran mercado que teníamos en Latinoamérica y Europa. Aún hoy, camino por las calles de Italia y me gritan “mamma”. En Argentina, directamente, se exterminó la producción.
-La maquinaria Gran Hermano cumple la misión de darle visibilidad y fama a las personas anónimas. En tu caso, el camino fue inverso, con una trayectoria que te convirtió en una figura muy popular, decidiste dar un paso al costado y no depender de la exposición. Te revelaste ante los cinco minutos de fama de Andy Warhol.
-Llega un momento en el que la fama cansa un poco y yo soy una persona a la que le gusta mantener su privacidad. Siempre quise que el que conocimiento que se tuviera sobre mí fuese por mi trabajo. En realidad, desde hace unos quince años, he obtenido otra fama, basada en el nuevo concepto de trabajo que es el que desarrollamos con mi hija.
-La fama es peligrosa.
-La fama hace bien y hace mal, y también cansa. Me cansé bastante de eso de no poder dar un paso sin que te miren o estar tomando un café en un bar y que se me acerque gente para preguntarme por la tira.
-No todos pueden prescindir de eso.
-Hay gente que se enferma si no la saludan y hasta se suicidan si pierden el reconocimiento masivo. En mi caso, siempre me interesó emprender, porque me gusta vivir bien y viajar mucho, entonces eso hace que genere nuevas herramientas de trabajo. Pero no le sucede igual a todo el mundo y, ante la inestabilidad del trabajo, hay colegas que se desesperan. Por otra parte, es un medio muy inestable y donde muchos sienten que, cuando no los llaman es porque no sirven y no existen.
-Se te percibe muy plantada, ¿cómo has manejado el inevitable ego desarrollado de una actriz?
-Nunca tuve ese ego, aunque eso también me hizo sufrir un poco, ya que me faltaba ese componente que tiene que tener la gente que tiene fama.
-¿Por qué lo decís?
-De pronto entraba a un estreno y lo hacía como una ratita. Por eso con los alumnos trabajo el pánico escénico y la timidez, porque yo sé lo que se sufre. Superé todo eso por amar a mi profesión, pero todo lo otro, que también tiene que ver con la profesión, me costaba.
-¿Por qué?
-Porque me faltó ego, me encantaba mostrar a mis personajes, pero no mostrarme yo.
-¿Era dura esa vida atravesada por las grabaciones diarias?
-Para nada, con las cámaras, me sentía como en familia, no tenía ninguna timidez. Lo pasaba bomba.
-En una trayectoria con tantas ficciones sobre las espaldas, ¿cuál fue el personaje que más recordás?
-Puedo mencionar a Ricos y famosos, porque hacer dos personajes simultáneos, como fueron las mellizas que me tocó interpretar, fue muy divertido, eso, para una actor, es un bombón. Y la otra que recuerdo mucho es Dar el alma, que hice con Raúl Rizzo, ya que la hicimos ni bien comenzó la democracia, con una temática muy fuerte y hasta, incluso, recibiendo amenazas. Mi hija era bebé y recuerdo que se había vuelto complejo el tema, así que terminamos todos con custodia.
-¿A qué compañero recordás especialmente?
-Podría mencionarte a Raúl Rizzo, ya que nos llevábamos muy bien y aquella novela que protagonizamos significó mucho para nuestras carreras. Recién arrancábamos, hicimos una pareja fantástica. Fue un exitazo.
-¿Alguien más?
-Con los años, las relaciones entre los actores se complicaron por la política y el fanatismo.
-Se trata de un fenómeno muy actual, la grieta también atravesó al gremio artístico. ¿Llegaste a padecer esas divisiones que parecen insalvables?
-Sí, eso tuvo algo que ver para que tome la decisión de retirarme.
-Una gran incomodidad.
-No me gustaba eso de encontrarte con alguien y tener que tomar partido. ¿Por qué tengo que tomar partido si no tengo ganas?
-¿Qué te sucede hoy con el reconocimiento de la gente?
-La gente de cuarenta para arriba me saluda con mucho cariño.
-Seguramente, te preguntarán cuándo volverás a la televisión.
-Algo muy recurrente es añorar aquellas tiras hermosas que hacíamos y que ya no están, pero que la gente, cuando te encuentra por la calle, te hace saber que las extraña. Lamento mucho que la producción argentina no tenga la presencia en televisión abierta que tenía antes.
-Entonces, le cerraste la puerta a la televisión y el teatro, pero no al cine.
-Para nada, incluso me gustaría hacer una serie, aunque estoy tan afuera del medio… Tampoco sé si tendría tiempo.
-Supongamos que te convoca Adrián Suar para protagonizar una tira de Polka, ¿rechazarías su oferta o la evaluás?
-No lo sé… Creo que le diría que no.
“Suar lo tiene que hablar conmigo”, acota desde la otra punta su hija Sol, su socia en el emprendimiento de la oralidad montado en un precioso piso señorial en el Barrio Norte porteño.
Nuevo rol
“Entrenamos personas para hablar en público”, dice Sol Soldano, cuyo diploma de Ciencias Políticas, obtenido en la Universidad de Buenos Aires, está bien exhibido. “En realidad, lo que hacemos nosotras tiene veinticinco siglos de antigüedad y lo que va variando son los métodos y el tipo de comunicación en sociedades que se complejizaron”, agrega.
El estudio se llama Maresca Soldano y cuenta con varios ambientes de un blanco imperturbable. Para que los clientes no se crucen, sobre todo los políticos y funcionarios, una sala oficia de foyer de espera. “Lo que hacemos nosotras, comenzó con los griegos”, afirma Maresca y su hija asiente. Es real que fue en los orígenes de la democracia cuando se requirió de una oralidad más puntual, precisa, clara y al servicio de las propias ideas que se buscaba transmitir.
“Mucho de lo que seguimos hablando nosotros ya estaba en La Poética o en La Retórica de Aristóteles”, reconoce Soldano, que alguna vez incursionó en la actuación, aunque lo suyo, desde hace mucho tiempo, no tiene nada que ver con los escenarios, al menos con los teatrales.
-¿Nada cambió de Aristóteles hasta acá?
Sol Soldano: -Sí, la manera de transmitir y el tiempo de las alocuciones.
Cecilia Maresca: -Lo que se ve en La película del rey, es lo que hacemos nosotras.
Cecilia Maresca cursó hasta el cuarto año de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, carrera que le dio herramientas para el nuevo oficio de entrenar oradores: “Aquí viene gente de todas las corrientes políticas, ya que es un trabajo técnico, y eso nos da gran placer”, sostiene la actriz.
Ambas se ufanan de un método propio que nace de esa conjunción entre la actriz y la Licenciada en Ciencias Políticas.
-¿Quiénes recurren a ustedes?
Cecilia Maresca: -Políticos y empresarios.
Sol Soldano: -Y también llega un montón de profesionales independientes que buscan comunicarse mejor.
En las últimas semanas, la sociedad asistió al desarrollo de algunos juicios, y Maresca no duda en la importancia de un abogado que sepa decir lo que tiene que decir desde la claridad.
-¿Algún cliente conocido?
Cecilia Maresca: -Uno de nuestros capitales es la total discreción, pero, como él lo dijo públicamente, te puedo mencionar a Francisco de Narváez, que recurrió a nosotras cuando se inició en la política. Como buen empresario, sabía qué tenía que reforzar.
-¿Alguien más que puedan nombrar?
Cecilia Maresca: -Nadie más, la seriedad de nuestro trabajo pasa también por la confidencialidad.
Sol Soldano: -Más allá de los nombres, lo que es importante entender es que necesitamos políticos formados y que, por respeto a la gente, sepan comunicar muy bien sus ideas, ya que la población tiene que entender y saber qué van a hacer, cómo lo van a hacer, eso habla de una sociedad más madura.
-Una idea mal comunicada, conduce al fracaso.
Sol Soldano: -Una idea mal comunicada, no sirve.
Cecilia Maresca: -Alguna vez, nos han dicho con ironía que nosotros les enseñamos a mentir a los políticos.
-¿Qué responden ante eso?
Cecilia Maresca: -Nosotros les enseñamos a decir a cada uno su verdad, pero bien dicha. Nadie enseña a mentir a nadie.
-Los políticos mienten bastante, la verdad es casi una rareza.
Sol Soldano: -La gente miente desde que el mundo es mundo y nadie le enseñó. Imaginate si los mentirosos hicieran un curso… Más allá de eso, al ser humano le gusta comunicarme, somos gregarios. La comunicación en pandemia es un ejemplo. Primero se comunicó perfectamente y, cuando todo se extendió, no se supo explicar bien. Hay que prestarle mucha atención a la estrategia de comunicación.
-¿Las clases son presenciales?
Cecilia Maresca: -Sí, aunque tenemos mucha gente del interior y del exterior, donde tratamos de hacer un mix y apelamos a la virtualidad y también a la presencialidad. De todos modos, en algún momento, el alumno tiene que estar presente.
-¿Se imparten ejercicios puntuales?
Cecilia Maresca: -Es un trabajo muy intenso y práctico, atacamos todos los frentes, desde la oratoria hasta la dicción.
-¿Se tiene en cuenta el movimiento del cuerpo?
Cecilia Maresca: -Por supuesto, pero entendido desde la sabiduría del cuerpo, ya que si la persona está tranquila, el cuerpo sabe qué tiene que hacer. Nadie en un café piensa qué hacer con las manos y los brazos, porque es algo que surge de manera natural. Algo así tiene que pasar con la actividad de la oratoria.
Sol Soldano: -Tampoco nos interesa que salgan todos iguales, como un calco en sus movimientos. Nosotros buscamos preservar cada identidad, no queremos que digan que salieron de acá porque hacen el mismo gesto con las cejas, sino porque hablan bien. Desde ya, no les decimos a los políticos qué decir, sino cómo hacerlo, buscar la manera de comunicarse.
-Los políticos, ¿son aplicados para el estudio?
Sol Soldano: -Hay de todo…
-¿Es muy complejo trabajar en familia?
Cecilia Maresca: -A nosotras nos resulta fácil, porque cada una es respetuosa de la otra. Entre las dos armamos esta nueva profesión que funciona muy bien.
Vidas privadas
Poco se sabe de Cecilia Maresca, más allá de su rol artístico. Su única hija le dio una nieta que ya tiene 18 años. La actriz, amante del guardarropas, el buen comer, y los viajes por el mundo se encuentra en un período sin pareja, aunque no descarta volver a enamorarse: “Con mi última relación estuve seis años”. Hoy, su vida se encuentra abocada a su trabajo como coach, aunque no descarta volver a enamorarse: “Estoy bien y me siento mujer aún, entonces hay una parte mía que está insatisfecha, pero no es grave. Lo que pasa es que los hombres de mi edad salen con chicas de cuarenta, así que se complica”.
Espléndida, reconoce no estar “muy operada”; lo cierto es que se la percibe tal cual se la veía en aquellas ficciones de los ochenta.
-¿Qué significa “no estoy muy operada”?
Cecilia Maresca: -Me toqué los ojos a los cuarenta y nunca más me hice nada. Me gusta la gente que se cuida y está bien vestida, pero no los que tienen las caras deformadas por las operaciones.
La pandemia no contribuyó a la continuidad de su Escuela de Arte, aunque sus ex alumnos siguen invitándola a las obras que montan en diversas salas de Buenos Aires. “Ellos hacen teatro, pero yo no. No quiero la obligación de ir a la función todas las noches, prefiero la libertad de poder viajar, llegué hasta acá para eso”, finaliza la actriz, mientras su hija se apresta a comenzar con una nueva clase.
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